"Cuando avistamos un vehículo que circula a 200 kilómetros por hora, lo primero que pensamos es 'vaya suicida'. Pero lo cierto es que no, eso no lo hace un suicida, si fuese así se tiraría de un puente; eso solo lo hace un asesino". A Carlos Soria y Eli Capdevila no les tiembla la voz al pronunciar semejante afirmación. Tampoco les falta razón, pues así fue como segaron la vida de su hija Marta, de 27 años, cuando conducía con su coche por la N-240, en dirección Lérida, y se topó con un rally ilegal de deportivos. Para ellos no fue un accidente, una imprudencia o un despiste en la carretera, sino un asesinato, en este caso, vial.
Aquel día, el conductor, Sorin I. Z., de origen rumano, al que ellos denominan como terrorista, no tuvo la más mínima piedad. Ni siquiera hizo el amago de torcer el volante o frenar, simplemente se la tragó con su BMW. Habría tomado alcohol o drogas, pensarán tal vez. No fue así. Marta se encontró de bruces con la muerte, venía sin luces e invadiendo su carril, cuando adelantaba, temerario, en plena vorágine durante la competición contra un Audi. No tuvo opción alguna para sobrevivir.
Desde entonces, la lucha de esta familia no ha sido otra que conseguir que este terrorista, en libertad desde el siniestro, cumpla la mayor condena posible por el asesinato de su hija. Por ello, han pedido, como acusación particular en el juicio, una pena de 15 años de cárcel por un delito de homicidio doloso. El mismo castigo que se solicitaría, por ejemplo, si el autor hubiese querido matarla en una pelea, una reyerta o en cualquier otro escenario que no fuese una carretera.
Es la opción más "justa" para Eli y Carlos, aunque no sea un delito de tráfico. "Esto no tiene otro nombre, no fue un accidente, la mataron. Tal y como está el Código Penal este criminal tendría muchas oportunidades; queremos que, al menos, cumpla la pena más alta", declaran estos padres, mientras rebasan junto a EL ESPAÑOL los pocos kilómetros que quedan hasta el 84, donde ocurrió todo hace tres años. Y es que las pruebas y los atestados de los Mossos D' Esquadra dejan claro que lo que pasó queda lejos de ser un accidente o una imprudencia.
Eran las 01.00 horas del 16 de octubre de 2016. El BMW, conducido por Sorin, acompañado de otras tres personas, y el Audi, pilotado por Emilia A.T. en compañía su marido, circulaban de manera temeraria desde Lérida por la N-240 en dirección al municipio de Borjas Blancas. Uno detrás del otro, sin las luces encendidas, a más de 140 kilómetros por hora —en un tramo a 90—, ambos vehículos se iban persiguiendo y adelantando, sin ver más allá que lo que la noche les permitía. Todos se conocían e iban al mismo destino.
Arrastrada por el agua
Marta había pasado el día en Las Borjas, su pueblo natal, con su familia. Después de visitar a sus abuelos y cenar con su hermana mayor, unos amigos le dijeron que fuese a tomar algo a Lérida y se puso en camino. Al llegar al kilómetro 84, en una recta, se encontró con la muerte. Sorin, recuerden, sin luces encendidas y por tanto sin que fuese avistado por Marta, circulaba en sentido contrario invadiendo el carril de la joven, cuando realizaba un adelantamiento a su rival.
Ella reaccionó dando un volantazo, pero el BMW impactó de lleno contra su vehículo, sin más miramientos y posiblemente habiéndola advertido. En cuestión de segundos, el coche salió despedido de la carretera y cayó a un canal que discurre en paralelo a la N-240. Cuando llegaron los Mossos D'Escuadra y los equipos sanitarios ni el kamikace, ni ninguno de los otros implicados, informó de la existencia del coche, que había desaparecido de la carretera y no se divisaba por ningún sitio. Y, es más, hubo alguno que aprovechó para fugarse.
Esa noche el cauce era mayor y el agua había arrastrado 150 metros lo que quedaba del vehículo de Marta hasta llegar a un tapón, debajo de un puente. Tardaron 40 minutos en encontrarla y todo gracias a los agentes que, con linternas, siguieron el rastro de las manchas de aceite en el suelo hasta dar con ella. Cuatro horas después, sobre las 05.00 horas, Eli y Carlos recibían la noticia que pondría del revés su vida para siempre.
"Esto no lo hace un ser humano, lo hace un loco", sentencia Carlos, mientras rebasa con su coche, junto a este periódico, el punto de la carretera en el que los kamikaces "iban a toda pastilla" hacia su hija. Al fondo, se divisan dos postes que acostumbran a tener flores desde hace tres años, hacia los que nos dirigimos. Se tratan del punto en el que se produjo el impacto y donde la familia ha colocado un pequeño altar en recuerdo a Marta. "A mi me cuesta mucho venir, mucho, pero no queda otra que aceptarlo y seguir luchando por que haya justicia", relata.
No hay día que no pasen por ahí, pues siempre van desde Borjas Blancas a Lérida para trabajar en la pescadería, desde que viven allí, hace 38 años. Allí, los recuerdos y los pesares afloran. Para Eli, visitar este santuario es volver al lugar donde Marta estuvo viva por última vez. "Era una niña muy especial, con mucha luz, siempre con una sonrisa, colaboraba siempre con todo el mundo. Se van los buenos y se quedan los malos", dice, con la voz quebrada, sobre su hija, mientras acaricia su foto.
El punto negro de la carretera
Esta joven de 27 años era graduada en Ciencias y Tecnologías de los Alimentos y se especializó más tarde con un máster en la Universidad de Lérida, que compaginó trabajando en los laboratorios de la empresa multinacional San Miguel. "Era muy conocida en el pueblo, pero también en Lleida y en Girona por todos los estudios y su trabajo", cuenta Eli. "Para nosotros ha sido una putada, pero ¿y para ella? Le han arrancado media vida. Antes me tocaba a mí o a Carlos, pero a ella no. Le pasó a mi hija y me duele, pero ¿y si le hubiese pasado a una familia?", se cuestiona esta madre, echándose las manos al rostro.
Algo que podría haber ocurrido, sin duda, aún más teniendo en cuenta que ese tramo es uno de los puntos negros de la N-240. "Está muy deteriorada, falta señalización, el asfalto está roto... Llevamos nueve años pidiendo un desdoblamiento porque por aquí pasan 12.000 vehículos y no se ha hecho nunca ninguna reforma", cuenta Carlos. En un margen de diez años, en esta carretera se han producido un total de 30 muertos.
Desde un principio, Eli y Carlos tuvieron claro que la muerte de su hija no podía ser una más en la lista de tragedias sobre el asfalto. Así que empezaron a movilizarse para conseguir penas más duras por los delitos relacionados con el tráfico en el Código Penal. Una lucha de la que recogieron algunos frutos en 2017 con el endurecimiento de la pena de prisión en el delito de omisión de socorro, que ha pasado de dos a cuatro años, y la del homicidio imprudente, de cuatro a nueve.
Si bien, para esta familia todavía no es suficiente. Pues su principal objetivo es convencer ahora al juez de que lo que ocurrió en el siniestro de su hija no se trata de un homicidio imprudente (cuatro años de prisión, los hechos fueron en 2016), como pide en su escrito de acusación la Fiscalía, sino un homicidio doloso, en el que Sorín buscó intencionadamente el resultado de la muerte de Marta.
Su lucha
Para ellos no hay duda: excedía la velocidad, no llevaba luces, no frenó y ni siquiera informó de que había impactado con el coche de la víctima. "¿Cómo va a ser juzgado por homicidio imprudente? No hay imprudencia por ninguna parte", insisten los padres de Marta. "Por una violación, 20 años de cárcel; por incendiar un bosque, de nueve a 12 años de cárcel y por asesinar a mi hija en la carretera, ¿solo le van a condenar cuatro o cinco años? Esto no cuadra", critica. Tampoco olvida a Emilia A. T., la otra acusada, que siendo "cómplice del asesinato", solo será juzgada por omisión de socorro. Y lo que considera todavía más injusto, que sobre las otras cuatro personas —incluido el fugado, mientras los Mossos rastreaban la zona— no pese ningún delito.
Y no solo son las pruebas del siniestro lo que se debe tener en cuenta. Sino también lo que ocurrió después: cómo "la banda de amigos" del ahora acusado Sorin I. Z. acudió al día siguiente al desguace para manipular el vehículo y abrir las luces, con el objetivo de tapar que durante el adelantamiento temerario "el terrorista no las llevaba puestas", relatan los padres de Marta.
Según ha podido saber este periódico, el acusado se dedicaba a la compra-venta de vehículos y no tenía ningún empleo cuando se produjo el accidente. En los últimos tres años, ha residido en Alemania, Austria, Italia y ahora, en Rumanía. ¿Se presentará en el juicio? "Nuestro letrado nos ha dicho que no nos preocupemos, venga o no, se celebrará igual".
A la espera de la fecha definitiva de la vista oral, estos vecinos de Borjas Blancas son conscientes de que no va a resultar nada fácil conseguir una condena por homicidio doloso, aunque no desesperan. "Ojalá haya una sentencia muy favorable y una parte de nuestro corazón se quede tranquilo. Si esto no cambia, yo no voy a parar: recurriré al Tribunal Superior de Justicia de Cataluña, al Tribunal Supremo, al Constitucional y si es necesario iré a La Haya, voy a por todas, por mi familia y por todas las que un día puedan tener esta desgracia", culmina Carlos.