Almería siempre fue diferente: una provincia olvidada por el centro del poder, relegada a la esquina territorial, que emanaba prosperidad por acción propia al calor del mármol y del mar de plástico, se ha convertido en la llave política de Andalucía. Sus 262.212 votantes han aupado a la ultraderecha al Parlamento andaluz, con más de un 16% por ciento de apoyo, pero en lugares como El Ejido, Vox ha sido la opción elegida por más del 29% de los electores. En una tierra tradicionalmente de derechas, feudo del PP, la única en toda la comunidad la que el partido de Pablo Casado ha sido la decisión mayoritaria, ¿cómo se explican estos resultados? ¿Ha ido Almería siempre a contracorriente?
“El sentimiento de agravio en Almería es muy hondo”, afirmaba el sociólogo del Centro de Análisis y Documentación Política y Electoral de Andalucía (CADPEA) Ángel Cazorla. “Para entender Almería hay que entender su evolución socioeconómica. Los invernaderos han alterado su comportamiento político tradicional: no es lo mismo la Andalucía agrícola tradicional que la del poniente almeriense”. De unos labradores pobres en una provincia desértica que alcanzaron la riqueza lejos de Sevilla y de la Junta.
En El Ejido, centro de referencia del cultivo hortofrutícola en invernadero, la economía no se entendería sin el plástico: por los empresarios -en su mayoría, pequeños propietarios organizados en cooperativa- y por la mano de obra -jornaleros, inmigrantes-. Han pasado casi dos décadas desde que todo estalló, con revueltas en las calles. Eran los primeros compases del siglo XX cuando los disturbios racistas tomaron esta población almeriense. Hubo dos muertes y un caldo de cultivo para la derecha radical que no ha hecho sino aumentar.
“La herida no está cerrada. Nos llamaron racistas todas las televisiones sin conocer. Tienes que convivir con la inmigración para comprender lo que está pasando y lo que están viviendo los almerienses”, opina Antonio Jesús Artero, un joven guía turístico almeriense y estudiante de Historia del Arte. Lo cierto es que. según datos del INE de 2017, sólo Alicante tiene más extranjeros empadronados que Almería, proporcionalmente. Y lo hace en tan sólo unas décimas: la provincia almeriense tenía un 18’7% de población extranjera, frente a la media española, de 9,5%.
El Ejido, una de las rentas per cápita de las más altas
La zona de El Ejido y de los invernaderos, a apenas media hora de distancia en coche de la capital, ha concentrado en los últimos años “una de las rentas per cápita de las más altas de Europa”, afirma Cazorla. El Ejido, además, tiene un índice de paro según la EPA del 12,8%, por debajo de la media española y andaluza. En cada esquina había una joyería de alta gama, un concesionario de lujo. De repente. “Es la provincia más conservadora de Andalucía, sin lugar a duda”.
Esa imagen, real y basada en datos oficiales, es rechazada, sin embargo, por los propios productores. En Almería hay entorno a 20.000 agricultores. Son, en su mayoría, cooperativas y empresas familiares. “Eso es, sobre todo, la gente que se sale mucho de lo normal. Pero el camino no pasa por ir con un Mercedes de 100.000 euros”, despeja el balón José Antonio Fernández, presidente de la Mesa del Agua de la provincia, una asociación que aglutina los usuarios de agua de riego: empresarios agrícolas y regantes, principalmente. “Depende de en lo que te gastes el dinero, claro. Yo he llegado a mi finca y he visto a mi trabajador con un Mercedes y yo con mi Nissan”, apuntala. “Pero sí, estamos moviendo mucho dinero. Tenemos una economía muy dinámica”.
“No vamos por campañas en los invernaderos, sino que si tienes un problema con un cultivo lo quitas y pones otro”, detalla Fernández, empresario agrícola. “Aquí la campaña son los 12 meses, prácticamente. Un mínimo de 10 meses, quizás. Hay un 15 ó 20% de agricultores que cultiva todo el año”. Porque, desde que se descubrió lo propicia que era la tierra para cultivar bajo plástico, el negocio fue imparable. “Se prohibieron los invernaderos en los años 80 por la Junta, pero el boom era tal que no se cumplió. La gente había visto el porvenir, el poder vivir bien. Trabajo, casa, vida estable. Antes no pasaban hambre, pero sólo se subsistía, ahora hay una agricultura de mercado y se puede vivir bien, bien”.
A la izquierda se la asocia “con parálisis y zancadilla”. Al PP, “con quien nos deja trabajar, que hay más prosperidad”. Y será difícil que cambie, puesto que incluso los trabajadores en los cultivos, que apenas superan el mileurismo, va a votar a la derecha porque “quiere seguir así”.
Industria del mármol
Similar pensamiento inunda la industria del mármol, que tiene muy frescas aún la crisis económica de los años 90 y la que aún colea. “A Macael lo cogió fatal en su momento, muy mal: todas las empresas, incluida Cosentino [el buque insignia de la piedra almeriense, que facturó el año pasado 901 millones de euros], estuvieron al borde de la quiebra”, relata Antonio Sánchez, presidente de los empresarios de la zona . “Yo llevo en mi cuerpo dos crisis y te hace ser conservador sí o sí. Has visto cómo has pasado con todo lo que tienes por un precipicio. La experiencia obliga”.
El cóctel se complementa con la dejadez de las infraestructuras por parte de los gobiernos. Malas carreteras, retrasos indebidos en las obras públicas, un aeropuerto con precios prohibitivos, sin siquiera tren en la capital de la provincia. “Almería, por la propia vertebración del espacio en Andalucía, ha tenido cierto sentimiento periférico. Huelva, que también se sitúa en el extremo de la región, está al menos cerca del centro de decisión, Sevilla, y su influencia”, dibuja Cazorla.
“La gente de Almería se siente más de Murcia que de Andalucía. Esa proyección económica ha alterado alguna de las bases tradicionales en la adscripción partidista, que va unido a un cambio diferencial con respecto a sus vecinos”, analiza el experto. Y en la evolución electoral de Andalucía se aprecia, perfectamente, “cómo, según aumenta la renta, aparecen los feudos de la derecha”. Aquí, provincia de ricos, ha nacido la ultra.