Dolores Delgado, en silencio, ha ido cancelando actos en los últimos días. Uno el miércoles, otro el jueves… y ni una palabra. Las circunstancias han dejado a la ministra de Justicia sin palabras, una mujer de natural habladora, vehemente, impulsiva y lenguaraz, según la definen en su entorno. Esta descripción poco piadosa coincide con la de la magistrada que pudimos ver esta semana en sus explicaciones en el Senado.
Un ruido lejano, de 2009, desconocido hasta ahora, ha llegado envuelto en cintas grabadas, con un papel letal para la imagen de la fiscal metida a ministra. En ellas se han oído los comentarios, entre admirativos y benevolentes, en su conversación de restaurante con varios policías, entre ellos el excomisario Villarejo, en la actualidad preso y acusado por organización criminal, cohecho y blanqueo de capitales. Entre los asistentes no faltaba el gran invitado, tan presente en la vida de Dolores Delgado: Baltasar Garzón, en aquel año y en aquel momento instructor del sumario del famoso caso de la Operación Gürtel.
Se mire por donde se mire, la cintateca de Villarejo deja en evidencia a la ministra de Justicia, incluso cuando regrese a su puesto de fiscal en la Audiencia Nacional. “No voy a dimitir ni aceptar el chantaje de nadie”, se ha revuelto la afectada, unas palabras que se han escuchado en anteriores ocasiones en dos ministros caídos del Gobierno de Pedro Sánchez.
Aunque nunca lo reconocerá en público, por más que pueda parecer anecdótico por la situación a la que se enfrenta Dolores Delgado, sus íntimos admiten que está muy dolida por la reacción visceral de Pablo Iglesias, el líder de Podemos, quien en dos días sucesivos ha pedido su dimisión. ¡A ella precisamente! Dolores Delgado no se cansó de pregonar a quien quiso escucharla que recibió una oferta de Podemos para formar parte de sus listas electorales.
Pudo haberse convertido en señoría por Podemos, pero declinó el ofrecimiento. Sin embargo, Pablo Iglesias se ha convertido en abanderado de su caída aún no materializada: “Hay que alejar de la vida política a cualquiera que mantenga amistad con los representantes de las cloacas”, ha dicho el líder de la formación morada.
Su relación con el excomisario y empresario José Manuel Villarejo –negada en un primer momento por Delgado, aunque confirmada más tarde– la ha dejado al borde del abismo político. Su puesto pende de un hilo. Por ideología, como admiten en su entorno, no habría desentonado en Podemos. “Es mucho más que progresista”, afirman a EL ESPAÑOL. "Más que de izquierdas, yo diría que es muy de izquierdas", añade uno de los interlocutores.
Desde luego, quien ha permanecido leal a su lado en estos días tristísimos y de extrema tensión para ella ha sido Baltasar Garzón, su compañero en la Audiencia Nacional desde 1993, el entonces juez estrella del Juzgado número 5, amigo, mentor, confidente, compañero en importantes operaciones judiciales… Los hay que opinan que su amistad ‘peligrosa’ con él es la que la llevó a compartir mantel y copas en varias ocasiones con el famoso Villarejo.
Con el ex juez Garzón ha compartido no solo sumarios. También ideales políticos y formas de analizar la historia reciente del país. Dolores Delgado, a la que no se le conoce militancia política, se habría sentido muy cómoda en Actúa, el proyecto de partido asociado a Baltasar Garzón. La plataforma que, en su momento, pidió, entre otras cosas, subir el salario mínimo interprofesional a 1.200 euros, prohibir la asignatura de Religión en la educación pública –ni siquiera como optativa– o garantizar por ley la presencia de al menos un 50% de mujeres en los consejos de administración de las empresas. Ella, miembro de la Unión Progresista de Fiscales, habría estado de acuerdo con todo eso. Nadie lo niega en su entorno.
Su fidelidad a Baltasar Garzón ha sido durante este tiempo absoluta e inquebrantable. Tanto es así que algunos, seguramente con desacierto y enemistad declarada, han llegado a calificarla de ‘títere’ en el Gobierno de Sánchez. Dolores Delgado jamás ha ocultado públicamente su admiración por él (“trabaja muy duro, con entrega y dedicación”, reconoció en Jot Down) y lo ha apoyado en sus peores momentos, como cuando fue enjuiciado y excluido de la carrera judicial por los pinchazos de la Gürtel, un caso en el que se especula que Villarejo, el grabador del reino, podría haberle prestado ayuda, según apunta a EL ESPAÑOL alguna fuente.
Pero su lealtad no anula el carácter de la aún notaria mayor del reino. Dolores Delgado no se deja llevar. Sus opiniones son consistentes, incluso en el error. No las esconde ni las maquilla delante nadie. Es más, las pregona abiertamente, hasta tal punto que pueden tener consecuencias en una mesa entre amigos. Cuenta a este periódico que en cierta ocasión provocó que José Bono se levantara de la mesa en una cena en la que estaban presentes varios ministros de la etapa Zapatero y, cómo no, Baltasar Garzón. ¿El motivo? La actual ministra se habría mostrado muy crítica, incluso utilizando palabras gruesas, contra la Transición. Más o menos en los términos con los que Garzón se refiere a la Justicia en la famosa comida con Villarejo y otros policías: “La justicia es una mierda”, concluye Balta, el apócope utilizado por el comisario.
El mismo Baltasar Garzón en más de una ocasión ha rebajado la importancia histórica de la Transición: “No todo fue bueno”. Por no hablar de Pablo Iglesias, para quien uno de sus lemas políticos preferidos ha sido acabar a toda costa “con el régimen del 78”. No ha de extrañar, pues, el análisis político de Dolores Delgado sobre el periodo histórico que permitió a España salir de la dictadura de Franco. José Bono, uno de los grandes líderes desaparecidos del PSOE, niega que sucediera así el hecho que se le atribuye. En una breve conversación con EL ESPAÑOL, admite que siente afecto por la ministra cuestionada y resalta los servicios realizados contra el terrorismo en su etapa como fiscal en la Audiencia Nacional.
“Nenaza” y “maricón”
Impulsiva, primaria, largona, lenguaraz, con un punto de fanfarronería. Así es Dolores Delgado, tal y como queda retratada a través de la voz en las cintas grabajadas por Villarejo. En aquella infausta comida en el restaurante Rianxo de Madrid, ya cerrado, en octubre de 2009, Dolores, conocida por sus amigos como Lola, no mastica las palabras. Las suelta como le vienen a la cabeza. Habla sin cortapisas. Es ella en estado puro. Llama, por ejemplo, “maricón” a Marlaska delante del entonces comisario, dos mandos policiales (Enrique García Castaño y Gabriel Fuentes), Baltasar Garzón y Miguel Ángel Fernández Chico, entonces director adjunto operativo de la Policía Nacional. “No pretendía denigrarlo”, matizan desde la Moncloa ocho años después de aquellos hechos. “Un maricón” entonces sonaba muy mal, pero ahora suena aún peor de una feminista y progresista como Delgado.
Pero no fueron sus únicas palabras gruesas en Rianxo. No es que Dolores Delgado se viniera arriba, debido a los efluvios del vino, si es que lo hubo, es que ella es así. Le gusta hablar y mostrar a los demás todo lo que sabe. “Dolores tiene un sentido de superioridad inversamente proporcional respecto a lo que opina de los demás. Y ella, claro, está arriba, es la más lista”, dice otra persona que la conoce muy bien. Marlaska, dice, es un “maricón” y otro compañero de la Audiencia Nacional es una “nenaza”. Aunque no utiliza el nombre, se refería, según ha podido saber este periódico, a Enrique López, un juez muy próximo al Partido Popular, que ha ocupado posiciones destacadas en el poder judicial, caído en desgracia tras ser pillado en un control antialcohol.
“A mí los tíos me gustan igual, tontitos nada (…) Ha venido un tío a la Audiencia monísimo, para qué lo vamos a negar, parece George Clooney, pero le pasa lo mismo, es una nenaza”, explica. Es, como decimos, Enrique López, con quien se cruzará por los pasillos cuando vuelva a la Audiencia Nacional.
La boca, reconocen fuentes consultadas por EL ESPAÑOL, le pierde. “Es impulsiva y le encanta hablar. A veces, demasiado”. No se calla. Le gusta dar su opinión sobre todo y puntualiza siempre, como se puede apreciar en los audios. “Ponías una chorbita, se la tiraban y contaban cosas para que las chicas se sintieran cautivadas (…) Humildemente, al gremio le dimos buenas satisfacciones, le dimos buena información. Era la información vaginal, que yo decía”, contaba Villarejo en conversación con la ahora ministra, a colación de la red de prostitución que había creado con el objetivo de chantajear a sus clientes. Dolores Delgado, sin sorprenderse aparentemente de lo que escuchaba, parece asentir, incluso aplaudir, emitiendo dos palabras: “Éxito garantizado”.
Su incontinencia verbal la ha llevado a pelearse con varios jefes. Por ejemplo, con Javier Zaragoza, ex fiscal jefe de la Audiencia Nacional. Con él tuvo varias desavenencias; una de las más sonadas fue al oponerse Zaragoza a la apertura de fosas para exhumar los restos de los desparecidos en el franquismo.
Su llegada al PSOE
“Ambiciosa y extrovertida”, según reconocen desde su entorno, Dolores Delgado no dudó ni un instante cuando la llamó Pedro Sánchez. “Dijo que sí inmediatamente”, confiesa una amiga de la ministra Delgado, que también prefiere que omitamos su nombre. En su equipo quiso contar con el juez Fernando Andreu, uno de sus compañeros más cercano en sus días en la Audiencia Nacional. Ella, él, Baltasar Garzón y Santiago Pedraz formaron un cuarteto perfectamente reconocido y engrasado que compartía confidencias en las comidas de los viernes. Finalmente, se vio desaconsejable que Andreu ocupara el puesto de secretario de Estado de Justicia, entre otras razones porque había instruido sumarios importantísimos y delicados como el de Bankia. Y nunca sabes de dónde puede saltar la liebre. Dolores Delgado tampoco se lo imaginaba cuando comía en Rianxo.
¿Cómo se fijó Pedro Sánchez en ella? Unos piensan que por su reconocida militancia en el feminismo. Otras fuentes hablan de un encuentro accidental en el IE (Instituto de Empresa) donde ahora trabaja precisamente la esposa del presidente, Begoña Pérez. Y hay quien afirma que la recomendación de Baltasar –de nuevo Garzón- fue decisiva para que Sánchez la hiciera ministra de Justicia.
Sánchez y Garzón coinciden, seguro, en un personaje, por el que sienten recelos, inquina y animadversión. Se trata de Felipe González. Cada uno por razones diferentes: Sánchez porque González apoyó hasta el final a Susana Díaz como lideresa del PSOE y por actuar contra el liderazgo del actual secretario general del PSOE de manera pública y notable. Y Garzón porque nunca le perdonará a Felipe González que le engañara y no le hiciera ministro en 1993. Ha llovido mucho pero hay cosas que no se olvidan. Recuérdese: Felipe González tocado de muerte como presidente del Gobierno por la corrupción y los Gal, con la ‘X’ pendiente de asignar el nombre del jefe.
Garzón, el juez de moda, el incorrupto, el valiente, accede a ir de número 2 en las listas del PSOE por Madrid, en las elecciones de 1993, justo detrás de Felipe González. Revulsivo que hace ganar a González las elecciones frente al virtual vencedor, José María Aznar… Y Baltasar Garzón se queda con las ganas de ser ministro porque sólo le ofrecen una secretaría de Estado. 25 años después, la cartera la consiguió su protegida, Dolores Delgado. No se sabe si Garzón la ha 'hecho' ministra, pero sí que ella ha destituido en su condición de titular de Justicia a la magistrada Gemma Gallego, destinada en Londres en un puesto operativo. Gallego se enfrentó con Garzón cuando ella era titular del juzgado 25. Gallego, además, votó como miembro del Consejo General del Poder Judicial a favor de suspender a Garzón en su función como juez.
Lo que no parece ajustarse a la realidad, tras escuchar las cintas de Villarejo, es que Delgado sea ministra por su condición de feminista de toda la vida. “Mira, te voy a decir una cosa, a mí que me den un tribunal de hombres, de tías no quiero. Y no me llevo mal con las tías, sé perfectamente por dónde van. Y cada gesto, cada cosa… por dónde va la historia”, ilustra la fiscal al comisario.
La relación Baltasar Garzón y Dolores Delgado
Dolores Delgado conoció a Baltasar Garzón en 1993, cuando se incorporó a la Audiencia Nacional como fiscal especial antidroga. Entonces, fue adscrita al Juzgado Central de Instrucción nº5, del que él era titular y coinciden apenas unos días porque el juez ‘estrella’ se incorpora al PSOE para ir segundo por Madrid. Pero un año después vuelve y ambos trabajan juntos casi 20 años. Primero, en investigaciones antidroga y blanqueo de capitales; y después, en terrorismo, tanto de ETA como yihadista.
De aquel encuentro germina una relación que ha durado hasta ahora. Ambos comparten desde entonces intereses profesionales, intelectuales y amistades. Otra anécdota ilustra la íntima amistad de la pareja. En cierta ocasión la fiscal Dolores Delgado tuvo un accidente en las dependencias de la calle Prim, en Madrid, al tropezar y caer por una escalera. “Se tropezó y tuvieron que llevarla al hospital”, cuentan a EL ESPAÑOL. Garzón fue uno de los primeros que llegó, tanto es así que se adelantó a su mismo marido, Jordi Valls Capell, con el que se casó en 1986. Valls es un alto directivo en el Corte Inglés en Barcelona.
Delgado es una trabajadora obsesiva. Uno de sus hijos, Jorge, como la ministra confesaba en una entrevista en Jot Down, casi no la veía: “Un día le preguntaron, casi con enfado, por qué su madre no asistía a las reuniones de la primera comunión y Jorge, con mucha naturalidad, dijo: “Mi mamá tiene muchos problemas con las drogas, la policía y los abogados”. En aquella época yo estaba en la Fiscalía Antidroga y las operaciones policiales y los juicios eran constantes. La actividad era frenética. Me llamaron con urgencia del colegio…”, bromea.
Durante ese tiempo, Baltasar Garzón y ella entraron y salieron juntos de la Audiencia Nacional a tomar café, a almorzar, a dar charlas juntos, a viajar a América Latina, especialmente a Colombia. Y a compartir celebraciones con amistades peligrosas como la del excomisario José Manuel Villarejo.
Las cintas que la dejan en evidencia
Dolores Delgado, en un primer momento, negó haberse reunido con Villarejo. Después, reconoció contactos pero “sólo en eventos”, con más gente y nunca profesionales: “Ningún tipo de relación personal, profesional, oficial o no oficial”. Después, aceptó haber coincidido con él tres veces en 25 años. Lo cierto es que, en la comida en el Restaurante Rianxo, donde se reunieron con el excomisario para celebrar la concesión de la medalla al mérito, queda en evidencia que su relación era muy personal. Tanto es así, que el propio Villarejo la llama ‘Lola’ y a Garzón ‘Balta’.
En esa comida, cuenta que hizo la vista gorda al ver a sus compañeros estar de copas con menores en un seminario celebrado en la ciudad colombiana de Cartagena de Indias. “Estamos sentadicas las dos solas (con otra compañera de carrera) y cuál es nuestra sorpresa cuando vemos a un grupo de tíos del Supremo, de la Fiscalía General, ¡con menores de edad!”. Información que algunos de los juristas que participaron en aquel seminario en Cartagena de Indias negaron a EL ESPAÑOL.
“Ella (Dolores Delgado y otra magistrada) iban de protagonistas, de divas, muy sobradas con eso de que eran de la Audiencia Nacional… No quisimos ir a cenar con ellas. ¡Es que se llevaron hasta a los escoltas! No nos apetecía ir allí rodeados de policías. Se enfadaron porque les dimos esquinazo”, cuentan. Y acaban con una pregunta retórica pero negativa sobre la ética y la moralidad de la ministra: “Y si le parecieron menores, ¿por qué no denuncio?”.
En otro momento de la polémica grabación, Dolores Delgado llega a decir: “En general, a los tíos os va el rollito físico”, comenta a Fernández Chico, el director adjunto operativo de la Policía, asistente a la comida de Rianxo. “Es más fácil que un tío babee que una tía lo haga”, afirma, también.
Unas cintas que han dejado tocada a la ministra, quien por el momento mantiene la confianza de Sánchez y, por supuesto, el decidido apoyo de Baltasar Garzón. El objetivo de Dolores Delgado a corto plazo es mantenerse viva en el ministerio al menos hasta el 10 de octubre, cuando comparecerá en la Comisión de Justicia del Congreso. Siempre y cuando no aparezca más metralla de la cintateca que pueda afectar a la fiscal metida a política o a su mentor, Baltasar Garzón.