Gran parte de la vida de Juan Merchán, o Vidal, como le gusta que le llamen, transcurre en la carretera. Cada día ordena montañas de catálogos de muebles en el maletero de su Serie 3 y parte desde su casa ubicada en plena sierra de Madrid. Recorre entre 300 y 400 kilómetros diarios abarcando la provincia de Madrid y la de Guadalajara. Aunque no lleva la cuenta con exactitud, al año puede sumar alrededor de 75.000 kilómetros simplemente hablando de trabajo. En sus viajes, enseña a las tiendas los modelos de los que disponen sus proveedores, y si gustan, se los compran. Lleva siendo comercial desde hace más de 28 años y cada 7 años, de manera aproximada, se ha visto obligado a renovar su herramienta de trabajo. En todos sus trayectos siempre le ha acompañado un coche de combustión, diésel generalmente. Nunca ha cogido un eléctrico. Pero hoy se va a subir en uno.
"Que lo prueben. Que lo prueben y se darán cuenta de qué es un coche eléctrico". Con estas palabras, Fernando, un experimentado conductor de vehículos eléctricos, aludía a aquellos conductores que permanecen aferrados a los vehículos de combustión. Todos los conductores de eléctrico recuerdan con cariño esa primera sensación que sintieron al coger el volante de uno. La aceleración, el ruido, las vibraciones, la suavidad... pero resulta difícil hacerlas llegar al lector solamente con palabras. Por ello, y obedeciendo su consejo, filmamos la reacción de Juan al experimentar lo que se siente al probarlo por primera vez.
Merchán se ha ofrecido como voluntario para esta peculiar prueba, aunque desde un primer momento se muestra receloso. "El problema de esto está en las baterías, a mí esto no me podría valer", dice nada más saludar. Su perfil es el de un hombre de algo más de 50 años que utiliza a diario su coche para trabajar y que nunca ha pilotado un eléctrico. Él no tendría el problema de los puntos de carga, ya que cuenta con un garaje propio con un enchufe. En unas horas, como excepción, tiene que viajará hasta Calpe, municipio de la costa mediterránea. "Hoy, por ejemplo, no llegaría con este coche", añade señalando al deportivo rojo.
Gracias a Tesla contamos con un Model 3 recién salido del horno para esta prueba. En su primer mes de vida, el coche ha sido el eléctrico más vendido en España. Y aunque es cierto que tanto por su apartado técnico como por su precio (desde 57.600 euros) podría casi encajarse en el segmento de lujo, no se trata de comprobar las prestaciones, sino de recoger impresiones y sensaciones.
Tras las presentaciones, Juan toma asiento. Se coloca la butaca para estar cómodo, orienta los retrovisores y se dispone a arrancar. Busca una llave o botón en el interior con el que arrancar. Ambos son inexistentes en el Model 3, ya que se enciende simplemente pisando el freno. "¿Y ahora?", pregunta extrañado. Sin hacer nada de ruido, el coche ya está arrancado y listo para circular.
Durante el primer minuto solo caben exclamaciones de sorpresa. Ceño fruncido y resoplidos. "Puf...Es espectacular", comenta. Las amplias y largas calles de Valdebebas son el escenario escogido para probarlo. A muchos vecinos les extraña aún ver un coche que no genera ruido y que no tiene tubo de escape. Otros, que ya conocen el 3, simplemente se quedan mirando con la envidia que despierta un coche bonito cuando pasa por delante.
Lo más sorprendente: la aceleración
La radio apagada y las ventanillas subidas permiten valorar y apreciar el casi inexistente ruido que genera el coche más allá del rozamiento de los neumáticos con el asfalto. "¡No suena casi!", describe el piloto. La ausencia de vibraciones, sumado a las altas prestaciones del vehículo, provocan que se sobrepasen los límites de velocidad casi sin darse cuenta. El eléctrico, frente al coche de combustión, puede genera una percepción de la velocidad errónea. La mente humana, acostumbrada a las revoluciones y al rugido del motor, percibe menos movimiento que el que acontece realmente. "Me imaginaba que en la conducción iban a estar bien (los coches eléctricos), pero no tanto. Me parece impresionante, sobre todo la aceleración, el reprís que tiene", destaca Juan. Por el momento, parece que el bautizo eléctrico está resultando positivo.
El silencio que impera en el coche y el rostro serio, puede que motivado por una cierta incredulidad o asombro, pronto se transforma en una sonrisa pícara y alguna carcajada. "¡Mira cómo acelera!" El gesto del rostro de Juan se asimila al de un niño con un juguete nuevo. En parte, porque tiene uno en sus manos. El Tesla acelera de 0 a 100 en 3,5 segundos. Aunque los eléctricos no tienen caballos, podría compararse con un motor de más de 300 caballos. Pero no es solo potencia, ya que cuenta con todo tipo de comodidades y con un diseño muy minimalista. Parece más uno de los muebles de líneas vanguardistas que nuestro conductor vende que un coche. Ni pomos, ni botones en su interior, con un salpicadero recubierto por madera y un techo de cristal semitraslúcido que permite a los ocupantes de la parte trasera entretenerse con el paisaje.
Acelerón y frenada, seguido de un "A ver, a ver". Y vuelta a empezar. El semáforo se convierte en una parrilla de salida improvisada en el que, a poco que se pise el acelerador, el eléctrico sale ganando. Al parar en el siguiente y justo antes de que finalicen las risas entre los ocupantes, llega en segundo lugar otro vehículo; su conductor se para en paralelo y pide bajar la ventanilla. "¿Sois españoles? ¿Habláis castellano?", pregunta el compañero de la carretera mediante una autoinvitación. "Tengo un Mercedes AMG y este coche vuestro acelera incluso más", comenta sorprendido.
El azar de la ruta improvisada quiso que pasáramos por la ciudad deportiva del Real Madrid. Al atravesar la entrada principal, fotógrafos, periodistas y aficionados en busca del autógrafo de sus ídolos clavaron sus miradas en el deportivo rojo, con la duda de si algún rostro famoso se encontraba dentro del habitáculo. Lamentablemente no cumplimos las expectativas.
Sin ruidos ni vibraciones a altas velocidades
Hora de probarlo en carretera. Lo mismo que le ocurre en poblado se suscribe aquí. En un pestañear, el carril de aceleración queda atrás y la incorporación se hace efectiva sin obstaculizar a ningún vehículo. "Toma ya", expresa Juan. Es una de las ventajas de tener una respuesta tan efectiva de la aceleración. La carretera no es el hábitat natural de un eléctrico, concebido para ser urbano. Se comporta igual que cualquier otro coche. Con mayor o menor potencia, es obligatorio respetar las limitaciones de velocidad, por lo que no hay lugar para la sorpresa a menos que se active uno de los puntos fuertes del Tesla: el AutoPilot.
No es una tecnología exclusiva de Tesla, ni de los eléctricos en general, pero es cierto que la compañía americana ha sabido pulirla casi hasta la perfección. Con un par de toques a la palanca de cambios, se activa un modo de conducción en el que en control de velocidad se fija, en este caso, a 120 km/h. Si detecta que el coche de delante frena, este responde en consecuencia. Si acelera, intenta retomar la velocidad fijada. Da igual que otro coche se cruce o que haya algún obstáculo, ya que las ocho cámaras que trae el modelo lo detectan. Al mismo tiempo, toma como referencias las dos líneas que delimitan el carril y las sigue sin salirse de ellas. Toma las curvas por el conductor, aunque siempre pidiendo que no se retiren las manos del volante. Por el momento, no es perfecto y la legislación no permite la conducción autónoma al 100%.
La emoción de conducir sin pies ni manos lleva a nuestro entrevistado a pedirnos que le grabemos un vídeo, pero la diversión se acaba pronto, ya que tras dos avisos, el coche "castiga" al conductor inutilizando esta tecnología. Aun así, hemos recorrido unos dos kilómetros bajo la dirección de la máquina. "Es una pasada", expresa el conductor.
¿Y para viajes largos?
Se va acabando el tiempo de la prueba. Juan tiene cuatro horas por delante hasta llegar a Calpe, donde tiene una reunión. Pero antes de abandonar el coche, calculamos qué pasaría si decidiese ir con el eléctrico. El GPS que trae incorporado incluye todos los puntos de carga de la red Tesla. Además, también indica la ubicación de los puntos que no pertenecen a la compañía. Cuando se le pide, por ejemplo, cómo llegar hasta Calpe, sucede esto:
La ruta de 472 kilómetros incluye el paso por Atalaya del Cañavate, un municipio conquense a mitad de camino entre Madrid y Calpe. Allí se encuentra uno de los Superchargers de la compañía, en la que se aconseja parar durante 30 minutos para repostar el vehículo y, por qué no, comer y beber algo o estirar las piernas. Las 4 horas 17 minutos que conlleva el trayecto (según Google Maps) pasan a 5 horas. Además, el mapa se actualiza casi al segundo, corrigiendo la ruta en función de la ocupación de los puntos de carga o en función del gasto energético que genere el modo de conducción. Si es más agresivo, probablemente haya que parar antes en otro punto, se llegue con menos batería o haya que dejarlo más tiempo cargando. Si por el contrario es más tranquilo, ocurre lo mismo pero a la inversa.
Tras la prueba toca hacer balance. Por un momento, los roles se invierten y formulamos las preguntas que él haría como comercial a uno de sus clientes. ¿Habrá cambiado la opinión de Juan después de este día? "Me imaginaba que estaría bien, pero no tanto. Es una maravilla", opina Vidal. Conociendo el punto débil de estos coches, devuelve la pregunta: "¿Y qué pasa si se rompe la batería? ¿Cuánto cuesta?"
Sin entrar mucho en detalles, los precios de las baterías de automóvil eléctrico, como poco, comienzan en 5.000 euros. Dependiendo de la marca y de la potencia, hay un abanico muy extenso. 7.000, 8.000, 10.000 euros... hasta los 20.000. En el caso particular de Tesla, la marca anunció que sus baterías costarían 100 euros por cada kWh. El Model 3, con una batería de 62 kWh, estaría en 6.200 euros. Además, ofrece a sus usuarios una garantía de ocho años, por lo que están convencidos de la durabilidad de sus pilas.
Después de poner las cartas sobre la mesa, surge un acontecimiento totalmente inesperado. El comercial comienza a mantener un monólogo consigo mismo en el que trata de convencerse de que quizás un eléctrico no sea tan mala idea. "Ahora mismo gasto unos 400 euros al mes en gasolina. Con el Skoda que tenía antes gastaba 600. Echando cuentas, en dos años la batería estaría amortizada... No es tontería, ¿eh?", reflexiona el conductor.
Por el momento, el comercial no tiene la necesidad de adquirir un nuevo vehículo. Su coche no tiene muchos años y aún le quedan kilómetros por recorrer. Pero tal y como confirma a EL ESPAÑOL, el eléctrico ha pasado de ser una imposibilidad a ser una alternativa a tener en cuenta.