La cena de matrimonios a 48 horas del asesinato de Ardines, con los amantes y el marido celoso
La mujer del detenido era oriunda de la parroquia llanisca de Nueva. Su marido, detenido como inductor del crimen, era oriundo de Bilbao. Ambos tenían una casa a menos de cien metros de la vivienda del concejal de IU. Todos formaban parte de la misma pandilla.
20 febrero, 2019 03:20Días antes de que su cadáver apareciese tirado a cien metros de la puerta de su casa, Javier Ardines organizó una cena con familiares y amigos. El convite reunió en la zona de Belmonte de Pría (Llanes, Asturias) a su cuadrilla de siempre del pueblo. Entre los invitados estaba Pedro Luis Nieva Abaigar, 48 años, un hombre de carácter, con buen saque a la mesa, amigo personal del concejal de Izquierda Unida. Un tipo al que algunos definen como "agresivo", y también como "celoso".
Ambos se tenían aprecio. Verles juntos resultaba habitual: al fin y al cabo, sus respectivas mujeres, Katia y Nuria, eran primas hermanas, y mantenían una buena relación, cultivada en el tiempo y potenciada durante las temporadas estivales a base de culines de sidra y los ciclópeos cachopos que se sirven en los bares y restaurantes del concejo.
Cada vez que volvían a la joya del oriente asturiano, Ardines y Pedro andaban siempre juntos. Y a ellas, días antes del crimen, las vieron tomando algo por el pueblo, cerca del puerto, donde estaba atracado el barco del concejal.
Lo que Ardines no supo en aquella última cena era que Pedro ya estaba preparando el crimen que acabó con su vida. Su amigo, su primo político, su compañero de ingestas por los bares de Llanes conocía la aventura sentimental que Javier había mantenido con Katia, su mujer. Un secreto que quizás no supiera ni Nuria, la propia esposa del edil. En Llanes se les vio por última vez en septiembre. Este martes él fue detenido junto al resto de implicados en Amorebieta, a las afueras de Bilbao, donde el presunto inductor del crimen tenía su residencia.
"Ya se estaba hablando del vasco", susurran en Llanes algunos vecinos, consultados por este periódico, tan solo unas pocas horas después de un hallazgo, una revelación y una conclusión de un crimen que ha dejado a algunos estupefactos. Otros dicen que no tanto. Pedro, el presunto autor intelectual del crimen, era "un tipo agresivo", que ya "había tenido problemas con otros vecinos".
Algo de esto se había ido advirtiendo ya en la zona a raíz de que El Comercio revelase en noviembre que la Guardia Civil centraba sus investigaciones en un habitante del País Vasco con casa en Llanes. Era una de las líneas que los agentes de la Guardia Civil seguían tras descartar el móvil político del asesinato.
Pedro, despechado, habló con un amigo suyo de Bilbao el verano pasado. Este hombre, detenido este martes en el barrio de Erandio (Bilbao), fue el enlace entre el inductor del crimen y dos criminales argelinos, uno detenido hoy en Suiza y el otro también en Bilbao.
Siguiendo el relato de las fuentes próximas al caso, ambos ensayaron durante algunos días los movimientos en los alrededores de la casa, los pasos que debían dar y el modo en que tenían que proceder. Iban instruidos por Pedro, y por ello conocían los horarios de Javier a la perfección. Tomaron nota de sus costumbres. Sabían a qué hora solía abandonar su casa, camino del puerto de Llanes. Sabían a que hora abandonaba su vivienda y a qué hora regresaba a diario de los muelles del pueblo, donde el concejal tenía atracado su barco de pesca, el Bramadoria, el buque con el que se ganaba la vida pese a su cargo como edil.
Pedro se cubrió bien, y por eso el día del crimen ya no estaba por Llanes. Presuntamente envió a otros a los que había pagado para una misión muy concreta. Muchos lo sabían y lo advirtieron entonces públicamente a EL ESPAÑOL: Ardines era un tío grande, fuerte como un roble, de brazos poderosos y con un carácter enorme. "A él no lo tumbaba un tío solo".
Dos casas, dos familias, una pandilla
La casa de Ardines era una de las más antiguas de la parroquia de Belmonte de Pría. Llevaba muchos años instalado allí, mucho antes de meterse en política, tal y como hizo en las elecciones municipales de 2015.
A pocos metros de allí, se encuentra otra vivienda conocida para el concejal: la de Pedro y Katia, la prima de su mujer. Pedro es, como quien dice, un conocido en la zona, uno de los centenares de vascos que regresan a Llanes cada verano a sus residencias de asueto para pasar las vacaciones.
La familia de la mujer es de Nueva, otro de los barrios del ayuntamiento de Llanes. Ella misma nació allí, pero se marchó muchos años después a Bilbao a trabajar.
Allí, en Amorebieta, conoció a Pedro. Trabajaba como peluquera. Él era electricista, tenía su propia empresa en la zona, una compañía llamada Instalaciones Mugarra. Tenía 40 trabajadores a su disposición. Inviernos, Bilbao. Veranos, en Llanes: no les iba nada mal. Ambos se casaron el 3 de junio del año 2000. Iban a cumplir 20 años de matrimonio.
Ambos disfrutaban de las tradiciones locales propias de Llanes. La buena relación entre Katia y Nuria, su prima, les hizo conformar junto a Ardines una dinámica pandilla. E hizo que hace algo más de dos años decidieran adquirir una vivienda cerca de sus familiares. Las dos parejas tenían dos hijos, las dos parejas vivían cerca y las dos parejas estaban casadas entre sí.
Este grupo se reunía siempre en las vacaciones o en los fines de semana sueltos en los que Pedro y su esposa acudían de vuelta a la que muchos consideran como la joya del turismo asturiano, un lugar que combina acantilados salvajes con un atractivo casco histórico.
Una emboscada ensayada
Ardines nunca dejó de faenar en el mar, ni siquiera cuando en 2015 accedió al ayuntamiento de Llanes, facilitando por primera vez en treinta años un gobierno distinto al del PSOE. Ya en agosto, con la aparición de su cadáver, los pescadores del pueblo destacaron a EL ESPAÑOL su extraordinaria pericia en bajura. Seguía saliendo con su barco porque tenía que seguir ganándose el sustento para mantener a la familia. No en vano, había renunciado al sueldo del ayuntamiento como edil en cuanto entró. Concebía el servicio político exactamente como eso: como un servicio que se le ha de prestar al pueblo. Y por eso dijo que no iba a cobrar ni un euro por ello.
Todas las mañanas salía a faenar. Y nunca pasaba nada. Por eso, los días previos a su asesinato, Ardines les mostró su sorpresa a sus familiares debido a una anécdota que le acababa de suceder: durante varias jornadas consecutivas, al abandonar la casa, casi al alba fresca de mediados de verano, en el camino que cruza el bosque que rodea su casa, el edil había tenido que apartar unas vallas amarillas que alguien había colocado en medio de la calzada. En aquel momento no le dio más importancia.
El 16 de agosto de 2018 fue la fecha escogida. Los sicarios -siempre siguiendo el relato de fuentes cercanas al caso- tendieron una vez más la trampa. La idea era "darle un susto" a Ardines, amedrentarle. Una vez más, a las seis de la mañana -que es la hora a la que la autopsia decretó la muerte del único hombre de Izquierda Unida en el ayuntamiento- varias vallas se interponían en la carretera como obstáculos que le cerraban el paso en la carretera que da acceso a su vivienda.
Cuando el concejal llegó hasta este punto a bordo de su vehículo, abrió la puerta y descendió del mismo para retirarlos. En ese momento le golpearon con fuerza en la cabeza. Después, ya en el suelo, el autor/es le estrangularon. Los asesinos se dieron a la fuga. Un vecino encontró el cadáver dos horas después, a eso de las ocho.
Entretanto, en el puerto a Ardines le estaba esperando Adrián, su compañero de tripulación, que no sabía nada de Javier desde la noche anterior. Esa misma mañana, una mujer, aficionada a la fotografía, con la que había quedado a eso de las nueve, le aguardaba también para ir a hacer unas fotografías en el mar. En el barco del edil.
Un caso con múltiples perspectivas
Tanta belleza junta en Llanes no logra provocar (casi de milagro) el síndrome de Stendhal en el visitante, pero sí que consigue hacer relamerse a los ricos empresarios locales ante las posibilidades ofrece el municipio. El dinero es el dinero. Y Ardines resultaba una personalidad realmente incómoda en el ayuntamiento para muchos, quienes le vieron siempre como un outsider, un recién llegado. Sus medidas en el consistorio destaparon el barrizal en el que el consistorio se había estado moviendo los 30 años anteriores.
Por eso, al asesinato de Javier siempre se le miró desde la vertiente política. La presencia de los obstáculos al paso de su vehículo le asemejaban trágicamente al célebre crimen de Fago. Se analizaron todos los puntos de vista, todas y cada una de las medidas que el concejal había tomado durante su breve mandato, sus posibles enemigos, los vecinos de las parroquias a su cargo a quienes había podido molestar, los afectados o los beneficiados por su gestión. Pero al final, ninguno de todos estos tuvo nada que ver con el crimen. Pronto los agentes se percataron de que el prisma había de ser observado desde otra perspectiva. Y ahí también tuvieron que tirar del hilo adecuado de la madeja para desenredar el ovillo.
Los Cubos de la Memoria son un monumento que se erige en el puerto de Llanes y que cortan el mar a la entrada, culminando con caras de todos los colores y formas un paisaje de playas verticales y muros escarpados, de apariencia casi volcánica. Hay que transitar por el espigón del puerto para comprobar que cada uno de los lados de estos particulares prismas fueron concebidos por su autor, Agustín Ibarrola, para provocar esa sensación.
El caso de Ardines podía ser también observado desde múltiples perspectivas y de cada una se extraía una conclusión diferente. La única verdad es la que llegó cuando sonó por teléfono a las seis de la mañana de este pasado martes en la casa del concejal. Al otro lado, los agente de la Unidad Central Operativa (UCO) informaban de que ya tenían al sospechoso número uno. A Pedro, el amigo de la familia. El marido de la prima de Nuria, la amante de Javier.