A Fernando lo mataron porque sí. Ese viernes, no le había importado que le cancelaran el concierto de rock al que iba. Tenía 22 años y, después de todo, había que celebrar que Elena, su novia, había acabado la carrera de magisterio. Por eso decidieron cambiar la música que no fue por el mantel y unas costillas y se fueron a cenar al restaurante El Descanso. Ahí estaban, en la barra, esperando a que les dieran una mesa. Y, le podía haber tocado a otro pero le tocó a Fernando, todo voló por los aires.
Fernando y Elena fueron dos de los 18 muertos que dejó, el 12 de abril de 1985, el atentado en el restaurante El Descanso. Fue histórico, en el peor sentido de la palabra. Fue el primer atentado yihadista que vivió España y, en ese momento, el mayor que había sufrido el país hasta entonces. Más tarde lo adelantaron en número de muertos el de Hipercor y el de Atocha. A pesar de los ominosos títulos que sostiene, no muchos se acuerdan de él. En todo este tiempo nadie ha sido juzgado y el caso es una carpeta cerrada y guardada en alguna parte de la Audiencia Nacional de Madrid.
Han pasado 34 años y en una cafetería de Guadalajara están María y Pilar, hermanas de Fernando Zahonero López, y su sobrina Valentina. Al principio no las tienen todas consigo, pero acceden a hablar con EL ESPAÑOL porque hay muchas cosas que se hicieron mal y otras tantas que no se hicieron. Creen que Felipe González, que era el presidente, y José Barrionuevo, que era el titular de Interior, les deben explicaciones. Creen que su atentado también es importante, que no todo es 11-M, y creen que se podía haber hecho algo más.
"¿Qué pruebas van a tener, si no se han buscado?", se pregunta Pilar. “Lo que necesitamos es justicia, que se diga por qué el Gobierno de González no lo investigó y por qué no hay ni una sola prueba, por qué no ha habido ni un juicio”, complementa su hermana María. Hay que insistir en que resulta llamativo que ni se haya juzgado el que es el tercer atentado más grande de la historia del país.
“El daño ya está hecho”, interviene Valentina. “Lo que hemos estado viviendo después es un daño moral continuado. Una persona de 22 años salió por la tarde de casa y no volvió. No es una enfermedad, que veas que se va apagando, es que directamente no ha vuelto a casa y no sabemos por qué. Es algo que a lo largo del tiempo te va machacando”, dice. “Desde entonces, en la familia no hemos celebrado ni un cumpleaños ni una Navidad ni nada, ese día morimos mucha gente”, añade Valentina antes de tener que parar de hablar.
Esa noche, Fernando se iba a quedar a dormir en casa de su novia Elena. Por eso, su madre no lo iba a esperar despierta, como siempre lo hacía, pero estaba esperando su llamada mientras veía la televisión. La primera noticia le llegó en el telediario de medianoche. Un reportero de Televisión Española narraba el atentado, se veían imágenes del destrozo, pero todavía no imaginaban que les tocaría tan de cerca.
“Lo vimos en la tele y poco después nos fuimos a dormir. Aunque mi madre siguió ahí mirando”, recuerda Pilar. “Pero luego, a las cuatro de la mañana, sonó el teléfono y desde la habitación escuché que mi madre se puso a llorar y a chillar”, cuenta. “Todavía me acuerdo, después, en el Anatómico Forense, cuando nos echaron porque cerraba, a las madres de las víctimas agarrándose a los radiadores para que no las sacaran”, dice.
Un atentado que reivindicaron ETA y el GRAPO
Ninguna de esas familias ha podido estar en calma desde entonces. A pesar del tiempo, el capítulo no se ha cerrado. No hay nada en claro. Lo único que se sabe, de las investigaciones posteriores, es que la bomba había sido colocada en la barra del restaurante, junto a la caja registradora, en una mochila de deporte y que la persona que lo hizo huyó antes de la detonación.
No fue hasta bastante más tarde que se entendió que se trataba de un atentado de corte yihadista. Costó, primero, porque salieron numerosos grupos terroristas a reivindicarlo, entre los que se encontraban ETA y el GRAPO. Y segundo, porque el yihadismo no estaba tan presente. El primer atentado claramente de extremismo islamista de la historia había sido sólo cuatro años antes, en Egipto, cuando asesinaron al presidente Anuar el Sadat.
Ahora, con la perspectiva que da el tiempo, cae en la lógica del hacer del yihadismo. España estaba restableciendo sus relaciones diplomáticas con Israel, faltaban unos días para que el presidente estadounidense Ronald Regan visitara el país y quedaba un año para que España celebrara el referéndum de permanencia en la OTAN. Además, el lugar no era casual. Al restaurante El Descanso solían acudir muchos soldados norteamericanos de la base de Torrejón de Ardoz, sin embargo, la explosión fue tarde y los americanos fueron 11 de los 82 heridos.
Interior finalmente dio verosimilitud a que los autores del atentado habían sido miembros de un grupo difuso llamado Yihad Islámica. Se desconoce casi todo de este grupo, que operó de manera irregular y a caballo con otras organizaciones. Pero en un comunicado en el que reivindicaron el atentado, publicado una semana después, escribieron: “El Islam está preparado. España e Italia son los primeros objetivos. El atentado en Madrid ha sido el inicio de la guerra santa islámica. Muerte a Estados Unidos”.
“El juez Garzón me dijo que lo tenía grabado en la memoria”
Poco más se pudo sacar. Ni siquiera se consiguió esclarecer qué tipo de explosivo se utilizó en el atentado, a pesar de que se colaboró con asesores del FBI y la CIA. Por eso, dos años después se archivó la investigación judicial por falta de pruebas. En 1992 el juez Baltasar Garzón intentó reabrilo tras los chivatazos de algunos ex miembros del Frente para la Liberación de Palestina, pero nada.
“Yo fui a ver a Garzón a la Audiencia Nacional durante esa época”, cuenta María. “Me atendió bien, a pesar de que me acompañaron dos policías armados hasta los dientes, es que eran los años duros de ETA”, relata. “Garzón me dijo que era el atentado que más grabado en la memoria tenía y que tenía un hilo del que iba a tirar, pero que no podía hacer mucho más porque no le dejaban”, añade.
La última vez que se reabrió la investigación fue en 2005, tras los atentados de Atocha del 11 de marzo del año anterior. Una testigo del atentado en El Descanso reconoció a Mustafá Setmarian a raíz de la publicación de su fotografía en un medio de comunicación. Sirio pero nacionalizado español tras casarse, Setmarian está considerado el fundador de Al Qaeda en España y fue un referente del yihadismo internacional, muy cercano al líder extremista Osama Bin Laden.
La testigo le dijo a las autoridades que él había sido el que puso la bomba en el restaurante, algo que coincidía con las descripciones que habían dado otros testigos y que también le reconocieron en fotografías. Setmarian era uno de los máximos exponentes de la estrategia islamista y un baularte intelectual. De él es la idea de la yihad moderna de usar cédulas reducidas y lobos solitarios para cometer los atentados.
Pero el mismo año en el que todo apuntaba a que había un nombre y un apellido que ponerle al autor de la masacre de El Descanso, Setmarian desapareció. Fue detenido en Pakistán y las autoridades pakistaníes se lo entregaron a los norteamericanos. Todo apunta a que, de seguir vivo, acabó en una de las cárceles secretas que los estadounidenses tienen repartidas por el mundo. En 2009, Garzón le pidió a las autoridades de Estados Unidos sobre su paradero pero éstas contestaron que no sabían nada al respecto. Ahí sigue, en el vacío.
“Cae más castigo por matar a un perro que por haber matado a mi hermano”, espeta Pilar indignada. “Están abriendo otros juicios que están ya cerrados y con sentencia y este que está sin juzgar ¿no lo pueden abrir?”, pregunta.
Las víctimas ya no tienen esperanza
-¿Se sienten víctimas de segunda?
-Y de tercera, y de últimas.
“Queremos que el atentado que nos tocó sufrir sea como todos los demás”, dice María. “Sólo se hacen homenajes del 11-M y de los atentados que hizo ETA. Nadie se acuerda de que hace 34 años en El Descanso fallecieron 18 personas y no ha habido ni juicio. Nos han indemnizado, sí, pero eso es todo. No ha habido ningún reconocimiento y nos sentimos como un cero a la izquierda”, añade.
Durante todos estos años ha dado tiempo para mucho menos para cerrar las heridas. Y es que ninguna de las familias ha podido estar en paz cuando no hay respuesta a sus preguntas. Pero con ese muro se topan muchos. Siempre está la misma incógnita: ¿Dónde está Mustafá Setmarian?. Desde el propio Congreso de los Diputados se ha instado en muchas ocasiones al Gobierno a seguir preguntando a Estados Unidos por él, no sólo como presunto autor del atentado en El Descanso sino también por la información que pudiera tener de otros ataques como el del 11-M. La respuesta siempre es la misma, el silencio por parte de las autoridades norteamericanas.
La madre de Fernando falleció hace ocho años sin saber nada sobre qué le pasó a su hijo. Pero cuentan las hermanas de la víctima del atentado que, en realidad, ella ya había muerto mucho antes. “El día del atentado, mi madre se encerró en la habitación de mi hermano, se metió en su cama, y no quiso salir de ahí”, cuenta Pilar. “Estuvo siete años seguidos bajando al cementerio todos los días hasta que ya no pudo moverse, después le vino la depresión y el alzheimer”, añade.
“Pero ella murió sabiendo que su hijo había muerto y nadie le había dado una explicación. Era de los Hermanos de la Virgen de la Soledad y después del atentado se puso un hábito que llevó hasta que murió”, dice Pilar. “Hemos vivido, hemos hecho cosas -interviene María- pero eso se queda siempre, siempre en la memoria. Vas a un sitio, hablas con alguien, y al poco tiempo te acuerdas de que no está y de que tú te sientes olvidado”.
-¿Tienen esperanza de que algún día se solucione algo?
-No -dice Pilar-, si han sido cobardes 34 años no van a ser valientes ahora.