Miguel, el guitarrista de Lua Lua, murió víctima del kamikaze que se saltó un control policial
Chocó contra él de frente en una carretera de doble sentido. Huía de la Guardia Civil. Había tirado bolsas de droga por la ventanilla.
7 febrero, 2019 03:13Noticias relacionadas
- Una mujer haciéndose pasar por pediatra roba un bebé del Hospital de Guadalajara
- 'Cruising' con la Zarzuela al fondo: una tarde en el mayor picadero público de España
- El Español llega a 40 millones de usuarios únicos tras solo tres años de vida
- La guerra de los Fernández en los juzgados: ella, condenada por "ideación paranoide", y él, por malos tratos
- La funeraria de la estafa del 'cambiazo' de los ataúdes también incineraba cadáveres sin féretros
- Detienen a otro joven implicado en la violación múltiple de Sabadell
- La aberración de Seix Barral: la editorial se rinde a la poeta de Instagram Elvira Sastre
- Pedro Sánchez, en 2011: "Los políticos publican sus memorias cuando se retiran"
- La falsa denuncia por violación de una menor contra su exnovio: condenada a 4.000 euros
- El mapa de los 10 radares que más multan en Madrid: recaudan 50 millones al año
Miguel, cada día, hacía el mismo recorrido. Salía de la Estación Espacial de Canarias en Maspalomas –su lugar de trabajo–, cogía el coche y regresaba a casa. Y, después, tocaba, componía y, en general, disfrutaba de la música, a solas o con su grupo Lua Lua Band. Era parte de su rutina; lo habitual. Sin embargo, el pasado martes, la fatalidad se cruzó en su camino. O, mejor dicho, lo hizo un ‘kamikaze’. Él iba tranquilo por su carril en la GC-500 en una carretera de doble sentido. Pero, de pronto, se encontró a otro vehículo de frente, chocó contra él y lo mató. El guitarrista quedó atrapado dentro del coche. Los servicios médicos no pudieron hacer nada por su vida.
Contado así, podría tratarse de un accidente más, uno de los muchos que, tristemente, acontecen en las carreteras españolas cada día. Pero no lo fue. El ‘kamikaze’ no chocó contra el coche conducido por Miguel por un mal adelantamiento, una urgencia o un despiste. No, él lo hizo tras saltarse un control ordinario de la Guardia Civil. Huía de los agentes con cuatro kilos de droga sintética en el maletero –y tratando de deshacerse de ella tirándola por la ventanilla– cuando se metió en el carril contrario con su BMW.
El ‘kamikaze’, de 44 años, sobrevivió al accidente. De hecho, logró salir por su propio pie del vehículo. Fue trasladado en ambulancia hasta el Centro de Salud de Maspalomas (Gran Canaria) con contusiones leves. Pero ahí quedó todo. A partir de ahora, los agentes realizarán las pertinentes investigaciones y diligencias para esclarecer los hechos. Eso sí, su imprudencia deja una víctima mortal –más allá de las implicaciones que pueda tener el hallazgo de droga–.
EN LA MÚSICA DESDE LOS 70
A sus 55 años, Miguel era una persona muy conocida, un clásico entre los grupos de las islas. “Llevaba desde finales de los años 70 metido en la música. En su momento, creó Altane, una banda con una puesta en escena bastante llamativa para lo que se movía por aquí entonces. Él era muy rockero y Jordi, la otra persona que componía, muy popero. Era una mezcla muy chula”, cuenta uno de sus compañeros en todos estos años de recorrido a EL ESPAÑOL.
Ese fue su inicio en la música, tan solo un aperitivo de lo que estaba por venir. Después, se incorporó a Doctor Burrus otro proyecto que compaginó con sus estudios. Tocaba la guitarra, el saxo, la armónica y el teclado. Valía, en definitiva, para un roto y para un descosido. “Entonces hacíamos lo que nos apetecía: reggae, soul, rock clásico...”, recuerda Ángel, que coincidió con él durante aquellos años, en conversación con este periódico. Y, mientras, participaba en jam sessions (sesiones donde se va improvisando sobre la marcha y donde tocan diferentes músicos a lo largo de la noche).
Pero, concluidos aquellos dos proyectos, no se dio por vencido. “Él, como muchos otros, se metió en grupos de versiones para seguir disfrutando de esto durante un buen tiempo”, explican. Y eso lo hizo en A cada paso, un grupo tributo a Luz Casal; y en Lua Lua Band, donde hacía lo propio honrando a Miguel Ríos. Así pasaba sus días, entre sus regulares jornadas de trabajo en el Centro Espacial de Canarias de Maspalomas –era ingeniero de telecomunicaciones– y sus bolos con diferentes bandas. En realidad, del que quisiera contar con él.
Era, en definitiva, “un buen tipo”, cuentan sus conocidos. “Ni siquiera era un golfillo, como muchos lo somos dentro de la música –bromea un compañero suyo–, sino que era muy sano, buena gente… y, además, con la guitarra era maravilloso”. Pero no sólo eso. Miguel cantaba, hacía coros o lo que le pidieran. No se negaba a ayudar a nadie. Y, de vez en cuando, veía el fútbol, otra de sus pasiones. Hasta llegó a ir a ver a la selección española en el partido inaugural contra Italia en la Eurocopa de 2012.
“Se ha ido un grande”, concluyen todos. No le tocaba. Pero ocurrió. Un ‘kamikaze’ se cruzó en su camino el día menos esperado. Será juzgado por delitos de homicidio por imprudencia, contra la seguridad vial, la salud pública y resistencia y atentado contra la autoridad. Pero nada podrá reparar el daño causado.