“El abuelo está bien. Todo ha sido un susto”. El mensaje lo envió un futbolista portugués de la primera plantilla del Oporto a otro compañero de vestuario a las 19.31 horas del miércoles pasado, poco después de conocerse una noticia que impactó a la mayoría de españoles. Un día después, en un cafetín del centro de la ciudad, el deportista se lo muestra al reportero de EL ESPAÑOL y rehúsa hacer declaraciones. “No es hora de hablar. Es hora de apoyarle”, se excusa.
En el momento del envío del whatshapp, Iker Casillas ya estaba en su habitación de la segunda planta del centro hospitalario CUF de Oporto, al norte de la ciudad. Los galenos portugueses le habían salvado la vida tras sufrir un infarto agudo de miocardio. “Sintió como si le pisara un elefante en el pecho. El dolor se le extendió a la boca. Suerte que los médicos del club lo atendieron al instante”, explica de forma gráfica el representante del futbolista, Carlo Cutropía, portavoz de lo que sintió el portero internacional durante esos minutos críticos. “¿Volver? Eso va a depender de él. Ahora hay que tener mucha calma”.
Cutropía se desplazó hasta Oporto nada más conocer la dolencia de Iker. Al igual que su mujer, Sara Carbonero, periodista y modelo, que se encontraba trabajando en Tarifa (Cádiz). La mañana del pasado miércoles, durante el entrenamiento, el meta de Móstoles (Madrid), sufrió un fallo cardíaco.
Pero de nuevo obró el enésimo milagro. El Santo, como le apodó el locutor de radio Manolo Lama, acababa de sacar a volar otra mano milagrosa. Esta vez, sin portería detrás. En esta ocasión no salvó la meta del Real Madrid, de la Roja ni la del club de los dragaos de Oporto. Ahora, con la ayuda de los médicos, el mítico portero le había atajado un penalti a la muerte a sus casi 38 años. Los cumple el próximo 20 de mayo.
A la ciudad de Oporto se le cortó la respiración con la noticia. El club difundía un comunicado en el que informaba de que Iker Casillas, su portero titular, el meta más laureado del fútbol español (dos Eurocopas, un Mundial, tres Champions, cinco Ligas, dos Mundialitos de clubes,..) había sufrido un fallo cardíaco durante la sesión matutina de preparación de la primera plantilla.
Desde entonces, decenas de cámaras y periodistas hacen guardia en la puerta del hospital. También se acercan algunos hinchas. Como Carlos, de siete años. El niño le pregunta a su padre, Ricardo: “Papá, ¿Iker se pondrá bien?”. Padre e hijo habían pasado con el coche por delante del CUF. El niño pidió pararse unos minutos. Su padre le advirtió de que no podría ver al portero español del Oporto. El pequeño insistió. Le bastaba con mirar hacia arriba y saber que ahí, detrás de ese edficio con la fachada de placas grisáceas, estaba su ídolo. “Casillas está enfermo. Pero se va a poner bien. No te preocupes. Es un ‘dragao’ como tú. Anda, vámonos hijo, que se hace tarde”.
Turbulenta salida del Madrid
Casillas dejó el Real Madrid, donde se había formado desde los nueve años, en julio de 2015. Firmó por el Oporto, club en ese momento entrenado por Julen Lopetegui, quien luego ocupó el cargo de seleccionador nacional español. Siempre se dijo que Casillas se marchó del equipo de su vida porque la relación con el presidente, Florentino Pérez, se había deteriorado. Algunos medios apuntaron a que el preferido del máximo mandatario blanco era Gianluigi Buffon. Otros, que quería de guardameta a David de Gea.
En el deterioro de la relación entre Florentino y Casillas también influyó la figura del portugués José Mourinho. Aunque el entrenador luso ya había salido del club cuando se marchó Casillas -lo hizo en 2013-, el míster siempre fue un látigo para el portero, al que llegó a mandar a la suplencia con el canterano Adán como guante de boxeo con el que abofetear al mostoleño.
El día que comunicó su despedida, Casillas apareció solo en la sala de prensa del estadio Santiago Bernabéu. Rompió a llorar. Al día siguiente, sobre el césped del estadio y en un acto oficial acompañado por Florentino Pérez, volvió a despedirse rodeado de los trofeos conquistados durante su paso por el primer equipo. Pero fue un acto frío, para nada el hasta luego que muchos soñaban para un emblema vivo del club blanco.
En ese momento, quien habló más claro fue la madre del portero. "Este presidente nunca le ha querido porque es bajito -Iker mide mide 1,85 metros-", dijo María del Carmen Fernández. "A él le gustan los altos. Mi Iker ha aguantado lo que no está escrito. Se le ha vilipendiado estos cinco años. Ha sido todo muy injusto y le ha pasado factura a nivel anímico". La salida del club fue el momento más traumático en la carrera del futbolista.
El periodista de COPE Manolo Lama recuerda que empezó a llamarle el Santo durante un partido en el Bernabéu del Madrid ante el Athletic de Bilbao. Dice que vio a Casillas hacer un par de paradas antológicas. Por teléfono, Lama explica a este reportero que la salida del club del portero de Móstoles “fue una despedida triste”.
“Se tuvo que repetir aquella rueda de prensa -puntualiza el locutor de radio-. Fue una humillación para el mejor portero de la historia del club y uno de los mejores de la historia del fútbol. Salir por la puerta de atrás para alguien que lo había ganado todo y que lo había todo por una camiseta fue una deshonra”.
Feliz en Oporto aunque ganaba menos
Lo cierto es que en Oporto se le recibió como a una estrella. Y el meta, que volvió a sonreír, se comprometió con el club. A los dos años de llegar, Casillas se rebajó el sueldo de 11 a 7,5 millones de euros para seguir jugando a fútbol, según desveló el periódico deportivo portugués A Bola. Hasta ese momento, una parte sustancial de su contrato (en torno a cinco millones) la pagaba el Madrid. Pese a todo, siguió siendo el futbolista mejor pagado de la liga lusa.
Casillas, durante su estancia en el club del Estadio Do Dragao, ha saboreado la titularidad y también la suplencia en el que banquillo, aunque ésta en una dosis ínfima. A finales de 2017, el entrenador, Sergio Conceição, lo dejó fuera del once titular por su bajo rendimiento.
La prensa portuguesa dijo que, durante una semana de partidos de selecciones, usó el móvil y las redes sociales en el vestuario, algo prohibido por el míster. En cambio, poco después volvió a situarse bajo los palos al inicio de los partidos. Fue titular hasta el viernes de la semana pasada, cuando su equipo se dejó un empate (2-2) en el campo del Rio Ave y también el primer puesto de la liga, que ahora ocupa el Benfica.
Para la prensa portuguesa en general el portero español es la gran referencia deportiva del club y la figura que da lustre a la liga del país. Bruno Filipe Monteiro es periodista del diario O Jogo. Cubre la información del Oporto. A preguntas de EL ESPAÑOL, describe a Casillas así: “Después del entrenador y del presidente, tal vez sea la voz más respetada en el vestuario. Por varias razones: por la experiencia que tiene, por la persona que es, ya que todos dicen que se ha asumido siempre su papel como uno más y no como una estrella, y por lo que ha ganado. Para la plantilla es un líder, aunque los jugadores le llaman abuelo en broma”.
Casillas y su familia (tiene dos hijos con Sara Carbonero) han encontrado en Oporto una ciudad que les enamora. Residen en el barrio de Foz, una zona residencial de la urbe portuguesa próxima a la playa. Se trata de un lugar donde suelen vivir futbolistas y entrenadores que pasan por el conjunto blanquiazul.
El entorno de Casillas explica que el portero es “feliz” en Oporto. Tiene Madrid a 50 minutos en avión, se ha retirado del foco mediático que le perseguía en España tras su relación con Sara Carbonero, la liga portuguesa le permite mantenerse en el primer nivel del fútbol europeo (cada año disputa la Champions League) y tanto su esposa como sus niños se han adaptado a la vida de la ciudad. El hijo mayor, Martín, de cinco años, juega en las categorías inferiores del Oporto. El otro, Lucas, de dos, aún es demasiado pequeño.
No es extraño verles pasear en bici por el centro histórico de la ciudad o cenando en restaurantes concurridos. También suelen hacer turismo para conocer localidades cercanas, como Matosinhos, donde se come el mejor marisco y pescado del país. Los portuenses les respetan y no suelen invadir su espacio de intimidad.
Vítor Baía, exportero del Barcelona, del Oporto y de la selección portuguesa, se describe como “un amigo” de Iker Casillas. De vez en cuando comen juntos. Cuenta a este periodista que Casillas es “un apasionado del fútbol”, que siempre habla de él. “Lo vive muy intensamente”.
Baía sitúa al mostoleño entre los tres mejores porteros de la historia de este deporte. Sobre si volverá o no a jugar a fútbol, el exportero se muestra confiado en que el infarto no suponga una retirada prematura. “Le pido a Dios que pueda volver a jugar. Tiene la capacidad de darle la vuelta a la situación y volver a ser el mismo Iker de siempre. Ama el fútbol, le encanta”.
Una de las personas que tiene mayor contacto con Iker Casillas en Oporto es Alberto Bueno, criado en la cantera del Real Madrid. El año pasado coincidió con él en las filas del club, aunque se le relegó al filial porque el entrenador no contaba con él.
El ex del Rayo, del Leganés o del Valladolid entre otros, milita ahora en el Boavista, el equipo menor de la ciudad de Oporto que también compite en la primera división portuguesa. Él es una de las contadas visitas que ha recibido Casillas en su habitación del hospital.
Bueno visitó a Casillas la tarde del miércoles, pocas horas después de salir de quirófano. Junto a los otros dos futbolistas españoles del Oporto, Adrián y Óliver, suelen salir con las familias a comer o a cenar y a conocer el país cuando tienen días de descanso.
“Pasé una horita con él y le vi bien. Animado después de un susto importante. Estuvimos charlando y bromeando. A partir de ahí, los servicios médicos le seguirán observando y controlándole. Sara nos tiene para lo que necesite tanto a mí como al resto de españoles que estamos aquí y que hacemos un grupo muy bueno”.
Un buen hijo
Casillas nunca ha ocultado a su círculo más íntimo que la relación con sus padres se enfrío durante los últimos años. José Luis y María del Carmen no han visitado a su hijo en el hospital de Oporto en el que está ingresado, aunque sí han mantenido contacto telefónico con él.
La familia estaba unida hasta 2010. Ese año, Iker Casillas decidió apartar a sus padres de una sociedad que había constituido junto a ellos para gestionar sus inversiones inmobiliarias. Contaba con un patrimonio de 30 millones de euros.
Se abrió una brecha familiar a pesar de que Iker, que se comportó como un hijo agradecido, les entregó cinco millones, varios inmuebles y les fijó un sueldo de 9.300 euros al mes durante 15 años, según publicó el el suplemento Crónica de El Mundo.
A cambio les pidió que firmasen un pacto de no agresión todavía en vigor y por el cual no pueden vertir comentarios despectivos contra él ni contra las personas más cercanas en su vida, como es el caso de Sara Carbonero o de su representante, Carlo Cutropía.
La relación de Casillas con el padre de su mujer tampoco es idílica. En 2010, un grupo de vecinos de la pequeña localidad manchega de Corral de Almaguer denunciaron a Carlos Javier Carbonero García, padre de Sara Carbonero y antiguo corredor de seguros de Axa Winterthur. Se había apropiado de una cifra de dinero que rondaba los 945.000 euros por la venta de 'Acumulator 3', un producto inexistente. Ante la Policía, el progenitor de la periodista dijo que era ludópata y que se gastó el dinero en juegos de azar.
La aseguradora tuvo que devolver parte de dicha cantidad a los afectados. Sara Carbonero también suplió con su patrimonio otras compensaciones. En 2014, Carlos Javier Carbonero fue condenado a dos años de cárcel. Por ese tiempo su matrimonio con su mujer, Goyi Arévalo, ya se había roto. Él dejó Corral de Almaguer. Ella, en cambio, siguió viviendo allí.
La fortuna de Casillas
Casi nadie sabe con certeza a cuánto asciende la fortuna de Iker Casillas. A veces se ha bromeado sobre el carácter ahorrativo del guardameta. Según publicó en 2015 la revista People, cuando el portero del Oporto salió del Madrid tenía un patrimonio aproximado de 231 millones de euros, cantidad seguramente exagerada y, en cualquier caso, incomprobable.
El portero de Móstoles, además de su carrera en el Madrid, vivió la época dorada del fútbol español junto a otros referentes que también hicieron mucho dinero como Xavi o Iniesta. Ha sido un imán para las marcas. Ha trabajado con Pepsi, Reebook, Adidas, Mahou, Danone, BBVA, H&S… Hasta con el bufete Arriaga Asociados, ya que él también fue una víctima de la venta de preferentes. Su imagen supone un reclamo para generar dinero.
Tras el susto del pasado miércoles, la pregunta es: ¿volverá a vestirse de corto? Juan Antonio Corbalán, exjugador del equipo de baloncesto del Madrid y también cardiólogo, no tiene dudas. "Es imposible que una persona vuelva a hacer deporte profesional después de esto. Creo que [Iker Casillas] no va a volver a jugar al fútbol".
Casillas había renovado recientemente con el Oporto hasta julio de 2020. Ahora ese contrato pende de un hilo. El jefe de los servicios médicos del club, Nelson Puga, entiende que es pronto para poder hablar de su futuro deportivo. "Dependerá de la medicación necesaria, de la evaluación en situaciones de reposo y de estrés como el ejercicio físico, y también de la voluntad que tenga de continuar".
De la retina de los aficionados del Real Madrid y de la selección española nunca se borrarán dos paradas de el Santo. La primera fue siendo casi un imberbe. Estadio Hampden Park, Glasgow (Escocia). 15 de mayo de 2002. Final de Champions entre el Madrid y el Bayer Leverkusen. Casillas tiene 22 años. Sale del banquillo en el minuto 67 tras la lesión de César, portero titular. En ese momento el equipo blanco vence 2-1. Los alemanes acorralan al Madrid. Casillas hace tres paradas portentosas. La mejor, la que rebaña la pelota junto al palo con la punta del pie izquierdo en una estirada a un tiro a bocajarro.
La otra imagen imborrable del portero se dio en la final del Mundial que España ganó en Sudáfrica en 2010 ante Holanda. 0-0 en el marcador. Robben, excompañero suyo, encara a Casillas en un uno contra uno. Corre el minuto 61. Robben amaga, engaña al meta, que, situado en el punto de penalti, se vence hacia su izquierda. El holandés chuta hacia la derecha, a media altura. Cuando los orange ya se ven con un gol a su favor, de nuevo emerge el pie derecho de el Santo. Manolo Lama dijo aquel día: “Cuando Robben ve a Casillas se le apaga la luz”. En cambio, a Iker se le volvió a encender el pasado miércoles tras una breve interrupción.