El despertador sonó para Jesús a las seis y media de la mañana. Hacía meses que no oía ese sonido. “El cuerpo se acostumbra a no madrugar”, explica este treintañero, ya despierto y con ganas de trabajar. A las puertas de Navantia, en San Fernando, apura un cigarrillo después de arreglar el papeleo que le exigen para hacer girar el torno y acceder a la factoría. Acaba de firmar un contrato por obras y servicios con Coasa, una de las empresas auxiliares que prestan servicio en los astilleros. “Durará lo que dure, puede que sean unos meses o varios años —se resigna—; con tanto lío, está la cosa como para pensar en el futuro”.
Hasta las avispas están nerviosas en la entrada de Navantia en San Fernando, el astillero en el que a partir del próximo 9 de enero se empezarán a construir las cinco corbetas encargadas por el gobierno de Arabia Saudí. El contrato, que se lleva barruntando un par de años y que se rubricó a principios del pasado mes de julio, supondrá una inyección de 1.800 millones de euros en una provincia con un 24,72 por ciento de tasa de desempleo.
Pero los agentes implicados, los trabajadores y las empresas auxiliares que podrían beneficiarse del contrato, todavía hablan en condicional. “Aquí hay un refrán, hasta que no se vea el parque de planchas lleno, no hay contrato que valga”, explican. O lo que es lo mismo, hasta que no se empiece a cortar el acero con el que se construirán las corbetas, todo está en el aire. Más si cabe desde que varios países, con Alemania como principal valedor, haya suspendido la venta de armas al Arabia Saudí mientras que no se esclarezca la muerte del periodista Khashoggi en el consulado saudí en Estambul.
Y ante este escenario, la incertidumbre vuelve a sobrevolar a los astilleros gaditanos como también revolotean por cientos las avispas. “Hasta ellas llevan días alteradas”, confirman los trabajadores.
Jesús Peralta, presidente del comité de empresa de Navantia San Fernando, aparta con su mano estos incómodos insectos que ya han clavado su aguijón a más de un trabajador. También se sacude la tensión que los vuelve a situar en el punto de mira después de que la Comisión de Defensa del Congreso de los Diputados rechazase este martes, con votos del PSOE y PP y la abstención de Ciudadanos, la propuesta planteada por Unidos Podemos, Podemos, Comprimís y los independentistas del PDdCAT y ERC en la que pedían la suspensión del contrato de las corbetas.
“No estamos libres de sobresaltos, y me temo que seguirán visitándonos estos moscones”, respondía a EL ESPAÑOL a las puertas de los astilleros.
—¿No están un poco cansado de que les señalen con el dedo cada vez que Arabia Saudí comete cualquier fechoría?
—La verdad es que sí, estamos bastante cansados; como también lo estamos de que los partidos políticos nos utilicen como arma arrojadiza siempre que hay elecciones a la vista. Este es un tema impopular, que nos ha caído encima; sin embargo, tratamos de estar al margen. Por supuesto que condenamos el asesinato del periodista Khashoggi, como también condenamos la violación de Derechos Humanos.
El sindicalista, soldador y tercera generación de trabajadores de los astilleros, responde resuelto las preguntas de este periódico. Lleva años liderando los movimiento de defensa de los trabajadores y no son pocas las entrevistas que ha concedido en los últimos días en referencia al asesinato del periodista Jamal Khashoggi. “Somos trabajadores, no políticos; en el debate político cabe todo, pero somos los trabajadores los que pagamos las consecuencias”, lamenta el presidente del comité de empresa.
ElL ESPAÑOL recorre la ciudad gaditana y la conclusión es obvia, nadie apoya el terrible asesinato del periodista en el consulado turco a manos de agentes enviados desde Riad pero los gaditanos no pueden permitirse el lujo de desperdiciar los 1.800 millones que dejan las cinco corbetas con 6.000 empleos. Como exclamo el emperador romano Vespasiano al imponer un impuesto por las letrinas: "el dinero no huele".
Tranquilos tras la visita de la delegación saudí
Es jueves y los trabajadores de Navantia viven la resaca de la visita de una delegación saudí. La cita, que estaba prevista desde hace meses, se ha repartido en tres días: dos en Madrid y uno en San Fernando y la base naval de Rota. “Los trabajadores no estábamos invitados, pero nos ha dicho la dirección que han quedado prendados al ver la planificación y los sistemas de combate, navegación y control de plataformas”, resume Peralta. “Hoy se nota otra actitud entre los empleados, nos hemos quitado un peso de encima”, zanja el sindicalista.
El mejor termómetro de esa sonrisa general está en la garita de entrada de la factoría de San Fernando. Allí lleva 24 años trabajando Manuel, uno de los empleados de Prosegur en Navantia. A sus 60 años presume de conocer a casi todos los trabajadores, con los que intercambia chistes rápidos durante el acceso a los astilleros. “Ya se va notando que esto va en serio y la gente tiene cierta alegría; pero hemos pasado muchas fatiguitas”, confirma el vigilante, un tipo bromista al que también le pesa la incertidumbre. “Tenemos el mismo miedo que todos”.
Una veintena de trabajadores conforma la plantilla de vigilantes, número que se duplicará ampliamente a partir del próximo mes de enero, cuando —si nada lo remedia—empezarán los trabajos para los saudíes. Por cada corbeta deberá haber dos guardias, que repartidos en tres turnos hacen un total de 30 empleados de seguridad.
No solo la seguridad se verá incrementada gracias a la inyección de millones, empresas de mantenimiento o de limpieza también multiplicarán sus plantillas para atender las necesidades de los astilleros. Cuando no hay actividad, muchos de los talleres entran en hibernación, término con el que se refieren al cierre de espacios para ahorrar en mantenimiento y reducir los gastos.
Por cada taller que se abre, aumenta una plantilla dedicada a su mantenimiento, tarea que se encomienda a empresas auxiliares. Por eso Diego, un empleado de la limpieza, lleva días escuchando nervioso la radio para informarse de la polémica que salpica a Navantia. A sus 61 años, lleva 32 trabajando para empresas auxiliares. Es indefinido subrogable y ha pasado por varias de ellas, ahora trabaja para Acciona. En los astilleros de San Fernando también trabajan sus dos únicas hijas, Anabel y Noelia, de 38 y 34 años. La primera es administrativa del departamento de Recursos Humanos de Navantia y la segunda se dedica, como su padre, a la limpieza en Acciona.
“Imagínate lo mal que lo paso cada vez que hablan de que se suspende el contrato de Arabia Saudí, porque de aquí come toda mi familia y se me caería el mundo encima si esto se nos va”, confiesa muy afectado Diego, a las puertas de la jubilación. “Yo ya estoy al final de mi vida laboral, pero mis hijas tienen mucho por delante”, apunta.
Barrios enteros ‘comiendo’ de Navantia
Anabel, su hija mayor, empezó como soldadora antes de entrar en Recursos Humanos. Tiene dos hijos y su pareja también trabaja en Navantia. “En Cádiz, todos tenemos a alguien cercano trabajando en astilleros; hay barrios completos que viven de esto, familias completas como la nuestra, imagínate el desastre que puede ser que se echen para atrás y nos quiten el contrato de las corbetas”, razona.
“Y sin dinero, ¿de qué vivirán los que trabajan en un supermercado, en una peluquería…? Navantia es el único motor económico de la Bahía de Cádiz, el único —insiste Anabel—, y hay muchas bocas que dependen de los astilleros”.
Muchos de los 6.000 empleados previstos por Navantia para la construcción de las corbetas se llenarán la boca, literalmente, en el restaurante que Alberto Ramírez ha abierto a las afueras de los astilleros de San Fernando. Lleva dos años abierto y sirve unas 90 comidas diarias, número que prevé multiplicar por seis a partir de enero.
“La ubicación es estratégica”, explica Alberto, propietario también de dos empresas, una de gestión de residuos férricos y otra de soldadura y calderería que en 2017 facturó dos millones de euros a Navantia, el total de su producción. El restaurante está en la única carretera de acceso a la factoría de San Fernando. “Era la única nave que quedaba en este polígono industrial y nos tiramos a la piscina pensando en el contrato de las corbetas”, confiesa. Su inversión rondó los 130.000 euros y la polémica lo ha dejado “temblando” estos últimos días. A él y a los once trabajadores que sirven comidas en el restaurante Astillero.
Alberto estima que deberá ampliar la plantilla para atender a parte de los 6.000 empleados que trabajen en la construcción de las corbetas. Define su estrategia como “mesas calientes, mucha rotación y mucho personal para poder servir las mesas de forma rápida, para que los empleados puedan comer rápido y seguir trabajando”. Por el momento, el 70 por ciento de su clientela viene de Navantia. El porcentaje restante se reparte entre los militares del arsenal de la Carraca y las familias de los barrios vecinos.
De ahí su alegría cuando explica que la dirección de Navantia le ha confirmado que ya no hay dudas en torno al contrato y que el corte de chapa, el primer hito en la construcción de las corbetas, será el 9 de enero. “He respirado, sí —zanja el empresario—; pero llevamos días que han sido cruciales para todos los que dependemos de los astilleros”.
Una inversión y muchos días sin dormir por la polémica
También ha respirado su vecino Raúl, un joven empresario que compró una nave en ese mismo polígono previendo el pico de actividad de las corbetas. Él y su socia se embarcaron en una inversión de 150.000 euros para lanzar Navintec, una empresa dedicada al sector del metal y a las técnicas navales. La proximidad con la factoría es un elemento clave en su estrategia de negocio.
En su primer mes de vida, la empresa logró su primer contrato con Navantia. “Si ellos crecen, nosotros también —razona Raúl—; por eso nos hemos atrevido a emprender y también por eso llevamos dos días sin dormir a cuenta de la polémica de Arabia”.
Hasta que no llegue el 9 de enero, el horario en los astilleros es de siete de la mañana a tres de la tarde y muchas empresas de la industria auxiliar hacen coincidir su jornada laboral con el de Navantia. A medida que se acerca la salida, la carretera de acceso a la factoría se convierte en un constante ir y venir de taxis y autobuses.
Los taxistas, unas setenta licencias en San Fernando, ya se frotan las manos maquinando las carreras que les brindará la presencia de alrededor de 500 militares saudíes. El contrato de las cinco corbetas también incluye la formación de los marinos de Arabia Saudí por parte de la Armada Española, bien valorada internacionalmente.
San Fernando goza del privilegio de tener los astilleros junto a al arsenal militar y contar con todos los sistemas de navegación, de control de plataforma o de combate que incluye Navantia en su catálogo. Por lo que se estima que, de media, residan en la Bahía de Cádiz unas 300 familias que, como vaticinan los taxistas, deberán moverse por la comarca.
Sin que se sepa donde se ubicarán, el runrún en la factoría apunta a que podrían hospedarse en el hotel Bahía Sur de San Fernando, aunque también se contempla la posibilidad de que se vayan a zonas como Vistahermosa, en El Puerto de Santa María, o Nuevo Sancti Petri.
“Perder este contrato hubiese sido una puñalada en el pescuezo”, estima Jesús, el actual responsable de Autobuses Carrasco, una empresa familiar de la que ya han comido tres generaciones y que se dedica a la movilidad de los empleados de Navantia, a la que facturan el 80 por ciento de su actividad. La altísima dependencia del trabajo de los astilleros tiene a toda la familia “muy mosqueada” estos últimos días.
La empresa de autobuses ganó este verano un contrato para llevar y traer a los trabajadores de Navantia y saben que a partir de enero aumentará su trabajo. Estiman que multiplicarán su plantilla de conductores por dos, de diez pasarán a ser veinte, para manejar los 14 autobuses. “El contrato de las corbetas es muy importante para nosotros y que lo pongan en duda nos enfada muchísimo”, confiesa Jesús. “Además de los trabajadores, del contrato de Arabia Saudí nos vamos a beneficiar muchos otros sectores que la gente ni se imagina”.
Muchos currículums para contrato de 1.500 euros
Despistados, Adrián e Isabel llegan a las puertas de Navantia. “¿Esto son los astilleros, los de la Carraca?”, les preguntan a unos trabajadores que salen. “Sí, esto es, ¿qué desean?”, responden. “Un trabajo —contestan—, ¿dónde se puede echar el currículum?”.
Adrián e Isabel están casados y llevan años sin trabajar. Ella ha sido peluquera, auxiliar de enfermería y cuidadora de personas dependientes; él, mecánico. Ambos viven gracias a las ayudas sociales, a Cáritas y a la madre de ella, que con 69 años tira de la pensión de viudedad para mantener a su hija, su yerno y la niña de ella.
“Ayer vi en el Telediario que iba a haber trabajo en San Fernando y pensé en mi yerno, porque no se puede vivir sin un empleo, porque yo no voy a estar siempre para mantenerlos”, cuenta Manuela, la suegra, de Chiclana. Su marido fue trabajador de astilleros en Puerto Real y en Cádiz y ahora ella espolea a Adrián para que consiga un trabajo en ese mismo sector. “Buscamos trabajo de lo que salga”, insiste la suegra. “De lo que haya”, sigue con desesperación.
Él, currículum en mano, sigue el discurso desesperado de su suegra. “Lo que salga, da igual, lo que salga… yo no voy a decir que no”.
Adrián es uno de los primeros en llegar con el currículum a los astilleros, aunque servirá de poco. Desconoce que todavía no se sabe qué empresas serán las consignatarias de los contratos. Se espera que Navantia empiece a licitar en los próximos días y solo cuando se sepan cuales son las que se llevan la adjudicación de contratos empezarán los grandes movimientos de currículums. Como ha sucedido en el pasado, volverá a repetirse la imagen de trabajadores apostados a las puertas de los astilleros desde las seis de la mañana para entregar en mano su carta de presentación a los contratistas.
“A nosotros llegan a pararnos por la calle para preguntarnos por cuándo salen las primeras adjudicaciones o para saber qué empresas son las que han ganado la licitación”, explica Juan Manuel Pinto, uno de los miembros del comité de empresa. “Hay quien deja su currículum en los bares que frecuentan los trabajadores”, completa Enrique Martínez Batista, también del comité y delineante durante 42 años en Navantia. “La gente se pone muy nerviosa durante esos días, porque todos quieren conseguir un trabajo”, coinciden ambos.
Ambos se muestran orgullos de la calidad del trabajo “de calidad” que se ofrece en Navantia. “Cualquiera puede cobrar por ocho horas unos 1.500 euros, mucho más que en otros sectores; además de muchos beneficios sociales”, detalla Juan Manuel. Su consigna es que cualquiera que entre a la factoría esté en igualdad de condiciones con los que ya están dentro. Y tanto él como Enrique se encargan de vigilar que el convenio del metal de Cádiz, el más ventajoso para el trabajador de toda España, se cumpla en la industria auxiliar de Navantia.
“No mezclamos política con trabajo”
“Hay fases del proyecto en las que se subcontrata el cien por cien de la construcción: el andamiero, el armador, el tubero, el electricista, el pintor, el que impermeabiliza, el del aislante, el de sistemas, el de armamentístico… hay una gran variedad de gremios”, detallan. Más de sesenta empresas están implicadas en la construcción de una corbeta.
“Este programa es fundamental para Navantia —defienden—, porque supone una inyección de dinero externa. Cuando trabajamos para la Armada Española, el dinero pasa de un cajón a otro; aquí no, aquí viene de Arabia. Que además nos da la posibilidad de modernizarnos para competir con otros astilleros extranjeros”.
—¿Qué valoración tienen de Arabia Saudí después del asesinato del periodista Khashoggi?
—Rechazo total, estamos en contra de los países que no respetan los derechos humanos, pero nosotros somos trabajadores. No mezclamos la política y el trabajo; nosotros trabajamos, la política la tienen que hacer otros. Es difícil hablar de Derechos Humanos cuando se tiene el estómago vacío.
—¿Les apetece trabajar para Arabia Saudí?
—[Enrique]. Mi obligación es diseñar un puente de gobierno y lo hago, y no me planteo qué va a pasar con él. Como el de Albacete no se plantea que su cuchillo podría servir para que alguien le dé tres cuchilladas a una mujer.
[José Manuel]. Estamos acostumbrados a trabajar con todo tipo de países, acabamos de trabajar con Venezuela, también con Marruecos… Nosotros no pasamos por el torno de entrada a Navantia pensando en si hoy trabajaremos para Arabia o Venezuela, pensamos en nuestra familia o nuestra casa. En la Bahía de Cádiz no sobran los contratos, no hay un abanico en el que escoger, hay una dejadez total del sector naval en España. Estamos entre la espada y la pared. Nosotros en San Fernando no sabemos hacer barcos civiles, nuestra especialidad son los barcos militares. Y es ahí donde está el dinero, porque incluye tecnología puntera en la que destacamos.
El diseño de las corbetas está basado en el Avante 2200, cuyo modelo se ha adaptado a los requisitos de la Marina de Arabia Saudí. La empresa constructora, Navantia, destaca un excelente comportamiento en la mar, alta capacidad de supervivencia y capacidad de operación a temperaturas extremas de la zona del Golfo.
“Los de Arabia Saudí nos lo están poniendo muy difícil”
Según la compañía, las corbetas son un ejemplo de polivalencia y están especialmente diseñadas para las misiones de vigilancia y control del tráfico marítimo, misiones de búsqueda y rescate y asistencia a otros buques, entre otras. Además, los buques tendrán una importante capacidad para la defensa de activos estratégicos, de inteligencia y capacidad antisubmarina, antiaérea, antisuperficie y de guerra electrónica.
Juan Carlos vive ajeno a lo que las corbetas harán, o dejarán de hacer. Pegado permanentemente a un teléfono que no para de sonar, va contando a EL ESPAÑOL cómo ya está beneficiándose del contrato saudí. Su empresa, Mecamansol, está renovando partes de las grúas de los astilleros de San Fernando y a buen seguro el trabajo se multiplicará en los próximos meses.
Trabaja en acero y está bien valorado en el sector, por lo que no duda que parte del dinero de los árabes llegará a su bolsillo. En la actualidad tiene 234 empleados y calcula que con las nuevas contrataciones podría llegar a los 280. De no haber seguido adelante la construcción de las corbetas, el efecto hubiese sido el contrario. “Navantia supone 60 por ciento de facturación y, aunque no hubiésemos cerrado, sí que bajarían los ingresos y la plantilla”, explica el gerente.
Raúl asegura que ha dormido estos últimos días. “Soy optimista”, confiesa. “Sabía que las corbetas acabarían construyéndose en San Fernando, porque aquí no hay nada más y nadie iba a permitir que se escapase esa oportunidad”, razona. “Eso sí —zanja—, los de Arabia Saudí nos lo están poniendo muy difícil, no se puede ir por ahí asesinando periodistas”.