Además de ser uno de los pueblos más bonitos de toda Asturias, la parroquia de Nueva (Llanes) es uno de esos rincones construidos por los indianos. Comenzaron a regresar de las Américas henchidos de dinero a finales del siglo XIX y a principios del siglo XX. Hay mucha casa encendida en colores vivos, en amarillo, en rojo o en azul celeste. Hay palacios condales y también casonas barrocas que fueron ocupadas entonces y donde siguen instaladas ahora esas mismas familias. También hay (o hubo) algunos secretos en este lugar que se están comenzando a conocer ahora.
La estirpe de esos burgueses retornados cuya prole afloró más tarde es algo habitual en Llanes. Muchas familias cuentan con historias similares entre sus antepasados. Dos de ellas, crecidas en el extranjero, quedaron unidas años después cuando sus respectivos hijos iniciaron una relación amorosa. Una de ellas, la de Francisco Javier Ardines González, echó a volar de Halle (Bélgica) para volver a las playas llaniscas. Había llegado cuando este apenas tenía 9 años.
La otra era la de Nuria Blanco, su mujer. Su familia marchó para Llanes desde Suiza décadas atrás, emprendiendo el mismo viaje de vuelta. Ambas se instalaron de regreso entre las zonas de Belmonte de Pría y Nueva. Pronto retomaron la vida social propia de la zona, de bar en bar y de sidrería en sidrería.
Lo cierto es que Ardines, tipo comprometido en el ayuntamiento desde el punto de vista social, fue siempre a lo suyo. Al casarse se mantuvo en la casa de la familia, la misma ante la cual apareció su cuerpo la mañana del 16 de agosto de 2018.
Su vida social, desde la adolescencia, quedaba circunscrita a la zona de Nueva, ese lugar de playas y rocas majestuosas, como recién escupidas de un viejo volcán. Se trata de un lugar con ambiente, con restaurantes típicos y toda clase de fiestas en las que los instintos se relajan y las carnes se vuelven débiles. La mayoría de las veces que eso pasaba le sucedía aquí. En Nueva.
Primer nieto
Fue en este pueblo donde Ardines fraguó la mayor parte de sus conquistas amorosas. Donde, con su carácter recio pero sosegado, tranquilo pero seguro, halagador pero sin llegar a resultar sobón, consiguió mantener aventuras esporádicas con distintas mujeres del lugar. Lo hizo todo con un cuidado tan extremo que nadie lo supo jamás.
Ardines siempre fue todo un galán, un tipo que imponía con su presencia: brazos morenos y fuertes, mirada penetrante de color verde y convicción de plomo. "Podía hacer algún comentario picante, o responder sin darle importancia a algunas insinuaciones concretas hacia él y alguna chica que conocía. Pero era un tipo discreto y quizá por eso nunca se enteraron de nada", explica a EL ESPAÑOL una persona muy cercana al concejal.
Tres de ellas esas mujeres con las que estuvo a lo largo de los últimos años ya han visto cómo sus maridos, al enterarse, les pedían el divorcio. La secuencia en estos últimos meses, posteriores al asesinato, ha resultado ser la misma: la Guardia Civil acude a determinada casa, donde saben que vive determinada mujer. Allí le hacen determinadas preguntas, y ella les responde. Al marcharse, los esposos preguntan: qué pasa aquí, cariño, qué querían los agentes. No hacía falta demasiado para atar cabos y deducir que todas ellas estaban relacionadas con la historia de las infidelidades de Javier Ardines.
La otra cara de la historia es la de su mujer, la de Nuria. Dicen personas cercanas a la familia que ahora lo está pasando mal. "Tiene ese doble dolor: por la muerte de él, ya que le quería, y por todo lo que se está sabiendo ahora".
Ardines guarda silencio sobre la mayoría de las relaciones sexuales, quedando ocultas hasta varios días antes de ser asesinado. El 5 de agosto quedan reveladas a su familia. Ese día tanto su hija como su mujer reciben un audio en su teléfono móvil. Lo acaba de enviar Pedro, el marido de su prima Katia. En él se oye una conversación entre su marido y su prima que tiene lugar, cómo no, en un restaurante de Nueva. en la sidrería Muros.
En la grabación se les oye a Katia y a Ardines hablando cuando Pedro desparece momentáneamente de la mesa:
-Yo, a calentar la casa, le dije -empieza Katia, cambiando de conversación cuando su marido se va al baño-. Pues ir calentando la casa para cuando llegues... Menos mal que no sabe cómo la caliento... (se ríe)... si no, agárrate que vienen curvas.
-Llevamos años librando, responde Ardines.
-Sí, madre mía... Hay que tener 'cuidao'.
Días después encontraron muerto a Ardines, que se llevó el secreto de sus otras amantes a la tumba. Su mujer se ha ido enterando de todo esto a cuentagotas de las otras posibles implicadas en el caso. En Llanes, al concejal le favorecía la distribución de los pueblos. Se trata de uno de los ayuntamientos más grandes de toda Asturias. La población está dispersada en decenas de núcleos urbanos. De este modo, hay muchos de la zona de Pesa de Pría que apenas conocen a aquellos que viven en el centro de Llanes. O incluso en la zona de Posada.
Y eso le iba bien para que muchos no le conocieran directamente y pudiera pasar desapercibido. "Nosotros le habremos visto tres veces en toda nuestra vida", comentan a EL ESPAÑOL dos parejas de amigos en las callejuelas llaniscas.
Belmonte de Pría, Nueva y la villa de Llanes han sido los tres escenarios en los que, en los últimos meses, se han ido dibujando las secuencias y las hipótesis del crimen. En Llanes, Ardines tenía su trabajo como capitán del pesquero Bramadoria, y también su compromiso con la política municipal. En Belmonte de Pría, su casa, y la de los vecinos, Pedro y Katia, esta última amiga de toda la vida y amante del concejal. El tercero de los escenarios del crimen es Nueva, del que menos se ha hablado hasta ahora pero donde las consecuencias de las revelaciones del caso se han apreciado con mayor intensidad.
La pasión furtiva de Ardines y Katia
La última vez que Ardines y su amante Katia estuvieron a solas y mantuvieron relaciones fue el fin de semana del 13-14 de septiembre de 2017, un año antes del asesinato. Ella llegó sola desde Amorebieta para pasar las fiestas del Cristo de Nueva de Llanes.
Una vez en su casa, en Belmonte de Pría, entrada la noche, Javier la llamó por teléfono. Luego salió de casa en dirección a la de ella. Allí pasaron la noche.
Katia y Ardines eran amigos de toda la vida. Se conocían mejor que nadie, habían trabado amistad durante la adolescencia. Sin embargo, otro fue el destino de aquel chaval que años después se iba a echar a la mar. A los 16 años, conoció a su actual mujer, la prima de Katia. Se llamaba Nuria, se gustaron y comenzaron a salir.
Ni el concejal ni la prima se iban a olvidar tan fácilmente. Al año siguiente, ambos mantuvieron un romance en secreto sin contarle nada a nadie. La historia siempre se repite primero como tragedia y luego como farsa. Y no hay mayores tragedias que las de la adolescencia. Nuria se enfadó enormemente al enterarse de todo. Javier le dijo que nunca más volvería a pasar, así que la relación tiró para adelante y aquello pronto quedó olvidado.
Entre las primas, sin embargo, las cosas no fueron tan sencillas: los años siguientes, la relación se enfrió de forma sustancial y les costó mucho recuperar la confianza que tenían.
Las cosas duelen más en la adolescencia, y quizá por eso, con el paso de los años, ambas le quitaron hierro al asunto y volvieron a conformar la simpática pandilla que tenían en los últimos coletazos de la infancia. Pero el asunto, enterrado para Nuria, continuaba sucediendo entre bastidores.
Según la declaración de Katia, presente en el extenso sumario al que ha accedido EL ESPAÑOL, al año del enfado con su prima, Ardines y su amante volvieron a caer. Aquel verano sí que se acostaron y Nuria no se enteró. Desde aquel momento, siguieron manteniendo relaciones de manera esporádica: los fines de semana que ella llegaba a Asturias, los veranos, las fiestas de los pueblos... Dice también que había otras etapas de sequía en las que no hacían nada.
Ardines era un tipo discreto. También ella lo era. Por eso durante muchos años nadie más que ellos dos conoció aquel secreto.
Desde la última vez que se acostaron hasta el asesinato de Javier, las visitas a Llanes se redujeron enormemente. Dos veces tan solo: el 30 de junio, el 5 de agosto. Habría de acudir a Llanes una vez más después del crimen: el fin de semana del 7 al nueve de septiembre de 2018. No ha regresado desde entonces.