¡Ha llegado Maroto! Paseamos por Sotosalbos con el vecino 'fake' que nadie había visto
Perdido el escaño en Álava, se ha empadronado en el pueblo de 113 habitantes para ser senador por Castilla y León. El alcalde no se atreve a decir dónde vive.
28 julio, 2019 03:29Noticias relacionadas
“¿Y si le pedimos a Javier Maroto que se venga con EL ESPAÑOL a Sotosalbos?”. La idea, en principio, era ir con el real, con el que se ha empadronado en este pueblo segoviano de apenas 113 habitantes para ser senador por Castilla y León del PP. Esa era la intención: dar un paseo con él, recorrer las calles empedradas, hablar, tomarse un chato, quizás ver su casa… “No es posible”, nos negaron desde el departamento de prensa del Partido Popular el viernes. Él no podía (o no quería). Había, por tanto, que buscar una alternativa para que el municipio no se quedase este sábado sin su figura más ilustre con motivo de la sexta Feria del Arcipreste de Hita. ¿Cuál? Llevar una imagen del político a tamaño real. Así sus ‘vecinos’, para los que es un completo desconocido, lo podrían saludar. Qué menos se puede hacer.
EL ESPAÑOL recoge al Javier Maroto de cartón en la Glorieta de San Bernardo (Madrid). Él sube al coche, se coloca en la parte de atrás y deja que le guiemos hasta Sotosalbos. Suenan Los Delinqüentes en el reproductor de música y el GPS marca hora y media de camino. Le abrochamos el cinturón y empezamos el viaje. Al pueblo llegamos a media tarde, justo a tiempo para ver el mercado medieval. “¿Quién es este?”, preguntan nada más aparcar. “¿Dónde vive, vosotros lo sabéis?”, comenta otro vecino. “¡Ya era hora de que viniera!”, se sorprenden muchos. “¡Se te ve muy bien!”, bromea un último, abrazándolo. Nadie lo esperaba. Sin embargo, por fin, ha llegado. La noticia, como si Maroto fuera el tapicero –recuerden aquello de “ha llegado el tapicero”– corre de una punta a otra del municipio en cuestión de minutos.
Quién se lo iba a decir a Javier Maroto. El pasado 28 de abril, era el número tres del PP y el responsable de la campaña electoral. Nada podía salir mal. O sí. El político nacido en Vitoria perdió su escaño en Álava y el partido, al estar confeccionadas las listas para las municipales, europeas y autonómicas, no pudo hacer nada para recolocarlo. ¿Solución? Empadronarlo en Sotosalbos y hacerlo senador por designación autonómica por Castilla y León, siendo también portavoz en al cámara alta –al igual que Cayetana Álvarez de Toledo lo será en el Congreso–. Así de sencillo.
Eso sí, con un posible (y probable) problema añadido a corto plazo: “La ley exige que para empadronarse en un lugar tienes que vivir allí. Maroto no vive, ni va a vivir en Castilla y León”, ha reconocido, durante esta semana, en más de una ocasión, Luis Tudanca, el líder del PSOE en la región. Y él, por lo que dicen los vecinos, no reside en el pueblo. Ni siquiera acude a las fiestas o a la reciente Feria del Arcipreste de Hita, en honor a Juan Ruiz, que incluyó Sotosalbos en El libro del buen amor –aparece en una conversación con la serrana Chata de Malangosto–. Por todo eso, desde la agrupación socialista han pedido que se le dé de baja en el pueblo o han amenazado con denunciar por la vía administrativa.
Este sábado, sin embargo, ya ha tenido su primer contacto con sus vecinos. Javier Maroto llega al pueblo para la sexta edición de la Feria del Arcipreste, pero no sabe a dónde ir. “Menos mal que se deja ver por aquí. Hasta ahora, no sabíamos de su existencia”, lo saludan los vecinos, entre bromas, nada más verlo aparecer por Sotosalbos, pidiendo fotos como si se tratara de una estrella del rock. De las casas, bien cuidadas, extensas y muchas con piscinas, salen unos y otros camino de la plaza, donde está situado el mercado medieval. “Aquí, muchas viviendas son segundas residencias. Son de gente que viene a pasar aquí unos días, a descansar; o de jubilados, porque aquí hay poco para trabajar”, explica Mariano a EL ESPAÑOL.
Hecha la aclaración, continuamos el camino hacia la plaza. Y Javier, definitivamente, es la atracción, el protagonista de la fiesta. “¿Qué debería visitar en su primer día aquí?”, le preguntamos a Rosa. “La iglesia, que es muy bonita, del siglo XII; la plaza y las fiestas...”, responde. Pero, por supuesto, el baile: “Yo me atrevo a echarme uno con él. Y ya que conoce el pueblo, ¿por qué no se toma un chato?”, se ofrece, como buena anfitriona, recomendándole comerse un buen “cochinillo” cualquier día.
El día no ofrece excusas. En Sotosalbo, situado al pie del Parque Nacional de Guadarrama, no hace excesivo calor pese a ser julio y el paraje es inmejorable: montañas a los lados, casas viejas pero bien cuidadas, calles empedradas, ¡un parking!… El camino hacia la plaza corresponde a lo esperado: expectación por ver a su nuevo vecino y curiosidad por saber dónde vive –aunque una casa en venta cerca del consistorio podría ser una solución perfecta para acogerlo durante su tiempo como senador–. No obstante, la visita irónica del Javier Maroto de cartón no es del gusto de todos. A la hora de buscar explicaciones, de saber por qué el político se ha empadronado en Sotosalbos… Todo es silencio.
Los problemas del Javier Maroto de cartón comienzan al llegar al bar del pueblo, en una tasca con poca luz y pocas ganas de fiesta. “Aquí no entra. Esto es una propiedad privada”, advierten a la cámara de EL ESPAÑOL, reservándose el derecho de admisión. No se hable más. Hemos venido en son de paz. Pero no parece que, llegados a la plaza, Sotosalbos recurra al sentido del humor para comprender por qué una imagen gigante del político se pasea por sus calles.
El pueblo, tradicionalmente gobernado por el Partido Popular, mira con recelo la presencia del político de cartón entre sus tenderetes medievales. Y su alcalde, Sergio Arnanz, no ofrece respuestas. “Yo no hablo. Estamos de fiestas y estoy cansado de todo esto”, apostilla. No quiere decir dónde vive –y se excusa en la Ley de Protección de Datos para no revelarlo–. Él sí dice haber visto a Javier Maroto –quizás porque pertenecen al mismo partido–. Y una vecina, nadie sabe por qué, también le secunda. El resto de los sotosalbeños no tienen constancia de que haya pasado por allí. O no hablan –la mayoría–, o lo hacen para negar la existencia del político.
Ni siquiera los autóctonos se alegran por la publicidad que esta polémica pueda ofrecer al pueblo. “Estábamos bien antes, tranquilos”, espetan. Y, ante la insistencia de este diario, nos invitan a irnos. “Puedes decir que os he mandado a la mierda”, nos sugiere un último, cariñosamente. Pues bien, dicho esto, vuelta a Madrid. No nos queda otra. Hemos hecho el recorrido con Maroto y, aunque no hable, parece sorprendido.
De camino al coche, incluso, el político se encuentra con un par de parejas que han llegado para hacer turismo. Bixen, natural de San Sebastián, ha aprovechado una ruta por Castilla y León para parar en Sotosalbos. “Me enteré esta mañana de lo que había pasado y esta tarde, al llegar aquí, digo: ‘¡Joder, si es el mismo pueblo!’”, comenta. No son los únicos, unos novios gallegos, en su ruta, también han decidido parar. Quizás, próximamente, sean muchos más los que sigan su camino. Puede que para ver el pueblo o, simplemente, para intentar encontrar a Maroto como si fuera Wally.
Porque el único que no parece haber ido es el político del Partido Popular. “No hay ni rastro de él, de verdad, menos mal que habéis traído este de cartón”, bromea un último vecino, viendo cómo Maroto enfila su camino hacia el coche. El político ‘fake’ de EL ESPAÑOL vuelve a Madrid. Ya conoce el lugar donde está empadronado, sus costumbres y a sus gentes. Sabe, también, que hay una casa que se vende y que, quizás, podría ser una buena oportunidad para empezar a familiarizarse con sus vecinos. La feria del Arcipreste, desde luego, merece la pena. El resto lo tiene por descubrir como senador de Castilla y León.