Al concluir la feria de Baza, en una localidad granadina, Francisco cogió su coche para regresar a su casa en Orce, a 45 kilómetros de distancia. Cuando se incorporó a la A-92 colisionó por detrás contra otro vehículo el que iban tres ocupantes: una pareja de jóvenes de 22 años y la hermana menor de ella, de 20. Tanto el chico como la hermana perdieron la vida en aquel accidente. Este suceso, ocurrido en septiembre de 2017, es uno de los tantos accidentes que, probablemente, podrían haberse evitado de haberse realizado un test de alcoholemia. Afortunadamente, caer en estos controles no será una cuestión de suerte o de azar, sino que será obligatorio: a partir de 2022 todos los coches de la Unión Europea tendrán que llevar un alcoholímetro y no arrancarán si el conductor da positivo.
Aún faltan más de dos años (mayo de 2022) para que sea obligatorio que los coches matriculados a partir esa fecha tengan que incluir un sistema adaptativo para incorporar este tipo de sistemas y que, a su vez, se comunique con el vehículo. Todavía queda mucho por desarrollar y por concretar sobre cómo será este sistema. O si incluso podrá haber distintos sistemas dentro de unos márgenes legales. Sin embargo, ya hay un vehículo que incluye el alcoholímetro: Dräger, una compañía líder en sistemas de protección respiratoria, habituada -entre otras labores-, ha creado su propio sistema para usuarios. Y en El ESPAÑOL lo hemos probado.
Nos tomamos dos whiskies, entramos al coche, soplamos y... ¡No nos deja conducir! Damos positivo en alcohol: 0,28 mg/l (de momento no detecta drogas, aunque todo se andará). Pero ése es el final. Antes de llegar ahí toca explicar muchas cosas.
La primera, quizás, por qué lo hacemos. Pues bien, porque recientemente, y tras varias negociaciones llevadas a cabo desde Bruselas, la Unión acordó la implementación progresiva de una serie de medidas obligatorias en todos los vehículos que se vayan a comercializar. Las primeras entrarán en vigor en 2022 y las últimas, en 2028. Todas ellas, enfocadas a reducir la cifra de víctimas. Pretenden, con ellas, evitar 25.000 muertes y 140.000 heridos graves en toda Europa.
Algunas de ellas, como el sistema de mantenimiento del carril o los sistemas de detección trasera, pretenden facilitar la conducción; otras, como el limitador inteligente de velocidad o el sistema de aviso de distracciones, perseguirán cambiar hábitos en la conducción. Pero una de estas medidas probablemente sea la que más repercuta a los conductores y, por consiguiente, la que más les interese: el alcoholímetro inmovilizador.
Obligatorio en 2022
Pero bien, contado lo básico, vamos a lo importante: ¿cómo funciona este sistema? De forma sencilla e intuitiva. Al poner en contacto el motor, el coche imposibilita su arranque a menos que el conductor realice una prueba de aire espirado. Si la supera, ya se podrá arrancar. Si no, o bien deberá coger el coche otra persona, o bien habrá que esperar a que el efecto del alcohol se disipe. Fácil a priori.
Acudimos a las oficinas de Dräger en España por la mañana, sin desayunar, dispuestos a poner a prueba el Interlock 7000 (nombre que recibe el instrumento acoplado al vehículo). Poseen en su aparcamiento varios modelos con el dispositivo instalado. En nuestro caso, un Ford C Max.
Abrimos el coche, nos abrochamos el cinturón, colocamos espejos e introducimos la llave. Al hacer contacto, el cuadro del salpicadero se enciende, realiza todas las comprobaciones pertinentes y parece preparado para arrancar. Pero, al girar la llave, no pasa nada. Ni siquiera salta la chispa.
"Mira el alcoholímetro. Indica que está preparado para realizarte la prueba", adelanta Luis Botija Marín, MM Impairment Check en Dräger. "Dentro de poco tiempo, el propio ordenador de abordo del coche será quien recuerde al conductor que debe realizar el control de alcoholemia en forma de mensaje de texto", detalla el responsable. Cabe recordar que la norma europea entrará en vigor en mayo de 2022 sobre los nuevos vehículos que se vayan a poner a la venta. También se habla de que, para el 2024, lo incluyan todos los turismos del parque, pero está por ver. Al respecto, desde Dräger especifican que su sistema se puede acoplar a cualquier vehículo, tenga los años que tenga.
Por debajo de la guantera del asiento del copiloto sale un cable flexible que conecta el etilómetro al coche. Estéticamente, se asemeja bastante a los que solemos ver en los controles habituales que la Guardia Civil lleva a cabo en la carretera. Es de color negro, posee únicamente dos botones y una interfaz sencilla. Como ventaja, no necesita cambiar la boquilla cada vez que se utilice. ¡Menos mal!
El funcionamiento, idéntico. Tomar aire y espirar de forma prolongada. "Tarda unos cuatro segundos, lo mismo que tardamos de media en colocarnos el cinturón", explica Botija.
Momentos de tensión. Un icono da vueltas para indicar que está procesando la información recibida. 0,0º, perfecto; podemos coger el coche. Ahora sí, si giramos la llave, el coche arranca.
Ya con el turismo en marcha, los responsables del sistema Interlock explican a EL ESPAÑOL que, si por ejemplo paramos a echar gasolina, o si el coche se cala, no tenemos que volver a soplar. Permite un intervalo ajustable de tiempo en el que no es necesario volver a soplar para no resultar demasiado incómodo, pero que, si se desea, se puede ajustar.
"Se puede configurar para tomar una, dos o tres mediciones en intervalos de tiempo previamente estipulados si el conductor lo desea. También se puede modificar el límite de alcoholemia en aire respirado, para que sea más restrictivo", explican desde la compañía.
En España, el límite de alcohol en aire espirado es de 0,25 mg/l. El modelo que pilotamos, sin embargo, está limitado a 0,10 mg/l. "En muchos países de Europa no se puede circular con una tasa superior a 0,0", agrega José Luis Fernández, Account Manager en Dräger que también nos acompaña en esta prueba. Concretamente, Bulgaria, Eslovaquia, Hungría y República Checa no permiten conducir bajo los efectos del alcohol, mientras que en otros, como Polonia, Suecia, Finlandia y Estonia se permite una tasa inferior a la española, situada en la media europea.
Tipo de conductor | Tasa en aire espirado permitida |
General | 0,25 mg/l |
Noveles y profesionales | 0,15 mg/l |
"Un whisky, por favor"
Vamos a poner a prueba el alcoholímetro. Nos detenemos frente a un bar con la intención de 'refrescarnos'. "Un whisky con limón, por favor", pido al camarero. Para ponérselo más difícil al Interlock, bebo la copa en poco tiempo, en unos cinco minutos, ya que, según la DGT. "El alcohol puede empezar a detectarse en la sangre a los 5 minutos de haberlo ingerido y alcanza su máximo nivel entre los 30 y 90 minutos siguientes".
Temiendo no cumplir las expectativas del alcoholímetro, sobre todo por el breve periodo de tiempo en el que se ha ingerido el alcohol, tomo un segundo combinado. También, en un corto periodo de tiempo.
Regresamos al coche. Creo que puedo conducir, aunque comienzo a notar algunas alteraciones en los sentidos. Empleo unas décimas de segundo adicionales en contestar preguntas que antes tenían una respuesta automática, noto cierta pesadez en la mirada y algo de lentitud en los movimientos. En definitiva, tiempos de reacción más largos de lo habitual. Quitando eso, creo que podría conducir.
Mismo procedimiento: abrimos la puerta, nos sentamos, colocamos el cinturón y tratamos de arrancar el coche. Nada. Sí o sí, hay que pasar por el alcoholímetro. El Interlock está preparado para la prueba. Han transcurrido 15 minutos desde que entramos por la puerta del bar y he tomado dos 'cubatas' con 40% de alcohol.
Soplo. Un chasquido avisa de que la medición ha sido correcta. Sólo queda aguardar al resultado, en una espera más duradera que la anterior (algún segundo más). "Si tarda más, mala señal", añaden los responsables de Dräger. 0,28 mg/l, positivo. Por más que intento arrancar, es imposible. Y para desvanecer cualquier duda, realizo una segunda prueba con un medidor similar a los empleados por los agentes de tráfico. Esta vez doy 0,27, con un margen de diferencia casi nulo. Toca volver a la redacción en transporte público.
¿Y si sopla otro?
A día de hoy, Interlock se vende como un sistema de uso voluntario. Todavía no es obligatorio su uso, aunque está habilitado para cuando la medida entre en vigor. Hoy, si se quiere 'trampear', se puede. Pero también está preparado (y así se hará en un futuro) para que sea infranqueable. "Podemos conectar al alcoholímetro un sistema de detección facial, mediante el que, si el coche detecta que cambia de conductor, obligue a repetir la prueba", aclaran desde Dräger.
De forma adicional, como se ha explicado anteriormente, puede configurarse para que tome segundas mediciones una vez iniciado el trayecto. No detendrá el vehículo si detecta consumo de alcohol, pero sí lanzará mensajes de advertencia. O quien sabe, si incluso podrá ponerlo en conocimiento de Tráfico. Todavía hay margen para moldear la normativa.
Nos surge una pregunta al respecto. A día de hoy, ¿quién instala este sistema? El rostro de José Luis Fernández, se torna serio. Decide responder con un ejemplo. "Hace no mucho (en enero de 2017), un autobús escolar volcó en Fuenlabrada con 44 niños a bordo. Afortunadamente, no hubo que lamentar ningún fallecimiento (21 niños resultaron heridos). Su conductor dio positivo en el control de drogas, concretamente en cocaína. Os hago una pregunta -nos formula-. ¿No creéis que para casos así debería ser obligatorio? En algunos países ya se exige para determinados grupos profesionales, como transportistas de mercancías peligrosas".
Los responsables de este sistema nos explican que cada vez son más las personas, sobre todo profesionales, que deciden incorporar en sus vehículos aparatos de medición de alcoholemia, como un acto de responsabilidad. Además, agregan que muchas personas con problemas en el consumo de alcohol también están optando por medidas similares.
"Cuando tienes un incidente en el que ha intervenido el alcohol y te retiran puntos del carnet de conducir, tu visión cambia", continúa ejemplificando Fernández. "Y voy más allá: cuando, por tu culpa, alguien ha perdido la vida, ya sea tu acompañante o una persona de otro vehículo implicado, te cambia la vida por completo", concluye.
Alcohol en las carreteras
2018 registró un total de 1.180 fallecidos en las carreteras. La cifra fue algo más baja que la del año anterior, con 18 muertes menos. Y año tras año se va reduciendo el número de víctimas, pero sigue siendo alto. Según la última memoria del Instituto Nacional de Toxicología y Ciencias Forenses (INTCF) sobre las víctimas mortales en accidente de tráfico, el 42,1% de los conductores fallecidos en 2017 habían consumido alcohol, drogas y/o psicofármacos.
Hablamos, por tanto, de que, según estas cifras, casi 500 conductores habrían fallecido en accidentes de tráfico por culpa de una mala decisión. El disgusto que puede suponer ver a lo lejos luces azules, tener que parar y soplar, no es nada en comparación a la tragedia que suponer perder una vida. Todo ello se podría resolver con esta medida. En un futuro no muy lejano, los "estoy bien para conducir" y los "yo controlo" serán cosa del pasado.