Laura Luelmo tenía miedo de un vecino que la observaba desde la casa de enfrente. Y que lo hacía constantemente. La mujer, todavía en paradero desconocido, le contó varias veces a su novio que se sentía vigilada por el inquilino de la casa de enfrente.
El hombre, según ha detallado Espejo Público, sacaba la silla al portal y se sentaba allí a observarla desde la distancia. Se trata del inquilino de la vivienda número 1 de la calle Córdoba, en el Campillo (Huelva). El hombre, de aspecto desaliñado, causaba inquietud en la joven de 26 años de edad.
Esta información fue la que le contó a su novio y que ahora ha sido revelada. El vecino en cuestión, en cuyo poder obraba un Alfa Romeo, es un agresor sexual condenado por asesinato. Un reincidente. A la vez que la desaparición de Laura, coincide la desaparición de este hombre del pueblo. No obstante, según el medio regional Diario de Huelva, la Guardia Civil sí que contactó con este individuo "al menos dos días después" de la desaparición de Laura.
Agresor sexual condenado por asesinato
El hombre abandonó hace un mes la cárcel, donde cumplía condena por dos delitos. Laura Luelmo llegó hace dos semanas de su Zamora natal, en la otra punta de España, para cubrir como interina una sustitución dando clases de Plástica en el instituto de Secundaria Vázquez Díaz del vecino municipio de Nerva, a 8 kilómetros de aquí.
El azar la llevó a alquilar la casita del número 13 de la calle Córdoba, justo frente de una vivienda pequeña y descuidada, la del número 1, donde vivía desde hace menos de un mes L.
Este nuevo vecino acababa de salir de prisión, donde cumplía dos condenas: una, de 15 años, por asesinar a puñaladas a M.C.M.C., una mujer en el cercano pueblo de Cortegana en el año 2000, a la que había robado; otra, de tres años, por asaltar con un cuchillo a S.H., una vecina de El Campillo en abril de 2008, en un aparente intento de violación, mientras disfrutaba de un permiso penitenciario durante el cumplimiento de la pena por el crimen anterior.
Laura está desaparecida desde la tarde del pasado miércoles. Decenas de voluntarios siguen buscando el cuerpo de Laura. Su marcha voluntaria está descartada y la posibilidad de un accidente mientras paseaba no se sostiene, dicen los vecinos, porque los caminos no son abruptos.
Nada ni nadie avisó a la profesora de que había venido a vivir frente a un agresor reincidente de mujeres. La señal del móvil de Laura, desde el que habló por última vez con su novio a las cuatro de la tarde del miércoles, se pierde a nueve kilómetros al norte del pueblo, junto al pantano de Campofrío, donde la buscaban este domingo agentes de seguridad y voluntarios. Si alguien la hubiera metido en un coche y hubiera huido con ella, viva o muerta, hacia el norte, habría tenido que pasar por aquí, por la carretera que lleva a Aracena.