Una cama desordenada, con las sábanas levantadas, el colchón a la vista, las cosas desperdigadas por doquier, la mesa sin recoger. Como si alguien se hubiera tratado de marchar de forma precipitada del lugar. Es la escena que se encontraron los agentes de la Guardia Civil esta misma mañana, cuando registraron la casa de Bernardo Montoya, 50 años de edad, detenido ya como principal sospechoso del crimen de Laura Luelmo.
EL ESPAÑOL ha tenido acceso a una imagen del interior de la casa del sospechoso. La vivienda, un pequeño edificio encalado, de color blanco, era el hogar de Bernardo desde hace un mes. Fue entonces cuando llegó a El Campillo a vivir, según ha podido saber este periódico a través de distintos vecinos de la zona. Era ya su nuevo domicilio. Un hogar que su padre, el dueño de la vivienda, había remodelado y rehabilitado meses atrás. Pocas semanas después la profesora de 26 años de edad se iba instalar justo enfrente. Desde que llegó, no le quitó el ojo de encima.
No obstante, resulta importante aseverar lo que recalcan a los medios las fuentes de la investigación: que aún no hay pruebas definitivas de que Bernardo sea el autor del crimen de Laura.
Desde la puerta de su casa, en el número 1 de la calle Córdoba, en El Campillo (Huelva), Bernardo Montoya colocaba su silla y se sentaba a observar. A observar, concretamente, a una joven profesora de 26 años que se acababa de mudar justo a la vivienda de enfrente, en el número 13 de la misma calle. A observar los movimientos de Laura Luelmo.
Ambas casas están separadas apenas por un trecho de unos pocos metros. La de Bernardo se encuentra situada en una pequeña plaza. La casa a la que Laura se mudó está situada algo más abajo, descendiendo la misma calle. El 4 de diciembre llegó al pueblo desde su Zamora natal.
El talento que había desplegado como artista era innegable: hubo colas para admirar su obra en la Biblioteca Nacional. Ahora, se había instalado en la pequeña localidad onubense con el cometido de cubrir una baja y de convertirse en maestra en el IES Vázquez Díaz de Navas de aquello que mejor se le daba: el arte. Apenas llevaba 20 días en el lugar. Los vecinos apenas habían llegado a conocerla.
Noche de terror en Cortegana
A los pocos días de instalarse en el pueblo, Laura Luelmo advirtió que había un vecino unas casas más abajo que le resultaba inquietante. Un tipo en el que uno no puede confiar.
Bernardo Montoya fue detenido, según relatan fuentes policiales a EL ESPAÑOL, cuando estaba tratando de huir. Los investigadores llevaban siguiéndole desde el primer momento. Pero fue esta misma mañana cuando detectaron en él "una actitud sospechosa".
El hombre conducía su Alfa Romeo por una de las carreteras locales cuando diversos agentes, en un control policial, le dieron el alto. En ese momento, Montoya bajó del vehículo y echó a correr. Entonces se le detuvo.
Esto se une a las sospechas tanto de distintos vecinos como a lo revelado a los agentes de la investigación por el novio de la víctima. Según han publicado estos días distintos medios, Laura Luelmo tenía miedo del vecino, que la observaba desde la casa de enfrente. Lo hacía constantemente.
En los pocos días que llevaba en el lugar, la mujer había relatado esta situación en diversas ocasiones a su novio: le contó que se sentía vigilada, que el inquilino de una de las viviendas cercanas salía a la puerta de casa y no la dejaba de mirar.
A todo esto se suma ahora el historial delictivo de un hombre de pelo rizado y barba grisácea, de varios días. Dos meses antes del crimen, Bernardo Montoya sale de la cárcel, donde cumplía condena por un robo con violencia.
No era la primera vez que este individuo estaba en la trena. Ya había cumplido una condena por un asesinato cometido en el año 1995. Sus otros antecedentes: allanamiento, obstrucción a la Justicia, quebrantamiento de condena, robos con violencia. Su primer ingreso en prisión, año 1994.
EL ESPAÑOL ha tenido acceso a la sentencia con la que la Audiencia Provincial de Huelva condenó a este hombre por asesinar a una mujer de 82 años. El documento data del 5 de noviembre de 1997.
El 13 de diciembre de 1995, dos años antes, Bernardo entró en la casa de una anciana de Cortegana (Huelva), el pueblo en el que vivía con su familia. La mató de varias puñaladas en la espalda. Luego le rajó el cuello con un machete. La mujer era uno de los testigos que iban a declarar en un juicio por robo contra Montoya.
En 2005, Montoya ya estaba fuera de la cárcel. Su familia, procedente de Badajoz, vivía en Cortegana desde los 90. Este y otros crímenes, cometidos por él y por otros miembros de su entorno, propiciaron a viciar el ambiente en este pequeño pueblo. En el 2001, su hermano gemelo Luciano -con el que se ha confundido ahora al sospechoso- fue detenido por el asesinato de una mujer de 36 años. Posteriormente, fue condenado y en la actualidad se encuentra en prisión.
Bernardo, ahora detenido por el crimen de Laura Luelmo, estuvo también implicado, en enero de 2005, en la muerte del joven Mateo Vázquez, un suceso en el que también se vieron involucrados diversos miembros de su entorno. Fue una auténtica tragedia que todavía hoy los locales recuerdan. Aquello desató toda una guerra de familias en el pueblo.
El asesinato de la anciana en 1995 marca el inicio del historial de Montoya. 23 años después de aquello, el lunes 17 de diciembre, fecha también cercana a la Navidad, aparece un cadáver en el kilómetro 166 de la carretera N-435. En el cuerpo sin vida, con evidentes signos de violencia, se advierte un tatuaje. El detalle resulta revelador y confirma la tragedia más amarga y menos deseada: se trata del cuerpo de Laura.