Se abren las puertas de la capilla del cementerio de la Almudena (Madrid) y apenas diez personas salen de la misa, puntuales, a las 11 de la mañana. El día ha amanecido oscuro, lluvioso y desangelado, pero este templo no se queda mucho tiempo vacío: entre curiosos que visitan el camposanto y grupos de arte que estudian sus figuras, aparece Santiago Pérez. Él es el coordinador de las exequias del mayor cementerio de España. También, uno de los oficiantes de funerales. Uno detrás de otro.
Pérez, 66 años —“Los de Cristo por dos”, ríe, cuando EL ESPAÑOL le pregunta—, antiguo operador técnico de Telefónica, ya jubilado, ingresó en la carrera clerical al enviudar, hace algo más de dos años. Ahora es diácono y aparece con prisa, abrigado hasta arriba. Vive por y para los muertos de la Almudena. Puede llegar a hacer diez sepelios en un día. Porque el tiempo, incluso para el descanso eterno, cuenta. Pero lo hace gratis, como voluntario: su vocación no conjuga con las ganas de llenarse los bolsillos.
Si en España se mueren al día cerca de 1.000 personas, según datos del INE, en La Almudena entierran, al menos, a 30 de ellos. “Esas son las cifras normales, en un día como hoy [por este martes]: 8 exequias celebradas en la capilla, para difuntos que serán enterrados, y el triple, por norma general, en el crematorio”, detalla el diácono, que coordina todos estos servicios.
Todas las ceremonias son sin muerto
A su cargo están varios equipos, unos once clérigos, que se vuelven a dividir según la forma de enterramiento. La media de edad es “entre 35 y 40 años”. “A la Iglesia no le ha quedado otra que aceptar la cremación. Hoy es mucho más común”, explica este clérigo. Actualmente, siempre que los restos se conserven dentro de un lugar sagrado y no se esparzan “en playas, montañas o se guarden en un armario”, es aceptado por el cristianismo. Según las cifras de Panasef, la Asociación Nacional de Servicios Funerarios, el número de familias que prefieren por la cremación frente a la inhumación continúa en aumento. Durante 2016, más del 40% de los fallecidos en España fueron incinerados. Se estima que en el año 2025 esta opción alcance el 60%.
Aun así, las ceremonias católicas que celebra el Cementerio de Nuestra Señora de la Almudena, de titularidad municipal, no difieren por el rito escogido. Ninguno de los servicios coordinados por Santiago Pérez cuenta con el cuerpo presente del difunto, por ejemplo. “Hacemos un oficio religioso en el cual se reza por el difunto, que se queda en la puerta, en el coche fúnebre. Se hace una oración de intercesión por el alma de la persona que ha fallecido”, detalla. “La eucaristía se celebra en pueblos, de cuerpo presente, que tienen más tiempo, más espacio. Aquí, como son más frecuentes, se celebran las exequias pero sin eucaristía. En el tanatorio sí se puede hacer completa”.
Dado el volumen de muertos, lo contrario sería impensable. Así, consiguen que el tiempo se disminuya hasta los diez o quince minutos por cada fallecido. “Las oraciones son bastantes sencillas”, confirma el diácono. El hecho de que no conozcan ni a la familia ni al fallecido por el que pedirán no es óbice para que el equipo clerical no intente, en la medida de lo posible, personalizar sus palabras. Pérez obtiene cada mañana —sobre las ocho, aproximadamente— su particular menú con los muertos del día.
Textos que triunfan, como la Coca-Cola
“Se viene preparado a la capilla: nos enteramos de los horarios, sabemos de la edad del difunto y podemos prever, si es joven, si es mayor, los acontecimientos que han sucedido. También preguntamos a los familiares y amigos en la puerta y ellos nos exponen detalles que nos pueden servir para dar unas palabras de ánimo o consuelo a estas familias”, receta el coordinador de exequias. Pero esa celeridad siempre puede ser el origen de algún traspiés.
La experiencia también les ha otorgado una fórmula que, como la Coca-Cola, siempre triunfa. Son textos que, consideran, son reconfortantes para todo tipo de público. El primero que le viene a la mente a este diácono es el salmo El Señor es mi pastor; nada me falta. En verdes praderas me hace recostar —“es uno muy repetido”—; pero también algunas palabras de San Pablo, —“de cómo Jesús es el primero, el primogénito de los fallecidos, pero que ha resucitado”— o algún Evangelio, sobre la resurrección de Lázaro, el amigo de Jesús, y que habla también sobre la vida y la resurrección. “Ese es muy consolador. Saber que no estamos solos, que están los que nos han precedido, que está la Iglesia, la comunión de los santos”.
Su día a día, sin embargo, no es multitudinario. Si en la capilla caben, según sus propias estimaciones, entre 150 y 200 personas, entre semana hay, con suerte, 10 fieles que acuden a misa a la Almudena. Los domingos, sobre 30. “Son, habitualmente, visitantes que se quedan a la santa misa o parroquianos de los alrededores”, de este cementerio, situado en el barrio de Ventas de la capital de España.
Los sepelios no son los únicos oficios de estos religiosos. “Claro, también hago en las parroquias bodas, bautizos…”, admite, con una sonrisa, el coordinador. ¿Las diferencias entre ellas? “Pues que la gente va más vestida, más arreglada, más festiva”. Nada más.