La historia se ha vuelto a repetir en menos de una semana. En la imagen que ilustra este reportaje pueden ver a David Álvaro Verduras, de 44 años, condenado por asesinar a su expareja, también en la foto, en el barrio de Fuencarral (Madrid) en 2007 a 20 años de prisión. Este criminal había salido hace unos días del Hospital Psiquiátrico Penitenciario de Alicante con un permiso ordinario para celebrar las fiestas de navidad con su familia. Algo equívoco. Volvió a Madrid para buscar a su próxima víctima, María, e intentar acabar con su vida, en el mismo barrio en el que acuchilló 34 veces a su ex, Mónica Tejedor Gómez hace 11 años.
Ocurrió el pasado 13 de diciembre, David Verduras utilizó el mismo modus operandi que con su anterior víctima: la intentó matar a puñaladas, en concreto seis, todas ellas en órganos vitales. El asesino había quedado con la joven de 26 años en la calle de Ramón Gómez de la Serna, en Fuencarral. Y poco después, intentó matarla con un cuchillo que guardaba en el bolsillo trasero del pantalón. Pero la víctima, por suerte, pudo huir.
Dos días antes de que esta joven fuera apuñalada, la zamorana Laura Luelmo, de 26 años, desaparecía en El Campillo (Huelva) después de haberse instalado hace una semana allí para ser profesora de Plástica en un instituto de un municipio cercano. Seis días después, encontraban su cadaver. Su asesino, Bernando Montoya, la agredió sexualmente y la mató de un golpe, y la dejo en unos matorrales.
Montoya -también- había salido en octubre de la cárcel tras cumplir una condena de dos años y diez meses por dos robos con violencia. Antes, había cumplido otra condena de 17 años y nueve meses por asesinar a una anciana de 80 años.
La segunda víctima sí logró escapar
La segunda víctima de David Verduras sí logró escapar, ensangrentada, hasta el rellano de un portal cercano donde los vecinos llamaron al Summa, tras lo que fue evacuada al Hospital de La Paz, donde fue ingresada con pronóstico grave y donde a día de hoy sigue, aunque, según las fuentes consultadas por este diario, la joven evoluciona favorablemente.
Su agresor, en cambio, huyó a pie por la calle mientras llevaba el cuchillo entre sus manos. Una vez consciente, la víctima informó a la Policía de cómo era David Verduras, y el pasado lunes, 17 de diciembre, los agentes lo detuvieron en el Hospital 12 de Octubre, donde había llegado tras sufrir una intoxicación por consumo de drogas. Había cumplido 11 años de la condena.
Ayer, Ángela, Mamen, Conchi y Merce, la madre y las tías de Mónica Tejedor Gómez, de 27 años, la primera víctima de David Verduras, de la familia de los rubiales en el barrio de Fuencarral, revivían más que nunca el dolor que sintieron cuando perdieron a su "niña especial" un día de verano hace ya 11 años.
Reciben a EL ESPAÑOL en el domicilio familiar el mismo día en el que leen, escuchan y ven por el televisor que el asesino de Mónica había estado en la calle y había intentado matar a otra mujer: "Qué hijo de puta"; "qué lo maten"; "qué lastima no haberlo sabido para salir a matarlo", dicen con incredulidad e impotencia estas cuatro mujeres en el momento en el que "más presente tienen" a su Mónica.
Con voz roca, consumida por el tabaco, mientras fuma un pitillo tras otro, la madre de Mónica, Ángela, ni siquiera tiene fuerzas para hablar. "Le ha hecho lo mismo que a Mónica, pero ha tenido más suerte, menos mal", cuenta a este diario. La familia siempre ha conocido cada paso que David Verduras daba. "Lleva acumulando permisos desde hace tiempo, estuvo de permiso casi dos meses este verano", dice Conchi, conteniendo las lágrimas. Pero, en esta ocasión, no sabían que el asesino andaba por Madrid.
La Audiencia Provincial de Madrid, que condenó a 20 años de prisión a David Álvaro Verduras en un centro penitenciario psiquiátrico, tras ver probado el jurado que tenía un trastorno psíquico, siempre suele comunicar el paradero del criminal a la familia. En este caso, no ha sonado ningún teléfono ni han recibido mensaje alguno. Aún así, tienen claro algo: ir a ver al hospital a la víctima, unir fuerzas con su familia y luchar para que el rubiales no vuelva a ver la luz del sol en su vida.
"Yo también oigo voces"
"¿Por qué le han dejado salir solo si está loco?; ¿No tendría que ir acompañado de alguien? Su familia es la responsable, tendrían que haberse hecho cargo de él. Lo internaron porque decía que escuchaba voces. Yo también las oigo y aquí estoy", dice la madre de la asesinada, quien lleva tomando medicación para dormir desde al muerte de su hija, al igual que sus hermanas.
Desgraciadamente, como tantas otras, la historia de Mónica también es trágica. Había vuelto de vacaciones el 27 de agosto de 2007, lunes. Ella trabajaba ayudando a su tía Conchi en su tienda de ropa, debajo de su casa, en la calle de Islas Bermudas. Toda la familia vivía y todavía vive en lo que ellos llaman "el pueblo de Fuencarral".
Hacía un tiempo había mantenido una "relación superficial" con David, su vecino del barrio, que vivía en el bajo del número 12 de su misma calle, según se desgrana en la sentencia a la que ha tenido acceso EL ESPAÑOL, pero Mónica decidió dejar esa relación y simplemente ser amiga del que poco después la mataría, algo que ni siquiera imaginaba. Seguían paseando sus perros todos los días en el descampado que tenían al lado de casa, pero el no quería eso, quería más. Dos días después de que su futura víctima llegará de vacaciones, ya había tenía trazado todo el plan para acabar con ella.
29 de agosto de 2007. Mónica sale de casa sobre las 11.00 horas, tal vez un poco antes de lo normal porque tenía que ir a trabajar a la tienda de su tía Conchi. Desde su ventana, un vigilante David, observa el número 3 de la calle donde vive su ex, esperando a que llegue el momento en el que saque a sus dos perros para pasearlos en el descampado.
La joven de 27 años camina hacia el descampado donde suele ir siempre y una vez allí, David llega después con su perro. En ese momento, empiezan a hablar sobre sus perros. Un vecino del barrio, Javier, pasa por el descampado donde solo les ve a ellos dos hablando. Javier saluda, Mónica le responde y David se gira y se pone a hablar con los perros. Eran las 11.15 horas. Cuando este vecino sube a casa y vuelve a salir para comprar y pasa por el descampado, de nuevo, ya había pasado todo.
Murió en 15 minutos
Un instante después, David se acercó más a ella y le asestó un total de 34 puñaladas: 10 en la cabeza, cara y cuello, tres en el abdomen, dos en las manos -en lo que Mónica intentaba defenderse- y tras esto, otras 19 en la espalda, de las cuales 13 le afectan directamente los pulmones, los riñones y baño. David le cosió a cuchillazos porque ella no quería volver con él. "Ella murió en quince minutos, nada se pudo hacer", revela su madre.
Los perros de Mónica le atacaron pero solo le provocaron heridas en las piernas, no pudieron pararle. Cuando Javier llegó al descampado, vio al cachorro ensangrentado y a la Policía Municipal. Llamo a Conchi para informarle de lo sucedido: "Ven Conchi que ha pasado algo muy grave". Cuando ella llegó al descampado, andaba preocupada por que los perros de su sobrina podían haberle hecho daño a alguien. En parte, era cierto, pero tal vez esta mujer, tras enterarse de lo que ocurrió, desease una y otra vez que ese daño se hubiese triplicado por cuatro.
Otra vecina del barrio vio directamente como el asesino golpeaba a Mónica. "Oyó unos ladridos de perro y a continuación, un grito de una mujer. Ella se defendía con los brazos. No paro de golpearla hasta que cayó al suelo y dejó de gritar, después el se marchó con los perros", dijo la testigo en el juicio.
David huyó hacia su casa con las rodillas ensangrentadas, un vecino también lo vio. Una vez llegó a su casa, se duchó, se cambió y se fue a casa de su abuela, donde le raparon el pelo. Todo estaba preparado para que se marchase. Y lo logró, pero solo dos horas, los vecinos le encontraron.
"Todos los vecinos querían matarle"
Querían matarle, dándole una paliza. Esto último sí lo consiguieron, pero "alguien llamó al 091", cuentan las tías de Mónica. "Los policías llegaron a tiempo porque los vecinos, sus primos, todos querían matarle, pero después los agentes, tras arrestarlo, nos dijeron que 'ojalá hubiesen llegado un poco mas tarde'".
En el juicio, David Verduras intentó utilizar todo tipo de triquiñuelas como decir que era zurdo y que él, al igual que Mónica, "habían sido agredidos por una tercera persona". El jurado no le creyó. También que había estado la noche anterior consumiendo alcohol, cannabis y benzodiacepinas, y que era un enfermo mental.
El jurado consultó con varios psiquiatras penitenciarios esto último, algunos dijeron que tenía esquizofrenia paranoide, otros lo descartaron, pero finalmente en el juicio se probó que el asesino tenía un "trastorno psíquico, que le afectaba de modo leve a su capacidad de conocer y querer". Tras lo que la sección 29 de la Audiencia de Madrid le condeno a 20 años de cárcel en un psiquiátrico penitenciario.
Su madre, 11 años después sigue insistiendo: "el decía que solo oía voces, yo también las oigo y estoy aquí" y sentencia:"Es un asesino y tenía que haber ido a la cárcel, de donde no tenía que haber salido".