El asesinato de K., la chica rusa de 14 años, cuyo cadáver fue hallado con heridas de arma blanca en el cuello, sigue sin resolverse 72 horas después de que los vecinos la encontraran en su vivienda de Mataró (Barcelona). Los Mossos D' Escuadra tratan de esclarecer lo que ocurrió, mientras buscan en tres zonas distintas de la ciudad a Stefan, el hermano de la víctima, de 16 años, y en paradero desconocido desde el sábado por la mañana. Él pudo ser la última persona que vio con vida a su hermana o, tal vez, pudo ser testigo de lo que ocurrió. Su desaparición es una de las principales claves del crimen, según sostienen los investigadores.
Los dos hermanos vivían junto a su madre, Olga K., en la calle de Burriac, 83, desde hacía aproximadamente un año, cuando llegaron de Rusia. El viernes pasado a media tarde, la madre tomó un vuelo a Moscú desde Girona para celebrar allí el 22 cumpleaños de su hijo mayor, que vive en la capital rusa junto a otros dos hermanos más pequeños. K. y Stefan, si bien, se quedaron solos supuestamente en la vivienda de Mataró.
Dos días después, Olga, intranquila, llamó a unos amigos de Calella, para que fuesen al piso para comprobar si sus hijos estaban bien, pues llevaba sin saber nada de ellos 48 horas. Cuando entraron e domingo por la noche en el domicilio, junto a un vecino, encontraron a K. en el suelo de la habitación, boca arriba, degollada, en medio de un mar de sangre. De su hermano Stefan, en cambio, no había rastro por ningún sitio. Tres días después todavía no se sabe nada de él.
Cabe matizar que, por el momento, la policía catalana no busca al joven de 16 años para detenerlo como sospechoso, sino para "proteger su integridad" a raíz de lo sucedido, pues podría estar en peligro. Así lo subrayó el Tribunal Superior de Justicia de Cataluña (TSJC) el pasado martes en un comunicado, en el que explicaba que Olga había denunciado la desaparición de su hijo y que, a falta de indicios sólidos que le incriminen en el crimen de su hermana, tratan de dar con él porque es menor y debe recibir la "protección de las autoridades".
En el colegio
Esta familia, de origen rusa, apenas era conocida en la calle de Burriac, en el barrio de Cerdanyola, al menos por sus vecinos. Según sostuvieron algunos de ellos a este periódico, Olga, Stefan y K. no sabían castellano ni catalán, y además, eran bastante "introvertidos". "Cuando venían los niños a la tienda, siempre pedían lo mismo, me pagaban y se iban, sin mediar palabra", cuenta un comerciante de la zona.
Los niños, en cambio, sí que eran más conocidos en el colegio donde estudiaban, a unos 500 metros de su casa, el Instituto Josep Puig i Cadafalch. Los dos hermanos siempre iban juntos al colegio, según sostienen sus compañeros, y la madre siempre les recogía en coche. De K., la menor asesinada, dicen que era bastante simpática y tenía varias amigas en clase, a pesar de no conocer el idioma. Siempre utilizaba el traductor del móvil.
De hecho, incluso formaba parte de un grupo de natación profesional con otros compañeros, con los que participó a principios de este mes en un campeonato mundial en su categoría en Moscú.
Stefan, el hermano desaparecido, por contra, no había encajado muy bien en el centro escolar, donde cursaba 4º de la ESO. "Era introvertido y no se relacionaba con nadie, excepto con su hermana, a veces en el patio", cuenta un alumno. El menor de 16 años, que siempre vestía de negro, solía estar en una esquina durante el recreo y acostumbraba "a jugar solo, simulando que disparaba con las manos". No era conflictivo, simplemente no interactuaba con el resto de compañeros.
En el colegio llevaban sin ver a K., desde el siete de junio, mientras que a Stefan, no lo habían visto desde hacía varias semanas. En el barrio, algunos vecinos, apuntaron que el hermano mayor "era muy inocente" y que, en ocasiones, "presentaba cortes en los brazos".
Hipótesis
Los investigadores del grupo de homicidios de la Regió Policial Metropolitana Nord de los Mossos tratan el caso como un crimen. La autopsia que se practicó al cadáver de la menor apuntó que la niña fue asesinada. Las pesquisas policiales, de momento, barajan varias hipótesis y centran los esfuerzos en dar con Stefan, para comprobar que se encuentra bien y averiguar qué sabe de lo ocurrido, y de este modo, cercar al posible autor del crimen.
Entre tanto, una vecina rusa, afincada en Mataró desde hace 20 años, que conocía a Olga y a sus hijos, dejó caer a este periódico este martes que "los problemas", en relación al asesinato de K. y la desaparición de Stefan, podrían deberse a un ajuste de cuentas.
Según precisó, cuando llegó a Mataró, Olga montó un negocio en su propio domicilio, al que denominó Instituto Internacional de Reproducción Humana PUER. Ella no es médico, sino licenciada en psicología, y basándose en sus supuestos conocimientos se dedica a "dejar embarazadas a sus clientas de manera espiritual; hace seminarios y reuniones que valen dinero, y son una chorrada", relataba.
Para esta mujer, la madre de K. y Stefan buscaba tener siempre una "muy buena calidad de vida", pero siempre "le faltaba dinero". "Ella quería conseguirlo de manera fácil y buscaba por todas partes a gente que pudiese pagar", sostenía.
"Yo creo que ella sabe perfectamente de donde vienen los problemas", afirmaba, tajante. "¿Tenía deudas?", le preguntó este periodista. I. prefirió no responder. Lo que sí detalló fue que no era la primera vez que esta familia vivía un episodio violento en su domicilio, hace unos meses "les reventaron todo el piso, la puerta y todos los muebles".
"Supongo que al niño tampoco no lo encontrarán vivo", concluía diciendo esta trabajadora rusa.