Gerardo, el músico de Buñol que abusaba de menores poniéndoles como cebo un joven, droga y dinero
- Tiene 62 años, está jubilado y también acusado de prostituir y abusar sexualmente de diez menores.
- Según los investigadores, utilizaba un compinche para atraer a los menores a su casa.
- Según aseguran los vecinos a EL ESPAÑOL, el trasiego de jóvenes que entraban y salían de su casa era algo conocido.
Cualquiera que pasase por la casa que Gerardo, 62 años, tenía en Buñol (Valencia), podía advertir que tenía colgadas tres banderas: una multicolor, tipo arcoiris, otra republicana y otra con el rostro del Che Guevara. Desde fuera, en la avenida de la Violeta, todavía se puede observar un frondoso jardín que sobresale gracias a los cuidados esmerados del hombre, ya jubilado. Muchas otras veces, desde la calle, los vecinos se percataban de otras cosas, como los grupos de menores que entraban en ella con cierta frecuencia. Allí pasaban bastante tiempo con él y nadie sabía, aunque se intuía, lo que sucedía en el interior de aquella vivienda.
Pocos ponían nombre a lo que pasaba en casa de Gerardo hasta que esta semana le detuvo la Guardia Civil. Llevaban varias semanas detrás de él. El hombre, músico, pintor, jardinero y muchas otras cosas, conocido personaje de la localidad valenciana, se encuentra en prisión acusado, según ha podido conocer EL ESPAÑOL por fuentes de la Benemérita, de prostituir y abusar sexualmente de diez menores. A Gerardo se le acusa también de los delitos de corrupción de menores y tráfico de drogas.
Gerardo no actuaba solo. Por eso no es la única persona detenida por los agentes de la Guardia Civil. Junto a él ha caído un joven de 23 años. Era el cebo y el compinche del jubilado. Era él, según los investigadores, quien captaba a los menores y los conducía a la casa de Gerardo. Lo lograba ofreciéndoles dinero, drogas y otros objetos de valor. Ya en la casa, el hombre abusaba de los menores. No está claro todavía de qué modo ni hasta qué punto.
La mayoría de las víctimas del presunto pedófilo residían en el centro de recepción que se encuentra enclavado en esta población de casi 10.000 habitantes. La “Operación Bitru” empezó hace ya semanas, a mediados de agosto, cuando fueron detectados varios casos de abusos a menores en la localidad.
La casa de Gerardo es una de las más peculiares no ya de la calle, sino de todo Buñol. En su base de operaciones, este hombre, músico durante años en una banda del pueblo, pasaba el tiempo pintando, cantando, cuidando su jardín o confeccionando su propia ropa, colorida toda ella. Le gustaban principalmente, las camisas tipo hawaianas con estampados de flores. De esa misma casa los agentes, al registrarla, se llevaron los discos duros, los teléfonos, las tablets y diversos estupefacientes; también algo de documentación.
Gerardo no parecía tener demasiados reparos en exhibir esa siniestra pulsión hacia los chavales jóvenes. Ni siquiera en las redes sociales, donde este periódico ha localizado diversos mensajes lanzados por el presunto pedófilo años atrás a jóvenes menores: “Hola caramelito, déjame que te haga travesuras”.
La luz, la señal para los chavales
Gerardo nació en Buñol, estudió en Buñol, trabajó en Buñol y casi siempre ha tenido su residencia en Buñol. Los vecinos de la calle en la que vivía antes de ser detenido, según cuenta uno de ellos a este periódico, tenían perfectamente asumida la siguiente escena: llegaba un momento del día en que la luz de la habitación del músico jubilado comenzaba a encenderse y apagarse de forma intermitente pero continuada, como una especie de contraseña o de señal. Era el aviso para que entrasen los chicos, que esperaban en los alrededores. Era el signo inequívoco, según los vecinos, de que ya podían acceder al interior de la casa del presunto pedófilo.
Ningún vecino, que se sepa, había informado o denunciado a los agentes de que allí podían estar sucediendo cosas extrañas o, directamente, ilegales. Habían normalizado, de hecho, la situación de ver a los propios chiquillos incluso sacándole la basura de casa, saliendo de ella “sin camiseta”.
A veces incluso se dejaba ver con ellos por el pueblo. Cuenta otro vecino (cuya identidad prefiere preservar) que Gerardo invitaba de vez en cuando a estos chicos a cenar. Iban a pizzerías, a toda clase de sitios. Siempre pagaba él. Este mismo vecino es tajante: “El vicio sexual le puede”.
Gerardo utiliza gafas redondas, camisas de tonos alegres que van del naranja al rosado pasando por el verde pistacho. A veces, cuando le da por ahí, se tiñe el pelo de colores llamativos, y siempre -o casi siempre- sale a la calle con un sombrero blanco cubriéndole la cabeza. Su atuendo, a la postre, ha acabado resultando tan llamativo como lo ha sido su detención para los vecinos que convivían en la misma calle con él.
Contactos con más jóvenes
Según informaba este sábado el periódico Las Provincias, este hombre podría haber tenido también contactos con otros jóvenes de la localidad. Los agentes del Equipo Mujer-Menor (EMUME) de la Guardia Civil de Valencia asumieron el caso tras las primeras investigaciones en el entorno de varios residentes del centro de recepción de menores.
Este lugar está siendo también investigado debido a que la mayoría de los chavales que Gerardo y su compinche presuntamente captaban procedían de ese lugar. Es algo que ha confirmado Mª José Català, portavoz adjunta del PP en las Cortes Valencianas. Català aseguró esta semana que “la mayoría de ellos residentes en el centro de acogida de menores".
El centro de acogida está ocupando en las últimas semanas, como decimos, la actualidad informativa en la pequeña localidad valenciana debido a los problemas y a la polvareda que estos están levantando a su alrededor. El sábado pasado, la Guardia Civil detuvo allí a tres menores por un delito de abusos sexuales a dos niñas internas en el centro. Sucedió fuera de las instalaciones, cuando las dos víctimas estaban echando la tarde en un parque. Los tres jóvenes se acercaron a ellas y, tras una conversación, comenzaron a realizarles tocamientos sin su consentimiento.
Gerardo es conocido en Buñol, al igual que su padre, con el apodo de “Alarico”. Sus escarceos con los jóvenes era un tema tabú tanto en su calle como en las zonas aledañas. Nadie decía nada; lo intuían pero no lo querían saber. A las ocho de la mañana del miércoles, unos quince guardia civiles rodearon la casa para detenerle.
“Déjame que te haga travesuras"
Gerardo tocaba diversos instrumentos con cierta destreza, entre ellos el saxofón o el clarinete. Peor se le daba cantar, entonar una melodía a viva voz, como demuestran los vídeos que él mismo cuelga en sus redes sociales. Otro instrumento que manejaba algo peor eran las redes sociales.
“Te lo como toooooooooo (sic)”. Es un mensaje escrito por el hombre detenido esta semana el día 4 de marzo de 2015. Esos años, Gerardo utilizaba las redes sociales con una enorme frecuencia. En una de ellas escribía algunos comentarios a distintos jóvenes de la localidad cuya identidad virtual, debido a la corta edad de los aludidos, no revelaremos. Veamos algunos ejemplos:
- “Poco a poco no hay dolor, primero la puntita y luego lo demás (sic)”.
- “OOOOOOOOUUF VAYA TIARRON MÁS APUESTO POR FAVOR VEN AMI Y DEJAME SENTIR TUS CONOCIMIENTOS SEXUALES (sic)”.
- “hola caramelito déjame que te haga travesuras (sic)”.
Ese tipo de piropos eran constantes en sus redes sociales. Cada año, Gerardo decía, por ejemplo, que estaba deseoso de que llegase el torneo local de fútbol sala “para ver los culitos”. En 2015, a otro joven, también menor, le escribió: “Yo quiero tener vicios contigo”.
Ahora tanto él como su compinche se encuentran encerrados en la cárcel a la espera de que avance el procedimiento, a la espera de los interrogatorios y a la espera de que avance la investigación y el sumario. Los dos presuntos autores ya han pasado a disposición del Juzgado de Primera Instancia e Instrucción número 3 de Requena en Valencia.
Días atrás, varios vecinos vieron a unos cuantos chiquillos sentados en las escaleras que hay a la puerta de la vivienda de Gerardo. Al ver a algunos vecinos se metieron corriendo para dentro. Gerardo, entretanto, se asomó a la ventana. Quería comprobar si alguien les había visto entrar en la casa.