Nadie imaginaba que en las tranquilas y adineradas calles del madrileño barrio de Salamanca podría suceder algo siquiera parecido. Un pensamiento compartido incluso hasta por la propia Policía cuando recibió el aviso de que una mujer de 66 años no había sido vista hacía un mes. "Será una muerte natural o algo accidental", pensaron. Llevando a cabo el protocolo de actuación, los agentes se dirigieron este jueves al domicilio de la mujer en la calle Francisco de Navacerrada para comprobar si había algún tipo de problema. Cuando llamaron a la puerta, un joven de cara aniñada les abrió. "¿Está María Soledad en casa?", le preguntó la patrulla. "Sí, mi madre está dentro", contestó su hijo Alberto.
Una vez accedieron al domicilio, los agentes vieron lo que ni siquiera podría asemejarse a una escena de película de terror. Una imagen dantesca y esperpéntica que, según contaban a este diario, ni siquiera podían imaginar y, ahora, recordar. Alberto Gómez, de 26 años, que no trabaja ni estudia, había matado a su madre y después la había descuartizado en minúsculos trozos que había ido almacenando en táperes. Unos recipientes que estaban distribuidos por diferentes espacios de la casa y que según contó a los agentes se había estado comiendo con la ayuda de su perro Coque.
Con una actitud fría y distante, este joven madrileño relató a los agentes -casi de manera espontánea- cómo había acabado con la vida de su madre y cómo también después había practicado canibalismo con los restos mortales de Maria Soledad, mientras la patrulla de policías observaba la escena del crimen. Esas fueron las últimas palabras que pronunció Alberto, pues una vez admitió lo que había hecho, fue detenido y no hizo declaración alguna en sede policial. Ahora, espera en un calabozo de la comisaría del distrito de Tetuán hasta que mañana pase a disposición judicial.
El aviso de lo que parecía en un principio una desaparición llegó el jueves por la mañana a una comisaría del barrio Salamanca. Una amiga advertía de que no había visto a María Soledad hacía un mes. Si bien, ese margen no coincide con el tiempo que María Soledad podía haber estado muerta. Otra amiga suya, con la que ha hablado EL ESPAÑOL, ha asegurado que este mismo miércoles estuvo charlando con su amiga -y también vecina- a través de la terraza del edificio. Marga, así es como la denominan en la comunidad de vecinos, estaba tomando el sol sentada.
"Hola Marga, ¿cómo estás?, le dijo su amiga. "Bien aquí tomando un rato el sol en la terraza", le contestó la víctima. Una conversación convencional y en la que Marga incluso llegó a sonreír en varias ocasiones. Nada le indicó a su amiga que poco después sucediese tan terrible desenlace. Lo que también indica, por otro lado, que Alberto Gómez, mató, descuartizó y se alimentó de su madre en un margen de dos días.
La relación madre e hijo
Lo cierto es que la relación entre madre e hijo nunca fue la ideal. Sino más bien lo contrario, según sostienen algunos de sus allegados a este periódico. Y no por cómo era su actitud de puertas hacia fuera de casa. Pues Alberto era un chico cordial y educado, al principio. Su madre, no tanto. De puertas hacia dentro, la batalla diaria estaba servida. Numerosos eran los estruendos, los portazos y los gritos entre ambos que ponían en vilo al resto de los vecinos. "¡Maricón!", le decía ella. "¡Puta!", le respondía él.
Alberto contaba con 12 antecedentes policiales por haber maltratado físicamente a su madre. Muestra de ello eran las numerosas veces en las que la Policía se presentaba en el domicilio, según cuentan los vecinos, una vez cada tres semanas, ante la llamada de auxilio de María Soledad. En otras ocasiones, según han revelado los vecinos a EL ESPAÑOL, vieron incluso cómo Albero se escapaba por la ventaba o por la parte de atrás del edificio para huir de los polícias.
Este joven estudió durante un tiempo, pero al poco lo dejó. Probó trabajando como relaciones públicas en algunas discotecas y después en el bar de debajo de casa, el Paseillo de Acho, pero esos empleos fueron más bien cortos. En el momento de su detención, no estudiaba ni trabajaba. Pero no fue así siempre. Al principio, revelan sus amigos a este diario, era un chico que parecía estar bien. "Era tímido, pero buen chaval". Le encantaba cantar. De hecho todos sus amigos y vecinos le escuchaban cantar desde su casa e incluso les manifestó que se quería presentarse a Operación Triunfo. Después se fue a estudiar a Grecia, donde estuvo unos meses estudiando con una beca erasmus, pero a su vuelta, todo cambió. Parecía otra persona. "María Soledad se excusó en decir que su vuelta de Grecia había sido pronta debido a una paliza que le habían propinado allí", cuenta una vecina.
Sus "paranoias"
En los dos últimos años, este joven se había metido en el mundo de las drogas. Cocaína, pastillas y marihuana solían ser lo que este detenido solía consumir a diario. Llegaba incluso a presentar síntomas de padecer esquizofrenia, según cuentan los que eran sus amigos. Tal era así que cuando tenía una de sus múltiples broncas con su madre y se escapaba de casa, siempre se iba a dormir con los vagabundos que había en el parque de al lado. Eran ya los únicos amigos que le quedaban. Y a los que confesó en alguna que otra ocasión, cuando dicen "se emparanoiaba", el deseo de acabar con la vida de su madre.
Sus comportamientos habían dejado de ser normales. Tiraba botellas de cristal desde el domicilio, se metía en constantes peleas y solo pensaba en seguir consumiendo, algo de lo que se mostraba orgulloso. Su madre, en una ocasión, le confesó a su amiga que su hijo estaba enfermo por su adicción a las drogas. Tras lo que le dijo que iban a ingresarle en un centro psiquiátrico. No obstante, siguió viviendo en el domicilio con María Soledad. Solo vivían ellos dos. Su padre, Jesús Miguel, ebanista de profesión a las afueras de Madrid, había fallecido hacía cinco años y su hermano mayor apenas pasaba nunca por casa.
Uno de sus amigos, con los que hacía en tiempos pandilla, cuenta a este diario cómo le sorprendió ver a Alberto en el garaje de su casa solo y muy nervioso. "Yo siempre le saludo y el seguía siendo muy simpático conmigo, pero al verle ese día me sorprendió su actitud y como me contestó", cuenta. Al parecer, vio a Alberto a altas horas del miércoles, muy nervioso, en una esquina del garaje, temblando, mientras se fumaba un cigarro. "!Hola Alberto!", le dijo. "Hola", le contesto con tono serio y de enfado. Era miércoles por la noche, un momento en el que posiblemente él ya había matado a su madre y planeaba cuál iba a ser el siguiente paso.
A lo largo de dos semanas, han sido dos los detenidos en la Comunidad de Madrid por asesinar y descuartizar posteriormente a sus víctimas, con las que tenían relación familiar o sentimental. Además del caso de Alberto, Manuel Moreno, de 42 años, troceó el cádaver de su novia, Daría O. L., de 22 años, en cinco pedazos, una vez que acabó con su vida, atándola por la espalda. Lo hizo de dos cuchilladas mortales, profundas y penetrantes, que impidieron que la víctima pudiera defenderse.
Según las últimas pesquisas, la víctima pudo permanecer descuartizada durante 15 meses en un arcón frigorífico dentro de la habitación que compartía con Manuel Moreno en la ciudad madrileña de Alcalá de Henares, según la autopsia que se le práctico, cuatro días después de su muerte, debido al estado de congelación en el que estaba el cadáver. La última vez que alguien vio a Daría fue en octubre de 2017, cuando la mujer abandonó el domicilio que ambos compartían tras una fuerte discusión.