Usted es posible que haya elegido los patinetes Lime –los verdes, para entendernos–. Al fin y al cabo, fueron los primeros en ‘aterrizar’ en Madrid y son los más numerosos. Su hijo, quizás, se ha decantado por los de Voi, los naranjas, algo más ligeros. Por qué no, pensará. Y su esposa, aunque sea por llevar la contraria, puede haber optado por los de Bird o los de Wind, los últimos en llegar a Madrid. Realmente, poco importa. La economía familiar se va a resentir igual con unos o con otros. El coste, en todos los casos, es el mismo: un euro de desbloqueo y 15 céntimos por minuto. Eso, hasta ahora. Porque Eskay, primera empresa española que operará en la capital, apuesta por revolucionar el sector con sus precios: sólo va a cobrar por el tiempo de uso (0’15 céntimos minuto), pero no por coger el patinete (lo que llamamos desbloqueo). El 'low cost' también llega al mundo patinete.
“No puede ser que alguien tenga que pagar cuatro euros de ida y otros cuatro de vuelta para ir al trabajo cada día”, apuntilla Emilio Santías, cofundador de la compañía, en conversación con EL ESPAÑOL. A su alrededor, en la oficina, descansan un centenar de cajas y patinetes listos para echar a rodar. No permiten que se graben códigos ni números de serie. Todo es top secret hasta el lanzamiento. Eskay tendrá el permiso para probarlos en Madrid en los próximos días y, en un par de semanas –están pendientes de la licencia–, desplegarán toda su flota -aunque estaban preparados para salir en agosto. ¿La diferencia? “El precio, pero también la calidad. Los nuestros son más cómodos, más seguros (cuentan con dos frenos de disco), ruedas inflables… Valen cuatro o cinco veces más que los de la competencia”, explican los empresarios. Sin embargo, son más baratos.
Esa es la apuesta de estos tres empresarios unidos por casualidad. Emilio Santías (Úbeda, Jaén, 1981) y su hermano José Antonio (1983) son las dos primeras patas de Eskay. Ellos fueron los que pensaron en crear su propia marca de patinetes. No les asustaba emprender. Ya lo habían hecho en otras ocasiones y lo llevan en su ADN (su familia tienen una compañía dedicada a la agricultura y el aceite en su tierra). ¿Y qué hicieron? Acudir a la tienda de Juan Jiménez (Madrid, 1970), el tercero en liza. Se conocieron, llegaron a un acuerdo y se pusieron manos a la obra. “Hablamos mucho y dijimos: ‘¡Adelante!’”.
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Ahora, los tres se dedican íntegramente a Eskay. Juan, informático de profesión, ha dejado su tienda (Se rueda, se llama) en manos de su mujer. “Montar una empresa es fácil, pero una de esta envergadura, no lo es tanto”, confiesa en conversación con EL ESPAÑOL. Él aporta su experiencia en lo tecnológico y lo estructural (es presidente de la Asociación de Movilidad Personal de Madrid). Emilio Santías y su hermano, en cambio, son los encargados de hacer números. “Hemos aprendido de todo en estos meses, pero sobre todo somos expertos en finanzas”.
Su apuesta es arriesgada. Eskay va a competir en un mercado salvaje. En Madrid hay operando, ahora mismo, cuatro empresas, pero está previsto que lo hagan hasta 10 en los próximos meses. La mayoría, con más capital. Lime, por ejemplo, estadounidense fundada en 2017, pertenece a Uber (compañía de taxis VTC) y Alphabet (el conglomerado al que pertenece Google). “Ellos han levantado la compañía invirtiendo 1.000 millones de dólares”, apuntilla Emilio. Bird, una de las últimas en llegar, está valorada en 2.000 kilos. Y Voi y Wind, aunque más pequeñas, han aterrizado en Madrid tras extenderse en Estocolmo (Suecia) y Alemania respectivamente. A estas se les sumará Movo, lanzada por Cabify, próximamente.
Eskay cuenta, de primeras, con menos inversión que el resto. Su capital es 100% patrio. La compañía pertenece a Juan, Emilio y José Antonio. “Somos los más españoles porque, aunque los patinetes vengan de China (como el del resto de compañías), la tecnología es de aquí. En concreto, la han desarrollado dos empresas: una de Vitoria y otra de Valencia”. Esa es una de las cosas que diferencia a esta empresa del resto. ¿La otra? No van a tener ‘cazadores’ de patinetes. Es decir, ni hunters (nombre que le da Voi a los suyos) ni juicers (los de Lime). Nada de autónomos que carguen los vehículos por la noche (que pueden llegar a ganar hasta 5.000 euros, como Karel). “No, nosotros pensamos que eso de la economía colaborativa va encaminado a precarizar los puestos de trabajo, así que contrataremos una empresa que lo haga”, explican.
Un paseo con Eskay por Madrid
Juan, Emilio y José Antonio llegan al encuentro con EL ESPAÑOL subidos en sus patinetes. “Nosotros no usamos otra cosa”. Tienen dos oficinas. Una de ellas, la utilizan como almacén; la otra, como oficina (aunque las cajas y vehículos, a la espera del lanzamiento, están por todos lados). Quieren hacer una prueba. ¿Por qué coger un Eskay (más allá del precio) y no uno de otra marca?, nos retan. Las diferencias, de primeras, se notan. Tienen dos frenos (la mayoría cuentan tan solo con uno), amortiguación y más vatios. Es decir, pueden ir más rápido (aunque la normativa de circulación les obliga a no superar los 30 kilómetros/hora y a circular por la calzada). Llueve en Madrid, pero no se atisba peligro al rodar en uno de ellos. “Y al no venir prefabricados de China, podemos incluir mejoras con mayor rapidez. Tenemos alguna sorpresa preparada”, reconocen, sin adelantar sus planes.
Pero bien, ¿cómo puede ser que unos patinetes, en teoría, más caros (según afirman) vayan a ser más baratos de usar? ¿Dónde está el truco? “Simplemente, nos conformamos con ganar menos dinero siempre que nuestros clientes aprecien nuestro producto”, sentencia Emilio. Esa es su estrategia. ¿Ganadora o no? Se verá próximamente. “Somos muchos tratando de tener los nuestros en Madrid, pero también creo que en los próximos meses nos vamos a quedar la mitad”, se atreve a aventurar Juan, cruzando los dedos.
Saben que la competencia les va a llegar desde fuera, pero también desde dentro. Eskay no es la única empresa española que ha decidido invertir en patinetes. Hay muchos otros interesados. Koko, por ejemplo, ya opera en Zaragoza. Sus patinetes naranjas, como los de Eskay, tienen la misma estrategia: sólo cobran por su uso y no por el desbloqueo. Eso sí, todavía necesitan tiempo para llegar a Madrid, según confirman a EL ESPAÑOL. “Nos hace falta inversión, aumentar nuestra flota aquí, donde están funcionando bastante bien… Igual en un mes y medio o dos meses podemos aparecer por la capital”, avanzan.
UFO, de Sevilla a la conquista de Europa
A priori, su gran competencia nacional correrá a cargo de UFO. La empresa sevillana empezó operando en Barcelona, pero su viaje fue efímero. La normativa del ayuntamiento, que prohíbe su uso, hizo que tuvieran que retirar toda su flota. Ahora, sus esfuerzos pasan por ‘aterrizar’ en Madrid. “Las conversaciones están avanzadas y podríamos salir a rodar el próximo mes”, confirman desde la compañía a EL ESPAÑOL. Su estrategia, sin embargo, es muy similar al del resto de empresas del sector: tendrán chargers (cargadores) autónomos, cobrarán un euro por el desbloqueo y 15 céntimos por su uso. El plato fuerte, apostillan, “vendrá de la mano de la estrategia de marketing y de alguna sorpresa”.
UFO es el sueño de dos millenials. En concreto, de Víctor Valencia, colombiano afincado en Sevilla desde hace siete años, y de Mario Marín (Sevilla, 1990). La idea de crear su propia marca de patinetes les empezó a rondar la cabeza en un viaje que hicieron a Estados Unidos. “Estuvimos en California y vimos que aquello se iba a convertir en un boom que iba a cambiar la movilidad. Veías a mucha gente joven con ellos, pero también a otro tipo de público. Entonces decidimos que podíamos exportar aquello a España”, explica el propio Mario.
Ambos, sin superar la treintena, lo dejaron todo para impulsar UFO. Víctor Valencia se dedicaba al comercio electrónico de viajes para estudiantes y Mario hacía lo propio vendiendo gafas online. Los dos abandonaron sus proyectos para dar a luz su compañía de patinetes. “La primera barrera que nos encontramos fue la tecnológica y la segunda, como cualquier startup, la financiación”. Y en esas están ahora, buscando implantarse no sólo en Madrid, sino también en otras capitales europeas. “En seis meses queremos estar en algunas de las principales ciudades”, aventuran en conversación con EL ESPAÑOL.
Antes, ellos, Eskay y muchas otras se encontrarán en Madrid. “Está siendo el lugar de prueba para este tipo de movilidad”, reconocen. Para lo bueno y para lo malo. En la capital, todas ellas, tienen ante sí el principal mercado de España. Con sus problemas, como la oposición de una buena parte de la población (los #apartinetes), pero también con las ventajas que les ofrece un ayuntamiento “que ha decidido apostar por este tipo de movilidad”. Con dinero por desbloqueo (o no), la ‘carrera’ de todas ellas por liderar el mercado ha empezado. En apenas un año, se atisbarán los ganadores. Entonces veremos...
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