El domingo 2 de diciembre del pasado año estaba, como muchos españoles, desde las 7:30 horas de la tarde expectante ante el televisor para seguir las elecciones andaluzas en el Hotel El Embajador, el de más historia y presencia política en la República Dominicana, acompañado de dos buenos amigos, Santiago Fiorito y Manuel Campos, ambos asesores políticos como yo, con importantes trabajos en aquel país.
Ante los datos del aluvión de encuestas que se publicaron en España todos esperábamos, en mayor o menor medida, un nuevo barrido electoral del PSOE acompañado, en esta ocasión, de Podemos. Todas las encuestas aseguraban la mayoría absoluta de la posible coalición de izquierdas aunque alguna se aproximaba a que la derecha pudiera perder por poco. Entre estas encuestas, destacaba por encima de todas, con una mayoría absoluta aplastante en votos y en diputados por parte de la izquierda frente a la derecha, la encuesta del CIS.
En concreto, el CIS le daba un 37,41% de votos al PSOE, seguido de Ciudadanos con el 19,34%, tercero el PP con 18,66%, cuarto Adelante Andalucía (versión local de Podemos) con un 18,55% y, por último, Vox con un 3,7%. Es decir, auguraba un 55,9% de los votos a los partidos de izquierda y un 41.7% al conjunto del centro derecha (PP, Ciudadanos y Vox) es decir, una victoria clara, dura y contundente para la izquierda.
El día electoral, mientras esperábamos los datos de la encuesta -sólo hubo una realizada por ABC que rápidamente cedió a todas las televisiones-, solamente había ese escenario posible. A las 8 de la noche, como es usual en España, se conocen los datos de esa encuesta de GAD3 donde sale a relucir que existe una posibilidad de victoria del centro derecha sobre la izquierda y, realmente tratados en grupos ideológicos, hay serias dudas. Cuando los datos oficiales salen a relucir se conoce una de las mayores derrotas de las encuestas electorales conocidas en España, ya que la victoria contundente de la izquierda se transforma en una derrota igual de contundente.
Entre todas las encuestas, la del CIS, que lideraba la aplastante victoria del PSOE y de la izquierda fue la que más se equivocó, en este caso, la izquierda obtuvo el 44,13% de los votos y la derecha el 49,99%. La izquierda tenía casi 12 puntos menos de lo previsto por el CIS y el centro derecha tenía 8 puntos más.
Nueva técnica del cálculo final
José Félix Tezanos, político socialista, sociólogo, profesor y autor de diferentes libros, asumió la presidencia del CIS en el mes de julio. Desde el primer momento, cambió la fórmula del cálculo de estimaciones electorales, de tal manera que con la nueva técnica de cálculo final para la proyección sale con mayor voto el PSOE y, en general, la izquierda, y con menor voto, por consiguiente, la derecha. Hasta aquí, todo es posible y esto no tiene por qué significar nada salvo que todas las encuestas publicadas de distintas empresas en los medios siempre van en una línea diferente a la del CIS y, en el caso de Andalucía, aunque no se puede decir que acertaran, su desviación fue muy inferior a la del CIS.
Una vez pasaron las elecciones andaluzas, se comentaba si el CIS seguiría en esta misma línea, abanderando un mayor sesgo de sus encuestas hacia la izquierda, no por el trabajo de campo y los resultados del mismo -que es muy similar a lo realizado por otras empresas por lo que he estudiado y analizado-, sino por la forma de calcular la estimación de voto. En este cálculo siempre se da un mejor resultado al PSOE y en general hacia la izquierda y, por lo tanto, peor al el centro derecha. El día que el CIS publicó la siguiente encuesta para las elecciones generales, alguien dijo una frase que me quedó grabada: "Lo ha vuelto a hacer". Es decir, sostener la encuesta y no enmendarla.
Si se estudian las encuestas del CIS como las encuestas de otras empresas privadas, en todas ellas se denota que el recuerdo de voto está sobre estimado para la izquierda e infra estimado para la derecha. Dicho de una forma más clara, hay menos votantes que dicen que han votado a la derecha de los que realmente la han votado y hay más votantes de izquierdas de los que realmente han votado por las opciones de izquierda.
A partir de ahí, cualquier analista debe sacar una conclusión, que yo siempre he pensado y a partir de la cual he trabajado. En mayor o menor medida, en las encuestas políticas se sesga hacia votantes de izquierda y en contra del centro derecha. Esto, en general, ha pasado siempre, y en mi análisis llego a la conclusión de que las personas de izquierdas son más accesibles a ser encuestadas y la de derechas un poco menos, de hecho si a la hora de proyectar el voto final no hubiésemos tenido en cuenta esta inclinación, prácticamente todas nuestras proyecciones de voto se sesgarían hacia la izquierda dando resultados diferentes a lo que va a ocurrir.
En esta situación, hay quienes plantean, como hace el CIS de Tezanos, no tocar nada y dejar las cosas como están, lo cual, dicho con el debido respeto no es del todo exacto. Ya que, si realmente quieren dar la estimación de voto que las propias tablas arrojan, deberían abstenerse de realizar ningún cálculo posterior y simplemente mostrar lo que se denomina voto directo, para que sean los analistas, que estén dispuestos a realizar proyecciones, los que hagan sus cálculos a partir de esos datos directos.
No quiero aburrir a los lectores con cálculos, pero la forma de hacerlo ha cambiado su mecanismo a lo largo de los meses. Cómo no, no voy a estar de acuerdo con la mayor pureza de los datos, pero no puedo abstenerme de hacer proyecciones que, es el fondo, es lo que cualquier cliente necesita y, en este caso, los españoles, que son los que pagan las encuestas del CIS y quieren saber exactamente cuáles son los datos.
El Felipe González era presidente del Gobierno dijo en una ocasión: "Gato negro, gato blanco da igual, lo importante es que cace ratones". Es otras palabras, no se puede decir que yo lo hago muy bien porque soy muy puro, pero a la hora de proyectar datos para unas elecciones no puede ser que, teniendo los mejores medios y el mejor presupuesto para hacer encuestas políticas y, una de las mejores series históricas de voto, en la primera prueba de fuego sus proyecciones de voto sean las peores y las más alejadas de la realidad. Su función no es otra que dar la información más fidedigna y no la más errónea, que es lo que ha ocurrido en este caso.
28-A, segunda prueba
Esa fue la primera prueba y el 28 de abril viene la segunda. De momento veo que el CIS sigue liderando el extremismo en los resultados, sigue siendo la que da mayor y más potente victoria a la izquierda y concretamente al PSOE.
Un dato anecdótico pero, a mi juicio, importante es que he observado que ahora, partiendo de la teoría de que la muestra es perfecta, que no tiene ningún sesgo y que representa cabalmente al 100% la opinión política de los españoles, proyecta la estimación de voto de manera proporcional a los votos ya decididos. Es decir, llegan a la conclusión y por tanto hacen proyección de datos creyendo que los que no manifiestan su voto votarán en la misma y exacta proporción que los que sí manifiestan su voto. Dicho de otro modo, que hay proyección, pero no la hay.
Cuestión que entra en total contradicción con el recuerdo de voto que estas mismas encuestas reflejan. Cabe recordar que en las elecciones generales el PP ganó por 11 puntos y, en cambio, en la encuesta que acaba de publicar el CIS son bastantes más las personas entrevistadas que declaran que votaron al PSOE que al PP.
Solo por hacer unos números, en la encuesta electoral del CIS para elecciones generales, para estimar al PP se le multiplica el voto por 1,33, al PSOE por 1,38, a Ciudadanos por 1,38 y a Podemos por 1,37. Una cifra muy similar prácticamente para todos. Sin embargo, en las elecciones andaluzas, a pesar de dar unos resultados a favor del PSOE, EL CIS dio una ponderación mayor al PP que la del PSOE, pues al PP le multiplicó por 1,9 y en cambio al PSOE por 1,68 y aun así, el error fue mayúsculo.
Con la vista puesta hacia la segunda prueba, habrá que esperar para ver si el CIS sigue proyectando de igual manera y si, siendo así, acierta o se equivoca. Bajo mi punto de vista, creo que más bien se va a equivocar, pero como queda poco tiempo, en concreto ocho semanas, esperaremos pacientemente para ver los resultados. Si esto ocurre, no creo que el CIS vaya a cambiar para las elecciones municipales, autonómicas y europeas del 26 de mayo, entre otras cosas porque hay pocos días entre ambas citas. Habrá que esperar y ver qué pasa en la tercera prueba, tal vez a la tercera vaya la vencida.
La intención de voto
En otro orden de cosas menor, yo aconsejaría al CIS que no dejara la pregunta de intención de voto y, en general, todas las relacionadas con el voto para el final del cuestionario, y que, además, procure ponerlas entre las primeras porque en todo temario hay preguntas que pueden sesgar las siguientes. Históricamente, en los miles de estudios que he dirigido hasta ahora y que sigo dirigiendo, la intención de voto está siempre entre las 8 -10 primeras preguntas, iniciando el cuestionario con 2 o 3 preguntas más bien neutras que sirvan de entrada a la conversación porque, en definitiva, una encuesta es una conversación estructurada con una persona en la que luego se clasifican, se codifican y se cuantifican las respuestas.
A veces el no hacer nada, lejos de acercarnos a la verdad, en muchas ocasiones nos aleja de ella. El problema es potenciarlo porque ya se conocen las consecuencias, es decir que cualquier encuesta política que no se analiza en función de otra serie de parámetros, y de forma muy importante con del recuerdo de voto, hace que su proyección de intención de voto se sesgue en un sentido determinado.
Ahora que están de moda los algoritmos, yo siempre he trabajado con ellos para hacer las mejores proyecciones. Pienso en que nos han venido bien, y nos han ayudado mucho a predecir la realidad aunque, hay que reconocerlo, no siempre se puede ser totalmente preciso. En nuestros algoritmos tiene un lugar preponderante el recuerdo de voto, también la simpatía partidaria para aquellos que no manifiestan su voto, pero otros factores que se tienen en cuenta son la preferencia de la persona para la presidencia del Gobierno, el análisis de cómo se han comportado las encuestas en otras elecciones del mismo tipo y de qué manera han funcionado previsiones anteriores.
Entiendo también, y lo he manifestado públicamente en otras ocasiones, que para hacer investigaciones sociológicas de carácter político y proyecciones de intención de voto hay que saber de política y saber interpretar muchos hechos que ocurren en la sociedad y que, en cierta medida, pueden ser parte del algoritmo que he mencionado anteriormente.
Esa noche, en la novena planta del Hotel El Embajador, a unos metros de la terraza donde se grabó una escena mítica de la segunda parte de El Padrino, y antes de conocer los resultados, comenté con los datos previos que daban las encuestas que no entendía bien la victoria de la izquierda porque en el voto no se notaba el efecto de Cataluña, lo cual fue, sin duda, lo que generó la victoria del centroderecha esa noche. Un efecto que, según observo, volverá a repetirse en las elecciones generales del 28-A y en las que se celebrarán el 26 de mayo.
***Carlos Malo de Molina es sociólogo y fundador y exdirector de Sigma Dos