A las cuatro y media de la tarde, Patrick Nogueira se levantó de su silla por primera vez en todo el día para explicar por qué degolló y descuartizó a cuatro miembros de su familia en agosto de 2016. Se dirigió al micrófono, situado en el centro de la sala, con las manos esposadas y unas gafas de pasta negra. En cuanto Rocío Rojo, la fiscal jefe provincial, le realizó la primera pregunta, Patrick desbarató cualquier esperanza de escuchar algo que no fuera el relato que había enhebrado junto a su abogada. Lo primero que salió de su boca en todo el juicio fue :
- Quiero pedir perdón a mi familia, pedir perdón a la familia de Janaína. Me gustaría haber evitado que todo ello ocurriera. No he elegido funcionar de la manera que funciono. Solo contestaré a las preguntas de mi abogada.
Advirtió que iba a pasar por alto el asesinato y descuartizamiento de sus dos primos, de uno y cuatro años. Que iban a ser obviados en el relato del joven. Al ser ambos menores, sendos crímenes resultan dos casos indefendibles, incluso a ojos de su letrada, Bárbara Royo, quien tomó en ese momento los mandos de la declaración. Ya por la mañana había dado pistas de por dónde iba a discurrir su estrategia en el proceso. Con nadie más hablaría el asesino.
Todo lo ocurrido, según ella, sucedió debido a la anomalía mental del Patrick, a que el brasileño, les dijo a los nueve miembros del jurado, “no es una persona normal, no es como ustedes”. Toda la secuencia de los hechos, incluida la planificación de los mismos, responde, según ella, a una supuesta deficiencia mental que no han hallado los informes psicológicos de la causa. Ese fue su leitmotiv para ofrecer la otra cara de Patrick.
Los siguientes párrafos son las preguntas y respuestas que constituyen la declaración del joven. EL ESPAÑOL la reproduce a continuación prácticamente en su integridad. Adentrarse en su lenguaje y en sus ideas supone adentrarse en la mente del descuartizador de Pioz. En la versión interesada que da de sí mismo un asesino confeso.
-Hola, Patrick.
-Hola, Bárbara.
-¿Puede contarnos cómo fue su infancia?
-Se puede decir que fue regular. Como niño, fui una persona reservada. No tuve muchos amigos. Luego los líos empezaron cuando tenía diez años. Era uno de los niños más jóvenes de clase, y por eso los niños mayores se aprovechaban; yo era su muñeco de prueba. Me han pegado, me han humillado, me han arrastrado por el pelo en el patio. Me han escupido, me han llamado maricón. Los profesores en la escuela no me hicieron caso. La única manera que tenía de reaccionar era la violencia. Defenderme así.
-Cuando le pegaban, y reaccionaba con violencia, ¿qué sensación tenía usted?
-Era la única manera que tenía de vivir, estar siempre alerta. Estaba solo, tenía que defenderme y no sabía cómo. A los años, se ha ido a peor por el rechazo. Cada vez que me peleaba, me hundía más porque era rechazado por el resto de los niños. Y así, quedaba en compañía de otros niños rechazados, de niños alcohólicos,etc.
-¿Le contaba a sus padres lo que le pasaba?
-No. Mis padres siempre tenían que trabajar, mis hermanas vivían fuera. Y tampoco tenía la capacidad de expresarme, de decirme cómo me sentía.
-Esta etapa la experimentó solo, sin apoyo.
-Exactamente, solo yo y lo que había: el alcohol y las peleas.
-¿Cambió varias veces de colegio?
-He estado en cinco. Me expulsaron de dos por mal comportamiento.
-¿Se golpeó fuertemente la cabeza en la adolescencia?
-Sí, en una ocasión. Tuve un traumatismo craneoencefálico.
-¿Ha tenido problemas con el alcohol?
-El alcohol ha sido mi único amigo. Me ha acompañado desde los diez años. Se toma alcohol y lo vives así. A partir de los quince años los problemas del alcohol me empezaron a pasar factura. Bebía antes de la escuela, después, después de jugar al fútbol.
-Le desestresaba.
-Sí.
-¿Qué cantidades bebía y con qué frecuencia?
-De niño, hasta emborracharme. Al inicio, por ejemplo, era cosa de una botella a la semana. Eso cambió hasta llegar a beber una botella por noche.
-Cuando llegó a España [en abril de 2016], ¿también bebía?
-Seguí bebiendo aquí aún a pesar de un problema que tuve con una úlcera. Es la única cosa que aún tengo. El alcohol.
-En los meses de julio y agosto, los anteriores a los hechos [17 agosto de 2016], ¿cuánto bebía?.
-Fue el período que más bebía. Con la putada que mi tío me hizo, no conseguía concentrarme para ir a entrenar al fútbol y para nada. Así que llegaba y tomaba unas tres cuatro latas por noche para dormir. Después, el fin de semana, sin límite.
(...)
El cambio estético de Patrick resulta notable, al igual que su discurso. Aquella imagen suya esposado, una suerte de lobo salvaje -patillas encrespadas, pelo revuelto, mechas rubias y brazos musculados-, un ser macabro huido de la justicia, se ha evaporado para transmutarse en la de un niño bien, de musculatura algo más endeble, que ya no retransmite un crimen en directo mandando selfies con los cadáveres a su amigo. Quién sabe si esta transformación ha tenido lugar a lo largo de los dos últimos años o es tan solo un envoltorio ideado por su abogada para el juicio sobre sus crímenes, los crímenes de Pioz. Todo apunta más a lo segundo que a lo primero.
Patrick, además, ha aprendido castellano, y en ese idioma respondió a todas las preguntas. Una joven intérprete aguantó a su derecha durante toda la intervención por si al asesino le surgían dudas sobre alguna palabra concreta. El asesino de Pioz continuó explayándose en lo más siniestro de su alma.
“Me dije a mí mismo que no se iba a quedar así”
-Habla de que su tío le hizo una putada. ¿Qué le hizo su tío?
-Sucesos, sucesos. Empezó justamente en abril, después de llegar. La relación, en inicio, era buena. Pero las cosas cambiaron. Llegué de Portugal, intenté ayudar. Compraba ropa, los pañales de los niños. Me invitó a vivir en su casa mientras no encontraba piso. Hasta que un día, simplemente, me quitó todo el dinero que tenía en la cartera. Luego me fue a buscar dinero del banco. No podía sacar nada del cajero, me quedé sin dinero. Tuve que ayudarle en su trabajo. Recibió también dinero de mis padres, pero a mí me siguió pidiendo. Me amenazó con denunciarme a extranjería, porque yo estaba de ilegal, si no le daba 6.000 euros.
-Se enfadó con él.
-Le dejé de hablar.
-¿Algo por lo que se enfadase más?
-Ellos se van a vivir en otro sitio, no me dan la dirección, lo acepté, les dije que le ayudaría con la mudanza, el traslado. Me prometió un viernes por la tarde que pasaba a recogerme. Llegué a las cinco y había desaparecido, se había llevado un bolso mío con ropas. No me cogía el teléfono. La dueña del piso me comenzó a cobrar por sus deudas. Me enfadé, ya tenía el contrato con la casa en Alcalá de Henares [en cuanto su tío se fue porque no soportaba la convivencia con Patrick, el joven huyó de allí a vivir en Alcalá de Henares en un piso compartido con dos estudiantes universitarias]. Me quedé dos meses sin cualquier contacto. Entonces, mi hermana me avisó de que hubo una reunión en casa de mi abuela. Tenía que reunirse con mi madre. Que Patrick había hecho esto y esto y esto. Marcos les dijo que Patrick consume drogas, que no ayuda nada, que ha cambiado… Inventó todo tipo de mentiras de mí. Eso fue el colmo. En ese momento me dije a mí que no se iba a quedar así.
-A lo largo de su vida, ¿veía sombras en algún momento? [La familia de Marcos y la familia de Janaína explicaron a EL ESPAÑOL que los asesinados les decían que Patrick veía sombras que le perseguían y escuchaba voces”. Otro de los testigos aportó que esa era la razón por la que le tenía miedo la niña pequeña].
-Gracias al alcohol empecé a ver sombras, a distorsionar la visión.
- En junio de 2016, ¿se acuerda de cuando ataca a un profesor?
-Fue en 2013. Era el mismo agobio que sentí en Madrid aquí. La cosa se iba acumulando, que no iba a aguantar, que iba a explotar.
-Cuando intenta suprimir la rabia que tiene, qué pasa.
-Me desequilibro, totalmente, tengo que encontrar la manera de enfocarme las cosas, de no quitarme el sueño. Pierdo la paciencia muy rápido y empiezo de nuevo a beber.
-Antes de los crímenes de Pioz, dijo que tenía la sensación de que iba a pasar algo malo.
-Previamente a lo del profesor, fueron meses y meses hasta llegar a ese punto. Las emociones vienen y no sé cómo gestionarlas.
-Identificó esa sensación con aquella que tuvo entonces.
-Exactamente. Siento que las emociones son desproporcionadas y que no hay cómo canalizarlas.
“Sabía lo que quería pero no sabía cómo iba a pasar”
-¿Sabía que sus tíos iban a estar en Pioz?
-No sabía nada relativo a sus horarios. Llevaba dos meses sin hablar con nadie, sin verlos, sin tener ningún tipo de contacto. Mi tío no tenía empleo ni tampoco ningún horario de nada.
-¿Fue a la casa decidido a hacer lo que iba a hacer sin saber si iba a hacerlo?
-Sabía lo que quería, no sabía cómo iba a pasar. Era lo que iba a pasar pero no sabía cómo.
-¿Las pizzas las compró para comer usted [cuando llegó a la casa llevaba dos pizzas familiares que empezó a comer en el trayecto hasta Pioz]? ¿Para qué las quería?
-Sucedió que el día anterior llegue del entreno, no comí nada. Me quedé toda la madrugada bebiendo. Me desperté de resaca. Vomité, no tuve tiempo de prepararme nada y me quería comprar algo, así que lo único que tenía abierto eran las pizzas.
-¿Eran para engañar a los inquilinos?
-No, la verdad es que casi toda me la comí a lo largo de todo el trayecto.
-¿Cuándo supo la dirección en la que estaban viviendo?
-Antes de irse, Janaína me dio un papel con una dirección.
-Cuando sus tíos se fueron de Torrejón, ¿dejaron algún tipo de deuda?
-Sí, luz, agua, alquiler del piso y dinero prestado. La dueña del piso me reclamó a mí porque mi tío no le contestaba. Le dije que no iba a encargarme porque era asunto de mi tío y porque me había quitado dinero a mí.
-¿Cómo se sintió en esos momentos, que se han ido sin usted, que se ha llevado las deudas del piso?
-Me sentí un mierda, un tonto de mierda. Creí que ayudando las cosas iban a pasar mejor, y al final me comí el problema.
(…)
El tono de Patrick es monocorde, pausado pero firme, sin atisbo de ninguna emoción reconocible más allá de lo que es una descripción somera de los hechos que al asesino confeso le interesan.
Guiado por su abogada, dando la espalda al público, intenta trazar la versión que le conviene, edulcorada, convertido casi en una víctima de su propia maldad. La descripción del joven es la de un relato frío como la hoja de un bisturí, aunque evitando lo que le desfavorece y lo que resulta implacable: o sea, la secuencia de los crímenes.
- ¿Se siente sorprendido en ocasiones por sus propias sensaciones que experimenta?
-Sí, desde mi infancia he notado que la manera en que reacciono no es igual a los demás. Está siempre agravada en relación al resto y si lo pudiera controlar sería maravilloso, no solo para mí, sino también para los demás. Fue un sendero de mierda tras mierda. Mi vida es una basura. Tiré todo a la basura hace un buen tiempo.
-Si le pudiéramos ofrecer a usted algún método para que pudiese controlarse, ¿lo aceptaría?
-Lo aceptaría. Todo lo que sea para que se me cambie.
“Me mordió la mano y le clavé en el cuello”
-Vamos al día de los hechos, en el chalet de Pioz. ¿Qué sucedió cuando entró?
-Al principio, hablamos mucho. Adelantando un poco los hechos, Janaína limpiaba los platos y yo los secaba. Estábamos en la cocina. Era por la tarde. Mientras hablábamos me entra algo, me enfado, me fui contra ella, me mordió en la mano.
-Cuando ella se percata de que la ataca, ¿le da un mordisco a usted?
-Exactamente, en cuanto la ataqué me mordió. Estábamos cara a cara.
-En ese momento, cara a cara, usted le ataca.
-Sí. Mientras ella fregaba, hablábamos frente a frente. Ella me mordió la mano y le clavé la navaja en el cuello.
En ese momento se produce una de las escenas más estremecedoras de toda la vista. La abogada solicita a Patrick que, de algún modo, escenifique la posición en la que se encontraba cuando asestó el golpe a Janaína. Para ello, pide a la intérprete que sirva de figurante. La mujer se coloca a la izquierda del joven brasileño y él se gira hacia ella como se giró hacia su tía para abrirle el cuello con una navaja suiza. Después, la letrada elude preguntarle por el momento en que asesinó a los menores y pasa directamente al patriarca de la familia.
- Con Marcos.
-Estábamos hablando un rato en el jardín, en la piscina. Íbamos también hablando cuando entramos en el interior de la casa. Y en el pasillo me fui a por él. Forcejeamos, me intentó quitar la navaja y caímos al suelo.
-Ambos.
-Sí, ambos al suelo.
-Finalmente, pudo clavársela.
-Exactamente.
-¿Recuerda cuántas puñaladas le profirió?
- No puedo precisarlo.
-Cuando caen al suelo en el forcejeo, usted seguía intentando clavarle la navaja. ¿Qué hicieron en el suelo cuando caen?
-Justamente en el suelo le clavé la navaja. Él, con la mano en la navaja y caímos así.
-¿Tardó mucho en morir?
-No, fue muy rápido. No tengo manera de precisar el tiempo.
-Después se marchó a Brasil.
-Me marché precisamente para despedir a mi familia. Sabía que iba a pasar lo que iba a pasar y solo quería despedirme: de mi ex novia, de mi hermana, de mis sobrinas.
-¿Quiso colaborar para que esto se resolviese?
-Exactamente. Han amenazado a mi familia. Mi idea era quitarme todo de encima y que lo que me cayera, me cayera a mí.
Patrick se fue sin responder a uno solo de los abogados de la acusación. Sin aclarar las contradicciones entre su relato en la sala del juicio y las que realizó tanto ante el juez instructor como ante la Guardia Civil. Abandonó los juzgados de Guadalajara por la parte de atrás. Una cámara le captó tapándose la cara e introduciéndose en un furgón policial a la carrera. Huyendo como una comadreja.