Los hasta ahora pocos elementos conocidos que puedan servir para resolver la desaparición de Natalia Sánchez Uribe son todo un misterio. A la extraña aparición de su mochila -con el ordenador y otros objetos personales- en los jardines de su universidad francesa seis días después de su desaparición y los mensajes -en tono pesimista- que colgó en Facebook el día que se le perdió la pista se suma una nueva pieza de un puzzle que está siendo difícil de encajar: el dueño del piso en que vivió la joven mallorquina de 22 años durante su estancia en la capital francesa.

El propietario del piso de unos 35 metros cuadrados en el barrio de Motsouris -al sur de País- se llama Angelo Pavia, es italiano, tiene 42 años y está en paro, aunque su profesión es dramaturgo. Una pareja de policía francesa se lo llevó ayer -sin esposar- en un vehículo. Sin embargo, antes de entrar en el coche policial, La Vanguardia mantuvo una conversación con él.

De esa charla, el periodista pudo averiguar que el casero entró en la vivienda que habitó Natalia los últimos ocho meses el pasado jueves 2 de mayo con motivo de la cita para la entrega de llaves. Y allí la esperó toda la noche. Pero a Natalia ya se le había perdido el rastro 24 horas antes: el miércoles 1 de mayo fue cuando una amiga -a cuya casa iba a mudarse para pasar los últimos 15 días que le quedaban en París- se convirtió en la última persona -hasta el momento- que la vio.

achada del edificio en la calle Paul Fort en el distrito 14 de París, donde se ubica la vivienda en la que había residido la estudiante española Natalia Sánchez Uribe EFE

El casero asegura que nunca vio personalmente a su inquilina, que todo lo tramitó por teléfono y WhatsApp. Sin embargo, dice que de esos cruces de mensajes pudo intuir que se trataba de una “una chica vivaz, inteligente, educada y con sentido del humor”. “No la conozco, ¡eh!”, advirtió entre sollozos. 

Cuando el casero llegó a su piso el jueves se encontró con una escena que no esperaba. Las ventanas de la calle estaban abiertas y la puerta cerrada, pero sin echar la llave. Visto que Natalia no contestaba a los últimos mensajes ni tampoco abría la puerta, decidió entrar en su casa con un juego de llaves que él posee. La escena que se encontró hizo que aumentase su inquietud y acabase enviado un whatsApp a Natalia: "¿Estás viva?".

Natalia Sánchez Uribe

 

No había ni signos de violencia. Tampoco ni una gota de sangre. Pero sí objetos personales por el suelo, pan y jamón a medio comer: "Las señales de una persona que ha huido o no ha logrado volver a casa". Con este panorama decidió esperar en su piso a Natalia por si aparecía

Después, siempre según su versión, pudo "contaminar" la investigación con su presencia en el piso (“hice pipí, me soné la nariz, me duché”). Además llamó a una amiga francesa que lo intentó tranquilizar. Permaneció toda la noche en el piso hasta que a media mañana -ya del jueves 3 de mayo- aparecieron dos amigos de Natalia: un chico italiano y Sandra, la joven catalana que la vio por última vez.

"Creo que no se ha suicidado. Sus amigos no me gustaron"

Los dos amigos fueron a dar parte de la desaparición inmediatamente a la Policía francesa y el casero lo haría un día después -el viernes 4 de mayo- porque -tal y como publica La Vanguardia- "no se fiaba de la declaración de los amigos, por no hablar bien francés".

-¿Cuál es su hipótesis?

-Yo creo que no se ha suicidado, porque la habría encontrado en mi casa. Una persona que se suicida, ¿sale de casa para hacerlo?. Sus amigos no me gustaron. Yo no tengo nada que ver; sólo tiene que ver mi casa.

Tras la conversación, dos policías de paisano estuvieron varias horas en la vivienda con el casero para posteriormente llevárselo -sin esposas- en un vehículo. Se desconoce por el momento si fue para declarar. Horas después, a última hora de la noche, la Fiscalía de París abrió oficialmente la investigación.

Natalia Sánchez Uribe, la joven mallorquina desaparecida en París.