Snoopy no viste de negro ni va con chistera. Al contrario, sigue y vigila a sus víctimas con pistola en el cinturón, debajo de la camisa, y se mueve en potentes motos para cobrar las deudas que algunos contraen con sus jefes. A José Arbey Rentería usted nunca le ha visto la cara. Actúa en solo unos segundos y suele ocultar su rostro con cascos o con pasamontañas. Hasta hoy, cuando este periódico publica en exclusiva una de las poquísimas fotos, quizás la única, que hay de él.
Este escurridizo sicario colombiano de 42 años es un fantasma que desde hace dos décadas trabaja en España para una ‘oficina de cobros’, como en el argot de la delincuencia se conoce a los grupos de asesinos a sueldo que los cárteles colombianos tienen allá donde envían cargamentos de cocaína. Se trata de un cobrador del frac en el mundo narco. Por 20 o 30.000 euros es capaz de matar a cualquiera. Incluso menos. Para él, la vida ajena vale bien poco.
Aunque ha trabajado para diversos grupos de traficantes, durante los últimos años tenía mayor contacto con el cártel de Urabá, explican fuentes policiales. Discreto y con varios pisos alquilados a nombre de terceras personas en distintos puntos de Madrid y su entorno, Snoopy lleva en España desde el año 2000. Desde entonces, no ha dejado de aparecer su oscura sombra en numerosas escenas de crímenes relacionados con ajustes de cuentas.
Pero es un tipo con suerte. Pese a que ha sido detenido en infinidad de ocasiones y acusado al menos cuatro veces de asesinato o de homicidio, nunca ha sido condenado por matar a nadie. Sus trabajos suelen ser limpios y difíciles de esclarecer. Siempre ha logrado salir absuelto de esos casos. Detrás de esas absoluciones solía sobrevolar el miedo a declarar contra él de quienes fueron testigos de esas muertes.
Pero el próximo 13 de mayo, Snoopy, aficionado al billar y a las prostitutas, se sentará en el banquillo de los acusados de la Audiencia Provincial de Madrid junto a dos de sus subalternos en la ‘oficina de cobros’ que él lideraba. Se les imputan varios delitos, entre ellos el de asesinar por error a José Luis Lucas Serrano, un ejecutivo madrileño de 32 años al que confundieron con un conocido alunicero capitalino que había robado un envío de cocaína.
El chico guardaba parecido físico con aquel delincuente y conducía el mismo coche que él, un Smart de color blanco. Lo mataron a plena luz del día descerrajándole tres tiros en el rostro y cinco más entre el pecho y el abdomen. Murió en el acto.
La acusación particular, que ejerce la familia de la víctima, solicita 25 años de prisión para José Arbey Rentería, mientras que la Fiscalía rebaja su petición de cárcel a 18 años. Entre otras pruebas presentadas ante el juez instructor, los repetidores de telefonía móvil ubican a Snoopy en las inmediaciones del lugar del crimen durante los días previos, cuando se produjeron los seguimientos al alunicero que acabó salvando la vida.
EL ESPAÑOL reconstruye la figura de uno de los mayores criminales de España, que llegó a tener a sueldo a policías corruptos, que disponía de varias casas por las que moverse sin dejar rastro y que acabó siendo el jefe de un grupo de asesinos a sueldo, aunque sus inicios en el mundo del sicariato fueron como ‘peón’. Luego, ya como ‘capo’, frecuentaba discotecas latinas de Madrid como Yaré o Tequila y montaba reuniones en restaurantes y panaderías colombianas o en los Billares Patas Blancas de Leganés.
A tiros por un kilo de cocaína
José Arbey Rentería Acevedo nació el 17 de noviembre de 1976 en Cartago Valle, una ciudad del interior de Colombia ubicada en mitad del triángulo que forman Medellín, Cali y Bogotá. Con 24 años, el jefe de alguno de los grandes cárteles de la cocaína de su país envió a Snoopy a España para mantener, junto a otras personas, el control de los envíos de mercancía y para encargarse de que “todo el mundo pague”, explica una fuente policial.
Pronto se vería envuelto en un crimen. El 13 de octubre del 2000, un hombre de nacionalidad portuguesa murió y otro resultó herido por varios disparos en el barrio madrileño de Vallecas. Las víctimas acababan de comprarle 1.004 gramos de cocaína envuelta en papel de celofán a Snoopy y a otro colombiano con el que andaba compinchado.
Durante la supuesta transacción -hay quien sostiene que los portugueses eran ladrones de traficantes-, los compradores quisieron robarle el dinero que le habían entregado a los colombianos y se enfrascaron en una disputa. Los colombianos sacaron la pistola, dispararon y se dieron a la fuga en un coche de color rojo. Un vecino dijo que era de la marca BMW. Otro, mecánico de profesión, aseguró que se trataba de un Rover. Una tercera persona había llamado a la Policía para informar del número de matrícula.
La Policía Nacional encontró aquel fardo de cocaína debajo de un vehículo aparcado en las inmediaciones de la Avenida de San Diego con la calle Atalaya en Madrid. Semanas después, se detuvo a Snoopy y a su compinche. Durante la instrucción, el juez los acusó por homicidio, aunque luego redujo su imputación a un delito contra la salud pública porque “no fueron identificados por los testigos (vecinos de la zona) en las ruedas de reconococimiento que se hicieron”.
Finalmente, la Sección Quinta de la Audiencia Provincial de Madrid absolvió a Snoopy y a su colaborador, que ni siquiera llegaron a ingresar en prisión por el delito de tráfico de drogas del que se les acusaba.
Encima de una motocicleta
El 20 de junio de 2004, un colombiano de 38 años llamado John Martin Motta Pena murió acribillado a balazos mientras conducía su coche, un Opel Astra rojo con matrícula de Alicante. El arma utilizada era del calibre 38 especial. Nunca se encontró.
Dos individuos subidos a una motocicleta negra tipo ‘scooter’ descerrajaron seis tiros contra el vehículo de Motta Pena. Cinco disparos impactaron en él, que murió en el acto. El sexto hirió de gravedad a Fabiola Vargas, de 50 años, que necesitó 432 días para recuperarse. Los pistoleros, que llevaban cascos en sus cabezas, huyeron a toda velocidad del lugar de los hechos, en el número 10 de la calle José María Pereda, en el distrito Ciudad Lineal de Madrid.
Los agentes del grupo VI de Homicidios de la Policía Nacional se hicieron cargo de la investigación. El fallecido había dirigido una banda de delincuentes que se dedicaba a extorsiones, secuestros y robos en joyerías. Los agentes del caso detuvieron a cuatro personas. Dos mujeres y dos hombres. Uno de los que iba en aquella moto era Snoopy. Se les acusó de los delitos de asesinato, homicidio intentado y tenencia ilícita de armas. Sólo por el asesinato se les pedía 18 años de prisión.
Durante un registro en un locutorio de la calle Antonio Machado de Madrid, la Policía encontró un arma propiedad de uno de las detenidos, aunque los agentes sospecharon que Snoopy también la usaba. Estaba escondida en el interior de una bota que, a su vez, se encontraba dentro de un altillo.
El arma era de la marca Cobray. Era una metralleta automática apta para disparar ráfagas. Pero no se trataba del arma homicida. En aquel local también se encontró el casco que llevaba el otro ocupante de la moto, pero no se pudieron extraer muestras de ADN. De nuevo, José Arbey Rentería y los otros tres acusados resultaron absueltos del delito de asesinato durante el juicio, que se celebró en la Sección 16 de la Audiencia Provincial de Madrid.
Muere un policía a sueldo
Snoopy, que contaba con ‘gatilleros’ menores de edad entre los suyos, no dudaba en aflojar euros de su bolsillo si era necesario corromper a algún policía con ganas de dinero fácil. Dos de ellos eran los agentes José Manuel Á. y José Manuel M. El primero acabó perdiendo la vida por situarse al otro lado de la ley. Fue el 5 de enero de 2005, a las 19.45 horas, mientras los madrileños se lanzaban a la calle para ver la cabalgata de los Reyes Magos. El día acabó teñido de sangre.
Aquella tarde de hace ahora 14 años, Snoopy, otro sicario colombiano llamado Alberto Augusto Velázquez y los dos policías que tenía a sueldo intentaron secuestrar a un hombre de etnia gitana que circulaba por las calles de Vicálvaro, una localidad al este de Madrid. Con otro vehículo, los dos agentes se situaron en paralelo a la pareja y usaron un lanzadestellos similar a los que llevan los coches de la Policía en el techo. Detrás les seguían Snoopy y su acompañante.
Cuando aquella pareja, Jesús y María de los Reyes, se bajó de su coche, se inició un forcejeo en el momento en que intentaron introducir por la fuerza a Jesús en el vehículo de Snoopy. Pero a José Manuel Á. se le cayó el arma durante la refriega y María de los Reyes se hizo con ella. La mujer, presa del pánico, disparó contra ese agente y lo mató. Los disparos impactaron en la ingle y en el tórax del agente corrupto, lo que le perforó el pulmón izquierdo. María de los Reyes, tras huir junto a su marido y a sus hijos, se entregó días más tarde a la Policía Nacional.
Un mes después, la Policía detuvo a varias personas relacionadas con presuntos ajustes de cuentas en Madrid y su entorno. Uno de ellos era Snoopy. En aquella ocasión se le acusó de un homicidio previsto y de detención ilegal. Durante el juicio testificaron tanto Jesús, la persona a la que iban a secuestrar y a matar, y su mujer, María de los Reyes, quien disparó.
En la sentencia de la Sección Sexta de la Audiencia Provincial de Madrid se recoge que ninguno identificó a Snoopy ni al otro sicario pese a encontrarse a escasa distancia de ellos. A su vez, una testigo protegido que en fase de instrucción reconoció a los asaltantes se retractó de sus palabras durante el juicio oral posterior. Snoopy y su compañero resultaron absueltos. Otra vez.
Dispuesto a matar con armas de guerra
El reguero de sangre que persigue a José Arvey Rentería ha llenado de tinta los periódicos españoles. En marzo de 2014, fue detenido y trasladado a la comisaría de Latina en Madrid por homicidio y tenencia de armas y explosivos. Había disparado antes a una persona en la discoteca Cañahuate. Según publicó el diario ABC el 7 de enero de 2016, aquel caso quedó en nada porque nadie se atrevió a presentarse en el juicio para declarar en su contra.
Seis mes después, en septiembre de ese mismo año, fallece de ocho disparos el ejecutivo madrileño José Luis Lucas Serrano, de 32 años. Lo confundieron con un alunicero que iba a un gimnasio situado en el mismo edificio al que José Luis acudía a un curso del antiguo INEM. La Fiscalía y la acusación particular sostienen que, durante semanas, tres sicarios, entre ellos Snoopy como líder de la ‘oficina de cobros’, siguieron al alunicero.
Pero aquella tarde, la del 12 de septiembre de 2014, José Luis, que guardaba parecido físico con aquel delincuente y conducía el mismo coche, un Smart blanco, vestía ropa de deporte porque había quedado después con unos amigos para jugar a pádel. Un sicario en moto con matrícula falsa se acercó a su ventana y lo mató a tiros. Se llamaba Breiner Augusto Portilla. El arma homicida se la entregó Jhonson Andrés Medina. Snoopy habría orquestado el asesinato. Pero aquel día erraron en su diana.
Al autor material de la muerte de José Luis y a quien le entregó el arma se les detuvo en mayo de 2016, más de año y medio después del fallecimiento del ejecutivo. En cambio, Snoopy cayó antes, aunque no por ese caso. Fue el 11 de agosto de 2015. Ese día se encontraba en Míjas (Málaga) tostándose al sol. Él y sus secuaces alquilaron un apartamento y una moto. Iban a matar a un empresario marbellí y a sus dos escoltas. Cobrarían 30.000 euros por vida. 90.000 por el trabajo.
Pero el Grupo II de la Brigada de Crimen Organizado de la Policía Nacional los detuvo antes de cometer los asesinatos. Durante dos registros, uno en Madrid y otro en Málaga, los investigadores se incautaron de numeroso material de guerra: dos pistolas -una de ellas automática-, dos subfusiles, cargadores, munición, dinero en metálico, varios vehículos, así como cámaras de vídeo y de fotografía para realizar los seguimientos.
Para la Fiscalía quedó acreditada la voluntad de Snoopy y de sus hombres de asesinar al empresario y sus escoltas. Sin embargo, antes de llegar a juicio, el fiscal y las defensas de los acusados llegaron a un acuerdo. En una sentencia dictada por la Audiencia Provincial de Madrid en septiembre de 2017, José Arvey Rentería y sus secuaces admitieron una pena de cinco años de prisión -la mínima estipulada en el Código Penal- por un delito de depósito de armas.
Ahora mismo Snoopy se encuentra cumpliendo dicha pena en una cárcel española. Dentro de seis semanas deberá enfrentarse a un jurado popular, cuyos miembros decidirán si es culpable o no de matar por error a José Luis Lucas Serrano, el hombre que con su muerte puede llevarlo a cumplir su primera pena por asesinato tras dos décadas de sangre y silencio.
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