La familia de Joshua Batun está a la desesperada. Están haciendo lo que no es agradable para nadie, salen en la prensa, en las televisiones, donde haga falta, recordando que a Joshua lo mataron tras pegarle 19 puñaladas. Todo este trago lo pasan con el único objetivo de encontrar al presunto asesino, Andrés Ismael Sánchez, un conocido del barrio que pasó los últimos momentos junto a la víctima y que desde que tuvieron lugar los hechos anda en paradero desconocido. Se sabe que es él gracias a que Joshua cambió la foto de WhatsApp justo antes de ser asesinado. En la imagen aparece junto a su presunto asesino.
EL ESPAÑOL ha podido hablar con la hermana y el padre de Joshua, Magdalena y Ángel. Él se ha mostrado muy molesto con la situación porque han pasado casi tres meses desde que su hijo fue asesinado y todavía no hay respuestas. “¿Qué quieren, que yo vaya a buscar al asesino y lo traiga descuartizado? ¿Me están obligando a empapelar el colegio de la hija de la asesina para que sepan quién es?”, comenta Ángel, enfadado por los escasos avances que hay en la investigación. Incluso, Ángel dice que conoce el paradero del presunto asesino y que no sabe cómo reaccionar.
La madrugada del pasado 30 de diciembre, con la Navidad llamando a la puerta, Joshua salió a tomar unas copas al bar Guaraná, que solía frecuentar y que se encuentra en la capital malagueña donde vivía. Ahí coincidió con dos parejas de conocidos. Una de ellas eran Andrés Ismael -conocido como El Tranki, por su abuso del Trankimazín- y su novia María José Gálvez. Estuvieron tomando algo, los cinco, hasta que la otra pareja se retiró y Andrés Ismael y su novia se quedaron solos con Joshua.
Ahí entra una nebulosa en la historia. Nadie sabe qué pasó. Pero unas horas después de que Joshua se quedara solo con la pareja, su cadáver apareció tirado en el malagueño Paseo Pablo Ruiz Picasso. Un hombre se le acercó para ver si estaba bien, desconociendo lo que estaba pasando, y le dijo que si no se levantaba le atropellarían. Efectivamente, justo después un coche atropelló el cadáver de Joshua. Cuando llegaron las autoridades vieron que tenía 19 puñaladas en su cuerpo, 13 de ellas en la espalda, y que probablemente ya estuviera muerto cuando lo tiraron ahí.
Sin embargo, antes de morir, Joshua dejó una pista clave para saber quién era el asesino. Esa misma noche se cambió la fotografía de perfil en WhatsApp, en ella salía con Andrés Ismael. Este hecho sirvió a las autoridades, al día siguiente, para identificar e ir a buscar al presunto asesino, pero tanto él como su novia se habían borrado del mapa. Aunque María José se entregaría más tarde, el 24 de enero, y se encontrarían algunas pistas, sigue sin haber rastro de él, algo que está agotando la paciencia de la familia.
“Yo me he llevado una decepción con la Policía”, reconoce Ángel, que asegura que desde la investigación no se les tiene al tanto y no se les informa de nada. “Cuando íbamos ahí a ver si había novedades, nos decían que estaban en ello, nada más, y alguna vez incluso que pidiéramos una cita”, comenta.
“Entiendo que tienen casos más grandes y más graves”, dice Ángel resignado. “Yo he salido a la calle a preguntar, he hecho su trabajo y sé que él está en Málaga y espero no encontrármelo”, añade. “Gente que le conoce me ha dicho que le han visto en unos bares de copas a las afueras de la ciudad, pero yo no le voy a decir nada más a la Policía y en el tiempo que tenga libre intentaré averiguar algo más”, comenta enfadado. “Espero no encontrármelo”, insiste.
María José se entrega pero la investigación no avanza
La hermana de Joshua, Magdalena, cuenta en conversación con este diario cómo la Policía se presentó en su casa la misma mañana de los hechos preguntando por su hermano. Ella le dijo que no sabía dónde estaba, que ya se olía lo que había pasado porque vio lo del cadáver en las noticias y le enseñó la foto de WhatsApp. Los agentes identificaron al sospechoso y fueron a donde residía la pareja pero ellos ya no estaban.
Lo que las autoridades sí que encontraron fueron numerosas pistas que apuntaban a la participación de la pareja en el asesinato. Hallaron el coche en el que trasladaron el cadáver de Joshua, con sangre de él y con arena que la víctima llevaba en la ropa interior. Además, en un contenedor cercano a la vivienda de Andrés Ismael y María José encuentran ropa manchada con la sangre de Joshua.
“La mañana del 30 fueron a esa casa, se ducharon y se cambiaron de ropa”, relata Magdalena. “Después, se fueron a otra vivienda que habían okupado ilegalmente y ahí se escondieron un tiempo”, añade.
Esto, Magdalena lo sabe porque el día 24 María José Gálvez decidió entregarse a la Policía Nacional. Colaboró, aunque poco, e indicó la casa okupada en la que vivían. De nuevo, Andrés Ismael no estaba, aunque sí encontraron un chaquetón de Joshua, que estaba quemado, su móvil, roto, y un arma blanca que coincidía con las heridas que tenía en el cuerpo.
“Cuando ella se entregó tuvimos cierta esperanza, pero decayó, porque creíamos que llegaríamos a él y no ha sido así”, dice Magdalena. “Ella lo que ha contado es que estuvieron viviendo de okupas en esa casa y que habían estado robando para sobrevivir”, añade. “Eso sí, ella en todo momento niega el crimen y dice, primero, que él la ha tenido amenazada, luego, que no ha sido y, después, que su marido se defendió… va cambiando siempre de versión”, lamenta Magdalena.
Sin rastro de ‘El Tranki’
Lo poco y contradictorio que le han podido arañar a María José no ha servido de mucho a las autoridades que investigan el caso. Han pasado casi tres meses y no hay ninguna novedad aparente al respecto. Una muestra de ello es que, cuando se ha levantado el secreto de sumario del caso, la Policía Nacional se ha visto obligada a pedir la colaboración ciudadana para intentar dar con Andrés Ismael.
La Policía difundió este lunes un comunicado en el que pedían ayuda para localizarlo. En su descripción, detallaban que Andrés Ismael es un español, de 31 años de edad y aproximadamente 1,70 metros de altura. Como rasgo distintivo, las autoridades aseguraron que tiene uno de los incisivos inferiores fracturado o carente y un incisivo superior de color negro. Además, adjuntaban fotografías tomadas de las cámaras de seguridad del local Guaraná y un número de teléfono -el 952046280- para que cualquiera que pueda saber algo se ponga en contacto con ellos.
Según comenta la familia, han logrado hablar con mucha gente que conoce a El Tranki y la mayoría han relatado que se trata de una persona violenta, que suele abusar de estupefacientes y que acababa de salir de prisión cuando se produjeron los hechos. “Llevaba un mes y poco libre”, asegura Ángel. “Ahí había estado 8 años y tiene más de 30 antecedentes, entre atracos con violencia y violencia a su pareja”, añade.
Su hija, Magdalena, secunda esta versión: “A nosotros nos han comentado que estaba en un régimen con sólo una hora de patio y que en la cárcel agredió a un funcionario con un bolígrafo”. La cárcel en la que supuestamente estuvo el presunto asesino fue en la de Botafuegos, en Algeciras.
La pareja que pasó la noche con Joshua y sus presuntos asesinos, y que en todo momento ha colaborado con las autoridades, ha asegurado también que esa noche había consumido cocaína. “Según lo que nos han contado, estaba con pimienta blanca hasta arriba”, dice, dando un rodeo, Ángel.
La familia se pone las botas de campo
Tal y como han reconocido Magdalena y Ángel, ante los escasos avances de la investigación, en cuanto se levantó el secreto de sumario se pusieron manos a la obra a buscar por su cuenta. Fueron por los barrios preguntando e incluso abrieron una página de Facebook para que cualquiera que tenga alguna noticia del paradero de El Tranki se lo comente.
“Joshua era un chico normal, muy entregado a sus amigos y quería muchísimo a su familia”, asegura Ángel. “Era muy inteligente pero le marcó muchísimo el divorcio de sus padres. Tenía un problema, que era la esquizofrenia, pero lo superó y estaba en su mejor momento de la vida”, añade.
“Ahora no tenía empleo pero tenía proyectos, quería una hipoteca y hacer su propia familia”, relata con tristeza. “Había aceptado y superado la incapacidad de la esquizofrenia y con su pérdida he podido ver la cantidad de amigos que tenía y que ha sentido su pérdida”, añade Ángel. “Me he quedado flipado con las muestras de apoyo”.