Vicente Millo era un saxofonista valenciano que se mudó a Terrassa (Barcelona) a mediados del siglo pasado, porque lo fichó la banda de música municipal. En Cataluña echó raíces y tuvo a sus dos hijos. Al pequeño Vicenç también le dio por la música. A Enric le dio por la política. Eso es lo que ha acabado echándolo de su tierra natal. Es él quien se va con la música a otra parte.
Enric Millo (Terrassa, 1960) es, para muchos, el gran perdedor del Procés. Y no solamente por haberse convertido en la diana del independentismo. El que fue delegado de gobierno en Cataluña durante el referéndum ilegal del 1-O, ha sido víctima también de la propia autodestrucción de su partido, el PP. Se ha quedado sin sitio, sin cargo y sin protectores. Ahora se larga. A Millo, conocido entre los indepes como ‘el del Fairy’, le han dado un cargo en Andalucía. Se convierte en el primer desterrado (al menos ilustre) del constitucionalismo en Cataluña, esa tierra en la que dijo haber nacido de casualidad.
Millo se va porque ha recibido amenazas, igual que toda su familia. En su barrio, en las redes y en los medios. Le hicieron una pintada cerca de su casa que su hija se encargó de ‘tunear’ para transformar en un mensaje de amor, porque la original le deseaba la muerte. A su hijo mayor le escribieron por Facebook para desearle que su padre muriese de un cáncer largo y doloroso. Ironías de la vida, el autor de las amenazas es un músico de Terrassa.
Pero también se va porque en el PP tampoco le han hecho hueco. No gustó en Génova su papel en lo concerniente a la consulta. Le afeaban su poca contundencia durante el 1-O. Mientras los independentistas lo ven como un demonio, en su partido lo vieron como alguien a quien le faltó mano dura en un momento histórico. Su apoyo a Soraya en la lucha interna de poder le acabó condenando.
Millo revolvió a todo el independentismo al afirmar que la consulta del 1 de octubre la gente tiraba Fairy al suelo de los colegios para que la policía resbalase. La mujer de Millo, la misma a la que le donó un riñón en 2012, sufrió un ictus por la presión de esta etapa. Dos de sus tres hijos se han tenido que marchar de Cataluña en algún momento por el mismo motivo. Ahora se marcha él.
La bajada a los infiernos
La bajada a los infiernos de Enric Millo empieza el 21 de noviembre de 2016, el día que fue nombrado delegado de gobierno en Cataluña. Llevaba más de 20 años en política. Hasta entonces había sido diputado en 5 legislaturas: tres en las trincheras del catalanismo (CiU) y dos en el Partido Popular. En Unió dejaron de contar con él en 2003. En 2004, tras un breve paréntesis en el que se pasó a la empresa privada como consultor, volvió la política. Esta vez, con los populares.
Millo, profesor universitario de Economía y de Turismo, llegó al partido de la mano de Josep Piqué y se consolidó enseguida. Se convirtió en portavoz del PP catalán en 2010. Pero en noviembre de 2016 fue nombrado delegado de gobierno en Cataluña. Sustituyó a María de los Llanos de Luna. Parecía un nombramiento destinado a sosegar de algún modo las relaciones del estado con el efervescente independentismo pre-referéndum.
Quién mejor que él, que había estado en los dos frentes, para intentar encontrar algún tipo de equilibrio entre indepes y constitucionalistas. A las órdenes de los convergentes durante más de una década y con el Partido Popular en esta recta final de su carrera. Sabía que le tocaba lidiar con la etapa más dura. Pero no se imaginaba que iba a acabar convirtiéndose en uno de los grandes demonios del independentismo.
Enric Millo ha defendido que la violencia del independentismo llegó antes incluso del día de la consulta. Fecha el inicio de las hostilidades el 6 de septiembre, cuando el Parlament empezó a aprobar las leyes (transitoriedad y referéndum) que desembocarían inequívocamente en la consulta. “Se generó mucha incertidumbre y se dieron muchos casos de acoso”, declaró el pasado 4 de marzo a las preguntas del Fiscal Javier Zaragoza durante el ‘Juicio del Procés’.
Artes marciales y la trampa del fairy
Pero fueron sus declaraciones sobre el 1 de octubre las que le convirtieron en el objetivo del odio de los independentistas. Aseguró Millo que la gente concentrada en los colegios electorales tiró Fairy al suelo para que los agentes se resbalasen. Algo que no figura en ninguno de los informes policiales.
También sostiene que algunos de los presentes en los colegios utilizaron técnicas de artes marciales para derribar y golpear a la policía nacional. Dice recordar fracturas, cabezas abiertas y chalecos antibalas rajados.
Sus declaraciones no han hecho más que avivar las llamas que ya ardían en torno a su figura. Y es que desde Quim Torra hasta Piqué (Gerard, el del Barça; no Josep, el que lo llevó al PP) le han atizado públicamente por ello. Hablaba Millo, uno de los políticos españoles más activos en redes, de 100.000 tuits insultantes en un día.
Un día, a su hija pequeña le chivaron que le habían dedicado una pintada amenazante cerca de su casa en Gerona. “Millo mort” (Millo muerte). La chica cogió un espray lila, añadió un R al final de la primera palabra, una A al principio de la segunda y convirtió la última T en el símbolo feminista. ¿Resultado?: “Millor amor” (Mejor amor).
Denostado por 'sorayista'
Es el día a día de los Millo. Pero, acosos y amenazas aparte, el destierro de Millo no lo han provocado solamente los indepes. En su propio partido también ha acabado denostado. Por una parte, por su consabida gestión del 1-O. Pero por otra, por 'sorayista'.
Su apoyo a Soraya Sáez de Santamaría durante la pugna interna por el poder en el PP le ha acabado pasando factura. Se alistó en el bando de los perdedores y eso supuso que Casado no contase con él a la hora de confeccionar las listas para las últimas elecciones.
Aunque hubiera figurado: el batacazo del PP ha supuesto que solamente haya asiento para Cayetana Álvarez de Toledo. Millo había pasado oficialmente de figura relevante en el PP a no entrar ni en las convocatorias. Entretanto, tuvo que mudarse para cuidar a su mujer. Dejó Girona, la ciudad en la que ha residido gran parte de su vida, para moverse a la Costa Dorada de Tarragona. Cerca del mar.
Con él llegó el escándalo
Cuando parecía certificada la defunción política de Millo, Andalucía le salvó. El sector sorayista de su partido se ha acordado de él y le han nombrado secretario de Acción Exterior de la Junta de Andalucía. Un nombramiento polémico desde su concepción: por su historial reciente y porque en su nombramiento ya pasó de ser Enric a José Enrique. Los socialistas han criticado con mucha dureza que vaya a ser Millo el que se encargue de llevar la imagen de Andalucía por Europa.
Pronto se ha adaptado al sur. O mejor dicho, desadaptado a Cataluña. Ha declarado este mes que nació en Cataluña por casualidad, porque aquí le pilló trabajando a su padre. Eso le ha provocado el último aluvión de críticas desde Cataluña. Pero a Millo ya le da igual. No encontrará un ambiente apacible en Andalucía; los socialistas le van a estar esperando. No se recuerda un nombramiento tan polémico y controvertido en la Junta. Pero para Millo, acostumbrado a moverse entre los extremos, a desenvolverse igual en el soberanismo convergente que entre el PP del 155, habituado a confrontar la polémica en los últimos años, Andalucía era la única opción posible. Ya se va, con la música a otra parte.