"Da la casualidad de que soy uno de los heridos. El muerto es mi cuñado. Esa mancha en el suelo, lo dejaron ahí tirado". En la camisa azul de Luis Miguel Ruiz queda todavía una mancha oscura de sangre que no acaba de borrarse. La tiene desde la tarde de este domingo, un día soleado y apacible en el número 12 de la calle Esteban Carros. Hasta que una emboscada orquestada por veinte vecinos se terminó llevando por delante a uno de los vecinos más queridos del Pozo del Tío Raimundo, en el barrio madrileño de Vallecas.
Paco tenía 64 años y el último día de la semana celebraba el cumpleaños de su mujer. Estaba siendo un día agradable en familia hasta que a las siete de la tarde los sobrinos decidieron bajar a pasear a los tres perros que forman parte de la familia. En la plaza trasera de la casa se encontraron a una vecina, mujer de una familia que vive a escasos 20 metros de donde se encontraba la vivienda de Paco, asesinado este domingo.
"Estos perros nada más que están ensuciando la calle y luego no recogéis nada. Nos dijo eso, y mi cuñado Paco le respondió que recogiesen la basura ellos, que se pasan el tiempo tirándola por la ventana". Luis Miguel tiembla al contar al reportero la experiencia de la jornada anterior. Apenas ha dormido dos horas, llegó de la comandancia de la Policía a las cuatro de la mañana y lleva desde primera hora atendiendo a las televisiones y consolando como puede a la familia.
Tras el intercambio de palabras con la mujer, prosiguió el paseo con los perros. Minutos después regresaron a casa, pero en la plaza trasera por la que se accede a la vivienda se encontraron toda una emboscada. Una veintena de personas estaban esperándoles. Al verles llegar se fueron directamente a por ellos.
"Salieron como fieras"
Desde la ventana de la casa, Paco lo vio todo. "Les están pegando, les están pegando", dijo, y abandonó el piso para intentar aplacar a quienes estaban atacando a sus sobrinos. Bajó también Luis Miguel, el cuñado, pero les superaban en número y fueron con todo a por ellos. "Echaban chispas. Empezaron con empujones, luego otro cogiéndonos del cuello. Y después ya peor: a mí uno que tendría unos 50 o 60 años me dio tres golpetazos con una barra en la cabeza, y porque tengo la cabeza dura, que si no...".
Las secuelas permanecen la mañana del lunes. En el rostro de Jessy, la sobrina de Paco, se aprecian unas evidentes ojeras, que son las que tiene toda la familia. La cabeza de Luis Miguel está cubierta con una venda y una gasa con la que le cauterizaron la herida en el cráneo.
Tras los golpes, los puñetazos y los palos, uno de los agresores extrajo un cuchillo "de grandes dimensiones". El hijo de Paco recibió el primer navajazo. "Le dio en la cabeza, así de refilón. Mientras, intentábamos pararles. En el segundo golpe, mi cuñado se interpuso en el medio y fue ahí cuando le apuñalaron en el cuello".
Luis Miguel señala el rastro de sangre en el suelo, todavía perceptible en el callejón en el que cayó sin vida el cuerpo de su cuñado, un hombre, coinciden los familiares y los vecinos en el barrio, bueno, de arrimar el hombro, siempre cercano y generoso.
Paco no tenía enemigos. Tenía 64 años, estaba ya jubilado y cobrando la pensión tras una vida de trabajo en una empresa filial del Corte Inglés como operario de mantenimiento. Sus padres llegaron hace décadas a la zona del Pozo del Tío Raimundo y se instalaron ya para siempre allí. Por eso a los suyos les sorprendió la desmesurada reacción de la familia vecina ante aquella breve discusión.
Una pared que dice "Asesinos"
En cuanto Paco cayó al suelo, la veintena de agresores se desperdigaron con enorme rapidez. "Apareció un coche por esa esquina de allí y se los llevaron. Otros se marcharon corriendo. Se deshicieron del cuchillo y no se les vio más. Desde ayer no se les ha visto por la calle", dice Luis Miguel. A día de hoy nadie ha sido todavía detenido por el ataque mortal.
Los sanitarios llegaron al lugar del suceso minutos después. La víctima había entrado en parada cardiorrespiratoria y no dejaba de sangrar. Treinta minutos emplearon en tratar de reanimarle. El Samur solo pudo confirmar que había fallecido.
"Nosotros sabemos quiénes son, y hoy se esconden", insiste Luis Miguel. En la plazuela trasera en la que se produjeron los hechos las paredes están confeccionadas con el típico ladrillo rojizo sobre el que se erigen centenares de edificios en Madrid. Dos caras de uno de ellos, donde nadie responde al telefonillo, aparecieron pintadas en la mañana de este lunes. Hay una palabra escrita dos veces en letras grandes y color gris: "Asesinos".
Luis Miguel la señala y la reconoce. "Sí, la hemos escrito nosotros".