Vuelven las compresas de tela “de la abuela”: más económicas y menos contaminantes
- Lo que antes no era más que el único recurso a mano, hoy es una de las opciones disponibles para la higiene de las mujeres.
- "Si no consideras antihigiénico llevar braguita, no entiendo por qué sí consideras esto", dice Laura, una usuaria madrileña de 41 años.
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Una mancha de sangre. Roja. Reluciente. El punto de partida de la vida menstrual de una mujer suele ser un momento trascendental, del que toda fémina guarda recuerdo. Por lo sorpresivo, por lo que supone. Porque la rutina cambiará, invariablemente, durante muchos años de la vida. Da igual que sea en las niñas de hoy o en las que lo fueron hace 50 años.
Si hay algo en común entre estas dos generaciones es el uso de compresas de tela. Eso sí: con grandes diferencias. Lo que antes no era más que el único recurso a mano, hoy es una de las opciones disponibles para las mujeres entre los distintos productos para recoger la regla. Y cada vez más mujeres se suben al carro.
Puede parecer una involución, un retroceso. Una vuelta a unos tiempos en el que la sangre en las bragas era poco más que un fantasma social, envuelta en el silencio y sólo mencionada por cuchicheos entre amigas. Pero, entonces, ¿por qué una mujer decide volver a utilizar un trozo de tela para llevar su menstruación? EL ESPAÑOL habla con distintas usuarias, expertas y comerciantes para bucear en este interrogante.
Cero olor: "Son maravillosas"
“Comencé a usar las compresas de tela de algodón por recomendación familiar. Mi tía fue la que me la regaló un día por Navidades”, cuenta Celia Gutiérrez, una veinteañera natural de Málaga, aunque reside en Guadalajara. “Empecé con esas, que eran para poco flujo, y, como vi que no calaba, que no tenía que tener miedo a manchar la ropa, cogí seguridad. Son maravillosas”.
Ella, que trabaja de cara al público, siente que su vida ha cambiado a mejor. “No son lo mismo que las compresas que compras en el súper. No huelen de por sí y después, mientras las estás usando, no huele nada. Nada de nada. Muchísimo menos en comparación a las de Ausonia y otras marcas que tienen líneas ‘antiolores”.
Que la regla es algo natural y limpio es un concepto que sigue chocando con la percepción de muchos españoles, hombres y mujeres. Es una de las mayores reticencias que viven las mujeres a la hora de cambiar de método de higiene femenina. “La sangre no es algo sucio, no es un deshecho. Y, en ningún momento, es insalubre”, apunta, entre risas, la doctora María Fernanda Peraza, especialista en Medicina Sexual.
Menos residuos para el planeta; ahorro para el bolsillo
De hecho, las compresas de tela son, según esta médica, más favorables a la higiene íntima. “Las de plástico producen alteraciones en el microambiente y la microflora de los genitales, y puede derivar en candidiasis. Es porque aumenta la humedad y la temperatura”, explica. Y con la tela, si es de algodón u orgánica, no sucede.
Pero, quizás, el aumento en el uso de este tipo de apósitos derive más de una conciencia ecologista y económica que de reivindicación femenina o de salud. Así lo cree la psicóloga clínica y presidenta de la Sociedad Internacional de Expertos en Sexología (SIESEX), Miren Larrázabal: “Es el momento actual en el que vivimos, igual que hay una ecología en los productos de consumo, también ha llegado a la higiene femenina. La vuelta a las cosas naturales, a como lo hacían nuestras abuelas y bisabuelas”. Según la calculadora online de la marca Intimina, que muestra cuántos residuos genera el uso de los distintos productos de higiene femenina, una mujer de 25 años que utilice tres compresas tradicionales al día durante una regla de 5 días generará, a lo largo del resto de su vida fértil, algo menos de 50 kilos de basura. El factor ecológico de las compresas de tela, por tanto, es importante.
Laura Delgado, una madrileña de 41 años, también se ha lanzado al uso de los apósitos de tela, pero en su versión mini: los salvaslip. En su caso, como complemento a las copas menstruales. “No les veo ninguna desventaja”, desliza. Por ser quisquillosos, amarillean con los años de lavado. Todo son pros, para ella. “Creo que, en primer lugar, huelen muchísimo menos que los otros salvaslips de plástico”, apunta. Con ellos, al final del día, “si no te lo has cambiado, desprende un olor un poco desagradable, sea el que sea, de aloe vera, cotton no sé qué. Con los de tela noto una mejoría muy mejorable”.
“Te dura todo el día y no es necesario cambiártelo. Se seca bien y con facilidad. En mi caso puedo aguantar con él la jornada completa. Te olvidas”, considera esta madrileña. En el beneficio económico reside una de las grandes cuestiones de este tipo de productos reutilizables. ¿Hay un ahorro real? Laura opina que sí. “Puede parecer caro de primeras, porque son 6 euros cada salvaslip de los que yo compro —en el caso de las compresas, el precio varía dependiendo de la marca y la cantidad de flujo que absorbe, con un precio medio de entorno a 12 euros—, pero al final compensa, porque es un artículo de primera necesidad y tienes que utilizarlos sí o sí, con lo cual tienes que comprar muchos.
También sufren la tasa rosa: otros métodos más novedosos, como las copas menstruales, tienen el mismo IVA que compresas y tampones, el 10%; sin embargo, las compresas de tela tienen un 21% de IVA porque están consideradas como producto textil y no como artículos de higiene femenina.
Fácil uso
Laura lleva 3 años con sus dos salvaslips de tela y “están impecables: los meto en la lavadora, los saco y lo dejo secar y así sucesivamente”. La vida útil de una compresa de tela es de un lustro, aproximandamente, dependiendo de cómo la cuides. La firma de menstruación sostenible Cyclo, que ha vendido más de 1.000 compresas de tela en los últimos 6 meses, lo que representa más del tercio de sus ventas, recomienda retirar la mancha con agua fría y jabón neutro al quitarlas al llegar a casa y meterlas en la lavadora al final del ciclo.
Es algo similar a lo que hace Celia. Ella lleva las suyas en un pequeño neceser en el bolso para cambiarse cuando necesite. Al retirarlas, “las pliegas y se hacen un paquetito súper pequeño, que ocupa como un paquete de tabaco o menos. Las guardo y no huelen”. Y, al llegar a casa, “las meto directamente a la lavadora, con programas largos pero sin suavizante”. Después, tendidas al sol con el resto de la colada.
“El único dinero que le he puesto a la regla es en verano por los tampones al ir en bikini”, admite, orgullosa. Ella tiene varias compresas de tela —“por lo menos diez o doce, porque te gusta, vas cambiando de estampado”— pero no son necesarias más que seis o siete, dependiendo de los días que dure el ciclo menstrual. Ella utiliza dos diarias, aproximadamente. Y así, con su pequeña colección, se ahorra tener que poner lavadoras entre medias.
Ambas usarias se rebelan contra la idea de que utilizar compresas de tela sea antihigiénico. “No sé por qué alguien podría considerarlo, porque simplemente estás poniendo una protección de algodón, que es el mismo material del que están hechas tus braguitas. Si no consideras antihigiénico llevar braguita, no entiendo por qué consideras esto”, esgrime Laura. Celia coincide:“No son como las de mi abuela. Lo sé no sólo por usarlo, sino porque mi propia abuela estaba presente cuando me regalaron las primeras. Me parece hasta gracioso: esto no es como un salvaslip o una compresa tradicional, que es como un papel de fumar pegado a tus braguitas”.
La psicóloga sexual Larrázabal es tajante: este método es poco más que una revolución. “Estas compresas conllevan un cambio en la actitud y en la conciencia. Es una vuelta a una cosa un poco más razonable para tratar muchos otros ámbitos de nuestra vida”.