La onubense Blanca Morales camina por el cementerio de Ayamonte (Huelva) hasta llegar a la lápida de su hermana María del Pilar. Antes pasa por delante de un mural alicatado sobre un pared en el que se lee Aquí tiene el marinero su mar. El campesino, su mies. Ayamonte, su altar. Al llegar al lugar en el que descansa su hermana, Blanca quita unas flores marchitas y, casi al instante, sus ojos se le nublan de lágrimas.
María del Pilar Morales murió el pasado 22 de agosto. Tenía 47 años. Ocho días antes, el 14 de dicho mes, sufrió un ictus a primera hora de la mañana mientras dormía en su casa de Lepe, a 40 kilómetros de distancia por carretera de la capital de la provincia. 30 minutos en coche.
La ambulancia que debía atender a la mujer en un primer momento tardó cerca de tres horas en llegar, a pesar de que ella residía a 50 metros de un ambulatorio, donde no llegó el aviso. “Si se le hubiera atendido a tiempo, quizás hoy estaría entre nosotros”, se lamenta Blanca. Su hermana dejó marido y dos hijos adultos.
María del Pilar vivía en Huelva, provincia que, junto a la de Sevilla, año tras año alcanzan las cifras más altas de mortalidad por ictus de toda España. En 2015, ambas se situaban en 54 muertes por cada 100.000 habitantes.
El año pasado, según el neurólogo Joan Montaner, director del Plan Andaluz del Ictus, las cifras de fallecidos a causa de esta enfermedad se redujeron, siguiendo la tendencia de las dos últimas décadas en toda la región. En 2017 fallecieron en Sevilla 42 personas por cada 100.000 habitantes. En Huelva, 39. En ambas provincias perdieron la vida más hombres que mujeres.
Si a principios del 2000 en Andalucía morían en torno a 90 personas por cada 100.000 habitantes a causa de un ictus, según datos del Instituto Nacional de Estadística (INE), una década después esa cifra ya se había reducido a 70 fallecimientos. El año pasado, aunque la tendencia en el último cuarto de siglo sitúa a estas provincias como ‘capitales’ de la mortalidad por infarto cerebral en el país, Sevilla siguió encabezando ese ránking pero Málaga adelantó a Huelva en número de fallecidos.
“Probablemente sea circunstancial. Lo importante es mirar con perspectiva. Y es cierto que Sevilla y Huelva son las más afectadas históricamente en cuanto a muertes por ictus”, advierte Montaner.
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El tiempo es cerebro
Los neurólogos manejan la siguiente frase como un mantra: el tiempo es cerebro. De ahí que la celeridad de la asistencia médica primaria a la persona que lo ha padecido resulte esencial para salvar la vida del paciente.
Cuanto antes se produzca su traslado a un hospital, se le practiquen pruebas y, en caso de necesidad, se le someta a una operación, más probabilidades tendrá de salir adelante y de padecer menores secuelas.
Bajo esta premisa, la población que vive en las zonas más alejadas de ambas capitales andaluzas tendrán menor probabilidad de sobrevivir al ictus que los que residen en ellas o en localidades de su entorno.
“Es cierto”, admite el doctor Montaner. “Para alguien que haya sufrido un ictus no es lo mismo vivir en la sierra de Huelva o de Sevilla que en la capital de cada provincia, por ejemplo. La distancia o la dificultad para llegar por carretera a un hospital de referencia dificultan la labor de mitigar el daño del paciente y, más allá, de salvarle la vida”.
“En Andalucía tenemos en contra la propia geografía de la comunidad. Aquí la población no está concentrada, como por ejemplo en Madrid. Vamos a tener que hacer un mayor esfuerzo que otras regiones para reducir el impacto mortal del ictus”, prosigue.
De esta forma, un ciudadano de Sevilla o de Dos Hermanas, ciudad de la periferia de la capital andaluza, tiene más posibilidades de sobrevivir a un mismo tipo de ictus que otro que resida en Alanís o en San Nicolás del Puerto, situados en la sierra de la provincia y colindando al norte con Extremadura y al oeste con la de Huelva.
Lo mismo sucede en localidades onubenses como Aracena o Santa Olalla del Cala, situadas en la sierra norte de Huelva, justo al otro lado de la frontera física que separa esta provincia de la de Sevilla. Alguien que padezca un infarto cerebral grave está expuesto a un mayor riesgo de perder la vida que un vecino de Moguer, a 20 kilómetros por carretera de la capital, la mayoría de ellos por autovía.
"Inaugurada por los políticos pero inoperativa para la gente"
En el caso de María del Pilar Morales concurrieron varias circunstancias para que la mujer perdiera la vida. La familia cree que la tardanza en la asistencia médica en ambulancia fue la principal causa de su muerte, aunque comprenden que el ictus que padeció la dejó en un estado grave de salud.
Sus dos hermanas, su marido y sus hijos decidieron presentar una reclamación al Servicio Andaluz de Salud (SAS), dependiente de la Consejería de Salud de la Junta de Andalucía. Ahora barajan emprender acciones legales contra el Gobierno regional.
Desde que la familia de la fallecida llamó por primera vez al 061 hasta que se presentó una ambulancia en su casa transcurrieron algo más de dos horas. La primera llamada fue sobre las nueve de la mañana. La ambulancia llegó sobre las 11.15. Sólo acudió un conductor con formación técnica sanitaria.
María del Pilar no podía mover la parte izquierda de su cuerpo y se le trababa la lengua al hablar. El ictus le había afectado al hemisferio derecho de su cerebro. Cuando aquel operario de la sanidad pública andaluza entendió que lo más probable era que la mujer hubiera sufrido un infarto cerebral, reclamó por teléfono la presencia de una ambulancia medicalizada y un médico.
Según datos facilitados por la propia Consejería de Salud, en la provincia hay 10 vehículos de este tipo para 520.000 habitantes. Una ambulancia por cada 52.000 onubenses. En Sevilla disponen de 41 para 1.940.000 personas. Una por cada 47.317 sevillanos
Cuando ya habían transcurrido casi tres horas después de aquella primera llamada de alerta -2 horas y 50 minutos aproximadamente- se presentó la otra ambulancia con un médico. Eran las 11.50 horas del 14 de agosto. En ese momento a María del Pilar ya le habían montado en el primer vehículo que había llegado hacía media hora.
Entre el conductor, su marido y uno de sus hijos la sentaron en una silla, la bajaron a pulso por las escaleras de su adosado y la introdujeron en la ambulancia. El vehículo en el que era trasladada acabada de salir de su residencia y tuvo que detenerse en mitad de la carretera para que el galeno que llegaba en la otra la valorase.
Tras someterla a una primera valoración clínica, aquel médico decidió que no se cambiase de vehículo a la paciente y que se le trasladara de inmediato hasta uno de los dos hospitales de Huelva. La ciudad cuenta con una unidad de ictus desde el pasado julio en el Juan Ramón Jiménez. A ella la derivaron al Infanta Elena.
María del Pilar se sometió a distintas pruebas. Ante la gravedad de su situación, los servicios sanitarios decidieron remitirla al hospital Virgen del Rocío de Sevilla, a 93 kilómetros de distancia, una hora por carretera. Blanca, la hermana de la fallecida, piensa que la unidad de ictus del Juan Ramón Jiménez estaba “inaugurada por los políticos pero inoperativa para la gente”.
Durante el trayecto hasta Sevilla, María del Pilar sufrió una parada cardiorrespiratoria que la mantuvo al borde de la muerte durante 12 minutos. Los médicos lograron estabilizarla. Llegó a la capital andaluza pasadas las cuatro de la tarde. La operaron de noche. Durante su estancia en la Unidad de Cuidados Intensivos (UCI) su estado empeoró y su cerebro dejó de tener actividad. Murió ocho días después de haber sufrido el infarto cerebral.
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Jaén no cuenta con unidad de ictus
De las ocho provincias andaluzas sólo Jaén no cuenta con una unidad de ictus en sus hospitales. Cada una de ellas tiene entre seis y ocho camas para pacientes. Para llegar a la recomendación de la UE (una cama de unidad de ictus por cada 100.000 habitantes), en la región se necesitan en torno a una “veintena más de camas por todo el territorio”, afirma Montaner.
El neurólogo asegura que en diciembre estará operativa la unidad de Jaén y que en los próximos meses se va a poner en marcha el Centro Andaluz de Teleictus. Consiste en un novedoso sistema a nivel regional que cuenta con un neurólogo de urgencias por cada provincia. Cuando se produzca un infarto cerebral, este especialista podrá ver recibir en su lugar de trabajo los resultados del TAC cerebral o de los análisis de sangre a los que se ha sometido el paciente.
Una vez hecha esa primer valoración, aunque el enfermo esté en Huelva, la provincia más occidental de Andalucía, y el médico en Almería, la más oriental, se decidirá a qué centro hospitalario se deriva. Para ello se incluirán en esa red de atención de personas que han padecido un infarto cerebral un total de 25 hospitales comarcales y los Centros Hospitalarios de Alta Resolución (CHARE).
“Allí se les dará esa primera atención médica tan necesaria. Calculamos que daremos cobertura a 3,5 millones de andaluces que antes la tenían mucho más lejana [Andalucía cuenta con 8,4 millones de habitantes]”.
14 veces más de muertes que los accidentes de tráfico
El ictus es la principal causa de fallecimiento entre la población femenina en España, aunque tiene mayor incidencia entre los hombres. En 2016 perdieron la vida casi 16.000 españolas debido a un infarto cerebral, según datos del INE. Esta cifra de muertes es más del doble que las que produce el cáncer de mama y hasta 14 veces más que las causadas por los accidentes de tráfico.
El sedentarismo, la tensión alta, la mala alimentación y hábitos de consumo como el tabaquismo o la alta ingesta de alcohol aumentan el riesgo de padecer un ictus. Otros como la edad también juega un papel determinante a la hora de sufrir esta enfermedad. Hay mayor riesgo entre la población de más de 60 años.
"En Andalucía debemos exigirnos mucho más. En los próximos años será posible que Sevilla y Huelva dejen encabezar las cifras de muertos por ictus en España", asegura Joan Montaner.