Siempre era de noche cuando David Fernández Lucio, de 34 años, decidía atacar. Siempre con una idea fija, movido por una obsesión cruda, bañada en sudor. Así lo hizo cuando caían las luces este miércoles, en pleno centro de Valencia. Pero no era su primera vez: David había atacado antes, diez años atrás. En aquella ocasión, le reconocieron como a un “sádico” caníbal. Y ahora iba a continuar.
Aprovechó la segunda parte de su primer permiso penitenciario. Hacía más de una década que no había pasado ni un instante lejos de los barrotes de la prisión valenciana de Picassent. Y lo hizo en el último instante: cinco días sin dar un problema para volver a las andadas en plena cuenta atrás. La cárcel había considerado que, tras pasar por un curso de reinserción, era apto. Que estaba curado.
Pero David salió, fue a un cibercafé a ver una película porno extrema y quiso volver a actuar. Compró unas tijeras y un cúter y seleccionó a su víctima, aunque el perfil le daba un poco igual. Dejó que “el azar” decidiera por él, pero, gracias a la habilidad de la muchacha atacada, todo se truncó. Fue detenido. Y comenzó a revivir lo que sucedió en su primer crimen.
"Necesidad de comer carne humana"
La Sección Tercera de la Audiencia Provincial de Valencia, que lo juzgó un año después de cometer la brutal agresión sexual, no lo dudó a la hora de emitir sentencia. Le condenó a 18 años de cárcel. Y lo dejaron claro: estaban ante una persona peligrosa, un acusado que, según los informes forenses, presentaba “un trastorno sádico de la personalidad, que no se considera trastorno patológico”, porque no condicionaba su conocimiento. Comprendía lo que estaba haciendo: podía elegir hacerlo o no y eligió. Quería. Deseaba. Incluso, durante el juicio, indicó que sentía la necesidad “de comer carne humana”.
Por eso costaba comprender cómo David había vuelto a pisar la calle. Al menos, tan pronto. Tenía antecentes policiales, ha podido saber este diario. Incluyendo la agresión o el robo con fuerza. Fuentes judiciales consultadas por este periódico especificaban que la luz verde para su permiso penitenciario no había sido del juez de vigilancia penitenciaria. Tampoco de Fiscalía. La libertad de estar 6 días fuera de la cárcel -divididos en 3 y 3- se aprobó por parte de la Junta de Tratamiento de la prisión de Picassent.
El interno había participado en un programa de reinserción de delincuentes sexuales. En julio gozó de 3 días de permiso y volvió a la cárcel. El pasado lunes volvió a la calle. 48 horas después volvió a atacar. Mismo modus operandi. El violador reincidente atacó a la nueva presa por sorpresa y por la espalda. Como acostumbraba. Como ya había hecho.
"Ánimo de hacer daño o causar dolor"
Era el 20 de enero de 2006. David Fernández Lucio, mayor de edad en aquel momento, estaba de caza. Tal y como recoge la sentencia condenatoria, a la que ha tenido acceso EL ESPAÑOL, en los hechos probados, se encontraba en el viejo cauce del río Turia de Valencia con “ánimo de hacer daño o causar dolor”. Visualizó a una mujer joven, que caminaba sola en aquel momento. Y, como una bestia, atacó.
Sin mediar palabra, con una agresividad animal inyectada en sus movimientos, golpeó “fuerte” a la chica, que se había apartado del camino para dejarle pasar, con una “gruesa botella de cristal de zumo”. Ella gritó. Así que continuó pegándole con el recipiente.
Primero quería robarle el bolso. Pero después le sobrevino “el ánimo libidinoso”. No pensaba dejar escapar a su víctima.
"Busca venganza; disfruta con la humillación"
Los médicos forenses que le evaluaron en aquel momento afirmaron que las “frustraciones, los fracasos y las humillaciones” que había vivido “le hacen responder de una forma furiosa, mostrando explosiones emocionales de una naturaleza inesperada”. Se mueve buscando “venganza” porque se siente víctima; disfruta con “la intimidación, coacción y humillación de los demás, con comportamientos físicamente brutales. Descarga su furia sobre una víctima vulnerable”.
“Cierra la boca y túmbate en el suelo”, le ordenó en aquella ocasión a la mujer. Después, mordió su pecho y sus genitales, intentó asfixiarla, continuó pegándole, la violó y obligó a practicarle distintas felaciones. Quiso matarla, pero la dejó inconsciente. Y, al percatarse, lo volvió a intentar.
Si se detuvo antes de conseguirlo fue únicamente por unos agentes de la Policía Local que se personaron en el lugar tras ser avisados por unos viandantes que escucharon los gritos de la víctima. Salió corriendo, pero le pillaron.