Zouhair El Bouhdidi, el presunto yihadista de 23 años detenido en Marruecos y que pretendía inmolarse en la Semana Santa de Sevilla, reside en la capital andaluza junto al resto de su familia desde hace 14 años. Él, sus tres hermanos (son tres varones y un niña) y sus padres, Aisha y Abderrahim, vivían desde hacía poco más de un año en el número 88 de la calle Ortega y Gasset de la barriada Su Eminencia, una zona deprimida de la ciudad. Con anterioridad habían habitado en otros inmuebles del barrio muy cercanos a su actual vivienda.
Según cuentan a EL ESPAÑOL varios vecinos también marroquíes, se trata de una familia "buena". Además, se muestran sorprendidos con la detención del joven, estudiante del Grado de Estudios Árabes e Islámicos de la Universidad de Sevilla, antiguos estudios de Filología Árabe.
"Ese chico no ha podido tener esos pensamientos", dice una mujer marroquí de mediana edad que no quiere que aparezca su nombre en este reportaje. "Pero si su madre me dijo que incluso alguna vez le había dicho que quería ser policía. ¡Imagínese!".
Otra señora, Azhohr Serhan, vive en una casa colindante a la que hoy ha entrado la Policía para hacer un registro de tres horas. Los agentes se han llevado varias cajas de la vivienda, un bajo con una pequeña terraza en la parte delantera. La mujer conoce la historia de los El Bouhdidi.
Azhohr cuenta que la familia del detenido llegó a España porque a uno de sus hermanos le detectaron un cáncer en la cabeza estando todavía en Marruecos. "Emigraron aquí y la sanidad española le siguió tratando. El chico sanó. Desde entonces han estado en Sevilla. La niña pequeña nació aquí".
Zouhair El Bouhdidi solía frecuentar junto a su padre la mezquita Al Baraka, que está a 150 metros de donde reside la familia. En la actualidad, según Azhohr, el detenido estaba en Rabat desde hacía unas semanas porque su abuela se encuentra hospitalizada por una grave enfermedad. La familia estaba tratando de trasladarla a España.
"Aisha y su hijo estuvieron allí visitando a la anciana. La hija quería traérsela, aunque sabía que eso era muy difícil. Ese chico no es mala gente. Seguro que cualquier día vuelve y todo se queda en cosas de chiquillos. ¿A quién le va a hacer daño ese niño? ¡Que no, que no!".
Con el padre del detenido
Este miércoles, sobre las 19.30 horas, un hombre alto y con barba cana sale del número 88 de la calle Ortega Gasset de Sevilla. Es el padre del detenido. El hombre atiende a EL ESPAÑOL durante unos minutos alejado del foco de las cámaras, antes las que se ha quejado de las "mentiras" que se han ido publicando en los medios de comunicación a raíz de la detención de su hijo.
Aberrahim El Bouhdidi explica que a su hijo se le detuvo hace unos días en Casablanca, que en las últimas semanas iba y venía a Marruecos y que había aprovechado para visitar a su abuela enferma.
El padre del detenido asegura que su mujer se encuentra en Sevilla y que, como él, ha estado presente en el registro efectuado por agentes de la Policía Nacional. "Se han llevado algún pendrive, móviles... Pero que no hay nada, de verdad. Mi hijo no pretendía hacerle ningún daño a nadie".
La familia El Bouhdidi procede de Tetuán. La madre del detenido, Aisha, se dedica a cuidar ancianos y personas dependientes, explican en el barrio. El padre está en paro, aunque según Diario de Sevilla habría trabajado en Mercasevilla con anterioridad.
Abdul, marido de Azhohr y también vecino de los El Bouhdidi, explica que el joven detenido era "buena persona". "No sé qué hay dentro de cada casa, pero yo pondría la mano en el fuego por que ese chico no quería hacer daño durante la Semana Santa".
Falta a clase
Zouhair El Bouhdidi fue admitido por la Universidad de Sevilla en un programa de cuidado de ancianos (En concreto, el programa de Voluntariado de Acompañamiento para el Ocio Intergeneracional entre Universitarios y Personas Mayores con Riesgo de Aislamiento Social). Según su ha podido saber EL ESPAÑOL su padre era el imán de la mezquita que él frecuentaba.
“Es un estudiante mediocre, repetidor, no viene siempre a clase”, dice a EL ESPAÑOL uno de sus profesores, que pide anonimato. “Cuando nos hemos enterado de la noticia, hemos flipado”, continúa este docente, que se felicita por el trabajo de inteligencia de la Policía española para detectarlo e interceptarlo. Algo que, subraya, no habrá sido fácil, puesto que en clase Zouhair procuraba no llamar la atención con comentarios radicales que hubieran puesto el foco de la sospecha sobre él.
No le recuerda, dice, ninguna intervención en clase que hiciera sospechar una ideología fundamentalista violenta. Este profesor señala que de los alrededor de 100 estudiantes del grado, tanto españoles como marroquíes y de otras nacionalidades, hay un 20% de musulmanes, y que, de este porcentaje, la inmensa mayoría son fieles “muy liberales” que rechazan de plano a los compañeros radicales que pueda haber, y que son una ínfima minoría, aunque existen.
El problema es que estos pocos “no tienen ninguna cultura, tienen consignas, vienen de mezquitas radicales donde les enseñan tres ideas, que si la barba, que si el velo, y no entienden la racionalidad del islam y que ellos son los enemigos del islam”, y su actitud ultraconservadora provoca “muchas tensiones” con el resto de los estudiantes del aula, y en particular con las mujeres. “Se nota en clase”.
Al final, añade, los escasos pero llamativos rigoristas “acaban arrinconados” por los demás compañeros de la clase, que rechazan su extremismo verbal. Pero no fue el caso del ahora detenido, que optaba por no despertar sospechas y mantenía un perfil “mediocre”, plano y discreto. Los yihadistas dispuestos a pasar al ataque “no son tontos” para delatarse con sus palabras en clase, donde “sentados con ellos hay policías” de paisano, apunta. Este profesor dice que desde hace años la Policía realiza labores de inteligencia en la Universidad para detectar movimientos de radicalización. “Me enorgullezco de un sistema que detecte esto”, se felicita el profesor de Zouhair por el trabajo policial que ha evitado una posible masacre.