La investigación del asesinato de Javier Ardines se le alargó a la Guardia Civil más de lo que habrían esperado. El motivo era de lo más sencillo, según confirman fuentes cercanas al caso a EL ESPAÑOL: desenredar la supuesta madeja sentimental en torno al único edil de Izquierda Unida en el pueblo.
Lo primero que hicieron fue analizar e interrogar a toda persona relacionada con el concejal dentro del ayuntamiento. Querían saber si lo sucedido tenía algo que ver con su labor. Después, era el turno de las relaciones personales de Ardines. Ahí fue donde se encontraron con problemas a la hora de desentrañar el misterio de quién había sido el que acabó con su vida. Sus sospechas, según estas mismas fuentes, se centraban en las distintas relaciones que el edil habría mantenido a lo largo del tiempo con otras mujeres del pueblo y de parroquias aledañas.
Descartado hace semanas el móvil político del caso, se comenzó a valorar y a comentar con cierta seriedad que podría tratarse, efectivamente de un lío de faldas. Por eso tardaron los agentes: porque tenían que dilucidar si alguno de estos maridos presuntamente despechados estaba detrás del asesinato del concejal.
Desde el círculo más cercano a la familia del concejal aseguran que, que ellos supieran, Ardines no se le veía recientemente con ninguna mujer. Que con quien más tiempo pasaba era con su familia. Que quizás lo ocurrido fuera algo consecuencia de hechos acaecidos más atrás en el tiempo.
Retraso en la investigación
El horario actual del concejal, dicen, se lo impedía: desde las cuatro o cinco de la mañana, cogía el barco y se iba a faenar; algo después de la una de la tarde, a veces después, regresaba a puerto, descargaba la pesca y se iba, sin más dilación, hacia el ayuntamiento. Tenía un compañero en el Bramadoria, Adrián, que era con el que salía a diario al mar. El resto del tiempo, aseguran, con la familia y con los amigos.
No obstante, según el relato de la Guardia Civil, los agentes de la investigación tomaron declaración a diversas mujeres del pueblo para tratar de averiguar con quién tenían que ver los hechos. Y eso fue lo que lo retrasó todo.
Una de ellas, de hecho, había quedado con el concejal esa misma mañana, la del asesinato. Tenía previsto recogerla para ir a hacer fotografías en el barco, en alta mar. Localizaron a Katia, la mujer de Pedro. Lo que esta mujer les contó les llevó directamente a Amorebieta, al último lugar de la trama donde se ha terminado de resolver el crimen.
No acudió al entierro
Pedro Nieva no llegó ni a ir al entierro de su amigo Javier Ardines. No volvió a Llanes, de hecho, tras el crimen. Y eso era algo que extrañaba por allí.
Con el concejal de Izquierda Unida en el ayuntamiento de Llanes, asesinado el pasado 16 de agosto compartía calle, círculo de amigos e incluso paseos por el pueblo. Pero ya no se les veía tanto juntos en el último verano. De hecho, el día en que asesinaron a Javier, hacía algunas jornadas que el ahora detenido se había marchado de vuelta a Amorebieta.
Sonó raro para muchos de sus allegados. A mediados del mes de agosto se celebran siempre los populares festejos de San Roque, una cita que ni Ardines ni Pedro ni sus familias se saltaban nunca. "No se perdían una", explican fuentes cercanas a la familia del concejal a EL ESPAÑOL. Quien ahora figura como presunto autor intelectual del crimen a ojos de la Guardia Civil alegó que se ausentaba por motivos ineludibles.
Decía que tenía asuntos pendientes de resolver relacionados con el trabajo en la empresa que dirigía en su Bilbao natal, Instalaciones Mugarra. Su móvil le localizaba en su casa de Vizcaya. Entretanto, los argelinos a los que había pagado para perpetrar lo que pretendía ser, según él, darle "un susto", se encontraban en Llanes, a punto de acabar con la vida del concejal. Así que se volvió a marchar. La jornada del crimen no estaba por allí. Ya tenía una coartada.
Al concejal le dio tiempo a defenderse. En diversas partes del cuerpo, como en las manos, Ardines presentaba marcas de defensa, lo que refuerza la idea de que fuesen necesarios tres golpes para acabar con su vida. Uno en la cara, otro en la frente y un tercero en la nuca.
En su tiempo libre, cuando se quedaba liberado de las labores propias de la política, a Javier Ardines le gustaba disfrutar de sus hijos, de su nieto, darse largos paseos por el monte, salir a recoger setas o, por qué no, volver al mar a practicar pesca pero de forma recreativa. Ardines siempre volvía al mar.
Con el registro de la casa de Belmonte de Pría, la Guardia Civil ha dado por rematada la investigación del crimen de Javier Ardines. El principal acusado estuvo presente en el análisis de la vivienda, que duró todo este miércoles.
Lo que sí reconocen las fuentes cercanas a la familia es que se percataron de que, en los últimos meses, tanto Pedro como Katia se relacionaban mucho menos con ellos que antaño. Entretanto, el presunto inductor del crimen, un marido al que algunos vecinos describen como una persona "celosa", se encargó de proporcionar todos los datos posibles a los argelinos para llevar a cabo la emboscada.