Sin titubeos, sin vacilar y sin miedo. A Letizia le importa poco quién se encuentre en una reunión o delante de ella: si la Reina tiene que decir algo, lo dice. Por eso no sorprendió ni a propios ni a extraños cuando el pasado miércoles planteó sus nuevas propuestas en una sala del palacio de la Zarzuela.
Aunque seguimos sin Gobierno, y no parece que la cosa vaya a solucionarse en breve, lo cierto es que el equipo de la Casa de su Majestad el Rey ya se encuentra preparando, a grandes rasgos, la agenda y actos que van a tener lugar en el próximo otoño.
En agosto, si todo va bien (este año nadie tiene nada claro lo que va a ocurrir) Zarzuela echa el cartel de ‘cerrado por vacaciones’ y la máquina para hasta la última semana del mes. Para ir cerrando cosas, el pasado miércoles se celebró una reunión pensando en la próxima temporada. Cosas urgentes que agendar para cuando los Reyes volvieran de sus vacaciones privadas.
Va a ser un otoño con muchas citas importantes, aunque todo depende de la capacidad de Pedro Sánchez de terminar de formar Gobierno o si tiene que convocar unas nuevas elecciones.
"¿Qué pinto yo aquí?"
Lo que seguro va a suceder es que en octubre la Princesa de Asturias hará su debut en los premios que llevan su nombre. Tendrá lugar en el Teatro Campoamor de la ciudad de Oviedo. Se presume como fecha el 25 de dicho mes, aunque no está cerrada del todo por lo mismo que todo lo demás en la vida del Jefe del Estado: depende de los políticos.
El caso es que en esa reunión lo que seguro que no estaba en el programa del día era hablar de las competencias de la Reina dentro de la Institución. Pero Letizia, con decisión y confianza, planteó un tema que a ella y a su equipo les debía rondar desde hacía tiempo por la cabeza: quiere más competencias.
La esposa de Felipe VI sabe, y tiene clarísimo, que no puede intervenir en lo que a jefatura del Estado se refiere. De hecho, si hay algo que le molesta profundamente a nuestra Reina es ser una mera figura. Cómo ejemplo, el acto que tuvo lugar el día siguiente de la reunión, en la base aérea de San Javier. Se trata de la entrega de nuevos despachos de empleo a los cadetes del centro y el Rey acude como Jefe Supremo del Ejército. Ella le acompaña. "¿Qué pinto yo en San Javier?", comentó la esposa del monarca.
Han sido muchas las ocasiones en que los militares se han disgustado por la actitud de la Reina en algunas de las ceremonias. Primero por no ir adecuada a la ocasión o demasiado informal, como con pantalones, y luego por quererse ir rápido, cuando los familiares de los militares quieren alternar con ella. Con el Rey también, pero la que más llama la atención es ella.
Experta en ser reina
Hasta ahora, la reina sólo había acudido en solitario a actos relacionados con sus áreas de interés: la lucha contra el cáncer, la educación, el apoyo a la Formación Profesional, el fomento de la lectura… Pero ahora quiere que sus competencias se amplíen más, acudir sola a más temas. En definitiva, ser menos consorte y más soberana.
La Reina quiere tener más peso en las decisiones de la Casa Real. Se queja, por ejemplo, de no tener una agenda paralela más útil en los viajes de Estado. Poder hacer más cosas cuando se desplazan a otros países y aplaudir menos a su marido cuando da el discurso de turno es una de sus peticiones para el próximo otoño.
Tanto su marido, Felipe VI, como el equipo que le rodea, encabezado por Jaime Alfonsín, no ven mal la idea y, sobre todo, la comprenden. Pero les da miedo que mucha presencia de Letizia termine eclipsando la labor del Rey. De hecho, cuando ambos comparten presidencia los medios de comunicación se centran mucho más en ella que en él.
Algo parecido ocurrió entre Lady Di y Carlos de Inglaterra cuando ésta empezó a protagonizar actos en solitario. Su viaje a la India, en 1992, con su icónica foto sentada en solitario frente al Taj Mahal, fue el principio del fin para la pareja real y el comienzo de la historia de amor entre la joven princesa y los medios de comunicación.
Cuenta las malas lenguas que Carlos de Inglaterra sentía celos profundos cuando Lady Di acaparaba la atención mediática. Un mal que parece haber heredado su hijo, el príncipe Guillermo, a quien también le cuesta encajar que los medios enloquezcan con la presencia de su mujer, Kate Middleton, y analicen hasta la extenuación cada uno de sus looks.
Don Felipe no es ese tipo de Rey. A él no le da miedo que la figura de su mujer lo eclipse, pero no quiere que su trabajo se difumine.
Lo ocurrido el pasado miércoles refleja lo desdibujada que sigue estando la agenda de la Reina y su propio perfil a pesar de los cinco años que se han cumplido desde la proclamación de don Felipe como Jefe del Estado. La obsesión de Zarzuela por que Letizia no pise ningún charco y el bajo relieve de las áreas en las que actúa en solitario le impiden crecer, y eso es lo que quiere cambiar la esposa de Felipe VI.
Respecto al resto de las consortes europeas, la Reina tiene una de las agendas internacionales más pobres. Pero, además, los actos institucionales que protagoniza en nuestro país se caracterizan en general por un exagerado conservadurismo, lo que, unido a su carácter hiperperfeccionista y a su poca espontaneidad, hacen que no termine de conectar con muchos colectivos y sectores sociales que echan en falta que la Corona empiece a sintonizar con cuestiones propias del siglo XXI, en línea con lo que hacen casi todas las familias reales del continente.
Agenda exterior
Los cinco primeros años de Letizia como Reina le han permitido aprender su rol, cosa que no es nada fácil, ya que vive, sin pausa, el severo escrutinio de los medios. Pero la mejora de su imagen y de su popularidad pasa por dar un toque de modernidad a su agenda y por ganar peso en sus apariciones. Y ella también se ha dado cuenta, por eso pide más presencia, más importancia.
Resulta urgente un reforzamiento de su agenda exterior en representación de la Corona y, también, que incremente su labor como Embajadora Especial de la FAO para la Nutrición, imitando lo que hacen Máxima de Holanda o Matilde de Bélgica en calidad de asesoras especiales para distintos programas de la ONU. La petición fue hecha por la Reina y su equipo el pasado miércoles. Se trata de un pañuelo al aire lanzado para que su marido, Felipe VI, decida si lo recoge o no.