Salía con todo preparado para cometer los peores delitos. Llevaba bridas en el maletero, una sábana extendida y cinta adhesiva para inmovilizar a sus víctimas. El 25 de diciembre de las pasadas Navidades, a las diez en punto de la noche, la desaparición de Diana Quer dio un vuelco que lo precipitó todo y que hizo que una semana después el caso se resolviera. José Enrique Abuín Gey, alias El Chicle, sabía que había sido investigado como principal sospechoso del caso, pero aún así decidió salir de nuevo a saciar sus más oscuros propósitos. Y eligió Boiro, a pocos minutos en coche de su casa. Su intento frustrado de secuestro a una joven hizo que los dos casos se conectasen por las características físicas y, sobre todo, por la matrícula del coche. Ahora, casi un año después de aquello, la jueza de instrucción del caso determina que El Chicle trató de violar a aquella joven.
La titular del Juzgado de Primera Instancia e Instrucción número 2 de Ribeira ha concluido ya que el asesino confeso de Diana Quer trató, una semana antes de ser detenido, de perpetrar de nuevo un crimen terrible. Lo cuenta en el auto, al que ha tenido acceso EL ESPAÑOL: "El análisis de las circunstancias y de elementos que rodean al caso" -dice la magistrada del Juzgado de Primera Instancia e Instrucción número 2 de Ribeira- "al sólido indicio de que la finalidad del móvil en el actuar de José Enrique Abuín va más allá del simple robo". Todos los indicios, asegura, "se dirigen hacia una voluntad clara de detención ilegal como instrumento de una posterior agresión sexual”.
La investigación en torno a este intento de secuestro ha sido dada ya por finalizada. A El Chicle se le considera sospechoso de un delito de agresión sexual junto con un delito de detención ilegal en grado de tentativa. Todos los relatos recabados por la jueza coinciden, tanto los de los dos jóvenes que lograron socorrer a la víctima como el de la propia chica.
No hay ningún tipo de duda en que el hombre que se bajó encapuchado empuñando una palanqueta de hierro, con bridas en el maletero y que amenazaba a la víctima era José Enrique Abuín. La identificación, dice la jueza, es del todo fiable, "así como de su vehículo, y por las lesiones objetivadas de la víctima en brazos y piernas, que coinciden con el mecanismo lesional descrito".
El Chicle tendrá que responder, aparte de por el rapto, asesinato y ocultación del cadáver de Diana Quer, también por este crimen. "Del propio relato de los hechos se infiere que la voluntad de José Enrique Abuín Gey no iba dirigida al ánimo de lucro de sustraer los bienes ajenos de la víctima", subraya la jueza en el auto.
Abuín solo pretendía introducirla en el maletero y arrebatarle el teléfono antes de ello para que después no fuese localizada junto a él. Todo ello solo conduce a una conclusión: la clara "voluntad de atentar contra la integridad sexual de la víctima". El auto recoge además, la sucesión de los hechos que ya adelantó EL ESPAÑOL a principios de este año.
El rapto fallido de El Chicle
25 diciembre. Diez en punto de la noche. Una fina niebla cae como un manto sobre las calles desiertas de Boiro. La intersección entre la rúa do Cruceiro y la calle Bao forma una pequeña plaza de apenas 20 metros de diámetro. Una joven pasa por allí a esa hora cuando va al encuentro de sus amigos para tomar algo. Mientras camina, envía mensajes por whatsapp y se cruza en el camino de un Alfa Romeo gris metalizado. El coche se detiene y da marcha atrás. El Chicle abre la puerta y sale del asiento del conductor "con un objeto punzante". "Dame el móvil", le exige, amenazante. Acto seguido la agarra con fuerza del brazo y la rodea.
La víctima, en ese momento, graba sin querer un audio con su teléfono móvil en el que se escucha la voz de El Chicle. Abuín, en un momento del forcejeo, dice que es todo una broma, que se ha confundido de persona y que no se preocupe. La joven observa la matrícula del coche, y en ese instante el agresor se abalanza sobre ella, empujándola brutalmente para introducirla en el maletero.
Ella forcejeó desde el interior del habitáculo, con las piernas de fuera, resistiéndose con todas sus fuerzas. Gritó pidiendo auxilio. Es entonces cuando dos jóvenes que subían por esa misma calle se encuentran de frente con la escena. La ayudaron a escapar de las garras de El Chicle. Se quedaron con su cara, con la matrícula del coche que acto seguido desaparecía a toda velocidad, y con la apariencia física del agresor. Se cruzaron los datos y coincidía: era el mismo modus operandi, el mismo sospechoso del crimen de Diana Quer. No había duda.
Beatriz (nombre ficticio de la víctima de Boiro) encajaba en el perfil de los otros crímenes de El Chicle. Las víctimas que Abuín Gey escogía eran siempre de corta edad, como Diana Quer o las tres jóvenes de entre 16 y 19 años a las que invitó a subir a su coche en la madrugada anterior, en la Nochebuena de 2017. “Observa, ve a la víctima y va a por ella”. Tan solo con esa frase le definió Manuel Sánchez Corbí, el entonces jefe de la Unidad Central Operativa (UCO), tras la resolución del caso a principios de este mismo año.
Aquella joven se salvó y propició que una semana después El Chicle, a quien los investigadores tenían desde tiempo atrás en el punto de mira, claudicase y acabase conduciendo en una mañana lluviosa a los agentes hasta el lugar en el que había ocultado, durante casi 500 días, el cadáver inerte de Diana. Por el momento, en ese caso, no se ha podido probar la agresión sexual.