Todo comenzó y terminó en un Ikea. Entre estanterías, muebles de baño y ropa de cama discurría el día a día del matrimonio formado por Emelina y Fernando. Ella, de origen almeriense, era jefa de sección de Cocinas y conocida por todos. Él, natural de Valencia, también era responsable de una de las áreas. Allí, con el paso de los años, fraguaron su vida, sus relaciones, sus quereres. Y en la misma empresa, en uno de los establecimientos de la cadena sueca de decoración, conocieron a Ignacio. Los tres eran buenos amigos, gente cercana.
Era habitual verlos juntos. El matrimonio, que vivía en Málaga desde hacía más de una década, no había perdido relación con su amigo Ignacio, pese a que él residía en su ciudad natal, Sevilla, donde también trabajaba. Pero su amistad era tal que el matrimonio no lo dudó: cuando supieron que Ignacio no estaba pasando por un buen momento, que vivía “una mala época”, según indican fuentes policiales a EL ESPAÑOL, le invitaron a pasar con ellos y con sus dos hijas, las pequeñas Alejandra, de 9 años, y Daniela, de 6.
Este martes era el último día que Ignacio iba a estar con la familia. Los días de asueto habían coincidido, además, con el cumpleaños del visitante. Soplaba cincuenta velas. Rodeado de gente querida. Pero, de repente, todo cambió.
Ignacio cogió a Daniela cuando faltaban pocos minutos para las 8.30 de la mañana. La tiró por la ventana. Acto seguido, saltó él. Nada se pudo hacer por ellos: los dos, la menor de 6 años y el adulto de 50, habían fallecido en el acto.
La madre, en el trabajo
Cuando sonaron los despertadores en casa de Emelina y Fernando, nada hacía presagiar que la jornada, un martes de octubre, iba a diferir de cualquier otro día escolar. Se levantaron todos los habitantes de la vivienda, en el número 25 de la calle Jalón de la capital malagueña. La comunidad estaba repleta de familias como ellos: niños correteando por los jardines del interior, noches eternas en la piscina comunitaria cuando el sol calentaba y no había que madrugar. La zona, próxima a los límites de Málaga con Torremolinos, es un bullir de urbanizaciones con jóvenes padres y sus retoños.
Emelina fue la primera en salir de casa: tenía que trabajar desde bien temprano y para las 8 de la mañana, cerca de la hora de entrada de sus hijas en el colegio -un centro público a escasos minutos a pie desde el domicilio-, ella ya se encontraba en su puesto. La sede de Ikea en Málaga está a diez minutos en coche. Allí, el matrimonio es conocido por gran parte de los trabajadores, que declinaban hacer algún tipo de comentario. La dirección del establecimiento, consultada por este diario, también ha rechazado hacer ninguna declaración. Antiguos trabajadores de Ikea Málaga afirman que “[Emelina] es una gran profesional y una gran persona. Una pareja muy sociable y muy buena gente. Sobre todo Fernando, es un buenazo”.
Fernando fue a vestir a sus dos hijas. Ignacio les acompañaba. Era su último día con la familia y ya se volvería a casa. Se encontraban en un sexto piso. Y, en un momento y cuando Fernando no se encontraba en la habitación, todo sucedió.
El agresor tenía “antecedentes psicológicos”
Ignacio tenía, según han confirmado fuentes policiales a este periódico, “antecedentes psicológicos”. Sufría trastornos que afectaban a su manera de comprender el mundo. Diario Sur apunta que Ignacio vivía con delirios persecutorios. Y, en circunstancias que aún investigan los agentes de la Policía Nacional de Málaga, arrojó a la pequeña Daniela al patio interior del edificio y, al momento, se tiró él.
La hermana de la víctima, Alejandra, chilló al ver lo que sucedía. Ella también estaba en la habitación. Gritó reclamando a su padre, quien acudió velozmente, pero no pudo hacer nada.
No fue la única testigo del terrible suceso. Otras tres menores que residen en la urbanización presenciaron la caída al vacío mientras se disponían a salir, dirección a la escuela. Las niñas han necesitado asistencia psicológica.
Desde el primer momento, la Policía Nacional descartó el móvil de la violencia de género. El hecho de que el presunto responsable del suceso fuera “como parte de la familia” o incluso “uno más” llevaron la investigación por otros puntos.
Los dos cuerpos de las víctimas se encuentran en el Instituto de Medicina Legal (IML) a la espera de que se les practique la autopsia. Fuentes cercanas al caso cuentan a EL ESPAÑOL que se ha paralizado, de momento, el examen forense del cuerpo de la menor. Quieren continuar con “el miramiento al milímetro” de lo sucedido y centrarse en la investigación sobre Ignacio, considerado como autor de arrojar a la niña por el balcón. Es un movimiento habitual para los agentes, así se aseguran no destruir posibles pruebas. Igualmente, se descarta el móvil sexual: no hay indicios de ninguna agresión.