Era como una bestia que esperaba dormida. Fue hace cinco años cuando Verónica Rubio, una trabajadora de la fábrica de camiones de Iveco en Madrid, grabó un vídeo sexual con su móvil. Por aquel entonces, tenía 27 años. Después de eso, el tiempo pasó como si nada, se casó, tuvo dos hijos y llevó una vida normal. Hasta que hace un par de semanas, el vídeo salió de su ámbito privado y empezó a circular por los grupos de WhatsApp de la empresa y la bestia se despertó.
Como la pólvora y ajenos al sufrimiento que estaban causando, los compañeros empezaron a difundir las imágenes entre ellos, los unos a los otros y en otros grupos de WhatsApp de la empresa. Todos entraban en su intimidad y ella no aguantaba la presión. Algunos incluso iban a su puesto de trabajo con el comentario de “mira, esa es la del vídeo” puesto en la boca. Y Verónica no pudo más y el pasado sábado se ahorcó. Según El Mundo, el vídeo volvió a circular por el despecho de alguien que había tenido una relación sentimental con ella en el pasado.
A las afueras de la fábrica de Iveco, localizada en la Avenida de Aragón, en el extrarradio de Madrid, los trabajadores acuden a su puesto de trabajo como cada día. Es por la tarde y están entrando los que compartían turno con Verónica. “Yo me acuerdo de que el pasado miércoles la vi llorando. Muchos habíamos visto ya el vídeo, estaba circulando por los grupos de WhatsApp. Fue tan difundido que a mí me llegó de gente de fuera de la empresa”, comenta un compañero de trabajo de Verónica.
En el mismo grupo de compañeros, mientras apuran los cigarrillos antes de fichar la entrada, otro cuenta que después de que las imágenes se hicieran virales, era común que algunos fueran a su puesto de trabajo a señalarla y a enseñarle a los que no la conocían quién era la famosa protagonista. Además, ellos que sí que lo han visto, relatan que se trataba de unas imágenes absolutamente humillantes para ella.
La plantilla de esa fábrica de Iveco ronda los 2.500 empleados y los compañeros de Verónica son en su mayoría hombres. Y, en su actitud pensando que no pasaría nada, a ella le tocó ser la comidilla. “Hay a un trabajador que vi que la estaba señalando y que le estaba enseñando a otro quién era la del vídeo. Cuando se lo recriminé, su respuesta fue: si a ella no le importa”, añade el compañero.
Su cuñada le pasó el vídeo a su marido
La historia de Verónica, por desgracia, es más habitual que nunca desde que se han popularizado las redes sociales. Los grupos de WhatsApp de muchos se han convertido en un sumidero de vídeos grabados sin consentimiento donde las protagonistas y principales afectadas suelen ser mujeres. Se trata de una violación de la intimidad que de vez en cuando estalla en la cara de la gente que aparece en ellos y le cambia la vida.
Verónica vivía en la localidad madrileña de Alcalá de Henares con su marido y sus dos hijos, que tienen entre dos y cinco años de edad. Ahí llevaba una vida tranquila entre el trabajo y la casa. Se había casado hace muy poco, era muy joven.
Había entrado en CNH Industrial, una empresa del grupo Iveco, en 2006 y trabajaba en la cadena de montaje, fabricando camiones. Al principio, su labor era modesta y transportaba tubos de escape en una carretilla. Pero pronto fue asumiendo más responsabilidades y actualmente trabajaba en el grupo de Ejes y Puentes. Y parecía una más, totalmente integrada.
En marzo de 2012, Verónica apareció en un número de la revista oficial que Iveco edita todos los meses. “Trabajar con compañeros agradables hace que se te pase el día más ameno, aunque en Iveco estamos en una situación difícil por las distintas regulaciones que estamos padeciendo por la crisis tan prolongada que estamos sufriendo”, decía Verónica para la revista. “Pero tenemos suerte ya que seguimos trabajando y mejorando”, añadía, y salía en una fotografía con todos sus compañeros sonrientes.
Pero algunos de los compañeros que ella elogiaba como “agradables” y que hacían su tiempo ameno, han acabado siendo cómplices y compartiendo el vídeo, contribuyendo al ambiente que llevó a Verónica a acabar quitándose la vida. “La puntilla fue cuando el vídeo llegó a su marido. Aunque lo había grabado antes de casarse con él, el pasado viernes ya me dijo que él lo había visto y estaba destrozada”, dice una amiga cercana. El motivo fue que las dichosas imágenes llegaron a su cuñada, la hermana de su marido, que también trabaja en Iveco y que se lo comentó cuando cayó en sus manos.
Ese mismo viernes, Verónica ya no podía con la presión que le llegaba del entorno familiar y laboral y tuvo que irse a su casa incluso antes de terminar su jornada. Al día siguiente, apareció ahorcada.
Verónica denunció los hechos ante el Comité de Empresa
Este martes, los compañeros de trabajo de Verónica se han manifestado hasta en dos ocasiones para condenar los hechos. Lo han hecho frente a la sede de Iveco, dentro del recinto vallado, en unos actos en los que han hablado amigos de ella así como representantes sindicales.
El jueves pasado, después de que el vídeo se viralizara, Verónica acudió al Comité de Empresa a denunciar los hechos. Se sentía absolutamente acosada y que se había vulnerado su intimidad. La empresa le ofreció otro puesto de trabajo y la animó a denunciar pero ella no quiso, por lo que se abrió una investigación interna para ver quién había difundido en primer lugar las imágenes.
El caso ahora está en manos de la Policía Nacional, que comenzó investigando el hecho desde el sábado como un suicidio, antes de saber de la existencia del vídeo. Ahora queda depurar la implicación de cada uno. La responsabilidad penal podría llegar a los 2.500 trabajadores de la empresa, según si lo compartieron o no, por haber podido incurrir en un delito de revelación de secretos, que tiene unas penas de entre tres meses y un año de cárcel.
La responsabilidad además no sólo afectaría al primero que difundió las imágenes sino también a cualquiera que las haya difundido posteriormente. A la responsabilidad penal habría que añadir una civil que el juez tendrá que decidir según el perjuicio que se haya causado al entorno de Verónica. El hecho de que tuviera trabajo, familia, hijos y se haya acabado suicidando suma al perjuicio.