Cuando Michael Robinson empezó el tratamiento de inmunoterapia contra el agresivo cáncer con metástasis que padece, el exfutbolista, con la flema inglesa que le caracteriza, preguntó: “¿Ese tratamiento me va a solucionar mi problema de no pronunciar bien la letra R?”.

La anécdota se la explicaba el propio Robinson a Carles Francino en su programa de radio. Para todo el mundo. Michael Robinson, “Robin” para los amigos, acabó 2018 recibiendo el peor de los diagnósticos. Pero en lugar de esconderse y lamentarse, se ha desnudado. Se ha despojado de cualquier complejo y ha hablado públicamente de su enfermedad con naturalidad. Ha tirado adelante, como cuando jugaba de 9 puro y apretaba a los centrales. Su carrera como futbolista quedó truncada demasiado pronto (a los 30 años) por una lesión. Ahora, convertido en uno de los nombres de referencia de la comunicación en España, lo tiene claro: no está dispuesto a que esta nueva “lesión” le vuelva a apartar de la más importante de las carreras. La de la vida.

Michael Robinson junto a su mujer y sus dos hijos, en 2007. GTRES

Michael Robinson es ese hombre que hizo de la necesidad virtud. El ariete meritorio que salía desde el banquillo, pero que acabó convirtiéndose en importante para su Liverpool y ganando una Copa de Europa. El que buscaba en el mapa la ciudad de Osasuna cuando vino a jugar a la liga. El mismo que ha obtenido los premios más prestigiosos de periodismo en España, como el Ondas, pero todavía no pronuncia bien el castellano. Carencias que convirtió en una seña de identidad propia y que le han llevado incluso a sacar su propio curso de inglés. 

Ahora afronta un partido contra el rival más difícil: un melanoma metastásico que se le ha extendido y cuyo tratamiento tiene un coste de 14.000 euros al mes. Lo desorbitado del precio ha hecho que Robin opte por abandonar la clínica privada y ponerse en manos de la pública. Parece que empieza el partido perdiendo, pero ya está acostumbrado a sobreponerse a la adversidad. 

La revolución del fútbol en la tele

Michael John Robinson (Leicester, 1958) es, ante todo, un profesional. Siempre lo ha sido. Como futbolista lo fue desde los 18 años recién cumplidos, cuando debutó con el Preston North End (actualmente en la segunda división inglesa). Como periodista, desde que dejó el fútbol por culpa de su rodilla maltrecha. En 1989 colgó las botas. Ese mismo año ya le picó el gusanillo de los medios.

Empezó colaborando con Televisión Española. Pero no fue hasta el año siguiente cuando se embarcó en una aventura kamikaze que resultaría decisiva en su vida: El Día Después. Un programa de fútbol que se emitiría los lunes en la primera televisión de pago de España: Canal +. Aquel experimento rompió todos los cánones existentes hasta entonces sobre programas deportivos. El Día Después revolucionó para siempre la forma de ver el fútbol de los aficionados españoles. 

“Hasta entonces, las cámaras sólo habían enfocado el césped. El truco, la novedad, la magia de El Día Después, fue empezar a enfocar a la gente”, rememora su entonces compañero Josep Pedrerol para EL ESPAÑOL. El periodista catalán formó parte de aquel dream team de la tele que, literalmente, le dio la vuelta al fútbol. Se acuerda de “Lo que el ojo no ve”; aquella sección que recogía momentos divertidos  que sucedían en las gradas de los partidos. Fue la primera vez que en España, oficialmente, el fútbol sirvió para reírse. Pero Robinson lo tenía claro: “Su frase más repetida era: “Que no parezca que nos estamos riendo de la gente”, porque tenía claro que lo primordial era el respeto al público, que nos teníamos que reir con ellos y no de ellos”, resume Pedrerol.

“Yo no recuerdo haber estado más de 5 minutos con Robin sin reírme”, asegura el Lobo Carrasco, que fue otro de los que siguió un camino parecido al de Robin: cuando se le acabó la mecha como extremo, se metió en el mundo de la comunicación. El exfutbolista del Barça coincidió con Robinson en El Día Después, sustituyendo al primer presentador, Nacho Lewin. 

El cineasta

Carrasco define a Robinson para EL ESPAÑOL como “Un cineasta. ¿Has visto Informe Robinson? Es maravilloso. La visión que tiene Michael para estas cosas, para hacerlo diferente, es innata. Me acuerdo que yo fui el que trajo a El Día Después el vídeo del ‘gol de Abreu’, que me habían pasado. Allí donde yo solo veía un fallo garrafal de un gran delantero, él encontró un diamante. La narración del locutor (que sólo decía “Abreu”) era tan divertida que se acabó haciendo viral”. 

Abreu

Un programa de fútbol los lunes que se convirtió en el emblema de la tele de pago. Una etapa que duró hasta 2005, cuando Cuatro pasa a ocupar la frecuencia de Canal +. “Un par de días después del final de El Día Después, íbamos Robin y yo juntos en el AVE; nunca lo he visto tan triste como aquella vez. Era su bebé, su criatura”, asegura Pedrerol. El propio Robinson declararía después en Diario de Fútbol que le dolió “muchísimo la muerte de ‘El Día Después’, casi tanto como mi retirada del fútbol. Porque yo sabía que me iba a retirar tarde o temprano, era una muerte anunciada. Pero lo de ‘El Día Después’ fue distinto. Me dolió muchísimo. 

Abandonó Maracaná

Le ofrecieron participar en un sucedáneo llamado Maracaná que empezó a emitir Cuatro y que contaba con otros nombres ilustres como el de Paco González. Robin abandonó el proyecto en el segundo programa, decepcionado con el formato. Él quería seguir contando las historias de la gente del fútbol. Por eso acabó montando “Informe Robinson”. Un producto audiovisual impecable con el que ha logrado galardones importantes. 

“Ahora estaba en mi mejor momento”, se lamenta Robinson cuando explica su enfermedad. Un mal que le fue diagnosticado a finales del pasado año y que no tiene buen pronóstico. Se lo descubrió palpándose la axila. Se había extendido. El melanoma ya estaba en una situación muy avanzada cuando se le manifestó. Dice que cuando el médico le comunicó que tenía un cáncer sin cura, fue lo único que escuchó. El resto de palabras ni las interpretó.

Y tras el primer mazazo, otro gol a remontar: su cáncer no tiene cura, pero se puede controlar con un tratamiento que cuesta la friolera de 14.000 euros al mes. La inmunoterapia que debe recibir podría, además, tener que prolongarse hasta 5 años. Cuando su mujer le preguntó cómo pensaban pagar esto, Michael, otra vez, tiró de ironía: “Intentaré morirme antes para que no te quedes en bolas”, le contaba el británico a Susana Griso en Espejo Público. 

Ese es otro de los grandes males de nuestra sociedad, no sólo las enfermedades; también lo caro que es tratarlas. El Hospital Universitario de San Chinarro ha matizado a Público que esos 14.000 euros a los que se refiere Robin son el coste del primer tratamiento que se le propuso y que no se llegó a iniciar.

La situación da para reflexiones como la de Josep Pedrerol: “Lo que es indignante es que no se invierta más dinero en la sanidad española, que es maravillosa. Tenemos una sanidad pública de las mejores del mundo; te das cuenta de eso cuando viajas. Y mejor sería si los políticos destinasen nuestra pasta a estas cosas, que son las que realmente importa, y no obligar a nadie a buscarse la vida en la privada. Ni pacientes ni profesionales haciendo horas extras. Eso es lo que hay que cuidar”.

Sin miedo

Robin se encuentra fuerte y sin miedo: “Me siento un fraude porque debo de ser el único enfermo de cáncer que ha engordado”, contaba en una de sus entrevistas. Aunque el partido arranca cuesta arriba, aunque su cáncer no tiene cura y el tratamiento es caro, aunque ha empezado palmando, va a revertir la situación. Mientras tanto, ha proseguido con su labor de comentarista en Movistar + La Liga. Con la ironía y el humor de siempre. 

Hay una anécdota que recuerda el Lobo Carrasco que define a la perfección lo divertido que resulta trabajar con 'Robin':  “Recuerdo que en El Día Después sólo grabábamos un programa al año que no fuese en directo: el de Navidad. Tenía que salir perfecto. Un año, en mitad de la grabación, Michael fue a mostrar un golpeo específico de balón. La quiso tocar suave, pero le pegó tan fuerte que estrelló la pelota en la cámara. Nos empezamos todos a reír como nunca. Pensábamos que habría que repetirlo todo. Entonces nos avisaron desde realización: que no repitiésemos nada, que había quedado perfecto”. 

De una toma falsa saca una escena perfecta. De un castellano mal hablado saca un curso de inglés y de un programa de fútbol saca premios de periodismo. “Y no me cabe duda que, como buen delantero que es -concluye el Lobo-, en cuanto se meta en el partido, también le va a sacar la ventaja a esta situación”.