"Me pidió que no lo hiriese, que lo matase". Salvador Rodrigo creyó haberlo sido todo para María Jesús Moreno Cantó, alias Maje: creyó haber sido su amante, creyó haber sido el amor de su vida y creyó, también, haber obrado correctamente al asesinar a Antonio Navarro Cerdán, el marido de esta particular y calculadora viuda negra. Fue tan solo un espejismo del que ahora empieza a despertarse. En realidad, Salva fue, para Maje, una suerte de esclavo para todo, un hombre al que recurrir para que le hiciera los recados, hasta los más truculentos. Un hombre al que convirtió en el asesino de su marido. Y ahora, cuando se ha percatado de todo ello, Salva ha dejado de encubrirla.
El viernes, día 9, Salva se sentó ante el juez para declarar sobre el crimen. Para cambiar su versión en torno a los hechos. Para poner, por primera vez, a Maje en el disparadero. Según su declaración, a la que ha tenido acceso EL ESPAÑOL, el autor del asesinato de Antonio Navarro apunta por primera vez a la mujer de la que estuvo enamorado y por quien lo dejó todo.
Salva dice que le comió la cabeza, que lo planeó todo y que ha decidido hablar porque está arrepentido. Entre lágrimas, Salva se derrumbó ante el juez de la sala 15 de los juzgados de Valencia, el que lleva la instrucción del caso.
Desde que fue detenido, Salva ha pasado los últimos meses solo en la cárcel de Picassent. Aislado, sin contacto con prácticamente nadie, ha debido reflexionar sobre sus actos, los que ya se conocen y se recopilan como el caso del crimen del ingeniero, la profesión que desempeñaba el hombre con el que Maje se había casado.
Mientras tanto, en otro módulo, pero en la misma prisión, Maje ha seguido con los tejemanejes, con los flirteos y con sus estrategias dentro de la cárcel. Ahora, su amante, recadero y asesino ha decidido hablar y cambiar su versión de los hechos. Quizás al percatarse de que no había sido más que un mero objeto en manos de la viuda negra de Patraix (Valencia).
A las diez de la mañana del viernes, llegó escoltado a los juzgados. Se rompió nada más comenzar, advirtiendo acaso los escombros de su proyecto de vida, del matrimonio que tenía y de la vida feliz que había llevado hasta aquel momento. Tuvo que enfrentarse de nuevo a los mensajes, a las cartas, a los flirteos con los que Maje logró convencerle de sus propósitos más oscuros:
"He pedido declarar porque estoy cansado de proteger a María Jesús y cargar con la muerte de Antonio. No puedo más. Estoy muy arrepentido y pido perdón a toda la familia.
Era María Jesús quien quería que matar a Antonio. Ella me comió la cabeza durante tres semanas. Me convenció para que fuera yo quien lo apuñalara y lo consiguió. Me dijo como tenía que matarlo y me pidió que lo acuchillara en la plaza del garaje".
"María Jesús lo preparó todo"
Salva recurre aquí a las cartas con las que Maje sedujo al que también era su compañero de trabajo. En ellas, finge que se ha enamorado y le empieza a escribir cartas de amor. Él le corresponde entregándole en mano sus propias misivas cuando se cruzan en el hospital, un acto furtivo, propio de dos adolescentes enamorados.
Ambos trataron de ocultar la relación a sus compañeros de trabajo. Maje no quería que nadie la relacionase con el auxiliar. Él, porque estaba casado y su esposa, Inmaculada, también trabajaba en el mismo centro como supervisora. Un auténtico dilema ideado por la mente fría y calculadora de Maje para, después, convencerle de cometer el crimen y acabar con la vida de quien era entonces su marido.
"Me decía que no tenía que fallar que tenía que matarlo antes del aniversario de su boda. Me pidió que no lo hiriese, que lo matase.
María Jesús lo preparó todo. Me llamó la noche de antes y me dijo que el coche de Salvador estaba en el garaje. Me dijo que tenía que ir a primera hora de la mañana y que ella no podía estar porque tenía guardia en el Hospital Católico de Valencia".
Efectivamente, Salva mata a Antonio Navarro el 16 de agosto en torno a las diez de la mañana. Lleva allí desde las 7:30 esperando. Antonio entró en el garaje para coger su Peugeot 208 blanco. Salva esperaba agachado entre varios vehículos. Salva le asaltó entonces por la espalda asestándole ocho cuchilladas. La muerte fue instantánea. Después, Salva huyó del parking por la rampa de acceso. A los pocos minutos, se registró una llamada desde su teléfono al teléfono de Maje.
Ella, entretanto, desentendida de todo aquello, se terminaba de desperezar tras pasar una agradable velada con su otro amante. Antonio le dijo que quería verla esa misma tarde. A las tres de la tarde, quedaron y él le informó de que ya estaba, de que había asesinado a Antonio y que se había deshecho del arma del crimen. Ese cuchillo apareció meses después, en una fosa séptica que había en su chalet, en Riba-Roja, días después de que la trama cayese y tanto él como Maje fuesen detenidos. La prueba era ineludible.