En la segunda mitad de los 80 del siglo pasado, Sevilla vivía, como muchas otras ciudades españolas, el empuje de un movimiento estudiantil universitario que reivindicaba la llegada efectiva de la Democracia a las facultades, aunque fuese con una década de retraso con respecto a otras instituciones del país.
En la capital andaluza, muchos de aquellos jóvenes que encabezaron manifestaciones y protagonizaron encierros en facultades, ven hoy en los informativos de televisión y en portadas de periódicos un rostro que les resulta muy conocido. Es el de la socialista María Jesús Montero, actual ministra de Hacienda.
De origen comunista y valores cristianos, la jefa de la fiscalidad en España es hija de profesores, llegó a vivir en "un piso patera" en su etapa de estudiante y tiene dos hijas fruto de una relación con un destacado militante de IU en Andalucía.
“Era una chiquilla muy morena. De piel y de pelo. Algunos le llamaban ‘la Negra’ por eso, aunque creo que a ella no le gustaba. Se vestía y peinaba de cualquier manera, tenía un punto entre hippie y agitanado”, cuenta un antiguo compañero de la ahora ministra en sus tiempos de la Facultad de Medicina de Sevilla, donde Montero se tituló como médico cirujano.
El hombre, que estaba varios cursos por encima de ella, prefiere mantenerse en el anonimato. Cuenta que nada más llegar a la universidad se hizo delegada de uno de los dos grupos del primer curso. “Por aquel entonces ya era un torbellino andante”.
En la semana en la que María Jesús Montero, sevillana del barrio de Triana, ha acaparado más titulares desde que el PSOE llegó al Gobierno debido a su intención de subir el IRPF hasta el 52% a las rentas de más de 140.000 euros, por reconocer que pretende imponer un impuesto a las transacciones financieras de los bancos o por admitir abiertamente que negocia de tú a tú con Podemos como socio preferente en la modificación de los presupuestos del Estado, EL ESPAÑOL viaja hasta las raíces de la protagonista y traza el perfil de esta ministra andaluza, -la ‘cuota Susana Díaz’ en el Ejecutivo de Pedro Sánchez, dijeron algunos- a través de las conversaciones mantenidas con siete personas que la conocen.
“¿Su interés por la política? Entiendo que lo mamó en casa”, dice otro compañero de batallas de juventud. Los padres de la ministra, Concepción Cuadrado y Manuel Montero, eran personas formadas, críticas y ambos trabajaban como profesores en el antiguo colegio público José María Izquierdo de Sevilla.
“Pese a la influencia de ellos, como a muchos otros jóvenes por esa zona de Sevilla le inculcó el veneno de la política un cura de Triana, don Manolo, al que visitaba mucho en la parroquia. Era un cura rojo. Ella tiene convicciones cristianas y le caló mucho su mensaje. Creo que de ahí viene la obsesión de María Jesús con los ricos… De joven era una comunista radical. Siempre ha soñado con una sociedad más igualitaria”.
“Vivía en un piso patera”
Varios de los entrevistados por este periódico explican cuáles fueron los primeros escarceos de Montero en la política. Perteneció a la Juventud Obrera Cristiana (JOC) y a las Juventudes Comunistas. Las fuentes narran la vida de una estudiante que “residía en una especie de piso patera donde siempre había gente y no cabía un alfiler”.
“Allí se fumaba, se leía a Marx… y siempre se veía rondando a Rafa, el que acabaría siendo padre de sus dos hijas”, explica alguien que frecuentó aquel piso de estudiantes. “Estaba por la Plaza de Chapina, no muy lejos de su barrio. Por allí cerca se movían portuarios, prostitutas, yonquis… Tenía su literatura aquella casa”.
Otros de los entrevistados, como Juan Marín, líder de Ciudadanos en Andalucía, la han tratado durante estos últimos años. Marín habla de su experiencia con ella como rival y, a su vez, como interlocutora política. La califica como “dura negociadora” en el cara a cara.
Antes de que hace dos semanas su partido diese por roto el pacto de legislatura con el PSOE de Susana Díaz, Marín tuvo que acordar tres presupuestos regionales con la hoy ministra y hasta hace unos meses consejera de Hacienda de la Junta. “Me costó hacerle entender que los empresarios no somos ogros -antes de dar el salto a la política, él tenía un negocio de joyería y relojería-”.
Descrita por todos como una mujer “inteligente”, “leal” con los suyos y de “izquierda radical”, quienes conocen a María Jesús Montero -Marisu para su gente más cercana- dicen de ella que abandonó el comunismo al poco de dejar la universidad, que se distanció de la doctrina de Julio Anguita y poco después después dio el salto ideológico a la socialdemocracia.
“Es muy de izquierdas, es obvio. Está más a la izquierda que Susana Díaz, pero es una persona de partido”, dice el propio Juan Marín. “En el tiempo que llevo en política, es de lo más razonable que me he encontrado. Una mujer cabal”.
El padre de sus dos hijas, de IU
Pero volvamos a los años 80. María Jesús Montero (febrero de 1966) es una joven que desembarca en la Facultad de Sevilla con 18 años. Al poco de aterrizar en la facultad, sus compañeros la eligen delegada de clase.
Son tiempos de sentadas ante la puerta de la biblioteca, de manifestaciones por las calles de Sevilla y de encierros en el claustro. Y ella, la ahora ministra, siempre está presente. ‘Por la democracia en la universidad, dimisión del rector’, se lee en una de las pancartas que encabeza una protesta en la que ella participa.
“Tenía una personalidad muy fuerte y una autoridad innata”, dice un médico que coincidió con ella en el consejo de estudiantes de la Hispalense, del que formó parte durante varios años.
En su etapa universitaria, María Jesús Montero decide instalarse en un piso de estudiantes. Por allí circulan miembros de Juventudes Comunistas y de las JOC, compañeras de clase, anarquistas... “Nunca estaba vacío, que yo recuerde”, dice un estudiante de medicina de por aquel entonces.
Uno de los habituales en el piso de la joven María Jesús Montero es Rafael Ibáñez, un cordobés estudiante de Derecho. Rafael pronto se convierte en secretario general de Juventudes Comunistas en Andalucía y, como ella, también conoce al cura Manolo de Triana.
Entre ellos dos nace el amor. Más tarde él se afilia a IU y ella, aunque no de manera formal pero sí como simpatizante ideológica, se muestra más cercana a sus postulados que a los del PSOE.
Con los años, Montero e Ibáñez, quien llegó a ser abogado laboralista, trabajó en CCOO y fue diputado andaluz por IU, se casaron y tuvieron dos hijas. Hoy están separados, aunque su relación es “cordial”, según explican dirigentes de sus respectivos partidos políticos.
Por aquella época, María Jesús Montero conoce en el consejo de estudiantes de la Universidad de Sevilla a Antonio Maíllo, hoy coordinador general de IU en Andalucía y parlamentario andaluz. En conversación con este periódico, Maíllo rechaza hacer declaraciones más allá de señalar que la mujer que él conoció en su juventud ya era “muy lista, simpática y empática”.
Da el salto a la gestión hospitalaria
Tras acabar la carrera, a principios de los 90 María Jesús Montero frecuenta Barcelona, donde obtiene un diploma en Gestión Gerencial Hospitalaria por la Escuela de Alta Dirección y Administración (EADA).
Hasta hace poco, en su currículo aparecía que dicha titulación se trataba de un máster, aunque el diploma supone una formación académica de menor rango. Ahora, cuando están entredicho la tesis del líder de su partido y presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, o el trabajo de final de máster de Pablo Casado, presidente del PP, ella lo ha retirado de su CV sin dar más explicaciones.
“Pese a ser médico cirujano, nunca ha tocado un bisturí en un quirófano y ante un paciente real”, dice un compañero de profesión que es unos años mayor que ella. “Dejó la universidad, se formó en gestión hospitalaria y dio el salto a la administración sanitaria. Ahí se situó cerca del poder. Y ya sabes… El poder es muy goloso”.
Sólo cede ante Susana Díaz
Afiliada tardía al PSOE, María Jesús Montero no lleva en la sangre la fontanería política como Susana Díaz. Ella es mujer de partido, sí, pero no una mujer de aparato: su vida no gira en torno a unas siglas.
Además, la ministra no es ‘susanista’ ni del núcleo duro de asesores de la mandamás socialista. En cambio, su nombre sonó como relevo si la presidenta andaluza y secretaria regional del PSOE hubiese alcanzado el poder en las primarias que le ganó un renacido Sánchez.
Paradojas de la vida, Díaz perdió y poco después Pedro Sánchez, con una moción de censura de por medio, la llamó para cogerse un AVE con destino al Ministerio de Hacienda en Madrid.
Antes de dar el salto a la política, María Jesús Montero pasó por varios puestos de responsabilidad dentro del Servicio Andaluz de Salud (SAS). Lo hizo como subdirectora gerente de los hospitales públicos de Valme y del Virgen del Rocío.
En 2002, Manuel Chaves, por entonces presidente andaluz y hombre fuerte del partido, la nombró viceconsejera de Salud. Dos años después la ascendió al escalafón más alto de la consejería, donde se curtió en su carrera política. Luego se marchó Chaves y lo sustituyó José Antonio Griñán, quien siguió confiando en ella.
Hace cinco años, en 2013, la ahora ministra se convirtió en consejera de Hacienda de la mano de Susana Díaz, que ya había alcanzado el poder. Desde entonces, ha elaborado los cinco últimos presupuestos regionales sin contar el PSOE con mayoría absoluta. Los dos primeros los pactó con su por entonces socio de gobierno, IU. Los tres últimos, con su socio de legislatura, un Ciudadanos que no quiso entrar en el Ejecutivo andaluz tras las últimas elecciones.
En los presupuestos del año pasado se incluyó la supresión del impuesto de sucesiones a quienes heredasen menos de un millón de euros. De facto, suponía casi su anulación. Era una condición ineludible para que Ciudadanos diera su apoyo a las cuentas anuales. Durante meses de negociaciones, Montero siempre dijo a Juan Marín que no iba a tocar dicho impuesto.
“Le daba igual echar al traste nuestro apoyo en la cámara”, recuerda en conversación telefónica Juan Marín. “Tuve que llamar a Susana Díaz y decirle que dejase de contar con nosotros si no lo hacía. Díaz llamó a María Jesús y la obligó a introducir esa modificación fiscal. Ella, cuando la volví a ver, lo asumió con naturalidad porque así se lo había pedido su presidenta”.
Spiriman, su dolor de cabeza
Una de las chinas en el zapato de Montero durante su paso por la Junta ha sido el médico granadino Jesús Candel, conocido como ‘Spiriman’. El galeno denunció por “prevaricación continuada” en la Sanidad andaluza tanto a ella como a una decena de altos y exaltos cargos de la Junta, entre ellos quien la sustituyó en Salud cuando ella asumió Hacienda, Marina Álvarez.
Candel aseguraba en su denuncia que la Junta había creado un “entramado” de cargos políticos con las Unidades de Gestión Clínica que, a su juicio, provocaba un “sistema opaco” con el que manipular “caprichosamente” el nombramiento de directivos y cargos intermedios en la sanidad.
La juez archivó el caso pero el galeno recurrió y la causa está pendiente de resolución en la Audiencia provincial de Sevilla.
“A mí no me toquéis la polla”
En 2005, el reconocido periodista Javier Caraballo desveló en El Mundo una conversación privada que la por entonces consejera de Salud mantuvo en una AVE de vuelta a Sevilla desde Madrid. Sucedió un 18 de abril de hace 13 años.
Todo transcurrió en el vagón de la clase club. A Montero la acompañaban un grupo de altos cargos de su consejería. “En un plis plas, despliegan sobre la mesa algunos ordenadores y comienza, de cara al público, una sesión de trabajo”, narraba Caraballo.
Primera llamada, al delegado de Salud de Granada. Problema, el hospital de San Juan de Dios por el que mantienen un litigio el Ayuntamiento de Granada (gobernado por el PP) y la Junta de Andalucía. El lenguaje de Montero sorprende a quienes la escuchan. “Mira, que lo declaren en ruinas y nos lavamos las manos, ¿vale? El alcalde que haga lo que quiera, nosotros le echamos el muerto y a mí no me toquéis la polla”.
La conversación prosiguió. Dos asuntos de interés más poco después. Petición de Izquierda Unida para que informe sobre las tasas de mortalidad por cáncer en las provincias de Cádiz, Huelva y Sevilla. “Pero estos de qué van. ¿Qué coño quieren, que nos carguemos el turismo?”.
Antes de llegar a Sevilla, la consejera y su grupo de asesores picotearon algo a la hora de cenar. María Jesús Montero rememoró aquel día algunos episodios de su infancia. Uno en particular, lo mucho que le gustaba a su hermana el café migado hasta que un día su madre le incluyó un huevo escalfado simulando un trozo de pan para ver si colaba. Pero no. La hermana de la hoy ministra no se lo tragó.
El hecho de que aquellos pasajes de la conversación salieran a la luz de la mano de un periodista molestó mucho a la hoy encargada de la cartera de Hacienda.
Podemos, socio preferente
Este jueves, la ministra concedió una entrevista de 25 minutos a RNE. Fue en horario de máxima audiencia. Las nueve de la mañana. Las preguntas del periodista se centraron, principalmente, en la fiscalidad que quiere implantar el PSOE: incrementar el IRPF a las rentas que superen los 140.000 euros anuales, una tasa a la banca, el impuesto al diésel…
Sin tapujos, María Jesús Montero admitió abiertamente que su interlocutor político prioritario es Podemos a la hora de alcanzar un acuerdo presupuestario. Dijo que busca “un acuerdo global” con la formación morada y señaló que, de forma “conjunta”, pretenden establecer una fiscalidad “en la línea de que las grandes rentas, los que más tienen, los grandes capitales y los grandes grupos empresariales hagan un esfuerzo superior al que han hecho durante estos años”.
La ministra, a diferencia de Podemos, dijo que quien cobra 60.000 euros es "clase media" y que no los considera ricos. O lo que lo mismo: no les va a rebuscar más en el bolsillo de lo que ya lo hace su ministerio.
Quienes la conocen, al escucharle hablar de las élites económicas reconocieron a esa joven comunista y rebelde que soñaba con una sociedad de iguales y que veía en los ricos “alguien de quien siempre sospechar”. Palabra de un amigo de la ministra, Marisu Montero.