Las risas, el sonido de ir y venir de mochilas, de arrastrar sillas y recoger folios, son lo único que recibe al vecino que pasea por la calle San Luis de Almansa, un pueblo de Albacete en el límite de la Mancha con la Comunidad Valenciana. Las aceras están vacías: quitando el trajín que recorre una academia de idiomas cercana, el barrio está prácticamente desierto. Ni bares abiertos, ni comercios con la verja levantada, ni gente haciendo vida en las plazas. Desde que el sábado localizaron el cadáver de Antonio, desaparecido hace 40 días, nada ha vuelto a ser igual.
Este lunes era un día gris, encapotado. Habían pasado tan sólo unas horas desde que la fatal noticia se había conocido. Habían encontrado a Antonio tras tanto tiempo. Más de un mes de dudas, de inquietudes, de convocatorias para intentar encontrarlo. Para que él supiera que le buscaban. Que no le dejaban atrás. Pero jamás imaginaron que estaba tan cerca: enfrente de su casa, en la otra acera. En la bañera de su amigo Julián. Muerto.
Pocos días antes habían estado cenando juntos en el pueblo. Lo pasaban bien. Tanto, que decidieron inmortalizar el momento y subir la estampa a las redes sociales. Y, en cuanto desapareció, la familia utilizó esa misma imagen para intentar localizar a Antonio. Sin saber que el responsable estaba justo detrás.
Menudeo de estupefacientes
De momento, sólo hay un detenido, ha precisado, escuetamente, la Guardia Civil. Se han decretado secretas las actuaciones, pero, tal y como ha podido saber EL ESPAÑOL, la investigación tiene una dirección clara: el menudeo de estupefacientes. Según fuentes cercanas al caso, Julián es un “delincuente habitual” que acostumbra a utilizar la fuerza, a ser “un matón”, en cuanto tiene algún tipo de problema con la compraventa de sustancias. Y el hecho de que Antonio regentara un negocio de complementos deportivos ha hecho centrar las pesquisas en torno a un posible desencuentro entre ambos debido a “anabolizantes y esteroides”.
Para los conocidos de Antonio, que desapareció sin dejar rastro a primeros de agosto, estos días se han convertido en una nebulosa. “Llevo tres días sin dormir”, suspira uno de los amigos más cercanos de la víctima. Antonio fue visto por última vez con vida el día 1 de agosto. Acababa de volver de vacaciones y se puso a hacer recados por Almansa. Fue a la peluquería y dejó la cuenta a pagar, con intención de volver más tarde. Llamó a una amiga antes de comer. Y nada más se supo.
Antonio, de 36 años, era un deportista enamorado del gimnasio. Ni demasiado alto ni demasiado bajo -medía 1’70 m-, de mirada castaña y espalda ancha, todo aquel al que se le pregunta tiene bonitas palabras sobre él: “Siempre estaba recibiéndote con una sonrisa y una broma”, rememoran desde su círculo más cercano. Ahora estaba centrado en la apertura de su negocio, que estaba a escasos diez minutos andando desde su domicilio. Era su ilusión, tras haber intentado ganarse la vida por allí y por allá, como mecánico o albañil, y haber pasado por prisión. Aunque si hay algo que definía a Antonio era su amor por los animales.
Sus dos perritas, claves
El centro de su vida, de sus mimos y sus cuidados, eran sus perritas Blanca y Safira. Las adoraba. También participaba en la asociación animalista de la zona. Por eso, desde los primeros instantes de su desaparición se afirmaba que no había sido voluntaria: había dejado a los canes en casa sin agua ni comida como para varios días. Y Antonio era incapaz de hacerle ningún mal a sus perros.
Se movilizó medio Almansa para intentar encontrarle. Hubo concentraciones, batidas. Campañas por redes y plataformas. Todos mantenían la esperanza. Nadie sabía la verdad menos Julián, quien, al poco de cometer presuntamente el crimen, había abandonado el piso -que era de su propiedad- y se había marchado al domicilio paterno.
Pronto comenzaron los olores. El cuerpo de Antonio se estaba descomponiendo y más en pleno verano en Castilla-La Mancha. Las temperaturas eran elevadas. Y el cadáver desprendía un hedor fuerte. Los vecinos, según indican fuentes cercanas a la víctima a este periódico, interpelaron a Julián. Algo estaba pasando en su piso. Pero él negó la mayor y se abrigó con una excusa: tenía carne de caza en la casa y se debía de haber puesto mala. Hasta que los otros habitantes del edificio se hartaron y llamaron a la Guardia Civil.
Vivían en la misma calle, frente a frente
De la casa del detenido a la casa de Antonio apenas hay 40 metros de distancia. La ventana del piso de la víctima está justo enfrente del portal número 13 de la calle San Luis. Pero Julián nunca dijo nada. Participó en las concentraciones que buscaban a su amigo, incluso una vecina dijo haber visto a Antonio por última vez entrando en el portal de su amigo, pero nadie sospechó de él.
De él dicen algunos que es una persona “normal”; otros, que es un “sin fuste”. Los más cercanos a Antonio prefieren pensar que es cosa de un problema de salud mental, pero la investigación sigue su curso. La Guardia Civil, la Subdelegación del Gobierno y el alcalde de Almansa, Francisco Núñez, se han limitado a confirmar el “triste desenlace”.