“¡Una de nuestras pacientes acaba de tener un bebé y no teníamos idea de que estaba embarazada. No estábamos preparados para esto!”. Es el inicio de la angustiosa llamada telefónica que una enfermera del centro Hacienda HealthCare de Phoenix, Arizona, realizó a los servicios de emergencia el pasado 29 de diciembre. Acababa de descubrir que una interna en estado de vegetativo, ingresada allí desde que a los tres años entró en coma, acababa de ponerse de parto sin que nadie supiera que esperaba un hijo. El pánico se dispara cuando el personal detecta que el recién nacido no responde. “El bebé se está poniendo azul. Se está poniendo azul. ¡Necesitamos a alguien ya!”.
Poco a poco van trascendiendo nuevos detalles del caso de violación y consiguiente embarazo de una mujer nativo americana de 29 años que lleva en estado de inconsciencia desde 1992 en los EEUU. El suceso, que ha estremecido a medio mundo, sigue bajo investigación policial. Aunque todavía no hay detenidos, ya se han practicado las pruebas de ADN al personal masculino de la clínica donde la víctima residía y sobrevivía desde que era una niña, gracias a sistemas de respiración y alimentación mecánica.
Aunque el bebé finalmente salió adelante, y su familia se hará cargo de él, las consecuencias de aquel traumático parto y las circunstancias que rodearon la gestación podrían desencadenar en el futuro secuelas mentales y trastornos de desarrollo.
Este caso trae a la mente el argumento de la película de Almodóvar Hable con ella, estrenada en 2002, en el que Benigno (Javier Cámara) trabaja como enfermero en una clínica en la que se atiende a personas en coma, como a Alicia (Leonor Watling). Benigno, quien cree poder despertar a Alicia, acaba cometiendo una violación.
La publicación de la llamada al servicio de urgencias 911 -similar al 112 europeo- ha puesto en evidencia los momentos de tensión que se vivieron en la habitación de la paciente justo después de que diera a luz inesperadamente aquel 29 de diciembre. La conversación dura cinco minutos y 11 segundos que se hacen interminables, ya que durante la mayor parte de ese tiempo, el pequeño no respira y se torna azul. De fondo, se escucha a los trabajadores de la clínica tratando de reanimar al bebé mientras la enfermera ruega que les envíen ayuda.
Durante la charla, un técnico del 911 trata de orientar telefónicamente al personal de la clínica mientras llega la ambulancia, asegurándose de que están practicando técnicas de reanimación. Este paramédico pregunta a la enfermera cómo está el niño. Ella traslada la cuestión a sus compañeros. “¿Está respirando?”, interroga. Tras comprobar la situación, añade: “El bebé no respira. Está azul”.
El operador pregunta también por el estado de salud de la madre, su edad y cuánto llevaba embarazada. La cuidadora contesta que la mujer parece estable, aunque no es capaz de desvelar cuánto tiempo llevaba en estado. No para de repetir que no tenían “ni idea que estaba embarazada” que ha sido “una sorpresa”, y no acierta a aportar el detalle de que la parturienta lleva toda su vida en coma y que, por lo tanto, estaban ante una violación.
En otro momento de la conversación, entra en la habitación otra enfermera que queda impactada al comprobar que hay un niño. “¿Quién ha tenido un bebé?”, pregunta incrédula. “Mira, está justo ahí”, responde su compañera.
Tras cuatro interminables minutos de llamada telefónica, el pequeño empieza a respirar y se le escucha llorar. “Gracias a Dios”, exclama aliviada la empleada de la clínica.
DISCAPACIDAD MENTAL
Después del trance, la madre y su bebé fueron trasladados al hospital, donde se recuperan, aunque las consecuencias para el recién nacido pueden venir en el futuro, y no sólo por el parto.
Según consta en los registros médicos trasladados al juzgado que se encarga del caso, a la paciente se le administraba dos veces al día Fenobarbital, un barbitúrico destinado a tratar sus convulsiones. Sin embargo, fuentes médicas consultadas por los medios locales sostienen que la dosis podría haber sido excesiva, lo que podría explicar que el bebé naciera sin respirar, que el parto se produjera sin aviso previo, y lo que es peor, que pudiera dar problemas al niño en los próximos años.
El doctor Mark Wellek sostiene que “es mucho Fenobarbital”, y que la dosis que se le suministraba “dejaría dormida a cualquier persona la mayor parte del tiempo”, según recoge AZFamily.com.
“No se sabe si este medicamento puede causar defectos al feto, pero puede ser muy sedante para el bebé”, añade.
A su juicio, tanto esas sustancia como otras que se le administraban a la madre podrían derivar en problemas de desarrollo como un trastorno por déficit de atención o discapacidades mentales, con una probabilidad del 80%, según estimó el doctor Wellek. No obstante, estos síntomas no serán detectables hasta que el niño tenga entre 4 y 7 años.
Otro doctor, el ginecólogo Greg Marchand, explica que este barbitúrico puede ser el motivo de que el bebé naciera “con mucho sueño y sin poder respirar bien”.
Marchand fue además el encargado de buscar evidencias de abuso sexual en el cuerpo de la víctima tras el parto. “Hice las pruebas y los exámenes necesarios y no vi ninguna señal de abuso”, expone.
Lo que todavía parece inexplicable es que nadie se percatara de que la mujer llevaba ocho meses y medio en cinta. Una de las opciones que se barajan es que el embarazo pasara desapercibido debido a una cirugía intestinal a la que fue sometida anteriormente que puede generar una gran cantidad de tejidos cicatrizantes. Sin embargo, más allá de las conjeturas, aún no se ha dado una explicación oficial por parte del centro.
OTRAS MADRES, PREOCUPADAS
Mientras se despejan todas estas dudas y la policía continúa con sus pesquisas, la clínica ha contratado a su propio investigador privado para aclarar lo ocurrido. En concreto, ha fichado a un ex fiscal del condado, Rick Romley, que tendrá acceso ilimitado a toda la información de las instalaciones y sus procedimientos.
Pese a los intentos de la junta directiva por devolver las aguas a su cauce, el centro sanitario, que funciona desde los años sesenta, tiene por delante un futuro incierto. De momento, la oficina del gobernador de Arizona está “revaluando su contrato estatal”.
Y aunque tras el escándalo las medidas de control han aumentado, la confianza de sus pacientes y familias “se ha roto”, como afirma Karina Cesena, madre de una joven interna. Su hija, de 22 años, lleva varios años ingresada en estas instalaciones por una lesión cerebral. Desde que saltó la noticia, Karina no la deja sola en la habitación ni un minuto, y seguirá así hasta que arresten al violador. “La confianza se ha roto, se ha roto definitivamente”.