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Las cinco armas que yacen sobre la lujosa cama de la habitación del hotel hacen indicar que todo está preparado. Dos ametralladoras, dos pistolas de calibre corto y un fusil de precisión SVD Dragunov, diseñado durante la Guerra Fría en la Unión Soviética, concretamente a finales de los años 50. Todas ellas descansan sobre las sábanas blancas.
No están ahí por casualidad. Un hombre las ha dispuesto a conciencia en la 432 del hotel Westin Palace, todo un símbolo del lujo en el centro de Madrid, a pocos metros del Congreso de los Diputados. Desde la ventana se controla a la perfección la plaza de Neptuno. El ángulo es perfecto para el cometido que habrá de afrontar en la mañana del día siguiente. Es el 12 de octubre del año 2012, faltan solo unas horas para el desfile militar de la Fiesta Nacional. Lo tiene todo dispuesto para colocar a Juan Carlos, el rey de España, en el punto de mira. Para tener la cabeza del monarca a tiro, en la mirilla de su rifle.
Dos años después lo volvió a hacer. El emérito era ya emérito, acababa de abdicar y su hijo, Felipe VI, asumía la jefatura del estado. Días antes del 18 de junio de 2014, el protagonista de los hechos se instaló en la habitación 412 del hotel Villa Real. Está situado en la Carrera de San Jerónimo. Vestía pasamontañas negro, pantalón negro, y unas gafas oscuras al mismo tono que el resto de la ropa. La jornada anterior la había pasado colocando un trípode adaptado como arma de fuego de tiro largo junto a la ventana, enfocado en el ángulo propicio y exacto. Iba a poner, a la mañana siguiente, al nuevo rey y a toda la Familia Real en jaque, en la diana, sin que ninguno de ellos lo supiera.
Lo que acabamos de narrar puede parecer más propio de un espectacular thriller norteamericano, pero lo cierto es que ocurrió de verdad. Eso sí, ninguno de los reyes corrió nunca riesgo alguno. El francotirador no tenía ninguna intención de apretar el gatillo. Era otra cosa lo que quería demostrar.
Han pasado ya cinco años de ese día y desde que le detuvieron. En la jornada de la coronación de Felipe VI, la seguridad instalada en todo el desfile daba la impresión de que medio Madrid era ya una suerte de castillo blindado del cual resultaba imposible salir o entrar. El Cuerpo Nacional de Policía desplegó hasta 4.300 agentes por todo el recorrido. 120 de ellos eran francotiradores de élite apostados en los tejados, velando por la seguridad de todos en los puntos más críticos.
Pero a él nadie logró localizarle.
La ciudad era un fortín. Estaba controlada por tierra y aire. Fueron registrados también el alcantarillado y los bajos fondos, sobre todo en los puntos críticos por los que tenía que pasar la comitiva. Sin embargo, pese a todas las precauciones, pese al gran número de agentes desplegados, pese a las medidas dispuestas (dada la gran ocasión que se presentaba), hubo una persona que, si así lo hubiera querido, habría logrado perpetrar un atentado de proporciones estratosféricas. Había logrado eludir, en los días previos, todos los controles y todos los sistemas de seguridad. Le resultó muy sencillo. Pero no perpetró ninguna masacre. No era ese su objetivo.
-Estaban todos en fila, y la simulación iba a consistir en eliminarlos uno a uno. Las armas estaban inutilizadas, por lo que no podían dispararse. Los veíamos desde la ventana. Pero lo primero que se tenía que haber hecho era eliminar a los más importantes. Y luego brrrumm (sic.). Y les barro. Toda la gente que está en la tribuna. Políticos, presidentes autonómicos, jefes del estado mayor... Eliminas a todo el gobierno de la nación. Uno por uno. Aquí la conclusión es: un hombre acredita que todo un estado cae en sesenta segundos. En sesenta segundos. Todo el estado a la mierda.
Santiago Sánchez Ramírez está a punto de cumplir 50 años y se le conoce como "el francotirador del Rey". Nunca tuvo la intención de liquidar de un plumazo toda la plana mayor del estado. Sin embargo, durante años dedicó su vida a realizar más de 300 simulacros con los que demostraba graves fallos de seguridad en este tipo de actos. Ahora, recibe en exclusiva a EL ESPAÑOL, a cara descubierta, para contar la historia de su vida como nunca antes la había relatado.
Está de nuevo en la calle. Viste unos vaqueros cómodos y una camisa floreada abierta, con los botones de la mitad superior desabrochados. Uno puede llegar a pensar que es por el calor, pero lo cierto es que acude a pecho descubierto. No se calla nada. Elige un lugar recogido al sur de Madrid, apenas transitado, para sentarse a hablar largo y tendido sobre cómo enhebró aquel plan con calma, durante años, con la constancia de la hormiga y la paciencia de un felino en plena faena de caza.
Estamos ante un tipo eminentemente metódico, extremadamente ordenado, meticuloso hasta la saciedad. Por eso para dejar constancia de todas sus indagaciones, grabó minuto a minuto cada uno de los pasos. Inmortalizaba así la estrategia que estaba siguiendo. "Son miles y miles de horas de grabación. Yo lo considero un reportaje de investigación, mi gran obra, una inmersión, en el modus operandi de un terrorista".
Varias semanas después de la coronación de Felipe VI fue detenido.
Se lo quitaron todo. 24 meses más tarde le juzgaron. Terminaron absolviéndole. El juez que presidía la Sección Primera de lo Penal de la Audiencia Nacional, según la sentencia a la que ha tenido acceso EL ESPAÑOL, consideró que aquel hombre no tenía intención de acabar con nadie. El magistrado, Fernando Grande-Marlaska, dejó escrito en los hechos probados que Santiago no buscaba perpetrar ninguna clase de masacre. Que quedaba acreditado que aquello debía servir para para poner de relieve las grietas durante estos eventos en los sistemas de seguridad planificados por el estado.
Y por eso lo dejó todo documentado. Para que quedase constancia de que no estaba loco. De que aquello, que estaba viendo con sus ojos, estaba pasando de verdad.
Sabía que sus simulacros iban a resultar polémicos, y que iban a levantar una enorme polvareda. Y por eso quiso documentarlo todo. Cada paso. Para que su huella quedase, y para que se supiese que todo aquello ocurrió de verdad. Que no se lo estaba inventando él. Y para cubrirse las espaldas, dice, ante la misión que estaba llevando a cabo, por si sucedía lo que finalmente sucedió.
Todo ese material audiovisual, sin embargo, fue filtrado en 2016 a determinados medios de comunicación que publicaron imágenes de sus grabaciones cuando se conoció la noticia. Y por eso ahora, 3 años después de que se revelara el caso, ha demandado a Atresmedia ante los Juzgados de lo Mercantil de Madrid. Las imágenes fueron emitidas en los informativos de La Sexta y en uno de los programas de la tarde de la cadena. Les acusa de vulnerar los derechos de propiedad intelectual al publicar sus imágenes, y al hacerlo sin su consentimiento. Solicita, por esto y por daños morales, una compensación de 25 millones de euros.
Una cita al sur de Madrid
Al concertar la reunión con el reportero, Santiago prefiere no establecer su casa como lugar de encuentro. Quiere que la conversación tenga lugar en otro sitio diferente. Desconfía hasta de la calle, de todo lo que tiene alrededor. Escoge un bar cercano y discreto para la entrevista. Llegamos primero. Luego aparece él, acompañado de un amigo. Saludo, apretón de manos. Dos horas por delante y muchas ganas de hablar.
Santiago es "gato, gato". Nació en el centro de Madrid, cerca de Atocha, y ahí transcurrió su infancia y buena parte de su vida. Se considera guionista, productor y "tirador experto". Es también inventor. Durante años se dedicó a elaborar maquetas y muñecos militares. "Ahora suena un poco raro, pero era así hace años. Antes de que me comenzase a dedicar a todo esto me dedicaba a la inteligencia artificial. Temas de robótica y de automatización. Yo entendía mucho de sistemas de seguridad".
Lo que más lamenta ahora es todo lo que ha tenido que pasar desde entonces. Se encuentra en el paro, malvive con lo que puede y apenas tiene recursos para pasar los meses con tranquilidad. No ha conseguido que nadie le contrate. "Lo he intentado, pero no quieren. Ven mi nombre por internet y claro, ya ahí comienzan los problemas y me rechazan". Tenía una productora pero con la apertura del proceso judicial tuvo que cerrarla. Todo el material audiovisual recopilado en sus años simulando atentados le fue sustraído. Quedó paralizado durante dos años y no pudo llegar a explotarlo o a vendérselo a nadie que le pudiera interesar.
La idea surgió en una reunión con amigos hace cosa de 10 años. "Son gente que está metida en estos mundos de seguridad y salió el tema". En medio de una de aquellas cenas alguien habló de lo supuestamente defectuosos que eran los sistemas de seguridad en ese tipo de actos.
Tomó nota, y se propuso desde entonces comprobar a fondo qué verdad era la de aquella afirmación. Se embarcó en una aventura que todavía dura hoy. Y para ello tuvo que profesionalizarse, de un modo que nunca hubiera imaginado.
Planeó cada uno de los actos a conciencia. Contrató gente como un verdadero francotirador habría hecho. Y realizó simulacros como en una fiesta de las Fallas de hace años. La prueba consistía en el simulacro de un atentado para asesinar a Rita Barberá cuando todavía era alcaldesa de Valencia. "Fueron más de cuatro años realizando distintos simulacros. Es decir, no solo eran los de la casa real. Antes practicamos planteándolos hacia otras autoridades. Esperanza Aguirre. Rita Barberá. El simulacro de Rita, que en paz descanse, fue uno de los más divertidos porque lo realizamos durante las fallas, en el momento que ella sale al balcón a dirigirse a la gente".
"Viví como un terrorista"
"Si quería hacerlo, tenía que hacerlo bien, así que seguí los pasos que hubiera seguido en la realidad. Lo primero que hice fue sacarme la licencia de armas". Nuestro protagonista saborea una cerveza, coge papel y bolígrafo y va dibujando los pasos que iban a seguir durante aquella coronación.
En la sentencia en la que le absuelve el juez Fernando Grande Marlaska, los hechos probados recogen cómo Santiago quiso ejercitarse y realizar paso por paso el simulacro como si lo que estaba haciendo fuese a hacerlo de verdad. "Se propuso disponer de armas de fuego, y para ello obtuvo la licencia de armas de las clases D (que permite poseer hasta cinco armas de fuego largas), E (permite poseer armas de fuego largas de tipo deportivo) y F (para las armas de fuego denominadas de concurso)".
Esto revela lo que Fernando asegura una y otra vez. Que su vida durante unos cuantos años estuvo entregada en cuerpo y alma a la causa.
-Yo viví, realmente, como un terrorista.
Dice la sentencia que luego, tras ponerse en serio a practicar, fue adquiriendo todo tipo de armas, en un historial que detallamos a continuación. No es el arsenal al completo, tan solo una pequeña parte:
a) un rifle de marca Cezka de calibre 7,62x39.
b) un rifle marca Rossi Amadero del calibre 38/357 MAG.
c) un rifle marca Baikal del calibre 308
d) un rifle B.O.P.E. del calibre 8x57.
e) una pistola Heckler & Koch, calibre 9 mm.
f) una pistola Sig Sauer del calibre 22 LR.
g) por último, una pistola Astra, calibre 22.
Casi nada. El treinta de junio de 2014, cuando le detuvieron, descubrieron la totalidad del material almacenado. Tenía de todo. Encontraron numerosas armas de carácter simulado, entre ellas nueve fusiles de asalto, tres pistolas, un rifle de precisión Samopal, con el cañón inutilizado, cinco miras telescópicas, un visor y un muelle recuperador para fusiles de asalto. Hasta tenía, cómo no, un kalashnikov.
Durante la conversación, Sánchez es capaz de enumerar todas y cada una de las armas de fuego en su poder. Y para qué iba a utilizar cada una. "Mucha gente piensa que lo que gusta a la hora de disparar es el rollo ese de lanzar muchas balas a bocajarro, ¿me entiendes? Sin control. Pero lo que nos gusta a los tiradores, lo que nos gusta de verdad es aprovechar bien el disparo. Ese único disparo".
Por eso, varios días a la semana, tras sacarse las distintas licencias de armas, acudió a campos y a salas de tiro a practicar con todo tipo de pistolas y de rifles hasta que logró dominarlos todos. Luego estudió bien cada una de las zonas, los lugares en los que iba a realizar las simulaciones. "Yo sabía que desde la ventana del Palace, por ejemplo, apenas son unos cientos de metros de disparo. Una distancia ridícula para un francotirador".
Desde 2009 hasta el 2012, durante casi cuatro años, se desarrolló su etapa de adiestramiento. De pasar en un breve espacio de tiempo a dominar el manejo de decenas de armas. "Para ello, me federé en la federación madrileña de tiro olímpico. Me compré tanto pistola como arma larga. Disparaba una media de unas doscientas balas diarias en el campo de tiro".
Una vez finalizada esa travesía por el sector de las armas, comenzó a prepararlo todo, y a analizar los actos en los que podría suceder algo como lo que él pretendía simular. El primero lo llevó a cabo en el año 2012. Meses antes del desfile y la fiesta nacional del 12 de octubre. Dice que llegó a entrar sin ningún tipo de problema en el hotel, con las armas en una bolsa de deporte sin que nadie lo advirtiese. Sin disfrazarse y sin llamar la atención. "Yo lo hice bien, me metí en el papel. Lo que hubiera hecho un terrorista".
Y así, con todo preparado, con las miras telescópicas, fue esquivando durante esos años, una y otra vez, los sistemas de seguridad, instalándose en los mejores hoteles para poder colocar una de sus armas contra la ventana, esperar al momento propicio... Y después no hacer nada. Solo grabarlo para dejar constancia de la sencillez con la que había hilvanado aquella compleja y prolongada estratagema. "Así, de ese modo, si lo piensas en frío, pude descabezar al estado. Cargarme a toda la plana mayor".
La demanda a los medios de comunicación
En estos momentos de su vida, Santiago Sánchez dice que está tratando de luchar por el legado de su obra. Y porque nadie se aproveche de ella. La demanda que ha interpuesto contra diversos medios detalla cómo detectó más de 40.000 vulneraciones de derecho de propiedad intelectual y contra la propia imagen. Dice que en los últimos años se ha puesto en contacto con centenares de usuarios digitales para pleitear contra una gran compañía de comunicación.
En parte, explica Santiago, porque cuando se conoció la noticia de los simulacros que había urdido para detectar todos esos fallos de seguridad, distintas cadenas utilizaron imágenes que aparecen en sus vídeos a la hora de ilustrar las noticias. Dice que nunca le consultaron y que nunca dio permiso para utilizarlas. Ahora plantea una demanda millonaria contra Atresmedia. Las grabaciones con las que lo documentó todo ocupan más de 40 terabytes en sus discos duros. Una cantidad ingente de información que aparecería después en los sumarios policiales y que se filtraron en aquellos días a algunos medios.
La detención
Así las cosas, llegó julio del año 2014 y Santiago ya había perpetrado toda clase de simulacros: Felipe VI, Juan Carlos I, la Princesa Leonor, Mariano Rajoy... En total, su trabajo abarcaba ya una película y seis reportajes largos de vídeo. Todo ello convenientemente editado y perfilado. La sentencia absolutoria afirma que la factura de todos ellos era "muy profesional".
Unas semanas después de la coronación del nuevo monarca, llega al Cuerpo Nacional de Policía una información procedente de los servicios de seguridad del Real Madrid. Recibieron una comunicación sobre la inseguridad que podía afectarles tanto al club como a los jugadores. Se pusieron a tirar del hilo y dieron con Santiago.
No era la primera vez, dice, que avisaba de lo que estaba haciendo. "Me planté en la puerta del CNI. Les escribí explicándoles lo que pasaba. Pero no me hicieron caso".
Solo después de la alerta desde el Real Madrid se pusieron los investigadores a indagar en lo que pasaba. Y le localizaron y le detuvieron.
-¿Qué conclusión sacas después de todo esto?
-Mi opinión es que hay auténticos profesionales pero la seguridad es nula.
-¿Y a nivel personal?
-También que otra persona en mi lugar se hubiera suicidado hace años. Mi familia es quien peor lo ha pasado, y yo me he quedado sin un duro. Me ha perjudicado a nivel económico, familiar y laboral. No he encontrado trabajo en los últimos tiempos. Por más que quiero, yo que soy productor, llevo tres años que nadie quiere trabajar conmigo. Y en esas estamos. Lo que pasa es que a mí lo que más me ha motivado es la venganza. No sé si me entiendes.