“No me acuerdo del día exacto pero fue después de matarla. Nos estábamos metiendo unas rayas y le pregunté por ella. Me dijo que estaba bien pero empezó a responder raro, divagaba mucho. Esos días se le notaba que no estaba como siempre, que se le iba mucho la cabeza”. Mientras se lía un porro en la terraza de una cafetería de Ulldecona, un pequeño pueblo en el sur de Tarragona, un amigo de Adrián habla con EL ESPAÑOL sobre lo que hizo. Todavía no se lo cree del todo. “Eso de que la descuartizó no es verdad, se lo ha inventado la prensa”. Sí que lo es, lo ha dicho la Guardia Civil.
En Ulldecona todo está patas arriba, todos hablan de lo mismo. No es para menos, la noticia ha caído como una bomba. Adrián Maris, un joven de 22 años procedente de Rumanía pero que reside en la localidad desde pequeño, fue detenido el pasado viernes 5 de abril por haber asesinado a su novia, Nelea, de 26 años y de procedencia moldava. Según acabó confesando él mismo, enterró el cadáver en un descampado de las afueras de la localidad, cercano a la AP-7. Cuando las autoridades se la encontraron, tenía signos de haber sido descuartizada.
Nelea se convirtió así en la número 16 de las mujeres víctimas mortales de violencia de género desde que arrancó un 2019 particularmente sangriento: las cifras de este año son más del doble que en el mismo periodo del año pasado. Pero el asesinato de Nelea es distinto al resto. No sólo por la parte macabra de trocearla y enterrarla, que es lo que más le cuesta creer a los amigos de él, sino por toda la gente que se ha visto implicada en el caso.
Después de matarla, se organizó una maraña de conexiones con su entorno que está sumando dificultad a la Grupo de Homicidios de la Guardia Civil que trabaja el tema y que ha decidido prorrogar el secreto de sumario un mes más. En total ha habido cinco detenidos. El mismo día que detuvieron a Adrián, las autoridades arrestaron a dos compañeros suyos de la fábrica de mangueras Plásticos Kira donde trabajaba el joven. Los indicios apuntan a que trasladó el cadáver con ayuda de ambos y en el coche de uno de ellos por si la Policía registraba el vehículo de Adrián.
Este diario ha podido saber que el autor del crimen también intentó implicar a otros amigos, ya que la mañana siguiente a que la matara se deshizo en llamadas a su círculo más cercano. Necesitaba ayuda para transportar el cadáver.
También han caído sus padres, aunque en realidad se trata de su madre biológica, Mariana, y de su padrastro, Stefan, ya que el padre biológico de Adrián falleció de un accidente de tráfico antes de que la familia llegara a España. Fueron detenidos el pasado martes y, según han trasladado a este diario fuentes cercanas al caso, el arresto de ambos se produjo de manera preventiva para evitar que se destruyesen las pruebas que pudiera haber en la casa. Esto se debe a que después de asesinar a Nela en la vivienda que ambos compartían en Vinaroz, en Castellón, Adrián volvió al que fue su hogar, a la Ulldecona en la que había vivido siempre.
El pasado lunes, al mismo tiempo que se le imponía a Adrián la prisión provisional, comunicada y sin fianza, el Juzgado de Instrucción y Violencia de Género número 4 de Vinaroz ponía en libertad a sus compañeros de trabajo. El miércoles hacía lo mismo con sus familiares. Eso sí, después de que la Policía Científica revisara la casa al detalle. Las autoridades no consideraban que, ni unos ni otros, tuvieran oportunidad de destruir pruebas aunque ninguno de los cuatro puede abandonar el país y tienen que ir a fichar a los juzgados cada mes, en el caso de los amigos, y cada 15 días en el caso de los padres. Que los padres tengan que fichar más que los colaboradores deja caer que la cosa se puede poner fea.
Ulldecona es un pueblo pequeño, de esos en los que la gente va junta al colegio y luego acaban trabajando en el mismo sitio. Casi no es una exageración decir que todos se conocen. Por eso, cada vez que se interpela a los vecinos con la frase “Buenas, soy periodista…” la cara es de pereza más que de otra cosa. Sin embargo, con la gente que de verdad conoce a la familia Maris o a Adrián, la película es distinta y la historia que cuentan, también.
“Se fueron a Vinaroz porque le gustaba mucho la fiesta”
Como la mayoría de su grupo de amigos, Razvan -que es como llaman a Adrián por su nombre rumano- le daba mucho a la coca. Al final se trata de una comarca apartada, con un transporte nefasto, y “aquí como no estés todo el día en el bar, no sé qué haces”, dice una amiga suya. El problema es que Adrián se pasaba mucho. “A veces estaba tres días seguidos colocado y de fiesta”, comenta otro.
“Sin embargo era buen chico, trabajaba mucho y últimamente había empezado a valorar el dinero, ya no lo gastaba tan fácil como cuando se dejaba el sueldo del mes en un fin de semana”, añade. La cordura le empezó a llegar a la vez que Nelea, pero no dejó las drogas y, junto al carácter de ella, las discusiones y la violencia eran frecuentes. Sus vecinos han dicho al diario Levante-EMV que llegó a tenerla tres días encerrada en casa. A pesar de ello, como la mayoría de las mujeres víctimas de violencia machista que mueren a manos de sus parejas, Nelea nunca llegó a poner una denuncia.
Ambos se conocieron el verano pasado. Ella, que por aquel entonces vivía en Alemania, venía a visitar a una amiga que vivía en Ulldecona y se vieron por primera vez en La Brasería, un restaurante en el que Adrián era camarero. Intercambiaron los números y empezaron a conocerse a distancia, usando las redes sociales. “Mientras ella estaba en Alemania venía a visitarle y se quedaban en casa de los padres”, recuerda su amigo. “Todavía me acuerdo que me decía que estaba conociendo a una chica. Y él era un ligón, cada día estaba con una distinta y ella era muy guapa”, añade.
A distancia, fueron tejiendo esa relación que se pudo consolidar gracias a que la amiga de Nelea la ayudó a conseguir un trabajo de esteticista en Vinaroz. Ahí, ya no lo dudó más y se vino a vivir a España, a un piso que ambos empezaron a compartir desde Navidad en la calle Molino de la ciudad castellonense y donde más tarde la mataría. “Se fueron a Vinaroz porque ella trabajaba ahí y a él le gustaba mucho la fiesta. Ahí la hay, Ulldecona está muerto”, dice otro de los amigos.
Después de matarla -todo apunta a que fue la noche del sábado 16 de febrero tras salir de fiesta- Adrián intentó que el tema se disipara. No puso la denuncia hasta mediados de marzo tras las presiones de los amigos de Nelea y a raíz de una amiga suya que pidió por Facebook ayuda para encontrarla. Que hubiera pasado un mes desde que Nelea desapareció hasta que su pareja se lo trasladara a las autoridades, dio bastantes pistas al respecto.
Tras el asesinato, Adrián intentó implicar a sus amigos
En la mesa de la terraza, donde sus amigos conversan con este diario, va y viene gente continuamente. Parece un punto de reunión, de esos a los que se va en los pueblos cuando no hay nada que hacer porque se sabe que siempre va a haber alguien conocido. Se sientan, se piden algo, se van, lo pagan o no, vuelven a acabárselo y se genera un movimiento constante del círculo cercano de Adrián. Intentan desgranar -al mismo tiempo que preguntan al periodista que cuánto gana o qué tal se vive en Madrid- qué es lo que llevó a su amigo a hacer lo que hizo.
Los amigos son tan cercanos que algunos de ellos estuvieron con Adrián y Nelea la noche en la que la mató y han tenido que ir a declarar ante las autoridades. Fue ese sábado 16 de febrero en la discoteca Nacar de Vinaroz. Llevaban tres meses viviendo juntos y ni había pasado un año desde que se conocieron.
“Esa noche, me acuerdo que Nelea llevaba un escote muy grande. Le dije que iba muy fresca”, dice uno, y se ríe. “Luego vino el Adrián y me preguntó que qué le había dicho y eso pero se tranquilizó”, añade. El comentario, aunque fuera de lugar, en el fondo esconde algo más.
Según apuntan las investigaciones, Adrián y Nelea discutieron por la ropa que ella llevaba puesta en esa fiesta. A él le pareció que iba demasiado provocativa, según su criterio, y se lo recriminó. Ante esto, ella decidió regresar a la casa que ambos compartían y más tarde volvió a la discoteca vestida de chándal. La principal hipótesis es que él se lo tomó como una clase de humillación y así se desató la discusión por la cual acabó matando a su pareja.
Esta teoría no ha podido ser confirmada por los amigos que estuvieron esa noche con ellos ya que les perdieron la pista. Sin embargo, sí que han comentado que a la mañana siguiente Adrián empezó a llamar a varias personas de su círculo cercano. “A mí me llamó como cinco o seis veces, sobre las 9:00 de la mañana del domingo”, dice un amigo. Pero no se lo cogió porque, como habían salido la noche anterior, estaban durmiendo. “Ahora sé que si se lo llego a coger podría estar metido en un lío”, añade.
Tras matarla esa noche en el piso de la calle Molino de Vinaroz, Adrián intentó descuartizar el cadáver para deshacerse de él. En ese momento ya tenía en la cabeza que quería enterrarla para que no le pillaran y llamó a varias personas para que le ayudaran a mover el cadáver al descampado donde luego se encontró el cuerpo de Nelea. Quizás, si alguno hubiera contestado al teléfono, Adrián les habría confesado el crimen y ellos le habrían ayudado o habrían incurrido en un delito de encubrimiento al no ir directamente a las autoridades.
Los que sí le cogieron el teléfono aquella mañana de domingo fueron dos compañeros suyos de la fábrica Plásticos Kira, en La Senia, donde trabajaba antes de ser detenido. Las autoridades creen que usó el coche de uno de ellos para transportar el cadáver. Así, si la Policía registraba el suyo, no encontrarían restos biológicos de Nelea.
La distancia que separa su casa en Vinaroz del descampado donde se encontró a la joven es de unos 20 minutos escasos en coche. Es un paraje con poco tráfico, regado de plantaciones de naranjos y que atraviesa la frontera entre Tarragona y Castellón. Aunque es fácil caer en un control de tráfico en caso de que lo hubiera, ya que no existen demasiadas vías alternativas, él se las apañó para hacer el trayecto sin que nadie le parara ni sospechara nada.
Y ahí la dejó, enterrada. En un descampado que conocía bien y que los vecinos de Ulldecona usan para tirar basura. Uno de sus amigos le enseña a este periodista un vídeo que grabó del sitio un conocido después de que rescataran el cadáver. En las imágenes todavía se ve la tierra removida del lugar en el que estaba Nelea. “Dicen que la enterró bien profundo”, comenta uno. “No sé, el que grabó el vídeo me dijo que todavía había muchas moscas”, responde otro.
Su madre y su padrastro, en el punto de mira de las autoridades
-Buenas, estoy intentando hablar con los padres de Adrián.
-No están, no están- responde, sin abrir la puerta, el padrastro.
Hay quien dice que por un hijo se hace lo que sea. Detrás de esa puerta en la carretera de La Senia, en Ulldecona, están Mariana, la madre biológica de Adrián y su hermana Lorena, y su padrastro, Stefan. Son quizás los más perjudicados colateralmente por esta historia. Adrián volvió a su casa de las afueras de la localidad tras asesinar a Nelea y ellos estuvieron conviviendo con él. Por eso las autoridades les detuvieron, para evitar que destruyeran pruebas, ya que si le estuvieron encubriendo, de todas formas, no sería delito porque uno no tiene la obligación de delatar a sus parientes cercanos.
Es miércoles y acaban de ser puestos en libertad. No salen de casa ni para pasear al perro de Adrián y Nelea que ahora está con ellos. Como mucho, se asoman a la terraza que la vivienda tiene en la azotea y, cuando se sienten observados se vuelven a meter. Las autoridades dudan de ellos, se está investigando qué implicación pudieron tener. Por eso se les ha retirado el pasaporte y tienen que ir a los juzgados de Vinaroz cada 15 días.
También dudan los vecinos, que se quedaron sorprendidos cuando vieron a la Policía Científica en la casa. “Yo cuando ví a los policías con los monos blancos ya noté que se trataba de algo serio”, comenta uno de los vecinos. Es algo que no es fácil de superar en un pueblo como Ulldecona y apunta a que, por el cartel de “Se vende” que cuelga de la terraza, no les quedan muchos días en la localidad. “¿Cómo estaría usted después de que su hijo descuartizara a una persona?”, interpela una vecina que es amiga de Mariana.
Mariana Maris llegó a Ulldecona hace más de una década, cuando Adrián tenía cinco o seis años. Aterrizó soltera y con dos hijos en un pueblo que, aunque remoto, tiene mucha población extranjera debido al trabajo que dan las fábricas y la agricultura de alrededor. Su marido, el padre biológico de Adrián, falleció en un accidente de tráfico antes de que se fueran de Rumanía y en la localidad catalana conoció a Stefan, el padrastro de Adrián y su hermana, aunque no están casados. Por coincidencia, Stefan es moldavo, de la misma nacionalidad que era Nelea.
En Ulldecona, Mariana trabajó durante muchos años en el laboratorio Maverick que está a las afueras del pueblo. Los que la conocen la definen como una persona muy trabajadora y les da cierta pena el lío que ha supuesto para todos lo que ha hecho su hijo. Del “eran una familia normal”, que se dice habitualmente en estos casos y que se repite aquí, han pasado a ser una pieza en una investigación compleja sobre el asesinato de una joven de 26 años. La sorpresa ha sido tamaña que la peluquera a la que habitualmente acude Mariana se echa a llorar cuando se le pregunta por ella.
La vida de muchos se truncó cuando Adrián decidió matar a Nelea. Y todo lo que vino después ha convertido el caso de violencia machista en uno de los más extraños que se recuerdan. “¿Cuánto cree usted que le puede caer?”, pregunta un amigo. Es una incógnita de momento. Igual que también hay que dilucidar la implicación de todos los que formaron parte del aquelarre. De momento, Mariana y Stefan tendrán que ir, a finales de mes, a fichar al juzgado de Vinaroz para demostrar que siguen a mano de las autoridades.
Nelea es decimotercera mujer asesinada este año por su pareja o expareja. En España, en 2019, también han sido asesinadas María Soledad Bobet; Gloria Tornay Naranjo, de 58 años; María José Aboy Guimarey, 43 años; Estrella Domínguez, 63 años; Sheila Chazarro Moyano, 29 años;Daría Oliva Luna, 20 años; Rosa María Concepción Hernández, 60 años; Rosa Romero Rueda, 69 años;Rebeca Santamalia, de 47 años; Romina Celeste, de 28 años; Leonor Múñoz González, de 47 años; Rebeca Alexandra Cadete, de 26 años. La serie 'La vida de las víctimas' contabilizó 47 mujeres asesinadas en 2018 y 53 mujeres en 2017.