Meses antes del asesinato del concejal de Izquierda Unida Javier Ardines en Llanes, el autor intelectual del crimen, Pedro Nieva, se enteró -gracias a una grabación de móvil oculta- que su mujer Katia mantenía una relación íntima con el político. Roto, comido por los celos, orquestó un plan para "dar un susto" -aunque acabó en tragedia- a Ardines por la infidelidad que él creía que era reciente. El detenido no estaba en lo cierto: eran amantes en la clandestinidad desde hacía 30 años, cuando ella era menor de edad.
Pedro Nieva, el tercer vértice del triángulo amoroso, fue detenido este pasado martes junto a otros tres hombres implicados en el asesinato -un intermediario y dos sicarios-. Se ponía así fin a casi 200 días de investigación tras el crimen del concejal. El móvil sentimental era la clave. Sin embargo, para el principal implicado aún quedaba una incógnita por resolver: ¿cuándo comenzaron la relación sentimental su mujer Katia y Ardines, casado con la prima de su esposa? La respuesta se la dio la jueza de Llanes en forma de jarrón de agua fría:
"¿Es cierto que para que acabaron con la vida de Javier Ardines al tener conocimiento de que mantenía una relación con su mujer desde que ella era menor de edad?", le preguntó la magistrada que se ocupa del caso, tal y como ha adelantado El Comercio.
Superado por la situación. Casi en shock al enterarse de que la relación comenzó hace tres décadas, cuando Katia tan sólo tenía 17 años, sólo pudo articular un "no quiero hablar más" antes de romper a llorar, recoge el periódico regional.
Tras ese llanto -y haciendo, seguro, cálculos mentales- el autor intelectual caería en la cuenta de que cuando se casó con Katia en el año 2000, esta ya mantenía una relación con el concejal de Izquierda Unida. En aquel momento de la boda, el político y su viuda aún no estaban casados.
La historia sentimental entre Ardines y Katia se remonta a principios de los años 90. Ella nace en Suiza pero a los pocos años su familia decide trasladarse al País Vasco. De padres illaniscos, comienza -en plena adolescencia- a frecuentar Llanes, donde hace pandilla de verano con otros jóvenes de la zona. Y es a los 17 años -siempre según la propia versión de Katia contada a los investigadores- cuando conoce a Ardines.
La clave: un móvil bajo una servilleta
Una relación extramatrimonial que se alarga años en el tiempo -bodas y nacimientos de respectivos hijos de por medio- sin que nadie -aparentemente- sospeche nada. Hasta que el matrimonio del detenido y la amante del concejal se compraron una casa para restaurar a escasos metros de donde vivía Ardines y donde fue asesinado el pasado verano.
Tras unas primeras sospechas, el detenido decidió pasar a la acción: ocultó un teléfono móvil bajo una servilleta y lo dejó grabando en una mesa en la que comía con su mujer y el amante de ella. Se ausentó mientras el móvil grababa y más tarde, cuando pudo escuchar la grabación, sus sospechas se convirtieron en su mayor pesadilla: su mujer le estaba siendo infiel. "Una conversación fuera de lugar entre dos primos políticos".
Le pidió explicaciones a su mujer, pero ella negó la mayor. Y fruto de los celos que le devoraban vivo urdió el plan ya conocido para acabar con la vida de Ardines. "Está cegado con ella, obcecado, llevan toda la vida juntos y en su cabeza no entraba la posibilidad de no estar con ella", resumen los investigadores. Y buscó la venganza: un intermediario, dos delincuentes dispuestos a ejecutar a cambio de 30.000 euros y un concejal muerto.