Cada viernes por la noche, la misma escena: las familias españolas pegadas al televisor viendo el “1,2,3”, el programa más famoso del país en los 80. El momento cumbre llegaba al final, al filo de la medianoche: la pareja de concursantes elegía la tarjeta final con su premio escondido. La presentadora, Mayra Gómez-Kemp, abría la tarjetita y tras leerla y darle intriga, gritaba a pleno pulmón la recompensa. Sobre todo cuando tocaba el premio gordo:
“¡Un apartamento en Torrevieja!”.
El público estallaba de júbilo, la pareja de ganadores se abrazaba llorando y los televidentes se iban a la cama a soñar con una segunda vivienda en la playa, con unas vacaciones de lujo, como los ricos. El español medio se dormía y soñaba con un apartamento en Torrevieja.
Ya han pasado más de 30 años. El programa ya no se emite y su creador, Chicho Ibáñez Serrador, acaba de fallecer. ¿Qué pasó con aquellos apartamentos en Torrevieja? Que son una ruina. Los apartamentos y el barrio. Ya no queda ni un solo ganador de aquellos premios en la Torreta de Torrevieja (Alicante). Fue la zona elegida para construir aquellos bungalows con los que soñaban todos los españoles. Pero ahora, en aquella urbanización dividida en tres partes (Torreta I, II y III), otrora símbolo del lujo en España, se sobrevive en condiciones tercermundistas. Lo llaman coloquialmente “Las 500 viviendas”, porque “es un barrio chungo como la 1.000 viviendas de Alicante, pero más pequeño”, explican en la zona.
El escenario sobrecoge. Calles a medio asfaltar con peligrosos boquetes por todos lados. Casas abandonadas que son un imán para los okupas. Malas hierbas por doquier. Palmeras que hace años le dieron lustre y esplendor a sus calles, pero que ahora que se caen a trozos “y cualquier día van a matar a alguien”, advierte uno de los pocos vecinos que quedan en la zona. La iluminación es deficiente. Las calles se inundan en cuanto caen cuatro gotas. Los gatos campan a sus anchas por el barrio. “Y menos mal de los gatos, porque de los boquetes del suelo salen unas ratas de grandes como tu cabeza”, advierte Rosi, propietaria del Bar Mari, el único que queda en Torreta III. Están abandonados por la administración pública y por la promotora. Todo el mundo quiere irse de allí.
El sueño de todos los españoles
Torrevieja ya no es lo que era, y la Torreta todavía menos. Fue a finales de los 70 cuando el municipio se puso en el mapa. Entró directamente en el imaginario de todos los españoles como el lugar de moda, el sitio al que había que ir. El paraíso del veraneo. El sueño de la clase obrera. La culpa fue del “1, 2, 3”, que entraba directamente al cerebro de los españoles a través de los televisores los viernes por la noche. El primer gran programa de entretenimiento familiar que se caracterizaba por los espectaculares regalos que daba a los participantes. Y entre todos, el más codiciado era el apartamento en Torrevieja.
Poca gente recuerda que el primer sitio donde se regalaron viviendas del “1, 2, 3” fue Torre del Mar, un municipio adherido a Vélez Málaga. La iniciativa fue del famoso constructor malagueño Antonio Toré-Toré. Construyó varios bloques de apartamentos con el nombre de Toto (acrónimo de las primeras sílabas de sus apellidos). Para promocionarlos, regalaba uno en el programa de moda de TVE. Eran los tiempos en los que el “1, 2, 3” lo presentaba el peruano Kiko Ledgard y el malo era Don Cicuta.
El programa empezó en 1974, pero Antonio Toré-Toré murió en 1975 y las cosas cambiaron en los años posteriores. El programa empezó a presentarlo la cubana Mayra Gómez-Kemp, el papel de villanas se lo quedaron las hermanas Hurtado (Las Supertacañonas) y el guante del apartamento como premio estrella fue recogido por una empresa alicantina con un nombre todo glamour: Manoli S.A.
Su propietario, Julio Quesada, estaba construyendo viviendas vacacionales por todo el litoral alicantino, y especialmente en la ciudad costera de Torrevieja. Imitó la misma fórmula que su homólgo malagueño y empezó a ofrecer el premio gordo del programa. A veces tocaba y otras veces no, pero Torrevieja se hizo famosa porque la nombraban cada viernes. La ciudad de moda para veranear pasaba de Andalucía a la Comunidad Valenciana.
La democratización de las vacaciones
Lo que regalaban a los ganadores era bungalows de unos 50 metros cuadrados en una zona alejada del casco urbano de Torrevieja. “Todo esto rodeados de algodonales y campos de melones”, recuerda ahora Jose, el marido de Rosi. Las construcciones realmente tenían un coste muy bajo: un millón de pesetas (6.000 euros). Eran pequeñas viviendas de unos 50 metros cuadrados y estaban levantadas en una zona sin urbanizar. Pero para el currito español supuso la democratización de las vacaciones.
El nombre de Torrevieja en el programa más famoso de la tele atrajo a turistas de todo el país. “Y turismo de calidad. Que por aquí veraneaba Fernando Esteso, Gracita Morales o la propia Mayra Gómez-Kemp, que se quedó un apartamento en Torreta II”, cuentan en el Bar Mari. Se formó una comunidad muy unida. “Ese bungalow de ahí era de un militar. Aquellos, de unos mineros asturianos con mucho dinero, el de la punta le tocó a unos madrileños en el programa y lo vendieron…” enumera Rosi, recordando que “éramos como un pueblo. Había parques bien arreglados. Celebrábamos la fiesta de Santa Patricia, los críos jugaban por las calles y no había ningún problema”.
A medida que la década fue avanzando, la promotora evolucionó. Manoli S.A. se convirtió en Masa International y empezó a ofertar para el programa apartamentos de mayor calidad en otras áreas, como Cabo Cervera, en el otro extremo del municipio. Viviendas integradas en edificios altos. Pero toda la zona de la Torreta había quedado como una selecta urbanización de casas bajas muy frecuentada por el famoseo de la época.
La crisis lo cambió todo
Los días de vino y rosas duraron hasta el principio de nuestra década. Allá por 2010 empezó a desinflarse la burbuja inmobiliaria. Se suspendió la mayor parte de las construcciones nuevas. El precio de los inmuebles bajó a mínimos inimaginables. “Durante la burbuja pedías 120.000 euros por un apartamento de por aquí y te los daban. Ahora, ni por 30.000 te lo vas a sacar de encima”, asegura Jose. Si ni los pisos nuevos se vendían, mucho menos unas modestas viviendas levantadas en los 80 en una zona casi sin urbanizar.
Y es que no sólo la crisis inmobiliaria tuvo la culpa de la caída a los infiernos de la Torreta. La administración pública y la constructora se han ido pasando la pelota de algún modo, lo que hace inviable que se lleve a cabo la reforma integral que necesita el barrio. Asfaltado, limpieza, seguridad, infraestructuras… “Cada vez que llueve, es estanca tanta agua tanto que a veces es imposible entrar en casa”, cuenta la madre de Rosi, mostrando fotos de la última inundación de la pasada primavera.
La gente huyó despavorida de la urbanización. Ahora, muchas de las casas están abandonadas. Llenas de matorrales en la puerta y con la entrada llena de los melocotones que da el melocotonero de la puerta y nadie recoge. Eso las ha convertido en un caramelo para los okupas. “Se nos metió uno en casa una vez y había pinchado la luz. Conseguimos echarlo, avisamos a Iberdrola y nos hicieron pagar a nosotros los 100 euros de multa”, rememora la madre de Rosi.
Cucarachas, ratas, drogas
Otro de los grandes problemas de la zona son “los bichos. Nosotros hemos tenido que poner cemento en los agujeros para que no se nos cuelen más cucarachas. Pero la casa del al lado está abandonada y entran por ahí. Si nos descuidamos un par de días, se llena la casa de cucarachas”, se quejan los vecinos.
“Aquí ahora tenemos hasta venta de drogas, que es algo que no había pasado en la vida”, recuerda Rosi, “y de un turismo nacional y de calidad hemos pasado a un turismo de enfermos y borrachos. Ancianos que vienen a Alicante a hacer turismo sanitario, e ingleses que vienen aquí a emborracharse y liarla. A veces, son los mismos ancianos enfermos los que se emborrachan y la lían”, reconoce.
El Ayuntamiento no puede hacer mucho porque la urbanización es privada, pero cuando tuvo que construir un colegio en la zona sí que dispuso de los terrenos sin problema. “Las tuberías del colegio también dan problemas porque sueltan aquí todo el agua. Luego ves asfaltar las calles de uno y otro lado, pero por aquí ni pasan y es una vergüenza”, lamentan en el bar. Es el único que queda. Un matrimonio de ancianos ingleses beben cerveza en la terraza, despistados, porque el pub de los ingleses tuvo que cerrar.
Los vecinos nacionales que quedan, entretanto, rememoran la actuación de los sucesivos gobiernos locales en la zona. “El de antes hizo algo, al menos arregló el parque infantil”. Un parque infantil que asusta: un espacio diáfano, lleno de cristales por el suelo y un solo caballito de madera en el centro. Total, la población de niños ya es casi inexistente. “Los jóvenes también se marchan porque aquí no hay trabajo. O se meten a trabajar en la hostelería en Torrevieja, o se colocan en algún aquapark de los que abren. Pero futuro aquí no hay”.
Futuro incierto
Este fin de semana toma posesión el nuevo alcalde de Torrevieja. Confían en él y en que va a arreglar el barrio en la medida de lo posible. Pero es la misma canción de siempre. Al final, gobierne quien gobierne, las trabas por la titularidad impiden que se acometa la reforma necesaria. “Y los de aquí las seguimos pasando putas”, reconocen los habitantes. "El que entre tiene que hacer algo por nosotros, porque si no vamos a seguir dándole caña en redes sociales hasta que nos hagan caso", advierte Rosi.
Ellos vivieron los buenos tiempos. Aquellos en los que Mayra Gómez-Kemp regalaba el apartamento en la Torreta el viernes y se iba a disfrutar del suyo el sábado. Ahora hay okupas, venta de drogas y un escenario parecido al de una catástrofe nuclear. Los vecinos, que en su momento también ganaron de algún modo el premio del “1, 2, 3” y vieron prosperar así sus negocios, ahora se encuentran en una zona tercermundista. El paso del tiempo les cambió el premio gordo del apartamento por la Ruperta, aquella calabaza que, si te tocaba, te hacía volver a casa con las manos vacías "y el juego del programa como premio de consolación”.