Ocurrió hace 48 años, el sábado 10 de julio de 1971. Hassan II, padre del actual rey de Marruecos Mohamed VI, celebraba su 42 cumpleaños y había organizado una gran fiesta en su palacio de vacaciones de Sjirat (localidad en la costa del Atlántico a 25 kilómetros al sur de Rabat). Todo estaba organizado para festejar a lo grande el aniversario del sultán marroquí: música, piscina, barbacoa, dulces, bebida, playa del palacio… Pero la velada escondía un regalo sorpresa para el monarca alauita. Un grupo de militares, generales y coroneles muy próximos a Hassan II, habían organizado un golpe de Estado que tenía como objetivo derrocar la monarquía, acabar con la corrupción y proclamar la república en Marruecos.
En la semana en que se cumplen 20 años de la proclamación de Mohamed VI como rey de Marruecos (su padre Hassan II murió el 29 de julio de 1999) EL ESPAÑOL relata uno de los episodios más desconocidos de su biografía. Su salvación de la muerte, frente al ataque golpista, gracias al heroísmo de dos mujeres españolas: Ascensión Díaz Folgueras y Juana (Juanita) Labajos González.
Mohamed VI tenía entonces 7 años (había nacido en Rabat el 21 de agosto de 1963). Sus ojos infantiles fueron testigos de toda la barbarie. Una auténtica carnicería: más de 100 muertos y cerca de 200 heridos (la mayoría por balas de ametralladoras). La vida del actual rey, entonces príncipe Sidi Mohamed Ben Hassan, era objetivo de los rebeldes. Pero su baraka tuvo dos nombres de mujer: Ascensión y Juanita.
Ascensión era Diplomada en Puericultura por la institución Salus Infirmorum y se había ocupado del príncipe desde su nacimiento. Es la mujer que aparece en la fotografía que abre este reportaje sosteniendo en brazos al príncipe Sidi Mohamed ambos con el traje de gala marroquí: el kaftan. En los archivos de Salus aparece escrito al pie de la foto: Ascensión, cuidadora del Príncipe Sidi Mohamed, que nació en el año 1963.
Cumpleaños convertido en golpe
Seguro que el hoy rey Mohamed VI no ha olvidado aquel verano del 71. Ese día era el cumpleaños de su padre, el rey Hassan, y se había organizado una fiesta que iba a durar varias jornadas. Eran las 13:30 horas y tanto Juanita como Ascensión ya se encontraban en los pabellones reales. Poco a poco fueron haciendo su entrada los invitados al convite: familiares del rey, militares, cuerpo diplomático, empresarios…
Todos tenían que firmar en un libro de honor colocado al efecto a la entrada de la mansión. De repente, algo llamó la atención de Juanita Labajos: no estaba previsto que un grupo de soldados entrase gritando y pegando tiros al aire. La Gobernanta de la Casa Real les increpó en francés: “¡Qué hacéis, todavía el rey no está preparado! ¡La fiesta aún no ha comenzado!”.
La contestación de los rebeldes no pudo ser más explícita: “¡La fiesta empieza ahora!”. A continuación, varios disparos de ráfagas de metralleta pusieron fin a la conversación. Labajos salvó la vida de milagro. Al igual que otros invitados y trabajadores marroquíes que optaron por el cuerpo a tierra. No tuvieron la misma suerte los que intentaron huir por la puerta principal de palacio. La mayoría fueron abatidos. El embajador de Bélgica fue una de las víctimas. Al ametrallamiento inicial le siguió el lanzamiento de varias granadas de mano. El caos fue absoluto. El balance final demoledor: más de 100 muertos y casi 200 heridos. Una masacre sin paliativos.
Los asaltantes estaban enloquecidos. Al ser el palacio de Sjirat una residencia veraniega, con salida directa al mar, muchos de los invitados intentaron huir despavoridos en grupos a través de las dunas de la playa. No fue el caso de Juanita Labajos. Aún boca abajo, entre los gritos de los golpistas, los disparos y las bombas, ella tenía como único pensamiento salvar a los príncipes.
¿Qué estaba ocurriendo? Juanita y Ascensión se encontraban en medio de un golpe de Estado protagonizado por 1.400 cadetes de la Escuela Militar del Ejército. El organizador de la conjura era el general Mebdouth, jefe de la Casa Militar del rey. Su propósito: secularizar el poder político en Marruecos y acabar con la monarquía. Unos meses antes, la prensa occidental había publicado la enorme riqueza, obtenida por la corrupción, que poseía Hassan II. Los militares no estaban de acuerdo con eso. Dos años antes, en 1959, había tenido lugar otro golpe similar en Libia, por el que había ascendido al poder el coronel Gadafi. Los militares rebeldes marroquíes quisieron imitar en su país el asalto al poder de los militares libios. No tuvieron la misma fortuna.
Y es que la ventura, ese día, estuvo del lado de Mohamed VI protegido por sus “tías españolas” como así las llamaba. Juana Labajos se movía en palacio como pez en el agua. Conocía a todos y todos la conocían a ella. También tenía relación con el jefe de los amotinados, el mencionado general Mebdouth. Además Juanita era una persona de máxima confianza del entonces ministro del Interior y mano derecha de Hassan II: el también general Mohamed Ufkir, quien horas después dirigiría la operación de rescate del rey y de su familia. El general Ufkir protagonizaría el 16 de agosto de 1972, otra tentativa golpista (la denominada Operación Burag con el intento de derribar el avión de Hassan II que regresaba desde París a Rabat tras el ataque de seis F-5 marroquíes). Cuentan las crónicas que, por esa acción, fue ajusticiado por el propio Hassan II, el rey al que él había salvado la vida dos años antes.
Órdenes de ejecutar a la familia real
Pero volvamos a 1971, Juanita sabía que los cinco hijos de Hassan II: la niña mayor Lalla Mariem con nueve años; Sidi Mohamed (actual Mohamed VI) apunto de cumplir entonces los ocho años; Lalla Asma con seis; Lalla Hasna con tres y, el más pequeño de todos, el príncipe Muley Rachid con apenas un año, estaban al cuidado de las Salus españolas, al frente de las cuales se encuentra Ascensión Díaz, en las dependencias destinadas a los príncipes de palacio. Ella no podía unirse a sus compatriotas porque se encontraba tirada en el suelo a merced de los amotinados.
Un testigo presencial del ataque relató para Paris Match (en julio de 1971) lo que ocurrió. Cuando los golpistas intentaron colocar a todos los prisioneros en el patio central de palacio, de rodillas y con las manos en la nuca, se quedaron sorprendidos al recibir la contestación en árabe de una mujer extranjera que les increpaba con especial dureza y no obedecía sus órdenes. ¿Fue Juana Labajos? No lo sabemos. Lo que sí ella transmitió a sus familiares es que fue rescatada de entre los prisioneros en cuanto la reconoció el jefe de la conjura, el general Medbouth.
A partir de ese momento, las versiones son contradictorias. El mencionado general Medbouth murió, instantes después, por los disparos de una ametralladora accionada por el médico personal de Hassan II, quien también fue abatido por los ayudantes de Medbouth. La confusión se apodera de los militares golpistas. Toma el mando desde Rabat, el coronel Abbabou, quien ordena ejecutar a todos los miembros de la familia real, incluidos los cinco hijos de Hassan II.
La suerte del monarca parecía echada. Estaba recluido y custodiado por los militares rebeldes en unos bungalows del palacio al lado de la piscina. Su propio hermano, el príncipe Moulay Abdalah, había resultado herido grave durante el ataque. El coronel Mohamed Abbabou creía controlar la situación y se adelantó a los acontecimientos anunciando desde Radio Rabat el triunfo del “ejército del pueblo”, la muerte del rey y la proclamación de Marruecos como una república.
Sucedió todo lo contrario. Es cierto que Hassan II fue sacado por los golpistas de los bungalows con la intención de fusilarlo, pero durante el trayecto consiguió convencer a sus custodios de la barbaridad que iban a cometer. Así lo relató el propio rey a Paris Match el 24 de julio de 1971: “¿Vas a matar a tu propio rey? le pregunté con firmeza a mi carcelero. De pronto, en una actitud casi teatral, el soldado se puso firme y me saludó militarmente. Le ordené ¡Descanse! ¿Por qué no besas mi mano? ¿Os habéis vuelto todos locos, soldados del ejército real, hijos míos? El cadete me suplicó ¡Mi señor! No habléis demasiado fuerte. Todavía aquí hay gente que os desea mal. Si no hubiéramos salido a las 17:30 horas de esa habitación habríamos muerto”. Con la ayuda de los cadetes, convertidos en leales, Hassan II se escondió en otras dependencias del palacio y logró salvar su vida.
¿Y los niños? Según publicó la prensa marroquí, cuando los golpistas fueron a por los príncipes se encontraron de frente con la actitud inquebrantable de una mujer española con el heredero (el actual rey Mohamed VI) entonces con siete años en brazos. Esa mujer se encaró a los rebeldes, les increpó en árabe y les hizo retroceder, manteniéndose ella firme abrazando al príncipe heredero y con el resto de institutrices y cuidadoras, arropando a los cinco príncipes de la familia real detrás. Todos permanecieron encerrados en los baños de mujeres del palacio. ¿Quién fue esa mujer? ¿Ascensión Díaz o Juanita Labajos?
Fuentes militares de la embajada de España en Marruecos confirmaron, años después, que aquella heroína fue Juana Labajos. Mientras que las hermanas menores de Juana (Esperanza y Mª de los Ángeles) afirmaron a este periodista que aquella mujer no pudo ser otra que Ascensión Díaz.
Una corona de flores para Juana
Existen más versiones respecto a lo que allí sucedió. Como la escrita por Ferran Sales en su biografía sobre Mohamed VI: “Nadie es capaz de confirmar si fue [Juana Labajos] la que en julio de 1971, en medio del tumulto del golpe de Estado de Sjirat, se lanzó a una piscina para salvar el cuerpo del pequeño Sidi Mohamed que había caído al agua y amenazaba con ahogarse”. Sin embargo, Juanita, como confirmaron a este periodista sus hermanas, no sabía nadar.
La respuesta a este enigma la dio el propio Hassan II en su relato-entrevista con Paris Match en julio de 1971: “En el curso de uno de los dramáticos episodios de los golpistas una sección de cadetes se desplaza para hacerse cargo de mis hijos, protegidos de forma admirable por las gobernantas francesas y españolas”.
¿Quién salvó de la muerte a Mohamed VI? La única gobernanta de la Casa Real era la española Juanita Labajos. Además, únicamente ella recibió, dos años después, de manos de Hassan II, las dos máximas condecoraciones del reino de Marruecos: la de Oficial y Dama del Trono Alauita.
Pero hay más pistas. En 1977 Juana Labajos tuvo que volver a España para tratarse de una grave enfermedad. Acababa de ser operada en la Clínica Nuestra Señora de Loreto. De repente, llamaron a la puerta y tras ella aparecieron los cinco hijos de Hassan II, encabezados por el príncipe Mohamed. Habían venido a Madrid, para dar su adiós a su querida “tía Juanita”, como la llamaban en la intimidad. Todos rodearon su cama y entre besos, risas y lágrimas, recordaron anécdotas e hicieron planes para un futuro que nunca llegó. Juana, herida por un cáncer, les devolvió desde su lecho su última lección de amor: fidelidad siempre. Más allá de la muerte.
Semanas después, el 12 de julio de 1977, una corona de laurel con el nombre de Mohamed acompañó el féretro de Juana Labajos hasta el cementerio de la Almudena de Madrid. La otra salvadora de Mohamed VI, Ascensión Díaz, vivió el resto de su vida en Rabat (Marruecos). Siempre muy vinculada a la familia real marroquí y, especialmente, al niño que acunó en sus brazos nada más nacer y que, gracias a ella, llegó a ser rey.