Jack El Destripador, el asesino en serie más famoso de la historia. Tours, películas, libros y hasta camisetas dedicadas al enigmático hombre que mataba a sus víctimas con el mismo modus operandi: les desgarraba la garganta y extirpaba los órganos. ¿Su objetivo? Mujeres, lo que hoy serían víctimas de violencia de género.

Ha pasado al recuerdo colectivo que todas las víctimas de Jack fueron prostitutas. Sin embargo, no fue así. La autora Hallie Rubenhold ha puesto historia a los rostros, hasta ahora desconocidos. Lo ha hecho en su libro The five: the untold lives of the women killed by Jack the Ripper, que en castellano sería algo así como Las cinco: la verdadera historia de las mujeres asesinadas por Jack El Destripador. Repasamos sus historias.

Mary Ann "Polly" Nichols  (26/08/1845 - 31/08/1888)

En un diminuto y viejo cuarto nació el 26 de agosto de 1845 Mary Ann Walker, más conocida como Polly, en el seno de una familia muy humilde. Su padre era herrero y su madre murió de tuberculosis cuando apenas tenía 7 años. Tiempo después también lo hizo su hermano pequeño. Cuando no estaba inmersa en las tareas del hogar, sacaba un hueco para hacer el único lujo que los Walker podían permitirse: leer

La familia vivía en uno de los peores barrios de Londres, cerca de la calle High Holborn, donde la mayoría de las familias compartían un solo cuarto que medía cerca de dos metros cuadrados. En aquella época era común que “padres, hijos, sobrinos y otros familiares se vistiesen, aseasen, mantuviesen relaciones sexuales y, si no había ningún inconveniente, defecasen en frente de los demás”.  Cuando cumplió la mayoría de edad dio el sí quiero a William Nichols un ingeniero de pelo rubio con quien tuvo cinco hijos. Pasaron los años y se mudaron a un piso que habían conseguido gracias a la donación millonaria de un norteamericano conocido como Peabody. 

Portada del semanario policial ilustrado del 8 de Septiembre de 1888, dedicado al asesinato de Polly Nichols. E.E.

Todo parecía ir de rosas. Los Nichols vivían felices y estaban muy unidos con sus vecinos. Unos más que otros. El matrimonio empezó a tambalear cuando Polly descubrió que su marido estaba teniendo una aventura con Rosetta Walls, la vecina de al lado. El ingeniero, en su defensa, dijo que el alcoholismo de su mujer fue el detonante de las infinitas discusiones. Esto marcó un antes y un después en la vida de Polly. En 1880 la joven salió por la puerta del 6D para no volver jamás.  Su marido rehízo su vida con Rosetta y Polly acabó sola, sin dinero y repudiada por la sociedad al haber abandonado a su familia. Jamás se divorció ya que en la época victoriana ese derecho estaba reservado sólo para algunos privilegiados. 

Se convirtió en una “criatura sin hogar” que vagabundeaba por las calles de Londres sin rumbo fijo.  Por esta razón, cuando fue hallada muerta en una calle de Whitechapel el 31 de agosto de 1988 la Policía y todos los periódicos británicos la tacharon, sin apenas pruebas, de prostituta. William fue quien tuvo que identificar el cuerpo de la que aún seguía siendo su mujer: “Incluso con las heridas, el tajo recién cosido en su garganta y los cortes profundos a lo largo de su cuerpo, William Nichols supo que se trataba de su mujer. Era Polly, con la que se había casado y a quien amó cada día (…) Cogió fuerzas y se despidió de ella como si únicamente estuviese dormida:  "Te perdono tal y como eres".

Annie Chapman (09/1841 - 8/09/1888)

George Smith, un militar del 2º Regimiento de la Guardia Británica, conoció a Ruth cuando las calles de Londres celebraban la boda del monarca. Ambos se divertían juntos y no tenían planes de futuro, pero de repente apareció la sorpresa de una hija, a la que pusieron Annie. Ruth – morena, de pelo ondulado y ojos azules- se había quedado embarazada y no estaba casada. En aquella época, las mujeres que pasaban por una situación parecida a la de Ruth eran tachadas de  “prostituta amateur”. Annie pasó su niñez de cuartel en cuartel en los mejores barrios de Londres y recibió una educación superior a la media al tener los privilegios de tener un padre militar. 

Su trágica vida comenzó cuando una epidemia de escarlatina se llevó a cuatro de sus seis hermanos en tan solo tres semanas. Esto destrozó al señor Smith, quien se acabó suicidando en 1863. “La escena era aterradora. Fue hallado con la lengua cortada junto a una cuchilla cubierto de sangre”.

John y Annie Chapman, en mayo de 1869. E.E.

 

La pensión que recibía Ruth se fue con George. A mediados del siglo XIX las viudas no tenían ningún derecho a reclamar nada a nombre de sus difuntos maridos. Annie comenzó a trabajar como empleada del hogar y se mudó, junto a la familia que le quedaba, a una humilde casa en Knightbridge y ganaban unos pocos chelines alquilando habitaciones. Uno de los inquilinos fue John Chapman, un chófer privado que trabajaba para la aristocracia inglesa. Entre los dos hubo un auténtico flechado. Annie, a sus 27 años, no estaba casada, por lo que poco tardaron en pasar por el altar. 

John comenzó a tener una exitosa vida laboral. El sueño de Annie de entrar en la clase media se estaba haciendo realidad. Sin embargo, su vida dio un giro cuando apareció su peor enemigo: el alcohol. De los ocho hijos que tuvo, seis fueron víctimas de los graves problemas que tenía con la bebida. Unos murieron y otros se desarrollaron con mal formaciones. Sus hermanas y John hicieron todo lo posible para separarla de esa “bebida endemoniada”, pero era imposible. En 1983 ingresó en un centro de desintoxicación donde parecía que se había curado, pero volvió a recaer cuando una noche “besó en los labios a John y estos sabían a whisky”. El señor Chapman amaba a su mujer con locura, pero su adicción hizo que le amenazasen con despedirle. 

La pareja se separaró. Annie volvió a casa con su madre, pero la situación seguía siendo insostenible. En aquel entonces, una mujer alcohólica era sinónimo de prostituta. Al igual que Polly, acabó en la zona de Whitechapel, mendigando en la calle Dorset, considerado el lugar con más “pobreza, miseria y vicio de todo Londres”. 

Sus conocidos comenzaron a llamarla Oscura Annie y poco contaba su pasada vida acomodada donde era feliz junto a su familia. John, que seguía siendo su marido, le pasaba 10 chelines cada semana, pero esta prefería gastárselo en alcohol en vez de en una cama. El dinero desapareció cuando John, a los 45 años, murió por causa de una cirrosis. A partir  de ese momento la vida de Annie cayó en picado. 

Dormía tres noches a la semana en la calle, y el día de su muerte cambió el dinero que tenía para una cama por una cerveza. Fue a una pensión suplicando que le dejasen dormir esa noche y que se lo pagaría más tarde, pero la respuesta fue un no rotundo. Comenzó a caminar bajo la oscuridad de la calle Dorset y lo siguiente que se supo de ella fue su destino final. Nada más. Tras la tragedia, un bombardeo de noticias tachándola de prostituta y una inestable situación que su familia no pudo sostener.  El nombre de Smith quedó manchado para siempre. 

Al igual que Polly, jamás se probó que Annie fuese una prostituta. No existe ningún documento ni testimonio que hable de su vida en Whichapel. Fue la prensa quien se transformó en la fuente directa de la vida de Annie.  “Al contrario que la romántica idea de que todas las víctimas de Jack El Destripador eran prostitutas, ella jamás se paseó por la calle con un pequeño corpiño con la intención de provocar bajo las farolas”.

Elizabeth Stride (27/11/1843 – 30/09/1888)

La siguiente víctima de Jack fue Elizabeth. Nació en Gotemburgo (Suecia) y era hija de un granjero. Empezó trabajando como empleada del hogar y, en un principio, parecía tener una vida muy estable hasta que se dio cuenta de que estaba embarazada de uno de sus patrones. La autora sostiene que jamás se supo si la relación que tuvo fue consentida o no. 

Rondaba el año 1859, y la joven de “pelo marrón y ojos azules” tenía 21 años. En aquel entonces, tener relaciones extra matrimoniales era ilegal, situación que se agravaba si había un bebé de por medio. Se impuso una ley para regular la prostitución y ella, al estar embarazada, fue considerada como tal. 

Su vida cambió cuando descubrió que tenía una enfermedad venérea. La sífilis había invadido su cuerpo y fue recluida en un hospital para evitar contagios. Un año después consiguió escapar a Londres. Allí siguió trabajando en el servicio doméstico en una zona privilegiada de donde conoció a John Stride, un carpintero que acabaría poniéndole el nombre de casada. La ilusión les invadió y apostaron por abrir una cafetería, que poco después acabó cerrando.

La dejadez de John y los problemas económicos afectaron a la relación y Elizabeth acabó abandonándole cerca de 1878. Ese mismo año, el naufragio de un buque en el río Támesis dejó cerca de 600 y 700 muertes. El accidente conmocionó a Londres. Elizabeth tenía que sobrevivir y se inventó que había perdido a su marido y a sus nueve hijos en aquella tragedia. Sonaba creíble, pero poco después acabó siendo detenida por fraude. 

Ilustración retratando a Elizabeth Stride. E.E.

Como el resto de las demás víctimas de Jack El Destripador, acabó intentando sobrevivir en Whitechappel. Los años pasaron y su gusto por el alcohol iba en aumento. En 1884 se enteró de la muerte de John y fue arrestada por estar borracha, causar escándalo público y ofrecer sexo a cambio de dinero. Comenzó a inventarse historias para dar pena e incluso se hizo pasar por la hermana de una costurera para sacarse unos chelines. Rubenhold sostiene que a estas alturas probablemente estuviese sufriendo problemas mentales a causa de la sífilis

Como la mentira invadía la vida de Liz, las horas antes de su muerte fueron imposibles de reconstruir. Su cuerpo fue hallado en la mañana del 30 de septiembre de 1888 y, siguiendo el modus operandi del asesino, su lengua había sido cortada. A lo largo de su vida, Elizabeth fue muchas cosas: hija, mujer, sirvienta, limpiadora y alguna vez ofreció sexo a cambio de dinero. Sin embargo, la prensa y la Policía la definieron como una desgraciada más de Whitechappel.

Kate Eddowes (14/04/1842 - 30/09/1888) 

Catherine Kate Eddowes murió la misma noche que Elizabeth. De todas las víctimas de Jack, esta fue la más peculiar ya que era alfabeta y recibió una educación privilegiada.  Se crió en Wolverhampton, pero cuando era muy pequeña su familia tuvo que mudarse a Londres porque su padre se metió en problemas por organizar huelgas. 

Se quedó huérfana a los 14 años y tuvo que volver a su ciudad natal con su familia paterna que apenas conocía. Su niñez acabó en ese momento. 

Comenzó a trabajar en una fábrica de latas y como empleada del hogar. La sorprendieron robando y su reputación quedó manchada para siempre. Su familia jamás la perdono y, presa de la rabia, se fue a  Birmingham donde conoció a Tom Conway, un ex soldado y cantante de baladas. Él era analfabeto y ella, presa del amor, le escribía sus canciones y la pareja comenzó a itinerar por el país vendiendo libros. Estaban enamorados y lucían los mismos tatuajes. En 1862 se quedó embarazada fuera del lecho conyugal.  Finalmente, se mudaron a Londres. 

Ilustración de Kate eddowes en el semanario policial ilustrado del 13 de octubre 1888. E.E.

Allí Tom comenzó a maltratarla brutalmente. A sus bebés también,  llegando a “desfigurarles toda la cara”. Ella buscó cobijo con la bebida. En aquella época sufrir violencia de género no era tan inusual por lo que mucha gente prefería mirar para otro lado. En 1881 la pareja se separó y Kate rehizo su vida con un joven que, como ella, era alcohólico. Si tu situación ya era trágica, ahora estaba peor. “Al menos con Conway “su casa estaba limpia”, expresó en su día su hermana. Absolutamente toda su familia renegó de ella y acabó en las calles de Whitechappel hambrienta y enferma. 

Su última noche la pasó en la cárcel. A sus 46 años, un Policía la encontró tirada en la calle borracha y decidió que el mejor sitio donde podría estar era en el calabozo. Sin embargo, logró convencer a uno de los guardias y a la una de la madrugada del 30 de septiembre de 1888 ya estaba merodeando sola bajo las farolas. “Buenas noches Gallo Viejo”, le dijo al funcionario cuando salió de la celda. Era tarde, estaba sola y apenas tenía dinero, por lo que decidió que el mejor lugar donde podía dormir era en la calle. Se tumbó en el suelo y cogió un par de latas que usó como almohadas. Jamás despertó. Al día siguiente fue su hermana, presa del terror, quién tuvo que confirmar que, tras la cara totalmente desfigurada de aquella mujer, estaba Kate

Mary Jane Kelly (1863 - 9/11/1888)

La vida de Mary Jane es un enigma. La autora sostiene que fue muy difícil reconstruir la vida de la víctima de Jack El Destripador. Tal vez fue porque ella lo quiso así. Probablemente Mary Jane provenía de una buena familia de Gales o Irlanda y cayó en las manos erróneas.  A los 20 años vivía en un burdel y trabajaba como prostituta en los mejores barrios de Londres. Un hombre adinerado logró convencer a la joven para trabajar a París. Rubenhold sostiene que posiblemente fuese víctima del tráfico sexual, muy común en aquel entonces. Comenzó a trabajar en un prostíbulo, pero logró escapar y volvió a Londres. 

Kelly era “joven, guapa y sexualmente seductora”. Siguió ejerciendo de prostituta, pero esta vez al Este de Londres, donde aún se sentía el miedo acabar en las manos de Jack El Destripador. “Cuando estaba sobria era una de las chicas más amables y buenas que podías conocer (…) pero cuando bebía se convertía en una persona abusiva y peleona”, confesó en su día una de sus compañeras. 

Ilustración de Mary Kelly, sin fecha. E.E.

Aquel domingo 9 de noviembre lo último que se escuchó de Kelly fue su voz angelical cantando dentro de la habitación. “Mary Jane consideró que ya era tarde y que era hora de dormir. Se quitó la ropa  prenda por prenda (…) que estaba salpicada de cerveza y ginebra (…) y la dejó doblada sobre su silla (…) Envuelta en la oscuridad, se deslizó bajo la sábana y tiró de ella, protegiéndose de la noche”.

La joven de 25 años fue la única víctima de Jack El Destripador que murió en la cama. Fue hallada sobre la cama bañada en sangre con prácticamente todo su cuerpo seccionado. Casi todos sus órganos estaban esparcidos junto a su cadáver y sobre la mesilla de noche.

(...)

Rubenhold dedica el libro a estas cinco mujeres, quienes  “fueron niñas que lloraron pos sus madres, jóvenes que se enamoraron, que fueron niñas y sufrieron la muerte de sus padres, que rieron y celebraron la Navidad”. La intención de la novela no es cazar al asesino de estas cinco inocentes, sino devolverles lo que un día les fue robado: la dignidad.

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