Durante más de dos décadas, José Arvey Rentería, alias Snoopy, trabajó en España como sicario, un fantasma a sueldo para una 'oficina de cobros'. Es como se conoce en el argot criminal a los grupos de asesinos a sueldo que los cárteles colombianos tienen allá donde envían cargamentos de cocaína. Son ellos quienes cobran las deudas. A Snoopy le pagaban 20.000 o 30.000 euros por matar a cualquiera. Sin embargo, eso parece que ahora se ha terminado.
Un Jurado Popular de la Audiencia Provincial de Madrid le acaba de declarar culpable junto a otros dos sicarios del asesinato de un joven empresario que estaba en paro. En EL ESPAÑOL hemos contado ya su historia. Le asesinaron por error en lugar del hombre que en realidad iba ser objeto del atentado. José Luis Lucas Serrano, un ejecutivo madrileño de 32 años al que confundieron con un conocido alunicero capitalino que había robado un envío de cocaína, fue asesinado a plena luz del día. Recibió tres disparos en el rostro y cinco más entre el pecho y el abdomen. Falleció en el acto.
"Después de cinco años, un poco de paz. Hemos luchado mucho para esto". Cuenta la familia de Lucas Serrano a EL ESPAÑOL, tras un lustro de calvario judicial, que por fin puede respirar tranquila. Esta mañana la sala ha citado a los miembros del Tribunal del Jurado, quienes han dado su veredicto. Les consideran culpables por unanimidad. Han emitido un fallo desfavorable respecto a que se les suspenda la ejecución de la condena, así como que puedan pedir indultos.
José Luis no tenía nada que ver con todo aquello. Estaba volviendo de un curso de formación en el barrio madrileño de Usera cuando sucedieron los hechos. En el juicio, el autor material de los disparos, que afronta una petición de pena de 23 años de cárcel, reconoció que lo mató pero que no lo hizo por encargo.
Dispuesto a matar con armas de guerra
El reguero de sangre que persigue a José Arvey Rentería ha llenado de tinta los periódicos españoles. En marzo de 2014, fue detenido y trasladado a la comisaría de Latina en Madrid por homicidio y tenencia de armas y explosivos. Había disparado antes a una persona en la discoteca Cañahuate. Según publicó el diario ABC el 7 de enero de 2016, aquel caso quedó en nada porque nadie se atrevió a presentarse en el juicio para declarar en su contra.
Seis mes después, en septiembre de ese mismo año, tuvo lugar el asesinato por el cual ahora ha sido condenado. Lo confundieron con un alunicero que iba a un gimnasio situado en el mismo edificio al que José Luis acudía a un curso del antiguo INEM. La Fiscalía y la acusación particular sostienen que, durante semanas, tres sicarios, entre ellos Snoopy como líder de la ‘oficina de cobros’, siguieron al alunicero. El juez ahora lo considera probado, según la sentencia a la que ha tenido acceso EL ESPAÑOL.
Pero aquella tarde, la del 12 de septiembre de 2014, José Luis, que guardaba parecido físico con aquel delincuente y conducía el mismo coche, un Smart blanco, vestía ropa de deporte porque había quedado después con unos amigos para jugar a pádel. Un sicario en moto con matrícula falsa se acercó a su ventana y lo mató a tiros. Se llamaba Breiner Augusto Portilla. El arma homicida se la entregó Jhonson Andrés Medina. Snoopy habría orquestado el asesinato. Pero aquel día erraron en su diana.
Snoopy cayó el 11 de agosto de 2015 en Míjas (Málaga). Retozaba tranquilo en la playa, bronceándose, cuando le pusieron las esposas. Como ya relató este periódico, él y sus secuaces alquilaron un apartamento y una moto. Iban a matar a un empresario marbellí y a sus dos escoltas. Cobrarían 30.000 euros por vida. 90.000 por el trabajo.
Pero el Grupo II de la Brigada de Crimen Organizado de la Policía Nacional los detuvo antes de cometer los asesinatos. Durante dos registros, uno en Madrid y otro en Málaga, los investigadores se incautaron de numeroso material de guerra: dos pistolas -una de ellas automática-, dos subfusiles, cargadores, munición, dinero en metálico, varios vehículos, así como cámaras de vídeo y de fotografía para realizar los seguimientos. Y pronto les relacionaron con lo ocurrido en el otro suceso.
La preparación del crimen fallido de Usera
En el mes de julio de 2014 uno de los acusados alquiló con nombre falso un apartamento en Madrid y a lo largo del mes siguiente adquirió una Blackberry para comunicarse por mensajería con los otros acusados y una moto para hacer seguimientos a la víctima.
El 12 de septiembre de 2014, se reunió con otros de los supuestos sicarios en las inmediaciones del Centro Comercial La Gavia para ultimar los preparativos del atentado y poco más tarde se dirigió al barrio de Villaverde donde el tercer acusado le entregó a través de una tercera persona una pistola semiautomática. A continuación, uno de ellos se acercó con su motocicleta al vehículo de su víctima que estaba estacionado en la calle.
A los otros dos acusados se les considera coautores de un delito de asesinato por lo que reclama para ellos penas de prisión de 17 y 18 años, respectivamente. A uno de ellos le imputa también el delito de tenencia ilícita de armas por lo que solicita otros 18 meses de prisión.