La Bramadoria es un barco de pesca tradicional, con una cubierta ancha en popa para depositar las capturas de cada mañana. Con él, Javier Ardines logró auténticas proezas: hace unos cinco años, la tripulación que él capitaneaba logró capturar una raya de 52 kilos. El ejemplar más grande nunca visto en la comarca. El mar era su vida. No lo abandonó ni siquiera cuando se convirtió en concejal. Tampoco el último día de su vida se separó de su embarcación. Esa mañana tenía, de hecho, programado un paseo por la ría con una amiga.
Nadie sabía en aquel momento, justo antes de que Javier Ardines fuera asesinado, que alguien llevaba meses planeando su asesinato, alguien muy cercano, y que había puesto todos los medios posibles para que ello ocurriese. Ese alguien, ahora detenido, era Pedro Nieva, marido de Katia, prima de la mujer de Ardines y amante del concejal.
Entre esos medios, Nieva aflojó más de 30.000 euros a dos sicarios con los que contactó a través de un amigo de Amorebieta, Vizcaya, donde vivía todo el año excepto en épocas estivales, momento en el que hacía la maleta y se iba a Llanes a disfrutar con los amigos. Con ellos posaba alegre en las fotos de los festejos locales. Con su mujer. Con su colega Ardines.
'Bramadoria', refugio de Ardines
Aquel barco, en el que pasaba casi todo el tiempo con Luis y con Adrián, sus marineros de a bordo, era su refugio y escapatoria. También resultaba un lugar de encuentro con otras personas. La mañana del 16 de agosto era jueves, fiesta de San Roque en la perla del oriente asturiano, la jornada grande del lugar, el día perfecto para quedar con amigos y organizarse para los festejos. Aun así, esa mañana, como cualquier otra jornada en el ritmo vital de los marineros, Javier Ardines decidió salir al mar.
Había dos personas esperándole. Una de ellas, Adrián, su grumete. La otra, Beatriz, una amiga fotógrafa. Había quedado en recogerla a ella primero en su casa, en la parroquia llanisca de Garaña.
Estaba citada a las seis y cuarto de la mañana en la puerta de su propia vivienda, que se encuentra a pocos minutos de donde vivía el edil. Así habían quedado el día anterior. A ella, amante del paisaje, le apetecía comenzar el día realizando algunas instantáneas del amanecer en mar abierto. Llanes, enfrente; al fondo, el mar.
Mujer del médico que certificó su muerte
Pero el concejal de Izquierda Unida se estaba retrasando demasiado. La mujer había cenado con Ardines el día anterior, miércoles. Era amiga una buena amiga de la familia. Pertenecía al círculo de amigos que salían habitualmente por los bares del pueblo. Le envió mensajes, le llamó por teléfono, pero no obtuvo una sola respuesta.
La zona en la que está ubicada la vivienda de la víctima del crimen es un lugar donde escasea la cobertura. Beatriz pensó que sería por eso, y decidió volverse a la casa.
Beatriz vivía desde hacía años en Pría junto con su marido, médico en la zona. El mismo día del crimen, ya detectado el cadáver, fue él quien se encargó de certificar que el concejal había fallecido. Días después, la autopsia de los forenses determinó que aquel hombre había sido asesinado.
Hay apenas cinco kilómetros entre Garaña y Belmonte de Pría. Ardines nunca llegó a recorrer esa distancia. Tampoco los escasos centenares de metros por los que discurre el camino de entrada a la casa del único edil de IU en la localidad asturiana.
A mitad del sendero, se encontró unas vallas amarillas, como en jornadas anteriores. Bajó del coche a retirarlas y se encontró con un espray de gas pimienta. Luego con un golpe en la cabeza, perpetrado con un bate de béisbol. Al final, se encontró con la muerte. Unos sicarios (no se sabía entonces, pero ya ha quedado probado por los investigadores) le acababan de estrangular. Un vecino, horas después, pasó por allí y vio el coche encendido, las llaves puestas y el cuerpo de Ardines inerte sobre el asfalto.
Una hilera de enemigos
Ha pasado una semana desde la detención de los presuntos autores del crimen. Aquellos hombres, dos supuestos sicarios argelinos, aguardaban, agazapados en los márgenes del camino que conducía a su casa, la salida de casa del concejal aquella mañana camino del puerto. Ella le esperaba también. Y lo mismo Adrián, quien, un rato después, se encontraba ya en el empedrado del muelle del pueblo dispuesto a soltar amarras.
Comenzó a preocuparse al ver que no llegaba. Ardines era un tipo puntual y aquello resultaba totalmente anómalo. El edil no respondió a ninguna de sus llamadas en las horas siguientes. Ahí se comenzó a preocupar.
No fue hasta meses después, cuando comenzó a correr el rumor de las aventuras amorosas del edil como posible detonante de su asesinato, cuando apareció el nombre de la fotógrafa.
El fallecido había cosechado una buena hilera de enemigos. En el ámbito político y en el personal. Como concejal, ocupó el cargo de Costas, Medio Rural y Personal. Se trata de un puesto clave en un ayuntamiento como Llanes, donde las playas, los acantilados salvajes y los miradores al borde del mar son un valor incalculable y sobre el que muchos quieren poder tener influencia. Son sin duda el principal reclamo del pueblo, junto con la tradición y el casco antiguo.
En ese puesto, Ardines tuvo varios desencuentros con distintos trabajadores municipales, así como con vecinos y gestores de negocios cercanos a playas y a miradores como el de los Bufones de Pría, donde suprimió un conocido aparcamiento en el que centenares de personas se detenían a observar el batir del mar contra las rocas. Un lugar, por cierto, que apreciaba enormemente, y con cuyo topónimo dio nombre a su barco.
Con todo, quienes le conocen hablan de él como un político recto, que no se deja avasallar por nadie y que sigue sus ideas con convicción.
Luego estaba el apartado sentimental. Las relaciones que durante décadas Ardines mantuvo con diversas mujeres de la zona hizo que los agentes de la Unidad Central Operativa de la (UCO) tuvieran que ir con cuidado. Tenían un sospechoso principal, Pedro Nieva, pero tenían que descartar, por precaución, al resto de posibles autores.
Enfrente de los muelles del puerto de Llanes, una placa conmemorativa recuerda a los 65 marineros que en 1588 subieron a bordo de 4 galeras de la Armada Invencible para luchar contra el Inglaterra. Todavía hoy, solo hay gente recia en un pueblo que es turismo pero que sobre todo es mar. Uno de esos tipos era Javier Ardines. A poca distancia de esa placa continúa amarrado el que era su barco de pesca. Cuentan en el puerto que Adrián, el que era su marinero, ya es patrón de barco, y que capitaneará la Bramadoria para continuar el legado del concejal.