“Antes me afectaba mucho la palabra gorda, agachaba la cabeza cuando me lo decían; ahora me río en la cara de quien me lo diga”. Lidia tiene 24 años, mide un 1,70 y con sus 107-87-125 centímetros de pecho, cintura y cadera trabaja como modelo curvi. Su talla 42 le había hecho creer estar en las antípodas de las pasarelas, ahora se la rifan para desfilar en ciudades como Estambul o Londres. “Los que antes me insultaban, ahora me desean”.
Lidia nunca se vio guapa de niña. Los complejos llamaron pronto a su puerta y con apenas cinco años pasó por un principio de anorexia. “Lo pasé fatal”, recuerda. Siempre se ha visto “gordita” y, pese a los días de gimnasio y las comidas muy controladas, nunca perdió esa forma curvilínea que hoy sirve de reclamo para diseñadores internacionales. “A ver, ahora sí me veo guapa —resuelve—; aunque antes no me gustaba lo que veía cuando me miraba al espejo”.
Las pasarelas han supuesto un punto de inflexión en la todavía corta vida de Lidia Vázquez, una aspirante a profesora de peluquería a la que le cambiaron los planes paseando por la calle. “Me vio una scouter —una ojeadora o cazatalentos— y me dio que tenía posibilidades de dedicarme al mundo de la moda”, detalla. “No la creí”, acierta a decir entre risas.
Se llaman modelos curvis —adaptación al castellano del anglicismo curvy, que alude a mujeres con curvas prominentes— a aquellas que se mueven entre las tallas 42 y 46. A pesar de las reiteradas preguntas del periodista, las chicas se niegan en banda a desvelar su peso. Según ellas, este no es un dato de utilidad en el mundo de la moda. Más allá de la 48 pasan a denominarse plus size.
Su entorno tampoco reaccionó favorablemente a la proposición de trabajo. Su madre fue la persona que puso más reticencias. “Creían que esto sería una pérdida de tiempo —narra la joven—; la gente no relaciona a personas con curvas con la profesión de modelo y tenían miedo de que la oferta pudiese esconder algo malo para mí, que me distrajese de los estudios o directamente que se quisieran reír de mí”.
Los peores augurios se zanjaron la primera vez que su círculo más cercano la vio subida a una pasarela. “Quería que acabara pronto, porque siempre he sido muy vergonzosa —desvela—; no quería que me mirasen, que me viesen el cuerpo...”. “Ahora soy todo lo contrario, me gusta ser el centro de atención, te habitúas a que te miren, a las fotos y por supuesto que me gustaría dedicarme profesionalmente al mundo de la moda”, afirma a EL ESPAÑOL la joven.
Al aceptar la propuesta de la cazatalentos, Lidia empezó su formación como modelo en la agencia MMExpression que, además de representar a profesionales de la moda, presume de ser la primera escuela específica de modelos curvis de España. Poco tiempo después, empezaron a lloverle las ofertas de pasarelas internacionales como Estambul, Alemania o Londres. La joven también llamó la atención de otras tantas agencias nacionales especializadas también en modelos curvis, como Miah Management de Barcelona.
Aunque por el camino, Lidia haya tenido que renunciar a los llamativos tatuajes que se reparten por su cuerpo y que suponen un freno a su carrera como modelo curvi. Seis, en total que ya están en camino de desaparecer definitivamente y que tapa con maquillaje para la sesión de fotos con EL ESPAÑOL.
“Cuando pienso en lo que he pasado, siento pena; lástima por que haya mujeres que como yo lo hayan pasado mal o lo estén pasando mal por lo que yo pasé”, se queja la modelo sevillana. “Ahora mis amigas me dicen que les gusto, que transmito mucha seguridad en mí misma —zanja la joven—; yo también me gusto a mí misma, y ahora soy feliz”.
Más demanda en países como Estados Unidos, Reino Unido o Alemania
Manuela Montes, la directora de MMExpression, se felicita por ser una agencia que exporta talento fuera de Andalucía. También de España. Lleva 20 años al frente de esta empresa de representación de modelos, tanto de talla regular como curvis, y asegura que gran parte de los contratos que cosecha son fuera de las fronteras nacionales. Los países que más demandan a estás últimas son Estados Unidos, Alemania o Reino Unido.
“Para ellos es algo normal, de hecho, tienen una demanda tremenda —explica Montes, que también fue modelo—; en España, por desgracia, este mercado no tiene empuje; aunque la tendencia está cambiando en los últimos años”.
La dinámica observada y una conversación con una de sus modelos, de las primeras curvis de Andalucía, la llevó a arriesgarse a ampliar su labor como docente a chicas de tallas más allá de la 42. “Era una prueba piloto y queríamos saber si tenía alcance”, explica. “Y funcionó”. El éxito fue tal que, en poco tiempo, muchas agencias internacionales empezaron a proponer contratos a sus representadas.
Visto el potencial de las modelos curvis, Raquel, colaboradora habitual de Manuela Montes y modelo plus size, inició una carrera —también— como scouter. “Cuando las paro por la calle, la sonrisa es increíble; no dan crédito, no son conscientes de que pueden ser modelos con una talla grande; más que ofrecerle una posibilidad de empleo, parece que les subimos la autoestima”, bromea quien ha trabajado para firmas como Elena Miró, Liz Claiborne, Jones New York, Rosa Rosa o Amichi.
Según el Instituto Nacional de Estadística (INE), el 36,6% de los españoles tiene sobrepeso y el 13,7%, obesidad. Más allá de la talla, un informe de la Sociedad Española de Cirugía de la Obesidad y de las enfermedades metabólica señala que aparecen asociadas al peso problemas de autoestima, de depresión y de trastornos de conducta. El mismo ente alerta que la obesidad ha aumentado del 7,4% al 17,0% en los últimos 25 años.
No hay datos oficiales de la correspondencia entre la tendencia creciente del sobrepeso y el aumento del mercado de las tallas grandes, al que algunos informes atribuyen un cuarto de las ventas globales en países como Estados Unidos y Reino Unido. En España, las marcas han ampliado su oferta de tallas para integrar entre sus compradoras a clientas de más allá de la 46.
La primera vez que Raquel Villadiego se subió a una pasarela corría el año 1998. Fue para unos grandes almacenes de Sevilla y logró vencer la timidez gracias a la ayuda de otras modelos. “Me temblaba todo, la boca, los labios... estaba muy nerviosa —apunta—; fue una experiencia muy bonita que nunca voy a olvidar”.
Raquel, hoy con 43 años y 118-108-136 centímetros de pecho, cintura y cadera, ya no es una modelo curvi. “Aunque antes éramos todas de tallas grandes o talla especial; ahora nos han cambiado el nombre”. En definitiva, explica la cazatalentos, “ser curvi es una forma de decir que no tienes una talla estándar y que no sigues los cánones de belleza estipulados”.
“La sociedad te castiga por ser diferente”
A ella nunca le molestó ser diferente al resto, “aunque la sociedad te castiga por ser diferente”. “Siempre nos han dicho gorda. No hablan de mujeres grandes, te ponen la etiqueta de gorda. En el colegio, instituto, trabajo... allá a donde vayas siempre te van a mirar de forma diferente”, lamenta.
—¿La sociedad no perdona el sobrepeso?
—Cada día la sociedad está asimilando que no todos somos iguales, que hay mujeres con otro tallaje. Pero nos ha costado que la sociedad nos acepte.
Y esto tiene efecto en las posibilidades laborales. Cada vez son más, explica la cazatalentos, las marcas que demandan a modelos curvis en España. “Hay más mujeres curvis que de la talla 40 hacia abajo y ya hace tiempo que las marcas tienen en sus estantes ropa para todos los cuerpos”, explica esta modelo de la talla 50. Ese giro comercial todavía no se traduce en una mayor presencia de modelos con curvas prominentes en campañas de publicidad; o no a la altura de las modelos de talla regular, que son mucho más demandadas. “Ellas todavía lo tienen más fácil, aunque unas y otras nos cuidamos igual”, apunta.
—¿Cómo se cuida una modelo curvi?
—Pues como una modelo de talla estándar. Hacemos más ejercicio, cuidamos nuestra alimentación... ser curvi no significa que seamos unas dejadas.
El programa docente que realizan las aspirantes incluye clases de nutrición y dietética; aunque también conceptos de pasarela y maquillaje, peluquería y estilismo, protocolo e interpretación, videocasting o posado fotográfico. También de asesoramiento laboral.
“Salen con la autoestima alta, bellas, poderosas...”
“Las chicas vienen con mucha ilusión, otras con ciertas reticencias por desconocimiento y a otras hay que quitarles las capas de miedos e inseguridades”, confirma Manuela Montes. “Nos sentimos orgullosos de lo que somos capaces de conseguir —sigue la directora de la escuela—, porque salen de aquí con la autoestima muy alta, se ven bellas, poderosas y, lo más importante, se van queriéndose como son... y con una vía laboral que nunca se plantearon”.
Susana encaja bien en el perfil que plantea la directora de la agencia. Tiene 42 años, calza un 45 y sus medidas son 106-91-116. Su camino como modelo curvi ha discurrido en paralelo a un cambio personal y de salud, una operación de reducción de estómago. Esta delineante y diseñadora entró en la escuela “en un momento muy traumático” de su vida, un punto de inflexión que se tradujo en la pérdida de 62 kilos de peso en menos de un año.
Explica que su sobrepeso se debió a problemas de ansiedad que le hicieron comer de forma compulsiva. “Me afectó mucho a la salud”. También cuenta que detrás de las tallas grandes suele haber cuestiones hormonales, mentales o de control de las emociones que desestabilizan a la persona que los padece y causa estragos en los cuerpos. “No es solo un problema de comer mucho: de hecho, nos tenemos que cuidar mucho porque cualquier situación puede derivar en una obesidad mórbida o en una anorexia; y —zanja— eso es peligroso”.
Cuando entró por primera vez por las puertas de la escuela de modelo, Susana se veía “derrotada, muy triste, en mitad de una depresión”. “Sin ganas de arreglarme... sin ganas de vivir”, confiesa. “Es difícil salir de ese bucle”, apunta, por eso valora iniciativas como la de esta escuela de modelos curvis, “un chute de adrenalina” para quienes como ella llegan con la autoestima por los suelos.
“Ver a otras chicas fuera de los cánones con ganas de superación, de salir, de trabajar como modelo, te hace que te vengas arriba”, insiste Susana. “En ese momento me hacía falta esto —sigue—; porque para mí fue como una terapia de psicología”.
“Pensaba que con mi cuerpo no podía ser modelo”
La aprendiz de modelo cuenta a EL ESPAÑOL que es complicado sacarle partido a la imagen con una talla que excede de lo habitual. Mucho más cuando se calza un 43 con 13 años. “Tuve que tomar la primera comunión dos años antes porque no había vestidos para mí —confiesa ahora entre risas—; el cura decía que iban a tener que buscarlo en la sección de novias”. “Con un mercado de tallas grandes puedes ir a la moda, y cuando vas a la moda no desentonas y te sientes mucho mejor, la autoestima crece, te sientes más joven, más alegre...”.
El precio supone pagar, en algunas marcas, hasta un 15% más por la ropa de tallas grandes a diferencia de las regulares. Estados Unidos y el Reino Unido se han convertido en banco de pruebas para las grandes marcas, que se han visto salpicadas por la polémica de las diferencias de precio entre tallas. “Yo me he gastado una pasta en modistas porque me era muy difícil encontrar ropa ‘ponible’ de mi talla”, lamenta Lele. “Imagina para comprar zapatos de tacón del número 45”, replica Susana, que se queja: “Los que son bonitos y buenos para aguantar el peso, son caros”.
Susana coincidió con Lele Díaz en la escuela. Tiene 20 años y mide un metro con ochenta y tres centímetros. Sus medidas son 106-88-133. De jugar al baloncesto y sacarle dos o tres cabezas al resto de compañeros, pasó a la moda curvi. “La verdad es que siempre quise ser modelo, pero pensaba que con mi cuerpo no podría serlo, pero a la vista está que sí”, cuenta la joven.
Fuera de las canchas y de las pasarelas, Lele —diminutivo de Ángeles— llama la atención. “A ver, soy grande, muy grande, y la gente se queda muerta cuando me ve por la calle”, explica entre risas.
“La gente me mira, y hay veces que me miran mal —apunta—; y aunque no suelo hacer caso sí es algo que molesta”. Nunca tuvo complejos por su altura; sí cuando le decían gorda. Hasta tal punto que no quería ir al colegio con apenas diez años.
“Tenemos que enseñarle a la sociedad que hay mujeres altas y bajas, anchas y delgadas, bajas y grandes... diferentes, como yo”. Lele se siente modelo, ya ha despertado el interés de varias agencias europeas y pisa con sus tacones del número 42 una pasarela de la que no quiere bajar.